sábado, 26 de octubre de 2019

La sociedad líquida ayuda a entender la sociedad chilena










Zygmunt Bauman y la sociedad líquida
Víctor Rey

Hace ya dos años un 9 de enero del 2017,  falleció Ziygmunt Bauman, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 (junto a Alain Touraine), nació en 1925 en Poznan, Polonia. Sociólogo, filósofo y ensayista, su investigación, entre otras cosas enfocada en la modernidad, le ha llevado a definir la forma habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas como “la vida líquida”.

Una vida caracterizada por no mantener un rumbo determinado, pues al ser líquida no mantiene mucho tiempo la misma forma. Y ello hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre. Así, nuestra principal preocupación es no perder el tren de la actualización ante los rápidos cambios que se producen en nuestro alrededor y no quedar aparcados por obsoletos.

En su libro LA VIDA LIQUIDA, el diagnóstico sobre la sociedad de consumo en la que vivimos es demoledor por certero y al mismo tiempo conmovedor.

Escribiendo este artículo no puedo dejar de pensar en el mito de la caverna de Platón. La caverna de Platón no ha dejado de retumbar en mi cabeza, y ese retumbar me provocaba angustia. Y es que, quizás, me he visto más encadenado de lo que pensaba. Soy consciente de la perversidad del sistema consumista en el que vivimos y de sus maquiavélicos mecanismos, pero también sé que soy yo, somos nosotros, los que tenemos las llaves de muchas de las cadenas que nos atan.

¿Pensamos, decimos y actuamos al unísono? ¿Nos conocemos realmente a nosotros mismos? ¿Vivimos realmente lo que queremos vivir? ¿Luchamos por nuestros sueños? ¿Somos conscientes de que formamos parte de una gran familia llamada Humanidad?

Quizás la falta de respuestas a estas preguntas es lo que nos hace navegar sin rumbo por la vida. Vivir, como dijo en su discurso de recogida del Premio Príncipe de Asturias Zygmunt Bauman, (…) en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y a los demás, destinados a comunicar, con y para el otro”.

En LA VIDA LIQUIDA, Bauman nos ayuda a identificar los velos que ocultan el mundo que habitamos y que intentamos comprender. Y estos velos no dejan de ser las sombras y los ecos de los gritos que los encadenados de la caverna ven y escuchan reflejados en la pared creyendo que son la realidad y que nada pueden hacer; y los espectadores siguen sentados sin saber que esos velos, esas sombras, esos ecos no son la realidad sino distorsiones de la misma. Imágenes y ruidos reproducidos a conciencia que los mantienen cara la pared.

Es cuestión de encontrar el coraje para darse la vuelta y poder comprobar que esas formas grotescas no son más que deformaciones, y ver la luz clara que proviene de fuera, que nos indica la dirección de la verdadera realidad.

Zygmunt Bauman define la sociedad moderna líquida como aquella sociedad donde las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas puedan consolidarse en unos hábitos y en una rutina determinada. Esto, evidentemente, tiene sus consecuencias sobre los individuos porque los logros individuales no pueden solidificarse en algo duradero, los activos se convierten en pasivos, las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos.

Por tanto, los triunfadores en esta sociedad son las personas ágiles, ligeras y volátiles como el comercio y las finanzas. Personas hedonistas y egoístas, que ven la novedad como una buena noticia, la precariedad como un valor, la inestabilidad como un ímpetu y lo híbrido como una riqueza.

El nuevo modelo de héroe es el triunfador que aspira a la fama, al poder y al dinero…, por encima de todo, sin importarle a quién se lleva por delante.

