miércoles, 30 de septiembre de 2020

En el cumpleaños 56 de Mafalda y en el día la partida de Quino

 

                                                                           


               

MAFALDA UNA NIÑA DE 56 AÑOS

Víctor Rey

En una oportunidad que estuve en Buenos Aires Argentina, donde participé en un encuentro sobre los desafíos del siglo XXI. En mi presentación de un taller que coordiné, cité a Mafalda, diciendo que ella es la profeta y filósofa que nos ayuda con sus preguntas y comentarios para entender este nuevo tiempo. Usé dos de sus frases de las cuales hice paráfrasis. Una de ellas es la famosa: “Cuando tenía las respuestas me cambiaron las preguntas”, y la otra: “Los médicos se creen Dios pero Dios no se cree médico”. También tuve el gusto de volver a visitar su estatua en la calle Chile con Defensa, en el barrio de San Telmo, donde está acompañada de sus amigos Susanita y Manolito. Volví a sentarme junto a ella y abrazarla y conversar un momento con ellos, agradeciendo su compañía en el tiempo y lo mucho que nos ayudó y nos sigue ayudando a pensar y ser críticos del sistema que nos envuelve.


Todavía recuerdo la cara de felicidad y de emoción de mi hijo, Felipe cuando logró un autógrafo de Quino en uno de sus libros de Mafalda. Fue como obtener un trofeo de guerra o deportivo. Lo hizo haciéndose espacio entre la gente y escabulléndose entre las piernas de las personas que hacían una larga fila. Esto sucedió en una noche de del mes de junio del año 2001 en el Centro Comercial El Jardín de Quito, Ecuador. Esa noche las gente lleno todo el hall de ese recinto y lo escuchaban en un religioso silencio y saboreando cada anécdota y detalle de la vida de esa niña que ya pasó el medio siglo de vida.


Una de las caricaturas más famosas de la historia de la humanidad es latinoamericana. No vuela como Superman, ni tiene la fuerza de Tarzán, no se desplaza por techos como Batman, no cabalga como el Llanero Solitario, ni la astucia de Dick Tracy. Pero habla castellano y como la definió el colombiano Daniel Samper, es “alguien capaz de atar cabos invisibles; alguien con malicia suficiente como para sembrar el pánico con una pregunta que a simple vista parece inocente”. También el escritor italiano, Humberto Eco la definió como “una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres”. (“Tiempos del Mundo”, página B42, jueves 25 de febrero de 1999). Señoras y señores, esa es Mafalda.


En 1962 la marca de electrodomésticos Manfield buscaba promocionar sus productos. La agencia de publicidad pidió a su joven dibujante Joaquín Lavado que ideara una familia típica de clase media cuyo personaje destacado tuviera un nombre que comenzara con la letra “M”. Lavado se acordó que en la novela “Dar la Cara”, de David Viñas, se hablaba de una niña llamada Mafalda. “En la vida real yo nací el 15 de marzo de 1962”, dijo ella misma en una carta de presentación de 1968. Medio siglo ya desde que Joaquín Salvador Lavado (Quino) configuró a esta niña de frases contingentes, lúcidas y punzantes.


El nombre le gustó pero la campaña publicitaria no se llevó a cabo, por lo que Mafalda y compañía fueron a dar a los archivos de Quino por dos años.


Pero Julián delgado, jefe de redacción del semanario Primera Plana, animó a Quino a publicar una tira con su personaje. De esta manera, el martes 29 de septiembre de 1964 salió el primer episodio de Mafalda.


