sábado, 31 de agosto de 2019

En los 22 años de su fallecimiento


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Reflexiones acerca del Sentido de la Vida en el  pensamiento de Víktor Frankl

“Las grandes cosas de la existencia sólo le son dadas a los seres que saben orar y la mejor manera de aprender es por medio del sufrimiento.”

Víctor Rey

Durante cinco encuentros de una hora y media en el mes pasado con cinco estudiantes del Diplomado  en Estudios de la Realidad Contemporánea del Servicio de Estudios de la Realidad (SER), leímos el libro de Viktor Frankl, “El Hombre en Busca de Sentido”.  De esos hermosos encuentros en los cuales aprendimos mucho acerca de este autor, he podido sacar algunas conclusiones que fui tomando nota y que las comparto en este texto.
De las reflexiones llegamos a la intuición que el “sentido último” de la vida puede consistir en el progreso hacia el amor, entendido como la aproximación a los valores imperecederos, caracterizando como principal valor humano al amor, el amor a sí mismo, hacia la familia, hacia los progenitores, amor a todos los “tu” con que deba alternar el “yo” en su vida, expresado a través de la tolerancia y la capacidad de perdonar y el amor a la naturaleza y a Dios.

Viktor Frankl nos dice que al final de la vida no importará hasta dónde se ha llegado, sino cuánto camino se ha recorrido en el progreso hacia el amor, partiendo de la premisa de que cada individuo tiene un punto de partida diferente.

Desde la perspectiva de la escuela de Viktor Frankl, se afirma que la persona puede y debe contribuir a mantener en pie el vínculo innato con lo trascendente, para dar al fenómeno de la fe la oportunidad de consumarse por sí sólo, sin intervención de la voluntad.

A los seres humanos les es difícil venerar lo innominado; parecería que la solución radica en conservar el respeto por el Ser en todas sus manifestaciones, en la riqueza de los valores, la naturaleza, los objetos, las plantas, los animales y las personas.

Al decir de Viktor Frankl, se puede ver a la conciencia como “el órgano que detecta el sentido único de una situación de vida única”.
Para que se produzca ese proceso es necesario dedicarle momentos de contemplación, pausas para meditar, instantes de quietud y recogimiento. Que tu propia satisfacción constituya el efecto secundario de un acto de amor. Cuanto más nos desvivimos por satisfacer nuestros gustos, tanto más fácil será que dejemos de experimentarlos.

El ser humano decide emprender su camino dando prioridad al ser o al tener, lo cual revela la dirección que lleva su vida, revela quiénes seremos, manifiesta a dónde llegaremos si a la luz de las alturas o a dar vueltas y más vueltas encerrados en un valle tenebroso.

La situación psicofísica y la posición social no es lo decisivo en la posición en que se halla la persona; lo decisivo radica en la persona espiritual, en las actitudes personales que cada uno adopta frente a su contexto natural.

Cuando se trata de actitudes, siempre es posible el cambio.
Viktor Frankl deja de lado la pregunta del “por qué”, pues es el elemento detrás del cual se esconde el determinismo.  Por el contrario al preguntarse QUÉ se revela de inmediato la causa real del sufrimiento, que se centra en las actitudes que toma la persona frente a las condiciones internas tanto como a las externas y así se descubre que la causa real radica en la persona.
Si el QUÉ de las aflicciones humanas se encuentra con la trascendencia, todos los “POR QUÉ” pierden su poder, nada de lo que nuestra fantasía pueda crear puede oponerse a la confianza más profunda y última.

Empero no basta que se confíe en el sentido que lleva a los pequeños pasos en dirección a la meta deseada; con cada paso que se dé, se deberá producir la renuncia a las muletillas psíquicas que mitigan las contrariedades del momento, estados cambiantes del uno mismo, que postergan su acercamiento a la meta deseada.

Si logramos reconocerlos en lo más íntimo de nuestros corazones, podremos dejar pasar lo que no es prioritario y dedicarnos a lo que es preciso para hacer frente a lo esencial.

No obstante siempre existe el llamado a buscar un sentido en las cosas. Las recetas que hacen que las épocas exitosas y por desdicha seductoras, ofrezcan respuestas a la cuestión del sentido, que nos permitan seguir viviendo, son la modestia y la contención, la iniciativa propia y el amor al prójimo.

Etapas particularmente difíciles de la vida en las que debemos despedirnos de una persona amada o de la posibilidad de realizar valores de esencial importancia, sin los cuales la vida nos parece vacua.
Ante determinadas circunstancias de la vida, el sentido que se confiere al sufrimiento determina cuál opción se volverá realidad, si interpretamos que “el mundo se viene abajo”, como un alud en la pendiente que todo lo arrastra a su paso, crecerá el peligro que sobrevenga un colapso psíquico. Si por el contrario, interpretamos el sufrimiento como una prueba y un cometido, crecerán las fuerzas para superarlo y renacer o resucitar psíquicamente.
Períodos conflictivos donde más que en cualquier otro caso, importa dar la respuesta adecuada.
Lo que hace falta es coraje para vencerse a sí mismo y, si es preciso, renunciar.
Es preciso tener coraje para salir indemne de los conflictos y también confianza en lo que nos revela el silencio, la quietud, pues en el silencio y la quietud captamos con nitidez las sutiles pulsaciones del corazón que nos señalan el camino de regreso a la vida.

En el transcurso de la vida aumenta el conocimiento de los resultados de los acontecimientos vividos anteriormente y toda nueva información es inmediatamente “recodificada” por el cerebro humano, cuyo acerbo de conocimiento se “actualiza” o sea se modifica, entonces la mirada retrospectiva sobre el pasado da un resultado erróneo y engañoso.
En realidad se trata de un recurso de primordial importancia, impuesto por nuestra propia naturaleza para nuestro bienestar atendiendo a una interpretación y juicio más reciente que acumular en la memoria lo negativo que sucedió hace tiempo.
Viktor Frankl nunca expuso a ningún individuo al riesgo de arrojar una mirada retrospectiva sobre su pasado alimentando una fantasía que, como hoy sabemos, es engañosa.

Viktor Frankl cambió el punto de mira y, con ello, el “material de decodificación” haciendo ver en los graneros del pasado su vida más rica y realizada y lo contrasta con su dignidad de ser libre y espiritual para que encuentre su yo más valioso.

Esto no sólo ocurre a nivel consciente y emocional, sino también imperceptiblemente a nivel neuronal, lo cual le dará un tinte menos sombrío, en contraste a su sentimiento anterior.
Entonces la “mirada retrospectiva con ira”, es sustituida cognitivamente por una “mirada prospectiva con confianza”.

Se trata de lo siguiente: cuando estamos bajo una fuerte presión emocional, nos mostramos diferentes de cuando no lo estamos, entonces somos irreflexivos, descontrolados y desembozados, apareciendo nuestro “verdadero rostro” sin los maquillajes que impone la cosmética de nuestra socialización.
En esos momentos queda en evidencia de qué es capaz y a qué está dispuesto un ser humano y a qué no está dispuesto aún bajo máxima tensión, dejando al descubierto la ética de su corazón.
Se puede objetar que la fuerte tensión emocional puede distorsionar lo humano en una persona; en eso, precisamente, consiste el test, evaluar lo que bajo determinada carga, los sentimientos pueden hacer con una persona.



sábado, 24 de agosto de 2019

Un reflexión acerca del cine


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EL CINE Y YO

“Si la gente ve como se hace, el cine pierde toda su magia” (Charles Chaplin)