Esto coincide con la definición de “hombre light” de Enrique Rojas, definido con cuatro características: hedonismo, entronización del placer; consumismo, acumulación de bienes: se es por lo que se tiene y no por lo que se es; permisividad, todo vale; y por último, relativismo, donde nada es bueno ni malo y en última instancia todo depende del pensamiento de cada uno. 

miércoles, 16 de octubre de 2019

El ser humano y sus creencias



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EL HOMBRE Y SUS CREENCIAS

"El ser humano esta hecho por sus creencias. Como cree así es." (Goethe)

Víctor Rey

Desde tiempos remotos el hombre se ha visto enfrentado a fenómenos de la naturaleza que no comprende, pero que a fin y al cabo rigen su vida. Se encuentra con el resplandor del sol, la oscuridad de la noche, y el brillo de la luna y un firmamento lleno de minúsculas puntos luminosos. Se enfrenta al frío y al calor, al viento y a la lluvia y a las inundaciones, y también a las sequías terribles y al intenso movimiento inexplicable de la tierra y sus terremotos.
Mira con sus ojos espantados la erupción de un volcán e igualmente se admira de la fauna y flora que le rodea y que le brinda alimento, y surge una sensación de saber y conocer el origen de todo lo que hay y existe, pero que no comprende.

La especie humana tiende desde siempre a tener un sentido de la mística, y siente la necesidad de creer en algo o en alguien que alivie su soledad que le produce la ignorancia, Así creo yo, que surgieron las primeras leyendas de las diversas mitologías.

Había necesidad de una luz de entender la fertilidad tanto de la procreación de las especies humanas y de la fauna y flora y se “inventó” la diosa de la fertilidad. Hacía falta conocer los misterios del mar y surgió el dios Neptuno. En México, donde el alimento principal es el maíz, se conoció el dios del maíz, mientras que había un dios de la lluvia con nombre de Tlaloc, que hacía que las milpas dieran el elote.
Tanto en la mitología griega como romana tenemos en nuestro “mundo occidental” una gran riqueza de diosas y dioses como hechos a la medida para dar tranquilidad y confianza sobre los misterios del mundo incomprendido. Pero también se les atribuía características muy humanas a esos dioses, que se disgustaban y se enojaban y en lugar de beneficiar con sus poderes, castigaban con su ira… y se les hacían ofrendas y regalos y hasta sacrificios para se les pasara el enojo.
Pero como en el hombre eternamente existe la desmedida ambición y la codicia, y hasta se arrebataban a la fuerza a otros lo que anhelaban, se generaron las guerras y los implementos de destrucción….y también hubo un dios de la guerra, marte por cierto, para que les diera suerte en sus campañas.

Hoy ya no aceptamos las costumbres anteriores y calificamos las creencias anteriores como paganas, sobre todo desde que sobrevino el monoteísmo con el judaísmo con un único “dios” omnipotente de nombre “Jehová” y posteriormente el mahometanismo con “Alá” como único “Dios”. Ahora ya no hay toda clase de “dioses” para las diversas necesidades, y cada una de las creencias se llaman a hora “religión”, y existe para cada una de estas religiones una especie de “manual” u origen de autores anónimos, para normar la manera de creer en algo. Para la religión judía existe la Biblia, llamada el “Antiguo Testamento” y para la religión mahometana, también llamada del “Islam” existe el libro llamado “Corán”.

Por lo que se refiere a la primera de las religiones mencionadas, en una época de hace como dos milenios hubo un suceso de mucha importancia, pues surgió un rebelde y renegado de la religión judía, cambiando sustancialmente los mandatos enérgicos, drásticos y hasta sanguinarios de ese “Antiguo Testamento” modificando los conceptos en forma más humanitaria y indulgente, predicando en lugar de la venganza el perdón, apelando a los sentimientos más nobles de la humanidad, en lugar imponer un castigo ejemplar a los remisos y desobedientes de una especie de “ley marcial” que imponía esa primera Biblia. Esa Biblia que es la recopilación de muchos rollos manuscritos por alguien cuya identidad es un misterio, tuvo que ser interpretada y transcrita al idioma griego.

El nombre de ese nuevo predicador, pronto adquirió el título de profeta y después el de “mesías”, se llamaba Jesús y debido a ciertos sucesos eminentemente religiosos se le llamó “Jesucristo” o simplemente “Cristo” y sus seguidores se llamaban Cristianos. También el nombre de “Jehová” quedó sustituido por el nombre de “Dios”

Fue entonces cuando comenzó el nacimiento de un concepto nuevo que se llama “Iglesia”, que no es el lugar donde se reúnen los creyentes y se practican ciertos ritos, sino la organización de los sacerdotes en todas sus jerarquías internas formando una estructura piramidal casi empresarial.

También la Biblia se re-escribió por varios seguidores o “alumnos” del Jesús y estos escritos se llaman “Evangelios” y la antigua Biblia ahora se llama “Catequismo” como interpretación del “Nuevo Testamento”, pero en el fondo sigue siendo aquella “Biblia” de una época lejana.

Pero como casi todas las religiones o conjunto de creencias, en el fondo tienen la intención de normar la convivencia y conducta entre si de la humanidad, también la religión Cristiana, mediante la “catequisación” básicamente tiene el mismo propósito y para eso impone una serie de normas y consejos para lo individuos y reconociendo que lo más valioso para cada persona es siempre su propia autoestima y la confianza en sí mismo. Pero eso se ha venido infiltrando en el subconsciente de la gente desde sus orígenes mediante parábolas y metáforas adecuadas.

Ciertamente gran parte de los seres humanos necesitan un apoyo, requieran de algo en que creer, probablemente por un elemental espirito gregario tanto para tener una propia identidad como para sentirse más seguros por tener con quien comunicarse y confiar sus penas y dudas y descargar una atribulada conciencia. Para todo eso la religión Cristiana tiene la respuesta, y con una adecuada educación mental logra efectivamente dar consuelo, aceptación de lo irremediable, tolerancia y comprensión, y acallar las voces de una mala conciencia o de un sincero arrepentimiento. El efecto de la confesión es muy satisfactorio para muchas almas en pena, que no tienen la fuerza propia para hallar su propia salida de un conflicto interno de esa naturaliza.

Muchas parábolas y muchos simbolismos del Cristianismo representan una verdadera sabiduría, tales como el afirmar que Dios se encuentra en todas partes y que siempre esta con cada uno de nosotros o bien que aunque me suene presuntuosamente arrogante y hasta petulante por parte del hombre eminentemente narcisista, Dios nos hizo a su imagen y semejanza , me han conducido a analizar esas dos afirmaciones, con el resultado de que en primer lugar yo ya no creo tener que ir a un recinto especial construido por el hombre y que se llama templo o iglesia, para encontrarme con Dios. Mejor lo busco en la grandiosidad de la naturaleza que Dios creó y que al ir a un bosque de grandes y majestuosos árboles frondosos, me acuesto en el suelo mirando hacia el cielo y así encontrarme con “mi” Dios, con el que entro en contacto al observar los enormes troncos y las múltiples ramas y el follaje lleno de vida con insectos y aves con un trasfondo de un cielo azul con nubes blancas constantemente cambiantes. El susurro del viento entre el follaje es para mi la voz del infinito, y en mi alma entra una calma increíble al sentirme verdaderamente en el templo de Dios.
No sé, si es porque mis pulmones se llenan de más oxígeno o porque todo mi cuerpo se relaja, pero de pronto mi mente se despeja y veo mis problemas con más objetividad y consiguiente claridad para encontrar un nuevo camino para solucionarlos.

Fue quizás por eso, que me incliné más hacia la religión protestante como parte del cristianismo. La sentía yo más humana, más cerca de mi como individuo sin tanto misticismo dogmático.

Eso me alejó definitivamente de todo lo que es no solo el catolicismo, sino también el clero. Sentí en mi interior que solo por un acto dogmático de rutina se arreglaba todo y eso provocó mí el cambio definitivo a considerarme como “libre pensador”. El burocratismo del clero o de la religión me empujó a solo creer en un ente intangible que llaman “Dios” y lo digo con todo respeto, porque creo en una fuerza superior que todo lo rige. Ser “libre pensador” dista mucho de ser “ateo”

A veces cuando me doy cuenta de la inmensidad del mundo sideral y lo infinitamente grande que es el universo de galaxias, donde las distancias se cuentan por años luz, que me siento tremendamente insignificante ante esa majestuosidad de la creación, tengo creer en Dios
También creo en las fuerzas del magnetismo y de lo sobrenatural, como los presentimientos, las percepciones extrasensoriales y las premoniciones y me interesa todo lo referente a la metafísica y la parapsicología, en el escrutinio de la esencia de nuestro ser. Eso me da una pequeña idea de lo que realmente podría ser Dios
…y sin embargo soy un eterno escéptico, sin aludir a “Santo Tomás”…o quizás por eso mismo lo soy, porque no alcanzo a comprenderlo todo, pues ante la maravilla de la vida, y el tan perfecto equilibrio en el funcionamiento del cuerpo humano tan inmensamente complejo y casi perfecto, no puedo más que inclinarme humildemente y creer en Dios….

…pero hay quien me dice “ateo”… solo porque no coincidimos…

Hay aves que vuelan libremente en el espacio y tienen una enorme perspectiva…

Hay quienes solo saben moverse sobre la superficie de la tierra y o caminan o se arrastran o necesitan muleta para caminar.

¡Yo soy un ave!


viernes, 4 de octubre de 2019

A 102 años del nacimiento y 52 de la muerte de Violeta Parra


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VIOLETA PARRA, GRACIAS A LA VIDA QUE NOS HA DADO TANTO

Víctor Rey

Eran las seis menos diez de la tarde, exactamente, hora chilena del domingo 5 de febrero de 1967. Violeta Parra llevaba ya algún tiempo con la obsesión de irse de este mundo por voluntad propia. Así es que tomó un revólver de su propiedad, lo situó sobre la frente, en su sien derecha y apretó el gatillo. Murió instantáneamente. Había nacido en San Carlos una pequeña ciudad del sur de Chile un 4 de octubre de 1917.

Recuerdo claramente ese día, yo era un niño y estaba en la playa de Llolleo con unos primos disfrutando del verano, cuando escuchamos la notica por la radio. A todos nos impactó y nos quedamos mirando el mar.  Creo que para mí fue la primera vez en que reflexioné sobre el misterio de la vida y la muerte.

Estaba considerada una de las mejores folcloristas de todos los tiempos. No dejó de resultar un trágico sarcasmo que decidiera quitarse la vida quien precisamente había creado un himno tan hermoso, tan emotivo… como "Gracias a la vida".

¿Por qué Violeta Parra optó por tan trágica medida? Había estrenado "Gracias a la vida" hacía poco más de un año y hay quien asegura que, víctima de una profunda depresión, eligió despedirse a tiempo con aquella bellísima, profunda pieza. Como una premonitoria elegía. ¿Qué había llevado a esta mujer a suicidarse? Desde luego la pobreza, una dura existencia desde muy niña, la salud quebradiza, el desdén de sus compatriotas en sus últimos tiempos pese a ser reconocida su obra en ambientes culturales, y, finalmente por sus desdichas amorosas.