Luego de un tiempo, la tira cómica pasó al matutino El Mundo, ya con una periocidad diaria, por lo que su creador se vio obligado a aumentar la familia y crear nuevos personajes. Aparecen el sempiterno soñador Felipe- alter ego del propio Quino- el despistado Miguelito; el materialista, calculador y comerciante inescrupuloso Manolito; la conservadora y frívola Susanita; la pesimista y militante revolucionaria Libertad y el entrometido Guille, el hermanito de Mafalda; los padres de la niña conformaban una típica pareja de la clase media urbana, con su bagaje de ilusiones y frustraciones a cuestas. Mafalda es un fenómeno del comic vinculado directamente con la época en que surgió. Deliberadamente la pequeña con sus agudas reflexiones sobre la actualidad política y social, representaba la resistencia ante la injusticia y el desatino de un mundo que marchaba hacia la autodestrucción y encarnaba la rebelión juvenil de los sesenta. Los personajes que acompañaban las andanzas de la niña complementaban un universo que reflejaba distintas formas de entender y actuar ante esa realidad.


Con este equipo, Quino trató los temas más diversos con una gran dosis de ironía, denunciando la miseria política de finales de los sesenta- que es la misma de ahora- riéndose de la Guerra Fría, poniendo en jaque a sus padres, denunciando la mediocridad y ayudando a grandes y chicos a entender el mundo, así como todo ese cúmulo de frustraciones pequeño burguesas que se canalizan a través de la imposición paterna de conductas supuestamente positivas. Como tomar la sopa, por ejemplo.


Al igual que el bienamado caldo, el globo terráqueo es otra obsesión de Mafalda. Siempre herido, nuestro planeta es observado con lástima, sea porque le duele el Asia o no sabe cuál es su sexo. Típicas inquietudes mafaldianas.


Pero la niña y su creador no se reían de todo. Cuando se establecieron las dictaduras en América Latina y comenzaron los presos políticos y desaparecidos, Mafalda no tocó el tema. Esta coyuntura adelanto el fin del personaje. Como el propio Quino manifestó: Dejé de dibujar a Mafalda cuando en Argentina corría bastante sangre. Creo que vi venir la cosa, además no me habrán dejado publicarla, hice bien en no seguir”. (“Tiempos del Mundo”, jueves 25 de febrero de 1999. Pág. B42).


Mafalda ha hecho apariciones ocasionales por motivos humanitarios. La última vez con ocasión de la Gran Exposición que se celebró en Madrid, España entre el 9 de abril y el 14 de junio de 1992. Ahí también recibió el premio “Quevedo” del humor gráfico, que es como el Nobel de los caricaturistas.


El personaje trascendió la tinta y el papel, ya que en los años setenta se llegó a rodar una serie de televisión, lo cual le pareció horrible a Quino. A pesar de todo, Mafalda ha seguido dando que hablar en los últimos años.


El periodista Rodolfo Braceli, en 1987, en un larga entrevista que realizó a Quino y que esta aparece publicada en la introducción al libro “10 Años con Mafalda”, de Ediciones de la Flor, le hizo la siguiente pregunta: “¿Tienes algún estimulo para trabajar? Y Quino contesto: Sobre todo uno, el trabajo mismo. Es cuestión de ponerse...Además leo muchísimo la Biblia, pero no como libro religioso sino como fuente de ideas, en ella está todo: la poesía, el sexo, la política...la Biblia me estimula el humor. Yo la leo al azar y he aprendido a saltarme las partes morosas. Me parece que siempre la leo por primera vez, como me ocurre con Borges y con ciertos pintores como Picasso...”


Para algunos lectores trasnochados del libro “Para leer a Mafalda”, ella es poco menos que agente de la CIA. Para otros, es una anticastrista a ultranza por aquella famosa tira en la que decía que “la sopa es a la niñez lo que el comunismo a la democracia”.


Durante 1.982 tiras, Mafalda hizo reír y reflexionar a toda esa gente que, quizás ilusamente, creyó que el mundo podía cambiar. Por ello, la nuevas generaciones descerebradas por la música techno y hartas de comida chatarra, quizás no entienden el calibre de lo propuesto por Quino y su irreverente hija.


Mafalda ya pasó los cincuenta años. Es sin duda la historieta latinoamericana que más ha recorrido el mundo y a pesar que desde el 25 de junio de 1973, cuando ya el continente entraba una fase demasiado oscura para los ojos de Mafalda, su creador Quino no dibuja más historietas sobre ella. Esta niña super despierta sigue dando que hablar. Y como no podía ser de otra manera, fue llevada al cine y la televisión. Pero la impertinencia se mantiene y Quino sigue siendo un escritor que dibuja. Y Mafalda una niña que es capaz de descubrir que ¡paz! es la onomatopeya de una bofetada. 

sábado, 19 de septiembre de 2020

En su cumpleaños 92

                                                     


 


HUMBERTO MATURANA Y EL SENTIDO DE LO HUMANO

Víctor Rey

En el último curso del Servicio de Estudios de la Realidad (SER), uno de los autores y textos que más nos cuestionó y nos hizo reflexionar fue el libro del biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana, El Sentido de lo Humano.  Su pensamiento es muy original y sus aportes dan luces a todas las áreas de la vida.  Este autor es uno de los que más nos ayuda en este tiempo de tantas preguntas ante un mundo nuevo.   Recuerdo con alegría los momentos de conversación con los alumnos y el entusiasmo que no generaba cada párrafo de su libro.  Comparto aquí algunos de los conceptos que logramos descifrar y discernir juntos y que consideramos son de vital utilidad.

La teoría biológica del conocer

El aporte de Humberto Maturana a la nueva propuesta epistemológica es fundamental. Es el primer científico que desde su hacer de biólogo propone que el conocimiento es un fenómeno biológico y que, por tanto, sólo puede ser estudiado y conocido como tal. Aún más, su proposición es que la vida misma se entiende como un proceso de conocimiento, el cual le sirve al organismo para adaptarse, para sobrevivir. Ningún organismo, por tanto, está interesado en saber si su conocimiento es verdadero o no, cuando eso no importa para su supervivencia. Así la obra de Maturana puede ser caracterizada como un sistema explicativo unitario y ontológico de la vida o de la vivencia. Ontológico, porque ve la experiencia humana desde un punto de vista situado dentro de ella misma y no desde un punto de vista externo o fuera de ella.

El determinismo estructural

Maturana postula también que todos los cambios que puedan experimentar los sistemas autopoiéticos son determinados por su propia organización y estructura. Aunque estos dos conceptos son propiedades de los seres vivos (entendidos en la terminología de Maturana como "unidades compuestas de una clase particular"), no son sinónimos. La organización se refiere a la relación que se da entre los componentes de una "unidad compuesta" y que determina las propiedades de esa unidad. La estructura, en cambio, apunta a los componentes actuales y a la relación que ellos deben satisfacer al participar en la constitución de una "unidad compuesta". En otros términos, los seres vivos mantenemos nuestra organización durante toda la vida; precisamente, el que nos reconozcamos siempre la misma persona, desde nuestra infancia a nuestra vejez, está en relación a que nuestra organización ha permanecido invariante. Pero la estructura es variable: determina qué cambios son posibles para una "unidad compuesta" y que interacciones específicas se requieren para desencadenar esos cambios.

Así, si bien todo un sistema está operacionalmente constituido por su organización, su operación efectiva es realizada en -y a través de- su estructura, de modo tal que, aunque el dominio (o espacio) de interacciones del sistema como totalidad está especificado por su organización, las interacciones efectivas ocurren a través de sus componentes. A la luz de esto, el afirmar que los sistemas son estructuralmente determinados implica que todo lo que en ellos ocurre no está determinado por nada externo a ellos; y que cuando, como observadores, vemos algo que incide sobre un sistema, no es ese algo lo que provoca el cambio, sino sólo lo que desencadena dentro del sistema un cambio estructural que estaba previamente determinado en la configuración del mismo.

