"JOAN MANUEL SERRAT: SIN UTOPÍA LA VIDA SERÍA UN ENSAYO
PARA LA MUERTE "
Víctor Rey
"Quieren ponerle
cadenas
pero,¿quién es quién
le pone puertas al monte?
No pases pena,
que antes que lleguen
los perros, será un buen hombre
el que la encuentre
y la cuide hasta que
lleguen mejores días.
Sin utopía
la vida sería un
ensayo para la muerte".
(J.M. Serrat)
Es un referente obligado en
la canción de autor. A su historia ha
entregado aportes fundamentales, como su obra sobre la poesía de Miguel
Hernández, Rafael Alberti, Antonio Machado y Mario Benedetti. Y títulos perfectos desde “Mediterráneo”,
hasta “Utopía”, pasando por “Penélope”, “Lucía”, “Benito”, “Manuel”, entre
otros.
Joan Manuel Serrat nace el 27
de diciembre de 1943 en Barcelona, España,
en el barrio obrero de Poble Sec (Pueblo Seco) en la calle Poeta
Calanyes. Es el menor de dos
hermanos. Su padre Josep, es un catalán
que se desempeñaba como chofer de taxi, mientras la madre, Angeles,
oriunda de Orgón, realizaba costuras
para ayudar al presupuesto familiar.
El pequeño Joan Manuel
estudia desde los tres hasta los diez años en las escuelas Pías de San Antonio,
de los Padres Escolapios. “El colegio me
disgustó. Creo que allí empezó a
forjarse el “rebelde que llevo dentro” diría en cierta oportunidad. Posteriormente continuó sus estudios en el
Instituto Milá y Fontanela de Barcelona, en donde permanece hasta los trece
años, edad en que se traslada como alumno interno a la Universidad Laboral
de Terragona, lugar donde aprende el oficio de mecánico tornero y
fresador. Al terminar la instrucción,
decide continuar sus estudios, eligiendo la profesión de Perito Agrícola.
Ya en aquel entonces le
acompañaba una guitarra, de la cual comienzan a nacer sus primeras
creaciones. En 1961, junto a otros tres
compañeros de estudio, forman un cuarteto, lo que fortalece la vena musical de
Joan Manuel Serrat.
Quizá fue ahí cuando nació
para muchos ese primer amor por su música y la poesía, por aquella magia que
encerraba “Penélope”, “Lucía” - la más
bella historia de amor que tuve y que tendré- y cantar con todas las fuerzas
“Mediterráneo” y “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Con “Tu nombre me sabe a yerba” y "La
mujer que yo quiero" aparecerían los primeros amores, y con
"Fiesta" y “Para la libertad”, las primeras luchas sociales.
A esa altura el cantante
catalán se había convertido no solo en fuente inspiradora o en acompañante de
amores, luchas y lecturas, sino también en un personaje que bien valía la pena
descubrir. Había que imaginarlo, cuando
se negó a cantar en el festival de Eurovisión por el hecho de no aceptar que
cantara en catalán, o cuando no soportó la presión que ejercía el general
Franco y su régimen y decidió su autoexilio en México, y más tarde cuando
decidió hacer canciones de los poemas de Miguel Hernández y Antonio Machado.
Alguna vez Joan Manuel Serrat
se definió a sí mismo como “un latinoamericano nacido en Barcelona”. Creo que no hay mejor definición y
síntesis de sus dos entornos más
queridos. Serrat es un tipo ampliamente
informado sobre la vida política, deportiva, artística y cultural de cada país
latinoamericano. Ha atesorado la virtud
de ser hombre de muchas patrias, sin renunciar a su condición de catalán. Le ha sobrado inteligencia y generosidad para
saber que encerrarse limita.