Víctor Rey

Todavía recuerdo la primera película que vi, tenía cinco años, se llamaba “Marcelino Pan y Vino” y fue en el antiguo cine Alcázar que quedaba frente a la Plaza Brasil en el barrio que lleva el mismo nombre en Santiago de Chile.  Hoy ese antiguo edificio lo ocupa un restaurant de comida china.  Fue construido en los años 30 por Ezequiel Fontecilla y Pedro Prado, hijo del poeta del mismo nombre, como un ejemplo de arquitectura moderna dentro de un barrio tradicional.  Era una película en blanco y negro y los vecinos del barrio acudíamos según el horario de los días domingo.  Los niños a la matinée, luego los jóvenes a la función de la tarde y los adultos en la noche.  La magia de esperar que las luces se fuesen apagando lentamente y ver abrirse el telón y las primeras imágenes del noticiero UFA con las noticias del mundo y luego la sinopsis de los próximos estrenos era el aperitivo del plato de fondo que era la película esperada, que luego la comentaríamos toda la semana con los amigos del barrio y del colegio.  Creo que mi afición al cine también viene por el hecho de que vivíamos entre dos cines de barrio.  Uno ya no existe ya que se construyó un gran edificio y el otro como dije es ahora un restaurant.  Los otros cines de barrio han tenido otra suerte y la mayoría ahora albergan a diferentes iglesias, o mega iglesias evangélicas que representan sus cultos como un espectáculo.  ¿Qué paradojas de la vida?
Ir al cine en esos tiempos era un privilegio, ya que las entradas no eran baratas y había que juntar por varias semanas los pesos que permitirían entrar a esa sala de los sueños y de la magia.  Luego en la juventud hacia largas filas para ver casi todas las películas de Woody Allen en el cine de la Universidad de Concepción. Donde también teníamos que ahorrar para ver los últimos estrenos.  También ahí descubrimos la riqueza del cine latinoamericano que no  animó a conocer y amarlo más este continente  lleno de realismo mágico y a caminarlo por dentro, también acompañado de la rica literatura que produjo.
Un capítulo aparte es lo que tiene que ver con la música en el cine.  Las grandes bandas sonoras de las grandes películas es algo que disfruto y siempre me acompaño de este tipo de música cuando estoy leyendo o meditando. 
Siempre me gustó el cine y me sigue gustando, aún cuando ha cambiado la forma de ver una película.  Antes se hacían largas filas para entrar a un rotativo, ahora con las películas en DVD, el cine ha pasado a ser un arte en solitario, ha perdido lo comunitario que tuvo al principio.  Cuando estudié Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, uno de los cursos que más disfruté y aprendí fue el de Filmología.  Doy gracias por se tiempo donde aprendí a disfrutar y conocer el cine francés y autores como Francois Truffauts, Claude Lelouch y krzystf Kieslowski.
La primera proyección de una película en Chile ocurrió en 1897, y fue con el mismo proyector que utilizaron los hermanos Lumiere en Francia.  Se hizo en el Club de La Unión, sólo dos años después de la primera proyección en el mundo.
Una de las últimas películas que he visto y que ha resultado ser todo un homenaje al cine es “El Artista” (2011).  Michel Hazanavicius con esta película europea le ha devuelto el brillo a Hollywood.  Luego de ver este film me he animado a escribir este artículo.  Hacía tiempo que nos disfrutaba tanto de un film que fuera tan perfecto y tan profundo.  Una película en blanco y negro y muda. Por algo los críticos de cine la eligieron como la mejor película extranjera y le otorgaron el Oscar en 2012.
El cine nació como espectáculo y diversión en el que se aplicaban los descubrimientos de la época. El cine es, al mismo tiempo, un verdadero arte desde sus comienzos. El cine, también desde su inicio es documento de la vida de la época. Estas tres características, la documental, la artística y la festiva las ha conservado en el tiempo y en la ilusión de todos los que se implican en su mundo, los que lo fabrican y los espectadores.
En los primeros tiempos del cine, en los años treinta, el cine era cosa de feriantes. Las barracas de las ferias acogían al público que pretendía ver lo imprevisto, el más difícil todavía. Pasen y vean: al lado de la mujer barbuda y de otros espectáculos de la época se proyectaban en salas oscuras y misteriosas escenas de la vida cotidiana, de ejercicios circenses, de la gente de la calle, o algo más picantes, los primeros besos cinematográficos, el pintor y su modelo... Una ingenuidad que respondía por una parte a la necesidad de ver la realidad en un ambiente fantástico, desconocido hasta el momento por el gran público y por otra al afán de divertimento oculto, de capricho clandestino, que las sociedades poseen cuando quieren olvidar su realidad cotidiana.
Siglos antes, en algunos casos desde la antigüedad, ya los filósofos, científicos e inventores habían puesto en práctica sus descubrimientos al servicio de la imagen. La cámara oscura se conocía desde siempre, aunque en su variante de proyección de exteriores iluminados por el sol su desarrollo crece en el siglo XVI y las primeras imágenes fotográficas, aún sin fijar, se realizaron en 1803. Los espectáculos en la oscuridad con el maravilloso invento de la linterna mágica son utilizados para proyectar cuadros ya en el siglo XVI. Desde la antigüedad se conocía también la persistencia de la visión en la retina, clave para entender la imagen en movimiento.
El siglo XIX lleva los inventos al mundo del espectáculo, reuniendo los ingredientes anteriores, cámara oscura, fotografía, lentes, proyección y las ilusiones visuales en ruedas que dan vueltas para delicia de los salones de la aristocracia, y más tarde para un público ávido de sensaciones en las sesiones de magia y prestidigitación. Se utilizaron así artilugios que hoy conocemos y que, perfeccionados, seguimos utilizando como medios audiovisuales. Los ilusionistas utilizaron los inventos en salas oscuras y llenas de emoción en proyecciones sobre humo, utilizando espejos, engañando con sus trucos ópticos al crédulo público del momento.
Fue la herencia que el cine, es el único arte que nació de la tecnología, recibió en sus comienzos, cuando se asombraban los habitantes de París por primera vez, y más tarde los de todo el mundo sobre las maravillas que se podían ver, proyectadas sobre una sábana en una sala oscura.
Entrar en el mundo del cine abre a las personas un universo apasionante. La mayoría tiene un contacto con el cine, limitado a la asistencia esporádica a salas comerciales, a ver la película de actualidad en compañía de sus grupos de amistades. En muchos casos, preparados para consumir durante la función un soberano paquete de palomitas de maíz, prevaleciendo la cultura americana sobre la latinoamericana.
Esa es solamente la puerta de acceso al fascinante mundo del cine. Al comprar la entrada, ya se inicia en la persona un procedimiento, un proceso de implicación que no debe quedar en la simple visión de la película.
El mundo del cine es al mismo tiempo industria y arte, espectáculo y pensamiento. En este texto intentaremos adentrarnos en ese mundo apasionante desde un punto de vista muy particular. El del desafío que desde el mundo de la educación en todas sus variantes puede aportar a que quienes van al cine, pequeños, adolescentes o mayores... Para que todos se interesen por lo que hay detrás de la sala cinematográfica y de la pantalla, para que quienes no van al cine, acepten esta entrada, aun cuando fuera a través de la televisión. Para que esta invitación de introducirse en una sala oscura, sea el punto de partida, como el de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, el ingreso en el fascinante mundo que se le abre.
Durante años, cerca de dos décadas, disminuyó la entrada de espectadores en las salas comerciales. Se habló de la caída en picado, de la muerte, del cine. Atribuido a muchas causas, entre ellas al auge de la televisión, lo cierto es que el cine se encontraba en baja forma. Se hundieron las grandes productoras, se dejaron de realizar superproducciones y los estudios se dedicaron casi exclusivamente al telefilme. Han transcurrido cerca de tres décadas para que los cines se vuelvan a llenar. Sin entrar en razones ni pretender explicar ninguna posibilidad, sí se habla de la vuelta al cine espectáculo, a la utilización de nuevas tecnologías aplicadas a los efectos especiales. No olvidemos tampoco los nuevos estilos de promoción y marketing ni el establecimiento de nuevas formas de construir las salas, los minicines y las grandes superficies dedicadas a proyección, los multicines, con multitud de ofertas en el mismo lugar. Las productoras invierten cantidades ingentes de dinero en campañas publicitarias y marketing, llevando al espectador hacia las salas comerciales. La sala cinematográfica está más cerca del consumidor. Es posible que nuevas formas de narrar historias, líneas argumentales más acordes con las sensaciones y sentimientos actuales, montajes de ritmo trepidante, la tecnología aplicada al sonido, tanto en su composición como en su emisión en las salas cinematográficas, efectos especiales de sonorización, hayan atraído otra vez al público, a una mayoría de personas jóvenes, a un cine diferente. Al mismo tiempo, la connivencia entre cine y televisión se hace cada día más palpable. Un ejemplo, la ‘Disney’ se negó durante años, o lo hizo con reticencia, a pasar sus películas a vídeo. Hoy las promociona y vende a los pocos meses del estreno, siendo una de sus mayores fuentes de ingreso.
Aunque muy dignos de respeto, algunos puristas no valoran, rechazan más bien, la nueva forma de hacer y presentar el cine. Sin embargo, es incuestionable pensar que el cine se basa en una gran industria, que necesita incentivos económicos, o lo que es lo mismo, que los cines se llenen. Muchos directores e intérpretes que en la actualidad son libres para producir, hacer o interpretar lo que desean, han sido durante muchos años colaboradores o autores de películas exclusivamente alimenticias y comerciales o se han dedicado a hacer spot publicitarios.
El desafío es volver al producto de calidad. Al lado de un cine comercial, promocional, lleno de efectismo, se mantienen otros tipos de cine, como el de autor, el independiente, el que trabaja con escasos medios, el que no depende de las grandes productoras, el que se fija normas estrictas para no utilizar nuevas tecnologías, etc. Surgen movimientos independientes, paralelos o contrarios a la industria oficial, los países más pobres siguen haciendo intentos de expresar mediante películas sus problemáticas, se continúa luchando contra el poder político y el de la censura y se encuentran productos de cine fresco, joven, que rezuma interés aunque no alcance en algunas ocasiones la técnica de moda ni se exhiba en salas comerciales.
El cine sigue vivo. Es osado predecir que ya no se harán películas de calidad. Los tiempos cambian pero aportan nuevos aires, nuevos medios, ideas frescas, problemas diferentes, que azuzan al elemento creativo que tiene el cine a buscar caminos diferentes. Los años decantarán los productos que merezcan pasar a la historia del cine. Si vuelve la alegría a los productores, se arriesgará el dinero con mejor fortuna, y habrá menos miedo a crear obrar de arte aunque el beneficio comercial sea menor. De momento, disfrutemos, critiquemos y aprendamos con lo que tenemos.
Recordemos un poco el pasado para apreciar que no siempre las modas estuvieron de acuerdo con lo que los entendidos proclamaban. “El tercer hombre” de Carol Reed, hoy película de culto, fue rechazada radicalmente por la crítica especializada de su tiempo obligando a su director a dedicarse a hacer cine comercial. Hace años, cuando nos dedicábamos al cine-club, estaban proscritas películas que hoy consideramos de culto, ya sea por ser musicales, o de aventuras, o infantiles, o sin contenido filosófico o social... Se podrían poner infinidad de ejemplos de cine mal considerado en su momento que ha pasado a la historia con mucha dignidad o como verdadera obra de arte. También los cineastas del cine mudo temblaron cuando llegó el sonoro, incluido Charles Chaplin. Cayeron muchos y se tambalearon todos pero el cine se rehizo, y ni el sonido ni el color han dejado de permitir joyas del cine. Las mismas ideologías dominantes han aceptado o rechazado filmes de categoría cinematográfica indiscutible por su determinado planteamiento filosófico o político.
No nos cerremos nunca a nada. No olvidemos que hay muchos, y cada vez habrá más y mejor, modos de ver películas.
Decíamos: una película hay que verla en el cine. En un lugar preparado para ello. Qué mejor que el ambiente, la sala oscura, la necesidad de salir de casa especialmente para la ocasión, dejar el computador, dejar la televisión... El hecho positivo de decidir ir al cine ya es importante en sí, la calidad de la imagen, la pantalla grande, el magnetismo de la pared blanca, el sentirse inmerso en los acontecimientos que se suceden en la película... La magia de la sala comercial, la oscuridad el adentrarse en los ambientes y los nuevos sonidos que te sumergen en el ambiente.
En casa en la televisión, aún en vídeo, sin cortes publicitarios, es difícil establecer la misma relación con el argumento, con la técnica que en el cine.
Sin embargo, la tecnología mejora a tal velocidad que nuestros esquemas sobre el cine pueden llegar a caer en gran medida.
Es difícil descubrir un solo tema o núcleo de contenidos que no esté tratado de alguna forma en el cine. Siempre es posible encontrar películas o documentales, que permitan su utilización como punto de partida en un debate, o como rasgo, dato o documento en una investigación o estudio.
Sin embargo, el cine como tal, es decir el cine cuyo soporte material se basa en el celuloide es cada vez más difícil de utilizar, dada la dificultad y coste económico que entraña la búsqueda de proyectores, operadores y películas. Al mismo tiempo cada vez se hace más fácil y eficaz la tecnología que nos permite ver el cine a través del vídeo o la televisión. Por esta razón en esta comunicación, siempre que se hable de cine, se entenderá que indistintamente podemos estar relacionándolo con su sucedáneo el vídeo, y en un futuro inmediato con cualquier otro soporte adecuado, como el DVD, que está sustituyendo al vídeo y que cuando los lectores de este libro lo tengan en sus manos casi habrá acabado con él.
En vídeo se ha publicado casi todo lo que en el cine hay de importante. Podemos analizar la infancia marginada con “El Pibe”, de Charles Chaplin, la educación con “El pequeño Salvaje” de Truffaut, los valores por los que se mueve determinado tipo de juventud por “Historias del Kronen”, de Armendariz, o la dureza de la familia, la educación y la superación personal en “Padre Padrone”, de los hermanos Taviani. La relación de pareja y de amor de “Un hombre y una mujer” de Claude Lelouch. La fe y la lucha por la justicia de “La Misión”.  Las dudas y perplejidades de “Ocho y medio”  de Fellini.  Podríamos citar cientos de films de todas las épocas, algunos que se están estrenando actualmente, en los que la historia que se cuenta y las imágenes que la sustentan se confunden en un maremagnum de estética, ideas, arte y contenidos.
Como me dijo un amigo: “Cada vez que voy al cine, salgo más inspirado y con más fuerza espiritual que cuando asisto a un culto en alguna iglesia”.

sábado, 17 de agosto de 2019

50 años del festival que cambio la historia y la cultura


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50 AÑOS DE WOODSTOCK: TRES DÍAS DE PAZ, AMOR Y MÚSICA

“Dedicado a Los Jaivas.  Músicos chilenos, precursores del rock, Que de alguna manera  reflejaron el espíritu de Woodstock en Chile y que ya cumplieron más de 50 años de vida musical”

Víctor Rey

Con mi hermano y otros amigos, fuimos al antiguo cine Normandie de la calle Alameda en la ciudad de Santiago, a ver la película Woodstock.  Fue una experiencia mística, ver a nuestros grupos musicales de los cuales conocíamos todas sus canciones.  Ya habían pasado dos años de ese famoso festival y entre los amigos comentábamos ese evento cuando escuchábamos sus canciones en los antiguos discos longs plays en vinilo.
Se cumplen 50 años des festival que cambió para siempre la historia del rock.  Realizado en Bethel, estado de Nueva York, entre el 15 y el 18 de agosto de 1969.  Woodstock reunió a muchos de los principales exponentes del rock anglosajón de su época y fue un acontecimiento artístico que marcó a fuego una generación.  Cuatro décadas después sus efectos se siguen sintiendo.
La era de los grandes eventos de rock al aire libre había comenzado dos años antes con el Festival Monterrey Pop, en California, pero el de Woodstock fue el que ha quedado en las retinas. Esto tiene que ver, sin duda, con la difusión mundial que adquirieron los discos y la película del festival, pero también con un año que condensó el espíritu de la época.
Para mi ver y escuchar a Carlos Santana fue lo mejor de ese festival.   Santana y su banda comenzaron a tocar el a las 17.15 horas del sábado 16 de agosto.  Empezaron con Waiting, luego Evil Ways, Tou Just dont care, sabor, Jingo, Persuasion, Fried Neckbones y terminaron con la interpretación mítica se Soul Sacrifice.
Concluía la década del '60 y la generación de los llamados chicos concebidos en la posguerra, estaba adquiriendo un protagonismo cada vez mayor en la vida social y política de los EE. UU.  Luchaba por los derechos civiles de las minorías y por tener voz y voto en cuestiones relacionadas con su educación, se oponía a la guerra de Vietnam y buscaba alternativas a la sociedad de sus mayores, a la que consideraba excesivamente conservadora y centrada en el materialismo.
La llamada Generación de Acuario pugnaba, también, por derribar tabúes ancestrales. Practicaba el amor libre y buscaba expandir la mente con drogas psicodélicas. Los más osados renegaron de la familia y las carreras tradicionales y buscaron un sistema de vida alternativo en comunidades rurales. El rock era el elemento aglutinante porque representaba, en letra y música, la esencia de sus anhelos. No fue sencillo organizar Woodstock. Los granjeros de la región veían con recelo la perspectiva de un aluvión de hippies descendiendo sobre sus propiedades y el sitio elegido para el festival debió cambiarse a último momento. Gracias a la constancia de los organizadores, Michael Lang, Artie Kornfeld, John Roberts y Joel Rosenman, y a la buena voluntad del granjero Max Yasgur que cedió sus campos de Bethel, Woodstock se puso en marcha a mediados de 1969. Lang y Kornfeld, los más avezados en cuestiones musicales, querían que el festival tuviese un repertorio artístico abarcativo, con espacio para el rock ultra popular de Creedence Clearwater Revival, la conciencia cósmica de Grateful Dead y el novedoso jazz-rock de Blood, Sweat & Tears, pero también para las ragas hindúes de Ravi Shankar y el folk místico de Incredible String Band. Muchos de los músicos que participaron, sobre todo los que figuraron en el filme de Michael Wadleigh, recibieron un fuerte espaldarazo para sus carreras. Fue el caso de Joe Cocker, quien actúo con The Grease Band. El ex plomero de Sheffield, Inglaterra, tenía un gran hit en Inglaterra con su emotivo cover de Con una ayudita de mis amigos, de los Beatles. Woodstock potenció también la trayectoria de otros dos artistas británicos. The Who atravesaba por uno de sus picos artísticos, con el estreno de su Opera rock Tommy, y tenía uno de los shows escénicos más excitantes del momento. Ten Years After, surgido de la segunda ola de blues británico, era hasta entonces un grupo de culto, pero su maratonesca versión de I'm Going Home los puso en la liga de las megabandas. También recibió un sólido impulso la banda de Carlos Santana, un virtuoso guitarrista mexicano radicado en San Francisco.  Woodstock tuvo su cuota de situaciones límites. Carreteras atestadas pronto aislaron el lugar -muchos músicos debieron arribar en helicóptero- y la situación climática bordeó los extremos: hubo momentos de sol abrasador y también furibundas tormentas que pusieron a prueba la resistencia de público, artistas y personal técnico. Las previsiones en cuanto a sanitarios y comida se vieron superadas: la concurrencia -que los cálculos previos estimaban en 150.000 personas- triplicó esa cantidad, forzando a los organizadores a dar entrada libre para evitar avalanchas y estampidas, y a los grupos de voluntarios, vecinos e incluso la guardia civil a aportar alimentos y ropas secas.
Volviendo a la música, el rock más intenso y eléctrico tuvo su contraparte en artistas que tomaban al folk como punto de partida para sus propuestas. Tal el caso de The Band, Richie Havens, Melanie, John Sebastian, Arlo Guthrie y Joan Baez. Esta última recordó el compromiso de los presentes con las luchas sociales con Joe Hill. La corriente más militante de la contracultura continuó con las actuaciones de Jefferson Airplane y de Country Joe McDonald (líder de Country Joe & the Fish), quien brindó en I Feel Like I'm Fixin' to Die Rag una aguda arenga antibélica cantada a coro por más de 300.000 personas. Asimismo, Woodstock fue testigo del nacimiento de un supergrupo de la fusión folk-rock: Crosby, Stills & Nash crearon una atmósfera increíble con varios clásicos de su álbum debut y anticiparon su ampliación a cuarteto invitando a Neil Young. Woodstock también tuvo funk de la mano de Sly & the Family Stone, y blues, con Janis Joplin, Canned Heat, Johnny Winter y la Paul Butterfield Blues Band, pero si hubiera que señalar un símbolo del festival, ese fue la actuación de Jimi Hendrix. En esos días, el guitarrista de Seattle venía de disolver a la Experience, el power trío que le había dado fama, y estaba por armar Band of Gypsys con otros dos músicos afroamericanos, para profundizar sus raíces de soul y de blues. Woodstock encontró a Hendrix en plan experimental liderando una banda numerosa a la que llamó Gypsy Sons & Rainbows. Tocaron al amanecer del cuarto día, cuando ya quedaban apenas unas 40.000 personas en el predio, pero los estoicos tuvieron su recompensa, porque fue un show dramático, que alcanzó su pico cuando Hendrix hizo su versión del himno de los Estados Unidos imitando con su guitarra el sonido de las bombas cayendo sobre Vietnam.
Hoy, 44 años después, la polémica sigue abierta entre los que sostienen que Woodstock fue el despertar de una nueva conciencia y los que consideran, en cambio, que se trató del final de una era de idealismo e inocencia, tras la cual el rock se transformó en el negocio millonario. En cualquier caso, está claro que el festival de Woodstock marcó un antes y un después en la historia de la música popular del siglo veinte.

martes, 13 de agosto de 2019

En los 70 años de su visita a Chile


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ALBERT CAMUS, EL ABSURDO Y EL EXISTENCIALISMO

Víctor Rey


A mediados de los 70 yo vivía y estudiaba filosofía en Concepción, ciudad al sur de Chile y trataba de ponerme al día con los clásicos de la literatura.  Había leído a los latinoamericanos, Vargas Llosa, García Márquez, Sábato, Donoso, Cortázar y gracias a ellos descubrí a Jean Paul Sartre,  Kafka, Herman Hesse y Albert Camus.  Esas lecturas hicieron que viviera esos veinte años convertido en un fervoroso existencialista que venía saliendo del marxismo.  Pensaba que la vida era un absurdo y que la verdadera filosofía consistía en saber  que cinco minutos después de estar muerto no quedaría nada de mí.  Veía lo absurdo y el existencialismo por todas partes, en el cine, las canciones, las conversaciones, la pintura, etc.
He quedado sorprendido que estos libros que yo leí en mi época de universitario, mis hijos los leyeron en francés en su tiempo de estudiantes secundarios en la Alianza Francesa.  Creo que no tenían la angustia existencial que yo tenía ni tampoco lucharon con las contradicciones existenciales que me devoraban.
Me movía entre Sartre y Camus y de alguna manera quería optar por uno de ellos.  Sartre estaba prohibido en la universidad y de Camus se decía muy poco.  Con algunos compañeros intercambiamos información y uno que otro libro. Recuerdo que La Náusea de Sartre me pareció una buena novela, con esas escenas  en las que Ronquentín descubre  la alienación de su propio cuerpo; sin embargo los ensayos de Sartre me parecían pantanosos y no podía terminarlos.  Pero con Camus me parecía todo lo contrario.  No entendí en mi primera lectura El Extranjero, pero Mersault me conmovía y me sentía interpretado, y en Los Carnets había momentos de belleza aterradora.  Los mismo que La Peste, que casi terminé enfermo después de la última página.
Después leí  El Hombre Rebelde y El Mito de Sísifo, que se convirtieron en mis libros de cabecera.  Con ellos descubrí que había diferencias entre el existencialismo de Sartre y de Camus.  El de Sartre no ofrecía salidas; el de Camus era una suerte de “buen nihilismo”, es decir que el absurdo no debería llevar al suicidio, sino más bien a la rebeldía.  Había que vivir la contradicción de una vida destinada a la muerte, asumirse como un Sísifo feliz de llevar a la cima una y otra vez esa roca que inevitablemente volvería a rodar hacia abajo.
Camus había nacido en Argelia, el 7 de noviembre de 1913, en el seno de una familia pobre – el padre muerto cuando él tenía apenas un año, la madre muda-, y nunca hizo de esa marginalidad una bandera.  La pasión por el fútbol lo marca en su niñez, donde fue arquero del Club Racing, de donde dice que sus primeras lecciones de ética vienen de esos partidos de fútbol.   Pensó de verdad, que Argelia  podía tener un lugar dentro de Francia.
Camus encarnó un modelo de intelectual que ya casi no existe: el del hombre comprometido con las grandes cusas políticas y sociales de su tiempo.  Luchó contra el nazismo uniéndose a la resistencia y creando el periódico clandestino Combat.  Fue uno de los primeros en denunciar las atrocidades del estalinismo, allá en los principios de los 50, cuando muchos intelectuales de izquierda minimizaban las purgas y el gulag; ante aquellos que decían que la violencia  era necesaria para lograr la sociedad comunista sobre la tierra, Camus señaló que ninguna ideología podía justificar la muerte de un solo hombre.  Durante la Guerra Fría, esas palabras podían sonar ingenuas y románticas, pero el tiempo ha demostrado que había lucidez en ellas, honestidad moral de alguien que supo ver antes que otros que hay valores humanos más importantes que el triunfo de una ideología bajo la premisa maquiavélica de que el fin justifica los medios.
El anarquista Andre Proudhommeaux lo presentó en 1948 por primera vez en el movimiento libertario, en una reunión del Círculo de Estudiantes Anarquistas.  Camus escribió a partir de entonces para publicaciones anarquistas, siendo articulista de Libertaire, Le Revolutian Proletairenne y Solidaridad Obrera. Camus junto a los anarquistas, expresó su apoyo a la revuelta de 1953 en Alemania Oriental.  Estuvo apoyando a los anarquistas en 1956 primero a favor del levantamiento de los trabajadores en Poznan, Polonia y luego en la Revolución Húngara.
Camus murió el 4 de enero de 1960 en un accidente de automóvil.  Sus restos fueron enterrados en Lourmarin, pueblo del sur de Francia.
Hoy el contexto es otro. Pero el ejemplo de Camus sigue vigente y más vivo que nunca.  Hay que volver a Camus no con el deseo nostálgico de que los intelectuales recuperen un lugar privilegiado en la esfera pública, sino con el deseo de aprender de un escritor para quien no había divorcio entre las palabras y las cosas. Camus fue un intelectual comprometido con la Humanidad, es decir fue un gran humanista.

viernes, 9 de agosto de 2019

En un aniversario más de su independencia



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Ecuador, cuatro mundos desde la mitad del mundo

“Soy un ecuatoriano por opción, un quiteño por adopción y un latinoamericano por vocación” (VR)

Víctor Rey

He estado muchas veces en Ecuador por diversos motivos: por congresos, turismos, visitando amigos y familiares, por trabajo y viviendo.  Estoy hace un mes en Quito, la capital, conocida como “la carita de Dios”, a sus 2.700 metros de altura.  Declarado la primera ciudad en el mundo como Patrimonio Cultural de la Humanidad el 18 de septiembre de 1978.  Al recorrer sus calles, plazas, parques, restaurantes, teatros, cafés, museos, iglesias y universidades, compruebo una vez más sus adelantos y progresos, y por eso se percibe la gran cantidad de turistas que la vistan.  Es una maravilla el aire que se respira, el cariño de su gente, la pasión que ponen en sus conversaciones y la riqueza de su gastronomía y su vida cultural
Basta un solo paso para deslizarse desde el hemisferio norte al sur.  Ubicado en la mitad del mundo, Ecuador alberga la magnificencia de la naturaleza: la belleza de las costas pacíficas, la imponencia de los Andes, el patrimonio marino y terrestre de las islas Gálapagos y la rotunda y secreta Amazonía.  Todo esto forma un una acuarela de colores en su paisaje natural y humano.  Con sus 16 millones de habitantes el este país ´proclama al mundo: Ecuador ama la vida.
Los primeros habitantes siguieron cuidadosamente el curso de los astros. A los incas les subyugó este centro energético hasta el punto que lograron incorporarlo a su imperio. El francés Charles-Marie de la Condamine promovió, en 1736, un viaje científico a la América española para conocer cuán ancha era la Tierra en el Ecuador. Por su inigualable geografía, su diversidad cultural, su historia y gran biodiversidad en relación a su tamaño, el Ecuador es uno de los destinos turísticos más recomendados para quienes desean tener unas vacaciones placenteras y para nada monótonas.

Perpendicular sobre la línea del Ecuador cae el sol e impregna la sonrisa de los más de 16 millones de mestizos, indígenas, negros y blancos que habitan allí. En las grandes urbes los habitantes son hospitalarios y acogen a los visitantes; algunas comunidades indígenas en los Andes, así como muchos de los pobladores de la costa, ofrecen sus hogares para compartir familiarizarse con sus costumbres, hábitat y cosmovisión.

Tanto en la Amazonía como en las famosas Islas Galápagos, existen comunidades que pueden ser visitadas a través de varios proyectos de turismo comunitario que han sido desarrollados. A la par de disfrutar del olor de las flores y pasear por los aromas y sabores del cacao, café, banano y caña de azúcar de las plantaciones modernas. Luego de visitar Ecuador, guardará el recuerdo de haber conocido gente de la más amigable que se puede encontrar.

El país de los cuatro mundos

Ecuador cuenta con una buena infraestructura vial. Se puede viajar en auto, van o bus de una manera relativamente fácil y rápida. Es posible visitar de una vez varias regiones y diversos ecosistemas del planeta. En tan solo treinta minutos de vuelo, partiendo desde Quito, se puede descender a la selva amazónica. En igual tiempo, desde el mismo punto de partida, se llega a las blancas arenas de la costa. Desde allí, en menos de noventa minutos en avión, es posible arribar al paraíso viviente de Galápagos, las islas encantadas y, viajando por tierra, solamente en Ecuador es literalmente posible desayunar en una población de la exuberante Amazonía, almorzar a los pies de uno de los volcanes de los Andes y cenar en una de las ciudades del Pacífico durante un mismo día atravesando paisajes cambiantes y culturas diversas. En apenas dos o tres semanas, se puede conocer los cuatro mundos que conviven en un mismo país donde todo está cerca.
La costa del Pacífico, donde las playas verdes se encuentran con el mar

De norte a sur, bellas playas se muestran en el Pacífico ecuatoriano. Junto a puertos, poblaciones pesqueras y ciudades modernas, bosques protegidos crecen frondosos con sus húmedas y gigantescas raíces terracotas. Los manglares más altos del mundo (64 metros) se encuentran en el bosque de Majagual en la Reserva Ecológica Cayapas-Mataje. En el Parque Nacional Machalilla, el mar, las playas vírgenes y las florestas se enlazan con la historia de culturas precolombinas y pre-incaicas. Las aguas alrededor de la Isla de la Plata son un paraíso de peces multicolores y la fauna de las islas se asemeja a la que se encuentra en las Islas Galápagos.

Desde Puerto López, se avistan ballenas jorobadas que llegan cada año desde la Antártida para aparearse entre junio y octubre. El mayor refugio de aves marinas del Ecuador está en la Isla Santa Clara, al sur de la Costa.

Los Andes, la imponente travesía de los volcanes

En la mítica cordillera de los Andes, se elevan volcanes de más de cinco mil metros de altura con nieves perpetuas y glaciares de hielos milenarios.

El volcán activo más alto del mundo, el Cotopaxi (5.897 msnm), es el marco perfecto de encantadores poblados y fértiles valles. El Chimborazo (6.310 msnm) cuenta con cinco cumbres que se erigen sobre flancos de rocas y un extenso páramo andino. El Cayambe (5.790 msnm) es el único nevado del planeta ubicado en latitud 0º. Los Ilinizas Norte (5.116 msnm) y Sur (5.263 msnm) son considerados por la cosmovisión indígena como una pareja, cerro varón y cerro hembra. El impactante Antisana (5.704 msnm) presenta dos conos unidos por una ensillada poco profunda. A lo largo de la cordillera, se encuentran sorprendentes páramos, lagos, ríos, cascadas, aguas termales, bosques de neblina, valles, mercados indígenas y pintorescos pueblos, históricas ciudades coloniales y modernas.

Galápagos, la naturaleza en su estado de pureza

Galápagos es uno de los parques nacionales más importantes de la Tierra. Cuenta con trece islas principales, seis islas menores y decenas de islotes de origen volcánico. Este archipiélago protegido en el 97% de su territorio y ubicado a casi mil kilómetros de la costa ecuatoriana, se caracteriza por sus playas de arena blanca, bosques de cactus, reservas de tortugas gigantes y coloridas aves como piqueros patas azules, patas rojas, o enmascarados, flamingos y pingüinos.

Las islas son un laboratorio viviente de especies de animales que no existen en otro lugar del planeta. También se observan pinzones, fragatas, albatros y pelícanos. Charles Darwin ya lo dijo en el siglo XIX: El archipiélago es único.

En la Isla Santa Cruz, la Estación Científica Charles Darwin realiza la tarea de preservación desde hace varias décadas. Allí se encuentran las longevas tortugas gigantes llamadas Galápagos que viven un promedio de 150 años. Tanto la reserva marina como el archipiélago fueron declarados por la UNESCO “Patrimonio Natural de la Humanidad”. Este lugar constituye uno de los siete sitios más importantes del planeta para practicar buceo de superficie y de profundidad.

Amazonía, donde se oye la voz rotunda de la selva

Desde la exuberante e intensa vegetación de la Amazonía se descubren volcanes como el Sangay y El Altar, con sus numerosas y afiladas cumbres. Reservas y Parques Nacionales son el hogar de cientos de especies de aves y peces. También conviven tapires, anacondas, boas constrictoras, tortugas, lagartos, jaguares, venados, armadillos, osos, monos, roedores gigantes e infinidad de aves. Ecuador alberga la mayor diversidad de animales y plantas por kilómetro cuadrado del mundo con parques nacionales declarados como reserva de la biosfera por la UNESCO. La selva, a través de sus vertientes de aguas termales y de sus plantas medicinales, ha servido de “farmacia natural” durante centurias para las comunidades indígenas que la habitan. El 10% de las especies de plantas de la tierra se encuentran en este pequeño país. Las comunidades indígenas en la selva ecuatoriana todavía poseen y practican sus creencias, tradiciones y costumbres sociales ancestrales.



La geografía de Ecuador es tan rica y variada como su gente, su historia y su cultura. Alguien ha dicho por ahí que uno no es de donde nace sino de donde quiere morir.  Yo digo que uno no es de donde nace sino de donde quiere vivir.  Y Ecuador es una buena opción.