La revolución de la vida
La muerte no puede ser definida y comprendida sin la vida. En esta dialéctica de contrarios en oposición continua se nos revela la síntesis de la existencia. La vida es morir cada día un poco en el existir.Este fue uno de los temas de conversación cuando me encontré con Eric Fromm, en diciembre de 1971. Se celebraba el Congreso Mundial de Psiquiatría en México y, al margen del mismo, tuvo lugar un encuentro entre psiquiatras de América Latina.
Aquel hombre que predicó un humanismo socialista -más cerca de la utopía que del futuro de, la revolución cubana o la realidad del campesinado mexicano- elevaba los ojos buscando contestación a las interrogantes de la existencia y de la lucha de clases sociales.
Freud le enseñó el camino del psicoanálisis donde las pulsiones instintivas se debaten frente al super-yo y son frenadas por el principio de la realidad. El carácter humano en la sociedad capitalista aparece dicotomizado y fragmentado. Buscar en Marx es comprender al hombre en lucha contra un medio social que lo aliena y determina. ¿Cómo conciliar psicoanálisis y marxismo? La aventura humanística fue una construcción imposible en la praxis y en su decir «no seremos como dioses» en el intento de encontrarnos a nosotros mismos.
La extensa obra de Eric Fromm estuvodotada de una ética que traspasó los umbrales de la religión y la política. No suponía una nueva metapsicología ni aspiraba a definir lo específicamente humano, aunque quiso captar en todo momento la esencia de una vida que se escapaba sin sentido. No podía considerar la muerte como un final inexplicado a partir del cual nada habría, a ese otro lado del río silencioso, donde el barquero nos lleva irremediablemente y la zozobra nos aguarda cautelosa.
Habrá que mirar hacia atrás y volver al origen de la vida. No dejarse engañar por las promesas de la otra orilla. Luchar por un hombre más consciente y libre. Pero ¿podemos entender esta revolución individual corno síntesis de la persona ajena a los otros que viven y comparten esta sociedad alienante y alienadora? La revolución ha de ser colectiva y abarca el proceso educativo y el fin de cualquier tipo de opresión. La esperanza de Fromm en una nueva antropología era su fe en sí mismo, agarrándose a ella a lo largo de una vida de incertidumbre.
En el momento de su muerte, los psiquiatras y psicólogos del mundo debemos escuchar su voz previniéndonos. Nos estamos transformando en sacerdotes de una nueva religión manipulada por la sociedad de la oferta y la demanda. En cada uno de sus libros planteaba una pregunta que intentaba contestar vagamente, cobijándose en los artiluglos del amor y la libertad. Como un nuevo profeta, nos hablaba de la posibilidad de trocar un futuro incierto por una esperanza universal.
Cuando los jóvenes derraman flores sobre su tumba y los profesionales de la salud mental se reúnen bajo su memoria, yo quiero recordar en aquel encuentro lejano su voz hablándonos de la dialéctica entre la vida y la muerte. Para quien pudo tenerlo todo, lo decisivo fue ser y su ejemplo constante debemos retenerlo para nuestros hijos en este lado del río. La angustia de la muerte fluye de la vida, en donde debemos encontrar su clave secreta. Y, en definitiva, la vida no puede ser convertida en sueños angustiosos de muerte. Vivir es ser, y ser es ifiorír lentamente. Eric Fromm lo sabía.
Aquel hombre que predicó un humanismo socialista -más cerca de la utopía que del futuro de, la revolución cubana o la realidad del campesinado mexicano- elevaba los ojos buscando contestación a las interrogantes de la existencia y de la lucha de clases sociales.
Freud le enseñó el camino del psicoanálisis donde las pulsiones instintivas se debaten frente al super-yo y son frenadas por el principio de la realidad. El carácter humano en la sociedad capitalista aparece dicotomizado y fragmentado. Buscar en Marx es comprender al hombre en lucha contra un medio social que lo aliena y determina. ¿Cómo conciliar psicoanálisis y marxismo? La aventura humanística fue una construcción imposible en la praxis y en su decir «no seremos como dioses» en el intento de encontrarnos a nosotros mismos.
La extensa obra de Eric Fromm estuvodotada de una ética que traspasó los umbrales de la religión y la política. No suponía una nueva metapsicología ni aspiraba a definir lo específicamente humano, aunque quiso captar en todo momento la esencia de una vida que se escapaba sin sentido. No podía considerar la muerte como un final inexplicado a partir del cual nada habría, a ese otro lado del río silencioso, donde el barquero nos lleva irremediablemente y la zozobra nos aguarda cautelosa.
Habrá que mirar hacia atrás y volver al origen de la vida. No dejarse engañar por las promesas de la otra orilla. Luchar por un hombre más consciente y libre. Pero ¿podemos entender esta revolución individual corno síntesis de la persona ajena a los otros que viven y comparten esta sociedad alienante y alienadora? La revolución ha de ser colectiva y abarca el proceso educativo y el fin de cualquier tipo de opresión. La esperanza de Fromm en una nueva antropología era su fe en sí mismo, agarrándose a ella a lo largo de una vida de incertidumbre.
En el momento de su muerte, los psiquiatras y psicólogos del mundo debemos escuchar su voz previniéndonos. Nos estamos transformando en sacerdotes de una nueva religión manipulada por la sociedad de la oferta y la demanda. En cada uno de sus libros planteaba una pregunta que intentaba contestar vagamente, cobijándose en los artiluglos del amor y la libertad. Como un nuevo profeta, nos hablaba de la posibilidad de trocar un futuro incierto por una esperanza universal.
Cuando los jóvenes derraman flores sobre su tumba y los profesionales de la salud mental se reúnen bajo su memoria, yo quiero recordar en aquel encuentro lejano su voz hablándonos de la dialéctica entre la vida y la muerte. Para quien pudo tenerlo todo, lo decisivo fue ser y su ejemplo constante debemos retenerlo para nuestros hijos en este lado del río. La angustia de la muerte fluye de la vida, en donde debemos encontrar su clave secreta. Y, en definitiva, la vida no puede ser convertida en sueños angustiosos de muerte. Vivir es ser, y ser es ifiorír lentamente. Eric Fromm lo sabía.
Manuel Ruiz Ruiz es profesor de la Universidad de La Laguna y presidente de la Sociedad Hispano - Luso -Americana de Psiquiatría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario