lunes, 27 de diciembre de 2021

En el cumpleaños 78 de Joan Manuel Serrat

                                                                               


"JOAN MANUEL SERRAT: SIN UTOPÍA LA VIDA SERÍA UN ENSAYO PARA LA MUERTE"


Víctor Rey


"Quieren ponerle cadenas

pero,¿quién es quién le pone puertas al monte?

No pases pena,

que antes que lleguen los perros, será un buen hombre

el que la encuentre

y la cuide hasta que lleguen mejores días.

Sin utopía

la vida sería un ensayo para la muerte".

(J.M. Serrat)



Es un referente obligado en la canción de autor. A su historia ha entregado aportes fundamentales, como su obra sobre la poesía de Miguel Hernández, Rafael Alberti, Antonio Machado y Mario Benedetti. Y títulos perfectos desde “Mediterráneo”, hasta “Utopía”, pasando por “Penélope”, “Lucía”, “Benito”, “Manuel”, entre otros.


Joan Manuel Serrat nace el 27 de diciembre de 1943 en Barcelona, España, en el barrio obrero de Poble Sec (Pueblo Seco) en la calle Poeta Calanyes. Es el menor de dos hermanos. Su padre Josep, es un catalán que se desempeñaba como chofer de taxi, mientras la madre, Angeles, oriunda de Orgón, realizaba costuras para ayudar al presupuesto familiar.


El pequeño Joan Manuel estudia desde los tres hasta los diez años en las escuelas Pías de San Antonio, de los Padres Escolapios. “El colegio me disgustó. Creo que allí empezó a forjarse el “rebelde que llevo dentro” diría en cierta oportunidad. Posteriormente continuó sus estudios en el Instituto Milá y Fontanela de Barcelona, en donde permanece hasta los trece años, edad en que se traslada como alumno interno a la Universidad Laboral de Terragona, lugar donde aprende el oficio de mecánico tornero y fresador. Al terminar la instrucción, decide continuar sus estudios, eligiendo la profesión de Perito Agrícola.


Ya en aquel entonces le acompañaba una guitarra, de la cual comienzan a nacer sus primeras creaciones. En 1961, junto a otros tres compañeros de estudio, forman un cuarteto, lo que fortalece la vena musical de Joan Manuel Serrat.


Quizá fue ahí cuando nació para muchos ese primer amor por su música y la poesía, por aquella magia que encerraba “Penélope”, “Lucía” - la más bella historia de amor que tuve y que tendré- y cantar con todas las fuerzas “Mediterráneo” y “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Con “Tu nombre me sabe a yerba” y "La mujer que yo quiero" aparecerían los primeros amores, y con "Fiesta" y “Para la libertad”, las primeras luchas sociales.


A esa altura el cantante catalán se había convertido no solo en fuente inspiradora o en acompañante de amores, luchas y lecturas, sino también en un personaje que bien valía la pena descubrir. Había que imaginarlo, cuando se negó a cantar en el festival de Eurovisión por el hecho de no aceptar que cantara en catalán, o cuando no soportó la presión que ejercía el general Franco y su régimen y decidió su autoexilio en México, y más tarde cuando decidió hacer canciones de los poemas de Miguel Hernández y Antonio Machado.


Alguna vez Joan Manuel Serrat se definió a sí mismo como “un latinoamericano nacido en Barcelona”. Creo que no hay mejor definición y síntesis de sus dos entornos más queridos. Serrat es un tipo ampliamente informado sobre la vida política, deportiva, artística y cultural de cada país latinoamericano. Ha atesorado la virtud de ser hombre de muchas patrias, sin renunciar a su condición de catalán. Le ha sobrado inteligencia y generosidad para saber que encerrarse limita.


La historia de amores entre Serrat y América Latina se acerca ya a los 40 años. En 1969 realizó la primera gira, que no sólo le permitió ganar el Festival de la Canción en Rio de Janeiro con la inolvidable “Penélope”, sino también hacer cantar a todo el público del Festival de la Canción de Viña del Mar su celebre “Mediterráneo”, así conquistó para siempre a argentinos y chilenos. Serrat ha roto las fronteras en Latinoamérica es toda una institución, pero una institución no tradicional, algo que se identifica con lo que aflora de nuestros sentimientos. El amor, los padres, los hijos, las novias, las personas simples y su medio ambiente, el terruño, el humor crítico a lo establecido y aparentemente inmutable, tantas cosas que no son fáciles de comprender, las cuales las hemos llorado o reído, son “Aquellas pequeñas cosas”, que forman parte de la vida.


En diciembre de 1986 el periodista Andrés Braithwaite de la revista ANALISIS le preguntó: ¿Cuándo vuelves a Chile? La última vez se quedó mucha gente esperándote. Joan Manuel Serrat respondió: “Hombre, agradezco mucho que se acuerden de mí, pero yo considero que el hecho de que los militares no me dejen entrar no es más una consecuencia mínima de un régimen despreciable y despreciado. ¿Qué cuándo voy a volver? Pues esperemos. Con la democracia volverá mucha gente. Entre ella, yo, a no ser que el general le dé por dejarme pasar antes. Y, bueno, en ese caso, yo feliz de volver antes. De cualquier forma, eso sí, prefería que mi debut coincidiera con su despedida”.


Después el cantautor catalán se iba a convertir en un símbolo de la libertad durante los regímenes militares que asolaron el Cono Sur. En 1988, al saber que la dictadura del general Pinochet había prohibido su entrada a Chile, se introdujo en un avión y voló a Santiago, dispuesto a apoyar a los que iban a votar y apoyar la “Campaña por el NO” para el plebiscito de aquel año. Los militares no lo dejaron entrar, ni bajarse del avión, pero Serrat logró introducir un mensaje que una emisora radial echó al viento: “Tengo que regresar a mi país. Si hubiera podido entrar, les diría que vengo para contarles que la gente de España, como pocas veces, está sensibilizada por la lucha de su país por la recuperación de la libertad. En las calles de España, en las casas, en el trabajo, en el bar, se siente a Chile y se identifican con Chile, porque el pueblo de España conoce su propia experiencia reciente. Aunque solo hubiera sido por esto, ya habría valido la pena haber estado con ustedes esta mañana. Además creo que la presencia de todos ustedes, los hombres y las mujeres que de diversos lugares del mundo se han acercado aquí para compartir sueños y luchas, pueden ayudar a esa alegría que todos esperamos y que ya viene. Yo quiero que sepan que los estoy viendo, los escucho, que los siento y que quiero que ustedes también me vean y me sientan como uno más entre ustedes, con la seguridad de que muy pronto vamos a estar juntos, cuando Chile sea lo que siempre fue: un país ejemplo de libertad, ejemplo de respeto mutuo y paz. Compañeros, compañeras. Amigos y amigas: La alegría ya viene”.


Su ilusión, que era la mayoritaria, acabó por cumplirse. En abril de 1990, en la recién inaugurada democracia, ante un Estadio Nacional repleto y luego de 17 años de extrañamiento, Joan Manuel Serrat volvió a caminar por las “grandes alamedas, donde transita el hombre libre”, como dijera el presidente Salvador Allende, en su proclama de despedida. Lo primero que hizo Serrat fue tomar una guitarra prestada, visitar la cárcel de Santiago y cantar “Aquellas pequeñas cosas” y “Para la libertad” a un grupo de presos políticos, que lo escucharon en un silencio religioso.


En los últimos años Serrat ha visitado en varias oportunidades Chile. En cada una de ellas, la comunicación con el público ha sido admirable. Serrat es parte de la historia de Chile y de América Latina, sus canciones son parte de nosotros, de los que fuimos y somos “soñadores de pelo largo”, como el protagonista de la canción “Señora”.








viernes, 3 de diciembre de 2021

En el aniversario 487 de Quito

                                                                                     


 

EN EL ANIVERSARIO 487 DE LA FUNDACIÓN DE ESTA BELLA CIUDAD ¡QUE VIVA QUITO!

 

Víctor Rey

 

“Uno no es de donde nace sino de donde quiere vivir y yo quiero vivir y morir en Quito” (VR)

 

“Soy un ecuatoriano por opción, un quiteño por adopción y un latinomaericano por vocación” (VR)

 

La primera vez que pasé por Quito fue a fines del año 1980.  Con tres amigos chilenos viajamos por bus desde Chile a Colombia para participar en un seminario de capacitación en Bogotá. Allá en Colombia un amigo ecuatoriano me preguntó que me había parecido Quito.  La verdad es que no supe contestar ya que en un viaje tan largo solo quería llegar pronto al destino.  Al regreso de ese evento decidí poner atención y fijarme más en esta ciudad y sus detalles. Realmente me impresionó y lamenté no tener tiempo para conocerla mejor.  La vida me dio la oportunidad de visitar Quito y el privilegio de vivir por ocho años en esta bella ciudad. Creo que soy afortunado, ya que vivir rodeado de montañas verdes, donde amanece a las seis de la mañana con un sol radiante y donde la temperatura es primaveral todo el año es algo maravilloso.  Por esta razón ahora que se cumplen 483 años de su fundación, por Sebastián de Benalcázar en 1534,  comparto la riqueza de esta urbe moderna y tradicional, rica en cultura, historia, y arte,  invitándolos a visitarla y caminar pos sus calles y sus 25 parques que están a vuestra disposición.  También para saborear su rica gastronomía y disfrutar de la cálida amistad del quiteño. Dice un dicho que uno no es de donde nace sino de donde quiere morir.  Yo digo que uno no es de donde nace sino de donde quiere vivir y yo quiero vivir en Quito.

 

Quito, Patrimonio Cultural de la Humanidad, está rodeada de valles y escoltada por hermosos volcanes activos. Desde la mitad del mundo, Quito resplandece con el cielo más azul del equinoccio y con su gente amable y trabajadora; es el centro del mundo de la cultura y de la libertad. “Quito Ciudad Convento” o “Claustro de América”, “Relicario de Arte en América”, “Quito Luz de América”, “Capital Iberoamericana de la Cultura” “Carita de Dios”, son algunos de los títulos que le han llevado a esta bella y franciscana ciudad a ser la capital más hermosa de América Latina.

 

Quito es una ciudad donde los matices coloniales de su centro histórico contrastan con sus modernos edificios del presente. Un lugar que guarda los enigmas de una historia milenaria, la magnífica herencia del encuentro de dos mundos y los secretos de la cultura del mestizaje que lo llevaron a convertirse, el 8 de septiembre de 1978, en la primera ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, que posee el perímetro más amplio de arquitectura colonial de América Latina. La Plaza de la Independencia, también llamada “Plaza Grande” sigue representando el corazón fundamental de la capital ecuatoriana como en tiempos de la colonia, está flanqueada por la casa de Gobierno o Palacio de Carondelet, el Palacio Arzobispal, la Catedral Metropolitana y el Palacio Municipal.

En el Centro Histórico existen detalles muy llamativos que se han mantenido por más de 500 años y que reflejan el alma de la ciudad, como la Calle de las Siete Cruces, la Cuesta del Suspiro, el Arco de la Reina, la Plaza de San Francisco, La Ronda o la Calle de los Milagros, porque no es solo una exposición monumental, sino una estructura viva, donde la modernidad no ha anulado las formas tradicionales de ser de los quiteños, alegres, dicharacheros, ingeniosos, generosos y amantes de reunirse en una esquina para cumplir con un ritual básico de la vida en comunidad.

El barrio La Ronda es en uno de los sectores más emblemáticos del Centro Histórico de Quito. Fue el corazón bohemio de esa zona de la ciudad a mediados del siglo XX; en su estrecha calle encontrará restaurantes, bares, cafetines poetas, músicos, que se contrastan con la modernidad de la zona norte, un escenario cosmopolita con variedad de atractivos como el sector de La Mariscal y la Plaza Foch, donde se concentran los servicios turísticos como hoteles, hostales, restaurantes o locales para la diversión y la gastronomía.

Las calles quiteñas aún conservan su peculiar y sinuoso trazado, en donde los visitantes perciben la nostalgia de sus tradiciones y reviven los fantásticos efectos de sus leyendas que dan un toque virtuoso y mágico a Quito, que mantiene viva su expresión cultural y arquitectónica sin que los efectos de la modernidad le hicieran cambiar.

Otro factor de gran atractivo y que le brinda el sello peculiar a esta ciudad constituye el volcán Pichincha, en cuyas agrestes faldas se extiende la ciudad, dando la impresión de cobijarse entre los muros de este coloso natural, que además concentra un gran significado histórico para el país, pues allí, en 1822, se libró la batalla de la Independencia.

El Museo de la Ciudad, el Centro Cultural Metropolitano, el Convento de San Agustín, la Capilla Sixtina, el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, el Museo de Cera, entre otros, son sitios indispensables para nutrirse de la historia y la cultura de la ciudad.

Quito también es dueña de algunas de las más importantes joyas de la arquitectura colonial, donde predomina el estilo de arte barroco, una herencia iberoamericana en la cual se combinan temas y tonos propios de la región andina con la influencia artística europea: rostros indígenas, paisajes autóctonos, colores brillantes, animales como llamas o cuyes, íconos como el sol para los incas, entre otros elementos, que configuraron un mestizaje dando lugar a lo que se conoce como la corriente del “barroco quiteño”, que contó incluso con su propia escuela de artes y oficios, conocida como la “Escuela Quiteña”.

Si el turista quiere conocer el arte barroco debe visitar la Compañía de Jesús que constituye una de las obras más significativas y más bellas de la arquitectura suramericana, y por lo tanto constituye uno de las mayores obras de dicha corriente estética en el mundo. Su fachada es muy bien decorada y elegante, por dentro el templo es impresionante, al levantarse todo cubierto de oro. La Compañía es una joya del pasado que permanece intacta en el presente.

Pero si al viajero le gustan las leyendas nada mejor que visitar la iglesia de San Diego para conocer la leyenda del “Padre Almeida” o la Iglesia de San Francisco, para conocer la leyenda de “Cantuña”.

También puede visitar la iglesia de la Catedral, fundada originalmente en 1535, ya que posee una mezcla de varios estilos como Barroco, Mudéjar, Rococó, Neogótico y Neoclásico; mientras que en el interior de la Iglesia de Santo Domingo se encuentran valiosas estructuras. Una de las joyas barrocas que se cuida celosamente en esta iglesia es la Capilla del Rosario, que constituye una obra significativa de la arquitectura quiteña.

Para intentar comprender esta encantadora ciudad de extremos, conviene subir a uno de sus lugares más tradicionales: el Cerro del Panecillo, mirador a 3.000 metros de altitud desde donde se contempla, inmensa y complicada, la extensión capitalina, con su casco antiguo agazapado bajo sus tejas coloradas entre esta loma y el parque de La Alameda, y rodeado por inmensos barrios nuevos surcados por anchas avenidas.

Pero si quiere dominar todo el panorama y admirar la ciudad, los valles y la Avenida de los Volcanes, denominada así, por el infatigable geógrafo y científico alemán, Alexander Von Humbolt, que llegó al Ecuador, en 1812, nada mejor que subir al Teléferico ubicado a 4.050 msnm.

El Quito moderno se forja en los años 50 del siglo XX, cuando la avenida Colón deja de ser el límite de la ciudad y se consolidan los barrios de La Mariscal y cuando se construye el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre y el Estadio Olímpico Atahualpa. Para algunos historiadores esto fue lo que “jaló” a la ciudad hacia el norte. Poco a poco se extendieron hacia el norte las avenidas Seis de Diciembre, Diez de Agosto, Amazonas y Eloy Alfaro, alrededor de las cuales surgieron grandes urbanizaciones, edificios y espacios para la diversión, como el parque La Carolina.

La ciudad continuó su crecimiento hacia el norte durante los años 70, que coinciden con el llamado “boom petrolero”. Se acelera la construcción de viviendas, edificios, centros comerciales, locales de diversión y entretenimiento. Y lo que solo era un espacio residencial se convierte en la zona del “boom comercial”.

También se encuentra el barrio La Mariscal, donde no solo se concentran los servicios turísticos sino que conserva las mansiones del siglo XX que se han convertido en hoteles, hostales, restaurantes o locales para la diversión y la gastronomía. El corazón de ese barrio capitalino es la plaza El Quinde conocida como la plaza Foch, un lugar de encuentro y disfrute culturales y gastronómicos.

Quito es una de esas ciudades que pueden hechizar y conquistar el errante corazón del viajero en busca de visiones para la memoria de su retina; pero también es un laberinto de sensaciones donde cada uno debe encontrar su rincón favorito.

domingo, 28 de noviembre de 2021

En un nuevo aniversario de su nacimiento

                                                                                      


Zygmunt Bauman y la sociedad líquida

Víctor Rey

 

Un 9 de enero del 2017,  falleció Ziygmunt Bauman, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 (junto a Alain Touraine), nació en 1925 en Poznan, Polonia. Sociólogo, filósofo y ensayista, su investigación, entre otras cosas enfocada en la modernidad, le ha llevado a definir la forma habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas como “la vida líquida”. 

Una vida caracterizada por no mantener un rumbo determinado, pues al ser líquida no mantiene mucho tiempo la misma forma. Y ello hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre. Así, nuestra principal preocupación es no perder el tren de la actualización ante los rápidos cambios que se producen en nuestro alrededor y no quedar aparcados por obsoletos. 

En su libro LA VIDA LIQUIDA, el diagnóstico sobre la sociedad de consumo en la que vivimos es demoledor por certero y al mismo tiempo conmovedor. 

Escribiendo este artículo no puedo dejar de pensar en el mito de la caverna de Platón. La caverna de Platón no ha dejado de retumbar en mi cabeza, y ese retumbar me provocaba angustia. Y es que, quizás, me he visto más encadenado de lo que pensaba. Soy consciente de la perversidad del sistema consumista en el que vivimos y de sus maquiavélicos mecanismos, pero también sé que soy yo, somos nosotros, los que tenemos las llaves de muchas de las cadenas que nos atan. 

¿Pensamos, decimos y actuamos al unísono? ¿Nos conocemos realmente a nosotros mismos? ¿Vivimos realmente lo que queremos vivir? ¿Luchamos por nuestros sueños? ¿Somos conscientes de que formamos parte de una gran familia llamada Humanidad? 

Quizás la falta de respuestas a estas preguntas es lo que nos hace navegar sin rumbo por la vida. Vivir, como dijo en su discurso de recogida del Premio Príncipe de Asturias Zygmunt Bauman, (…) en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y a los demás, destinados a comunicar, con y para el otro”. 

En LA VIDA LIQUIDA, Bauman nos ayuda a identificar los velos que ocultan el mundo que habitamos y que intentamos comprender. Y estos velos no dejan de ser las sombras y los ecos de los gritos que los encadenados de la caverna ven y escuchan reflejados en la pared creyendo que son la realidad y que nada pueden hacer; y los espectadores siguen sentados sin saber que esos velos, esas sombras, esos ecos no son la realidad sino distorsiones de la misma. Imágenes y ruidos reproducidos a conciencia que los mantienen cara la pared. 

Es cuestión de encontrar el coraje para darse la vuelta y poder comprobar que esas formas grotescas no son más que deformaciones, y ver la luz clara que proviene de fuera, que nos indica la dirección de la verdadera realidad. 

Zygmunt Bauman define la sociedad moderna líquida como aquella sociedad donde las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas puedan consolidarse en unos hábitos y en una rutina determinada. Esto, evidentemente, tiene sus consecuencias sobre los individuos porque los logros individuales no pueden solidificarse en algo duradero, los activos se convierten en pasivos, las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos. 

Por tanto, los triunfadores en esta sociedad son las personas ágiles, ligeras y volátiles como el comercio y las finanzas. Personas hedonistas y egoístas, que ven la novedad como una buena noticia, la precariedad como un valor, la inestabilidad como un ímpetu y lo híbrido como una riqueza. 

El nuevo modelo de héroe es el triunfador que aspira a la fama, al poder y al dinero…, por encima de todo, sin importarle a quién se lleva por delante. 

Esto coincide con la definición de “hombre light” de Enrique Rojas, definido con cuatro características: hedonismo, entronización del placer; consumismo, acumulación de bienes: se es por lo que se tiene y no por lo que se es; permisividad, todo vale; y por último, relativismo, donde nada es bueno ni malo y en última instancia todo depende del pensamiento de cada uno. 

martes, 23 de noviembre de 2021

En el Día Nacional de la Historieta Chilena

                                                                             


PEPO Y CONDORITO: ¿EXIJO UNA EXPLICACIÓN?

 

 

Víctor Rey

 

 

Hace algunos años el diario La Tercera de la Hora de Chile, realizó una encuesta entre sus lectores y les pidió que votaran a través de cartas, internet y llamadas telefónicas, contestando la siguiente pregunta:  ¿Quién es el personaje chileno más conocido internacionalmente?  El resultado fue sorprendente.  Los lectores votaron en este orden: primero, Augusto Pinochet; segundo, Pablo Neruda; tercero Salvador Allende; cuarto, Iván Zamorano; quinto, Don Francisco; sexto, Marcelo Ríos; séptimo,  Condorito; octavo, Cecilia Bolocco; noveno, Isabel Allende y décimo, Gabriela Mistral.  La popularidad de este personaje de ficción se debe a un dibujante que nació en la ciudad de Concepción, en el sur de Chile, en 1911 al cual se le conoce por su sobrenombre de Pepo, pero cuyo nombre real es René Ríos Boettinguer.

 Dicen que cuando nació Pepo, en vez de una marraqueta, (nombre de un tipo de pan en Chile) traía un lápiz bajo el brazo.  Desde pequeño fantaseaba en clases y se entretenía con mano diestra dibujando a sus profesores.  Su talento era innegable y a los 10 años realizó su primera exposición de caricaturas sobre destacados personajes penquistas, (este es el gentilicio de los habitantes de Concepción).  Al terminar el colegio decidió ser médico como su padre, sin embargo, la vocación artística pudo más y después de cuatro semestres se retiró de la carrera.  A los 20 años dejó su terruño y viajó a Santiago en busca de mejores oportunidades.  Se inscribió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile y comenzó a probar suerte en diversas publicaciones.

 Su trazo firme y su humor desenfadado fueron un éxito.  Gracias a ellos sus personajes y su picardía fueron plasmada en diversas revistas de la época.  En Eckrán, (revista dedicada al cine y teatro) dibujo a grandes artistas como Greta Garbo y dio rienda suelta a su humor político en Topaze, (revista de humor político).  Además, incursionó en el humor deportivo en la revista La Pichanga e incluso creo personajes picarones como, Viborita, Tarugo y Don Rodrigo, para revistas como El Pingüino y Can-Cán.  Pero su personaje más querido sería absorbente y a los pocos años lo reclamo a tiempo completo.

 Condorito vio la vida allá por el año 1949, en la revista Okey, (una publicación semanal de historietas, donde los niños de la época se familiarizaban con Flash Gordon, Tarzán, Jim de la Selva, Sandokán, El Llanero Solitario y otros héroes ya olvidados,) como una reacción visceral contra Walt Disney.  En ese año, el creador norteamericano realizó una película llamada “Saludos Amigos” donde diversos personajes representaban a los pueblos latinoamericanos.  Chile era simbolizado por un pequeño avión llamado Pedrito (por el entonces presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerda) incapaz de sobrevolar la cordillera de Los Andes. Dicen que tamaño atrevimiento removió las entrañas de Pepo, quien saco de su alma de chileno un personaje, que representara mejor al chileno e inspirado en el escudo nacional de Chile, enmarcado por un cóndor y un huemul (ciervo), creo un personaje mezcla de hombre y de cóndor; pícaro y con sentido del humor, que vestía grandes ojotas (chalas de los campesinos en Chilenos), pantalón remendado eternamente de color negro y la camiseta roja, igual que la selección nacional de fútbol y lo puso a vivir en el pueblito de Pelotillehue, una imaginaria localidad rural, ubicado en el sur de Chile.  Y es que Condorito en sus orígenes fue el reflejo de una sociedad en transición de lo rural a lo urbano, con contingentes de desempleados buscavidas, perseguidos alternadamente por la fortuna o la desgracia.

 Los amigos de Condorito fueron naciendo de las experiencias de su creador.  Pepo contaba sus orígenes:  “Comegato era un pescador de Caldera, (puerto de norte de Chile) que se alimentaba de esos animales; Huevoduro, un funcionario de la embajada de Canadá blanco como la leche; Yuyito es una sobrina muy querida; Don Chuma, mi compadre, y Yayita, era el sobrenombre de mi cuñada”.  La imaginación también aportó lo suyo con doña Tremebunda, Coné, Don Cuasimodo, Garganta de Lata, Che Copete, Pepe Cortisona, Fonola y su fiel perro Washington.

 Aunque en sus primero años Condorito fue sólo una tira cómica, ya en 1955 se editaba un libro anual con todas sus aventuras.  Diez años después los libros eran dos y desde la década del ochenta, se publican revistas quincenales y varios especiales al año.  En esa época Pepo decidió colgar la pluma y entregó la responsabilidad de sus personajes a un grupo de dibujantes.  Aunque retirado siguió siempre de cerca los “condoros” (palabra popular en Chile, para designar a alguien que ha cometido una gran equivocación), de su creación y junto a su hijo René, muchas veces daba el visto bueno a las portadas.

En 1999 el plumífero personaje celebró sus 50 años de vida y luego de 40 mil chistes se ha convertido en todo un éxito internacional y es el primer chileno exitoso en los circuitos transnacionales del cómic.  Los cincuenta años de este personaje fueron celebrados en grande en Chile y América latina, con exposiciones itinerantes, una edición especial con la recopilación  de los mejores chistes clásicos, un disco compacto de la Condoribanda, creada por un productor chileno, dos estatuas ubicadas en dos ciudades de Chile, un sello de correos y la renovación de su página web.  Su revista vende cerca de 70 mil ejemplares al mes y tres dibujantes y dos guionistas crean las historias para Editorial Televisa, que las distribuye al resto de América llegando a unos 80 millones de lectores en Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, México, Centroamérica, Estados Unidos y España.

Es tanta la fama de este personaje concebido como símbolo chileno y que hoy es prototipo iberomeamericano, que Bill Gates, el magnate de Microsoft, quería su figura para representar la versión en español del Windows 98, pero no logró un acuerdo financiero con la empresa dueña de la licencia de Condorito.  Su internacionalización obligó a adaptar modismos y lugares comunes y también a cambiar algunos de sus personajes, Don Jacoibo fue abandonado para no ofender a nadie y Cortadito tampoco aparece hace ya varios años.  Durante sus últimos años Pepo prácticamente no dio entrevistas y prefirió  que Condorito cargara con los deberes de la fama.  Su delicado estado de salud lo tenía recluido en su casa.  En julio de año 2000, falleció a los 88 años, en la ciudad de Santiago de Chile.

Dicen que entre todas sus historias, el bautizo del sobrino de Condorito, era su favorita: El cura le pregunta a Condorito, ¿qué nombre le va a poner al niño?

Condorito responde: Ugenio, padrecito.

El curita responde: No, con E, será, pues Condorito.

Condorito: Bueno, póngale Coné, como usted dice pairecito.

¡Plop¡

 

 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

En el Día Mundial de la Filosofía

                                                                               


¿PARA QUE SIRVE LA FILOSOFIA?

Víctor Rey

“Puede parecer que hoy, cuando la ciencia ocupa la primacía en el conocimiento, la filosofía es algo superado; pero la filosofía toca lo esencial del ser humano y está constantemente actualizándose; la filosofía desarrolla el pensamiento crítico, reflexivo, analítico, con una visión ética y orientación moral que proporciona recursos para vivir mejor a título individual; pero también sirve para reunificar el conocimiento, porque el saber está cada vez más parcelado y especializado y la filosofía, por su carácter multidisciplinar, es como la madre de todas las ciencias, es la que aporta conceptos para fomentar el diálogo y los vínculos entre el arte, la religión, la biología, la tecnología, etcétera”, respondía hace algún tiempo Joan Méndez, profesor de filosofía en el colegio San Juan Bosco de Barcelona. Otros muchos filósofos, humanistas y científicos aseguran que la filosofía tiene un papel fundamental en la sociedad de hoy y muchísimo que aportar al avance de las investigaciones científicas, tanto por la vía de fundamentar el conocimiento como abriendo la puerta a determinadas formas de investigación y programas de tecnología como la inteligencia artificial.

A menudo se acostumbra a pensar que hablar de filosofía es hablar del ser, del alma, del sentido de la vida, del bien y del mal, de la moral; en definitiva, de conceptos muy abstractos. Pero cuando se hojea el último libro de quien está considerado como el filósofo francés contemporáneo más relevante a escala europea uno ve que reflexiona sobre los domingos, la fiestas de Navidad o Semana Santa, la moda, las vacaciones, los padres, los celos, las estaciones o la inmigración. Los artículos de André Comte-Sponville recogidos en El placer de vivir (Paidós) versan en su mayoría sobre la vida cotidiana actual, pero en ellos no faltan referencias a Platón, Spinoza, Santo Tomás, Epicuro, MontaigneKant, Séneca... ¿Qué tienen que ver pensadores que vivieron hace cientos, cuando no miles, de años con los problemas o la visión del mundo de hoy? “De los filósofos clásicos podemos aprender, por ejemplo, que la vida es difícil; nos permiten entender que las dificultades que hoy afrontamos no son consecuencia de la crisis de la que tanto se habla; que desde que existe la humanidad la vida ha sido difícil y que la felicidad no es tener una vida fácil, sino que amar la vida es amar también sus dificultades”, responde Comte-Sponville. Y recuerda que Spinoza (1632-1677) dijo que no se desea algo porque se juzgue bueno, sino que se juzga bueno porque se desea “y nosotros no amamos la vida porque sea buena o fácil, la amamos porque la deseamos y juzgamos que es buena para nosotros”.

En cualquier momento y a cualquier edad 
Como Comte-Sponville, otros filósofos y especialistas en la materia enfatizan que una de las utilidades de la filosofía es contribuir a la reflexión sobre los grandes problemas de la actualidad, tanto en el ámbito individual como en el colectivo. 
Javier Echegoyen Olleta, profesor de Filosofía, asegura que la filosofía tiene mucho que decir sobre la ecología, los derechos humanos, los derechos de los animales, los riesgos de la ingeniería genética, la interculturalidad, el sistema productivo o nuevas formas de participación ciudadana. Pero su contribución tampoco acaba ahí. Jorge Úbeda, que fue director académico de la Escuela de Filosofía de Madrid, considera que hay tres grandes aportaciones que hacen que la filosofía tenga sentido en cualquier momento y pueda interesar a cualquier edad. “En primer lugar, sirve para entender fenómenos de la vida social, política y económica para los que las ciencias no tienen una respuesta clara; en segundo lugar, permite tomar distancia de la realidad para someterla a examen, a crítica, y pensar qué puede hacer uno, cómo puede ejercer su libertad y responsabilidad; y, por último, la filosofía nos enseña a hablar de otra manera, de forma racional y argumentada, a escuchar los argumentos del otro y a estar dispuestos a modificar el propio punto de vista si fuera necesario”, resume.

Sea por estas u otras razones, lo cierto es que la demanda de estudios y actividades relacionadas con el pensamiento filosófico no para de crecer. Según Úbeda, hay tres momentos del pensamiento filosófico que acostumbran a concentrar el interés: “De la filosofía griega interesa sobre todo la figura de Sócrates -sus diálogos sobre la democracia ateniense y cómo organizarse mejor políticamente-, el relativismo, los sofistas y Platón, porque nos proyectamos en esa época; pero también el hedonismo y el escepticismo; un segundo gran centro de interés es la Ilustración, porque es el inicio del estado moderno, del progreso de la humanidad y el momento en que surgen las ideas que han regido el mundo hasta hoy; y, por último, interesa la postmodernidad, el relativismo y el pensamiento débil”.

Y si en Chile, donde la filosofía ha sido siempre un saber bastante minoritario, algunos detectan un creciente interés por ella, en otros países como Francia hablan directamente de su resurgir o su resurrección. En palabras en André Comte-Sponville “en la sociedad actual hay un declive de las religiones y de las grandes ideologías; basta pensar en el peso que tenía el catolicismo en Francia o en España hace sólo unas décadas, o en el peso del marxismo en los años 60 y 70; y cuanto menos religión y menos ideología tenemos, más necesitamos de la filosofía, porque hay que buscar respuestas a las preguntas que todo ser humano se hace y que antes nos venían dadas desde la religión o la ideología; dar respuesta a esas preguntas es filosofar”. 
Los filósofos y profesores de filosofía consultados aseguran que encontrar qué pensadores, clásicos o actuales, pueden darnos mejor respuesta a la vida de hoy depende de cada persona, porque hay muchas corrientes distintas y cada uno ha de encontrar la filosofía que le pueda ayudar a entenderse mejor. Comte-Sponville apunta, no obstante, que para la sociedad actual son más interesantes los pensadores menos dogmáticos, los menos religiosos y los que están más cerca de la vida cotidiana y real. De ahí que él priorice la sabiduría griega del epicureísmo y el estoicismo, y a Montaigne –“que es la filosofía menos dogmática que existe”-, y se reconozca perteneciente a la corriente materialista, no religiosa, de Epicuro, Spinoza, 
Marx y Freud.

Echegoyen opina que quienes buscan en la filosofía una orientación para vivir y respuesta a asuntos tan universales como el sufrimiento, el respeto, el riesgo o el sentido de la vida, pueden resultar útiles pensadores que siempre se han ocupado de la filosofía práctica, como Marco Aurelio, Epicteto, Epicuro, Sócrates, PlatónAristótelesNietzsche u Ortega y Gasset.

Llorenç Vallmajó Riera, profesor de Filosofía, explicaba hace algún tiempo que para sopesar la importancia que tiene la labor de los pensadores en nuestras vidas basta pensar qué nos habríamos perdido sin ella. “Sin la filosofía nos habríamos perdido lo que llamamos lógica (Aristóteles fue el primero en analizar las diferentes maneras de argumentar que tenemos los humanos, mostró las reglas de una buena deducción y nos dio las herramientas para poder construir argumentaciones con validez), y sin la lógica nos faltaría la luz racional necesaria para analizar los discursos y detectar las falacias, argumentos con sólo apariencia de validez”, ejemplificaba. Y añadía que, como toda teoría científica está guiada por procedimientos lógicos, la filosofía también ha resultado básica para el progreso científico. “Estoy pensando en el falsacionismo de Popper: nos dice que es factible demostrar que una teoría es falsa, pero nunca se puede demostrar que una teoría es verdadera; nos muestra que reconocer un error ya es un progreso, que el error puede ser fértil”, concretaba. Por otra parte, la epistemología o teoría del conocimiento ha permitido abrir nuevos caminos y esperanzas en momentos de crisis intelectual, como cuando se reconoció el error milenario de la teoría geocéntrica según la cual la Tierra era el centro y todos los astros giraban a su alrededor.

Para Vallmajó no menos importante es la aportación ética, que nos permite reflexionar sobre cómo hemos vivido. Él destaca las ideas de orden ético de Sócrates, Platón o Aristóteles, pero también de Kant, a quien debemos la distinción entre legalidad y moralidad: la Revolución Francesa era ilegal, pero ¿era moral?. Y tampoco en el ámbito de la política se estaría donde se está sin las aportaciones filosóficas. Pensemos en lo que supuso afirmar, como lo hizo Thomas Hobbes, que el poder político no deriva de Dios, sino que es fruto de un pacto o contrato social; con este reconocimiento, las personas dejaban de ser súbditos y pasaba a ser ciudadanos; o pensemos en las aportaciones de René Descartes: al afirmar que todos los hombres, por naturaleza, tienen la capacidad de razonar o de juzgar abrió o desbrozó el camino hacia la Revolución Francesa.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Un aniversario más de la Caída del Muro de Berlín

                                                                                   



 

La Caída del Muro de Berlín y mi visita a esa ciudad

Víctor Rey

En julio de 1991 la Asociación Mundial Para la Comunicación Cristiana por sus siglas en inglés WACC, me invitó a participar en un seminario que se realizó en Berlín en la parte oriental de esa ciudad. El tema era reflexionar sobre el papel que habían jugado los medios de comunicación en la Caída del Muro de Berlín y en la posterior caída de bloque socialista y de la Unión Soviética.  Yo en ese tiempo me encontraba haciendo estudios de post grado de Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica.  Una de las ciudades que quería conocer era justamente Berlín, por lo que significaba en relación a su historia y a la Guerra Fría que se había vivido recientemente y todo lo que se había escrito, filmado y comentado en relación a este hecho histórico.

Hacer el viaje en tren, partiendo desde Bruselas, pasando por Liege, Aachen, Koln, Hannover y llegando a Berlín de noche a la oscura estación, ha sido para mí una de las experiencias más ricas de encontrarme con la historia contemporánea.  Salí caminando de la estación para acercarme al hotel donde se realizaría el seminario.  Cruzar el rio Spree a esa hora fue algo sobrecogedor.

Durante los días del seminario de la WACC pude salir a caminar y conocer esta ciudad recorriendo sus calles, iglesias, monumentos y museos.  Recuerdo su Catedral, el Reichstag, Alexanderplatz, el bulevar de Unter den Linder, Chekpoint Charlie, la Puerta de Brandeburgo, la Universidad de Humbold, la estatua de Carlos Marx y Federico Engels, el edificio del Partido Comunista y por supuesto el muro de Berlín.  Me faltaron días para recorrer la parte oeste y este de esta hermosa ciudad.

El 9 de noviembre de 1989, la gente de la Alemania Oriental ocupada tomó el control de su destino cuando literalmente derribaron a martillazos el Muro de Berlín.  Sucedió gracias a la presión de una muchedumbre que se movilizo en la búsqueda de la libertad.  La caída del muro de Berlín se transformó en el símbolo del fracaso y posterior desmantelamiento del régimen socialista instaurado por los soviéticos.  Es difícil revivir el drama apasionante de ese periodo en la Europa de hace 25 años.  Durante 1989 hubo señales claras de que el imperio soviético se desmoronaba. En Polonia, Hungría y otros lugares los movimientos populares desafiaron con éxito a los regímenes respaldados por los soviéticos que habían perdido su legitimidad desde hacía mucho.  Pero el drama fue más intenso en Alemania Oriental y Occidental, el epicentro de la Guerra Fría.  Desde el 13 de agosto de 1961, cuando Alemania Oriental erigió la terrible barrera que separó a Berlín Oriental de Berlín Occidental y de Alemania Oriental, el muro se volvió el temido símbolo del aislamiento y la desesperanza.  Las familias quedaron separadas, y durante el siguiente cuarto de siglo más de 100 alemanes murieron tratando de escapar al otro lado del muro.  Entonces, el 9 de octubre de 1989, más de 7.000 alemanes orientales se reunieron afuera de la iglesia Nikolai en Leipzig; llevaban velas que simbolizaban la paz y coreaban: wir sind das Volk! (¡somos el pueblo!).

A las manifestaciones siguieron protestas cada vez mayores, en Leipzig y en toda Alemania Oriental. Precisamente un mes después, cayó el Muro de Berlín.  El doble muro de concreto de más de tres metros de altura y de más de 150 kilómetros de extensión es en sí mismo un testimonio de las locuras que puede llevar el totalitarismo.  Su construcción se inició en agosto de 1961, después que 3,5 millones de alemanes emigraron del país.  Se hizo bajo la excusa de que se construía para evitar el ataque de la Alemania Occidental.

En Chile el año anterior habíamos derrotado en un plebiscito la dictadura de Pinochet y veíamos como una señal de los tiempos lo que veíamos a través de la televisión en Alemania y luego en el resto de Europa de Este.  Era la lucha por la libertad que se daba en todo el mundo y atisbábamos que era el inicio de una nueva época, de una nueva era de una nueva civilización para la humanidad.  Por eso creo que la historia contemporánea se divide en un ante y un después de la Caída del Muro de Berlín.  Doy gracias por el privilegio que he tenido de ser un testigo privilegiado de ese hecho histórico que pude ver en directo y por la televisión.

Sin embargo, 31 años más tarde, el 9 de noviembre de 2021, todos deberíamos festejar en conmemoración de lo que ocurrió en ese día crucial.  Se puede hacer un balance de estos años desde muchos puntos de vista.  Como en toda historia humana, en el período recorrido hay luces y sombras, éxitos y fracasos.  Pero quedan algunas verdades: Alemania del este se integró en la República Federal y recuperó la democracia.  Ese momento mágico es un recordatorio para toda la gente de todo el mundo, para los que vivían entonces, para los que viven ahora y para quienes vivirán en el futuro. La tiranía no puede suprimir la voluntad de quienes ansían la libertad y desean una vida mejor para sí y para sus hijos.

Las palabras del Papa Francisco en el aniversario de este hecho histórico rezando el Angelus en la Plaza de San Pedro son la mejor lección que podemos aprender de este hecho histórico que ha marcado a la humanidad: “Que caigan todos los muros que todavía dividen al mundo y que exista una cultura del encuentro.  Que no vuelva a suceder que personas inocentes sean perseguidas y asesinadas a causa de sus creencias o religión.  Donde hay un muro hay una clausura del corazón.  Sirven puentes y no muros.”

jueves, 21 de octubre de 2021

En el segundo aniversario del Estallido Social en Chile

                                                                               


 

CHILE DESPERTÓ

 

Víctor Rey

 

El viernes 18 de octubre viajé a Santiago y mi amigo Jaime Vejar me recogió en el aeropuerto.  De inmediato me comentó que la ciudad se encontraba convulsionada y que el metro no estaba funcionando y que las reuniones que tendríamos quizás serian suspendidas ya que la gente no podría movilizarse. En los días siguientes me encontré con diversas manifestaciones de protestas la mayoría pacíficas en la Plaza de Armas, la Plaza Ñuñoa, la Plaza Italia y la Alameda principal avenida de Santiago. Con mi amigo Rubén Pávez participé en varias de estas manifestaciones, así que pude formarme una visión de esta crisis social que hoy envuelve a Chile y que todavía no tiene un desenlace.  Trato aquí de explicar las causas y las soluciones posibles.

Chile vive una verdadera explosión social. Inicialmente un grupo de estudiantes llamó a evadir los torniquetes del metro para oponerse al aumento de las tarifas y logró paralizar completamente la ciudad de Santiago. Ello se extendió velozmente hasta que en un solo día dos millones de personas, un millón y doscientos mil sólo en Santiago, marcharon pacíficamente por las calles del país agitando reivindicaciones sociales y políticas largamente anheladas y expresadas por años en múltiples manifestaciones pacíficas que nunca fueron escuchadas.

En medio, violencia de grupos extremos minoritarios, atentados coordinados contra símbolos del crecimiento económico y de expansión social como el Metro, saqueos de delincuentes, respuesta represiva del Estado con Estado de Emergencia, los militares a cargo del orden público, dolorosas muertes y violaciones masivas a los derechos humanos por parte de agentes del Estado. Chile, un país en llamas, suspensión de la APEC y de la CPO 25 que eran signo de un rol de confianza de la comunidad internacional en la estabilidad del país.

Un gobierno sobrepasado por los acontecimientos, incapaz de reaccionar - por su propio ADN, su visión neoliberal y la falta de toda empatía con la indignación ciudadana - frente a las masivas protestas y que inicialmente solo fue capaz de recurrir a las respuestas tecnocráticas, casi burlescas, y a la represión.

Una izquierda, también sobrepasada, sin rol en el origen ni en el despliegue de las manifestaciones espontáneas, sin liderazgos ni interlocutores, coordinadas por las redes sociales, e incapaz de asumir un rol de Estado frente al desvanecimiento de este y de canalizar el descontento, entre otras cosas porque ha gobernado por 24 años y es parte del problema, hacia una salida social y política reconocida como válida por los manifestantes y la ciudadanía en general.

Explosiones sociales de esta naturaleza, masivas e incontrolables porque en su versión pos moderna se auto convocan y no tienen una referencia partidista o gremial, ni pertenecen a un solo sector social y a una sola ideología o visión cultural, se producen, y basta una gota que rebalse el vaso como ocurrió con el alza del pasaje del metro en Chile, el decreto de alza de la gasolina en Ecuador o en el lejano Líbano con el impuesto al wasap, cuando se conjugan la ruptura de la cohesión social, el atrincheramiento y desconexión de la elite político empresarial con el resto de la sociedad, la total desconfianza en todos los partidos políticos y en las instituciones, es decir, cuando la crisis de representatividad es tan aguda que la población decide representarse a sí misma y no acepta mediaciones ni liderazgos de ninguna naturaleza. Cuando el común denominador es la indignación.

La mayoría de Chile está indignada. La incertidumbre, que es una característica del mundo actual, penetra en todo el tejido social por las bajas remuneraciones, el endeudamiento con el cual se sostiene una parte importante de la movilidad social alcanzada en estos 30 años, las bajas pensiones de un sistema como las AFP que ha fracasado, la inequidades en la salud pública, el alto costo de la vida donde casi todo vale más que en el resto del continente, la falta de seguridad frente al aumento de la delincuencia y de la presencia de los grupos  narcos en los barrios, la sordera y desconexión de un gobierno y de una elite política que creía vivir en un oasis y que en cambio descubre tardíamente que esto se parece más a un pantano que va poco a poco hundiendo a la población a un creciente desmejoramiento de su calidad de vida y ,sobretodo, de las expectativas de alcanzar, a través del mercado que es el medio que impone el capitalismo neoliberal, un mejor horizonte para las familias.

Se desmorona un modelo basado en la promesa de que el crecimiento económico por si mismo podría brindar mayores oportunidades, sobre todo cuando el crecimiento se detiene por las fracturas globales de la economía, que ha mantenido altos índices de desigualdad, la mayor de los países de la APEC, y donde los verdaderos beneficiados son ese 1% de los poderosos que perciben el 33% de la riqueza y altísimas utilidades en servicios de interés público que son privados y cuando el 50% de la población percibe alrededor de 400 mil pesos mensuales.

Se quiebra así definitivamente un contrato social que ya no responde a las nuevas exigencias de una sociedad interconectada, más informada, con mayor educación, con capacidad de organizarse en redes por si misma y que ya no acepta más la inequidad, los abusos de los grandes grupos económicos que caracterizan a un pacto que no representa los intereses de la mayoría de los chilenos y no solo de los pobres o de las capas medias vulnerables. De allí la sorprendente transversalidad de las protestas y el altísimo grado de adhesión a ellas.

Pero se quiebra también el contrato político, basado en una transición de la dictadura a la democracia que permitió la subsistencia de una Constitución de origen y contenido autoritario y que pese a las modificaciones del 2005, que recién después de 15 años logró sacar los mayores enclaves autoritarios y devolver a los militares a los cuarteles, mantiene su ilegitimidad y los signos de una democracia tutelada por el modelo neoliberal que ha subsistido, por los intereses de los grupos económicos que siempre han presionado contra los cambios no solo económicos sino también políticos, por un amplio sector de la derecha política que ha defendido el legado pinochetista y no ha salido plenamente del bulbo autoritario y con instituciones anquilosadas, restrictivas, alejadas de la pluralidad y de la diversidad cultural y  normativa del siglo XXI.

Por tanto, para dar una salida a una protesta social que puede continuar, reencenderse y agigantarse, incluso hacerse más violenta, porque la rabia empuja sicológicamente a la violencia incluso a personas que no lo son corrientemente, en cualquier momento, asemejando a la consigna de los indignados españoles “si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”, se requieren soluciones de fondo y ahora.

Hay que terminar, en primer lugar, con los templos del modelo neoliberal, las AFP y las ISAPRES.

Hay que reestructurar un modelo económico que tiene las menores tasas impositivas de la OCDE para mejorar la distribución del ingreso.

Hay que avanzar a un modelo con un Estado presente en la economía que defienda a la población de los excesos, regule y controle directamente algunos de los sistemas sociales que hoy son privados, es decir fin al Estado subsidiario establecido en la actual Constitución.

Hay que construir un modelo de desarrollo sustentable, que proteja el medio ambiente, moderno, innovador, que salga solo de la matriz extractiva y se despliegue en una economía de mayor valor agregado.

Pero también, hay que instalar una nueva Constitución que represente a todos los chilenos. Esta es una exigencia política pero también de sentido, los países se desarrollan cuando tienen, aún en la necesaria diversidad ideológica y en la competencia de opciones de poder, objetivos y un norte común.

Una nueva Constitución que nazca de un contrato no sólo con los políticos y el Parlamento sino esencialmente con la sociedad y en la cual ella intervenga en su génesis y aprobación.

Lo primero, es plebiscitar si la sociedad quiere una nueva Constitución. A la vez, el mecanismo con el cual ella se formula.

La derecha debe dar prueba, en medio de las protestas, que no se queda en el pasado, que es capaz de enfrentar un proceso de democratización de la sociedad, demostrar que tiene propuestas culturales y normativas que la alejen de lo que hoy defienden : la herencia constitucional de la dictadura.

Si ello, ocurre, tendremos un país mejor porque nos cotejaremos en el ámbito de las opciones democráticas sin tutelajes de ninguna naturaleza.

Con ello, sin letra chica, se puede dar una salida democrática a la crisis social que ha desbordado el statu quo.

Se puede con ello también aislar a la violencia, a los grupos violentistas políticos que creen que destruyendo el Metro, o enfrentando con molotov a la fuerza pública o quemando un hotel destruyen el sistema.

A los delincuentes, dentro de ellos probablemente también los narcos, que están organizados esperando las grandes aglomeraciones para incendiar y saquear.

A quienes despliegan la ideología de la violencia que finalmente ensucian las movilizaciones de los millones que protestan pacíficamente y causan daño a los más pobres.

Ninguna connivencia con la violencia, ella debe ser combatida con los instrumentos que el estado de Derecho establece y con el rechazo de la propia ciudadanía. Sin embargo, la violencia no es solo un tema de orden público, es también un fenómeno social a través de la cual grupos buscan visibilizarse, constituirse en una expresión en un mundo que los ha marginalizado.

Por ello, para identificar a estos grupos, se requiere trabajo de inteligencia preventiva, que Chile no tiene, y una mayor capacidad operativa en territorio de las policías.

Pero también políticas sociales y culturales que permitan que, al menos, la frustración generacional que existe y tiene motivaciones políticas, se encauce en un contexto de mayor diálogo e inserción en una sociedad que brinde a todos mayores oportunidades.

Los jóvenes que promueven, bajo la ideologización o la frustración, la violencia no son extraterrestres, son parte de nosotros, a veces nuestros hijos o hijos de nuestros amigos, nuestros alumnos, no están ubicados solo en un estrato social porque la frustración no es solo un fenómeno de marginalidad económica sino también de exclusión cultural, de afectividad, de sentimientos, de horizonte.

La duda, es si el gobierno, porque es el que tiene los instrumentos para propiciar los cambios, tendrá el coraje político, social y el compromiso democrático para avanzar en estas reformas estructurales o recurrirá al gatopardismo esperando que todo se calme en la desidia y el cansancio y sin mirar que esta sociedad de millones movilizados estará alerta y que el próximo estallido puede arrasar con todo lo que defiende y creen.

Creo que leer ahora al filósofo polaco Zygmunt Bauman y su libro “La sociedad líquida”, nos ayudará a entender lo que está pasando hoy en Chile, en América Latina y en el mundo.  Estamos en medio de una crisis global que afecta toda la sociedad, la civilización y todas sus instituciones.  Asistimos a la crisis de la modernidad y Chile hoy es un pequeño ejemplo de este fenómeno.