Hay todavía controversias sobre el lugar donde realmente vino al mundo, pero la mayoría de los estudiosos de su vida y obra señalan la población de San Carlos, provincia chilena de Nuble, el 4 de octubre de 1917. Sus padres (un maestro rural de ideas avanzadas y una modista) la bautizaron como Violeta del Carmen Parra Sandoval. De ellos aprendió a amar la cultura, llegando a destacar por las letras de sus canciones, las partituras propias, pero asimismo con sus cuadros, cerámicas, esculturas, bordados que ella fue exhibiendo con el paso de los años. Era una familia numerosa, con cinco hermanos de los que Nicolás Parra resultó ser un prestigioso poeta. Violeta tuvo una niñez difícil, aquejada de varias enfermedades, creciendo con una débil constitución física.
En algunas de sus canciones reflejó las penurias familiares y los males que hubo de vencer en su infancia. Guiada por su citado hermano estudió Magisterio en Santiago de Chile, pero se ganó el pan merced a infinidad de modestos trabajos: "No existe empleo ni oficio / que yo no lo haya 'ensayao'"…" reza la estrofa de una de sus canciones. Las primeras, a la edad de doce años. Llegó a dominar varios instrumentos como la guitarra, el charango, el cuatro, el arpa, la quena, también otros de percusión… De cantar boleros y canciones populares españolas y mexicanas pasó a concentrarse en el estudio, búsqueda e interpretación de antiguas piezas folclóricas andinas, al punto de recopilar más de tres mil, aparecidas en el volumen "Cantos folclóricos chilenos".
Es sin duda su primer matrimonio con el obrero ferroviario Luis Cereceda, en 1938, lo que marcaría buena parte de la línea ideológica de su repertorio y el comienzo de una atormentada vida. Era su marido un militante comunista quien la aleccionó en sus ideas hasta que ella misma se introdujo en ambientes políticos de izquierda. Si bien hay parte de su repertorio musical de mero contenido folclórico no puede eludirse otra donde expresa historias y problemas de la clase trabajadora bajo la óptica de su ideario. El fracaso de su matrimonio se debió a que pasaba muchos días lejos de su hogar por sus compromisos artísticos, lo que no comprendía su esposo. Tuvieron dos hijos, Ángel e Isabel, luego también cantantes. El primogénito recordaría la dura existencia que padecieron en su desprotegido hogar: "Vivíamos con mamá en una pieza de madera, con piso de tierra. En invierno hacía un frío de morirse. Nos tapábamos hasta con el estuche de la guitarra. A las cuatro de la mañana ella me despertaba para que fuera a robar agua a una acequia que quedaba muy lejos".

Violeta Parra volvió a casarse, esta vez con un carpintero, Luis Arce, con quien tuvo una hija, Carmen Luisa, que murió a los dos años. Una nueva decepción sentimental. Ya había disfrutado de experiencias artísticas notables. En 1952 recibía el premio Caupolicán "a la mejor folclorista de Chile"; Pablo Neruda la recibió en su casa y para el gran poeta ella desgranó lo mejor de su repertorio: versos como "A lo humano", "A lo divino". El premio Nóbel escribió para Violeta un sentido poema. En 1955 realizó el más importante de sus viajes, a Varsovia, tomando parte en el Festival Mundial de la Juventud. También pasó por Moscú y París. De 1957 es su canción más comprometida, "La lechera". También lo sería después "La carta".

Es en 1960, en un segundo viaje a la capital francesa, donde vivió tres apasionantes años, cuando conoció a su verdadero amor, un suizo de nombre Gilbert Fabre, antropólogo y musicólogo. Convivió un largo tiempo con él en Ginebra, dedicándole entre otras las canciones "Corazón maldito", "Qué he sacado con quererte", "El gavilán, gavilán"… Lideraba por entonces la nueva canción chilena con textos de su autoría cargados de fuerte contenido social. En 1964 expuso una colección de tapices de su creación en el Museo del Louvre. Regresó a Chile en 1966 tras su ruptura con Gilbert Favre, quien ese año se instaló en Bolivia. Fue a verlo y resultó que se había casado. Aquello le produjo una depresión que nunca superaría, aunque trató de rehacerse sentimentalmente al lado de un músico uruguayo, Alberto Zapicán.
El año mencionado es cuando se instala en una carpa, "La Reina", donde busca un rincón donde vivir, sin ninguna clase de comodidad. Allí reanuda la confección de tapices y allí es donde canta para quien quiera escucharla. Pero acude muy poca gente y ella malvive, apenas sin ingresos. Es cuando llega el fatídico 5 de febrero de 1967 y en la más completa soledad toma la decisión de suicidarse. Nos dejó, aparte de "Gracias a la vida" (de la que hizo una versión insuperable Mercedes Sosa), "Volver a los 17" (que grabaría Joan Manuel Serrat), "Casamiento de negros", "La jardinera"… Gran parte de su obra también se conocería gracias a Los Calchakis, Víctor Jara, Quilapayún, Inti Illimani, Patricio Manns, María Dolores Pradera, Miguel Bosé, Joaquín Sabina… y sus propios hijos, Ángel e Isabel Parra.