La historia de amores entre
Serrat y América Latina se acerca ya a los 40 años. En 1969 realizó la primera gira, que no sólo
le permitió ganar el Festival de la
Canción en Rio de Janeiro con la inolvidable “Penélope”, sino
también hacer cantar a todo el público del
Festival de la Canción
de Viña del Mar su celebre “Mediterráneo”, así
conquistó para siempre a argentinos y chilenos. Serrat ha roto las fronteras en Latinoamérica
es toda una institución, pero una institución no tradicional, algo que se
identifica con lo que aflora de nuestros sentimientos. El amor, los padres, los hijos, las novias,
las personas simples y su medio ambiente, el terruño, el humor crítico a lo
establecido y aparentemente inmutable, tantas cosas que no son fáciles de
comprender, las cuales las hemos llorado o reído, son “Aquellas pequeñas
cosas”, que forman parte de la vida.
En diciembre de 1986 el
periodista Andrés Braithwaite de la revista ANALISIS le preguntó: ¿Cuándo
vuelves a Chile? La última vez se quedó
mucha gente esperándote. Joan Manuel
Serrat respondió: “Hombre, agradezco mucho que se acuerden de mí, pero yo
considero que el hecho de que los militares no me dejen entrar no es más una
consecuencia mínima de un régimen despreciable y despreciado. ¿Qué cuándo voy a volver? Pues esperemos. Con la democracia volverá mucha gente. Entre ella, yo, a no ser que el general le dé
por dejarme pasar antes. Y, bueno, en
ese caso, yo feliz de volver antes. De
cualquier forma, eso sí, prefería que mi debut coincidiera con su despedida”.
Después el cantautor catalán
se iba a convertir en un símbolo de la libertad durante los regímenes militares
que asolaron el Cono Sur. En 1988, al
saber que la dictadura del general Pinochet había prohibido su entrada a Chile,
se introdujo en un avión y voló a Santiago, dispuesto a apoyar a los que iban a
votar y apoyar la “Campaña por el NO” para el plebiscito de aquel año. Los militares no lo dejaron entrar, ni
bajarse del avión, pero Serrat logró introducir un mensaje que una emisora
radial echó al viento: “Tengo que regresar a mi país. Si hubiera podido entrar, les diría que vengo
para contarles que la gente de España, como pocas veces, está sensibilizada por
la lucha de su país por la recuperación de la libertad. En las calles de España, en las casas, en el
trabajo, en el bar, se siente a Chile y se identifican con Chile, porque el
pueblo de España conoce su propia experiencia reciente. Aunque solo hubiera sido por esto, ya habría
valido la pena haber estado con ustedes esta mañana. Además creo que la presencia de todos
ustedes, los hombres y las mujeres que de diversos lugares del mundo se han
acercado aquí para compartir sueños y luchas, pueden ayudar a esa alegría que todos
esperamos y que ya viene. Yo quiero que
sepan que los estoy viendo, los escucho, que los siento y que quiero que
ustedes también me vean y me sientan como uno más entre ustedes, con la
seguridad de que muy pronto vamos a estar juntos, cuando Chile sea lo que
siempre fue: un país ejemplo de
libertad, ejemplo de respeto mutuo y paz.
Compañeros, compañeras. Amigos y
amigas: La alegría ya viene”.
Su ilusión, que era la
mayoritaria, acabó por cumplirse. En
abril de 1990, en la recién inaugurada democracia, ante un Estadio Nacional
repleto y luego de 17 años de extrañamiento, Joan Manuel Serrat volvió a
caminar por las “grandes alamedas, donde transita el hombre libre”, como dijera
el presidente Salvador Allende, en su proclama de despedida. Lo primero que hizo Serrat fue tomar una guitarra prestada, visitar la cárcel de
Santiago y cantar “Aquellas pequeñas cosas” y “Para la libertad” a un grupo de
presos políticos, que lo escucharon en un silencio religioso.
En los últimos años Serrat ha
visitado en varias oportunidades Chile.
En cada una de ellas, la comunicación con el público ha sido
admirable. Serrat es parte de la
historia de Chile y de América Latina, sus canciones son parte de nosotros, de
los que fuimos y somos “soñadores de pelo largo”, como el protagonista de la
canción “Señora”.