El cierre organizacional y la autorreferencialidad

El cierre organizacional está referido al hecho de que, definida la característica de la unidad del sistema vivo, está en su capacidad el de mantener su integridad. Maturana plantea que la "línea de fondo" es mantener nuestro estatus como tales, que es permanecer vivos. La adaptación, entonces, requiere de cambios estructurales en la unidad de los seres vivos y debido a que ellos son determinados estructuralmente y organizacionalmente cerrados, los sistemas vivos son autónomos en el sentido que sobreviven, prosperan o peligran bajo sus propias leyes de su quehacer. La organización del sistema vivo es circular, autorreferencial, recursiva y su organización es una organización cerrada, y por lo tanto autónoma. 

El Multiverso

Si, como señala Maturana, se niega la realidad objetiva independiente del observador y, como lo planteó en su "Ontología del observar", se reconoce al observador como un participante constitutivo de lo que observa, el cambio que aquí se propone es evidentemente radical: el paso de un Universo, es decir, de una realidad objetiva unívoca que es igual para todos, a un Multiverso, en que cada mundo construido por el observador es igualmente válido y único respecto de otros. 

La noción de lenguaje

Otro de los aportes más extraordinarios de Humberto Maturana es su teoría del lenguaje. Para Maturana el lenguaje, como fenómeno de la vida, pertenece a la historia evolutiva de los seres humanos. Son los humanos los primeros y únicos animales (primates, concretamente) que tienen la peculiaridad de vivir -en un fluir constante e ininterrumpido- una doble dimensión simultánea de experiencia: la primera es la experiencia inmediata (las emociones), que nos ocurre a todos los animales y según la cual algo simplemente pasa; la segunda, que nos ocurre sólo al primate humano, es la explicación, que tiene lugar en el lenguaje; sólo en el lenguaje por ejemplo, se admite la existencia de categorías como lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, que permiten comprender ese algo que pasa.

Ahora bien, el lenguaje consiste en un operar recurrente de lo que Maturana denomina coordinaciones de coordinaciones conductuales consensuales. Según ellas cada palabra o gesto no está relacionado con algo exterior a nosotros, sino con nuestro quehacer y con nuestra coordinación para ese quehacer con los otros. Son precisamente ese quehacer, y las emociones que están en su base, lo que específica y da a nuestras palabras su significado particular. Por esto, a nivel de la experiencia inmediata no se puede diferenciar lo que es una ilusión de una percepción; sólo lo logramos en el lenguaje.

Y ya que sólo a través del lenguaje el ser humano puede explicar su experiencia en el vivir y asimilarla a la continuidad de su praxis de vida, el comprender es inseparable de la experiencia humana: todo el reordenamiento racional cognitivo que pueda elaborarse se basa, en premisas tácitas que han sido proporcionadas por la experiencia inmediata. En palabras de Maturana: "Todo sistema racional tiene una base emocional y esto explica por qué no se puede convencer a nadie con un argumento lógico si no se ha aceptado antes su premisa a priori". Desde el punto de vista de la psicoterapia, este planteamiento es una alternativa a los enfoques racionalistas que postulan que mediante el ejercicio de la lógica formal es posible cambiar las emociones del paciente.

Pero, además, Maturana va más allá y acuña el término lenguajear, con el que denomina a la relación dinámica y funcional que se da entre la experiencia inmediata y la coordinación de acciones consensuales con los otros y aclara que este lenguajear está constituido por la relación entre las emociones y el lenguaje.

Esta concepción revierte el enfoque empirista clásico que ve al lenguaje como simple transmisión de información de un individuo a otro, postura que está hoy tan vigente que no se prevé un cambio ni en la próxima década. En este sentido, la propuesta de Maturana -con su significado emocional y no racional- tendrá que ser reconocida como la teoría más explicativa. En su enfoque ontológico el lenguajear corresponde a una expresión de la temporalidad humana: todo lo que ocurre, ocurre en el lenguaje, en el aquí y en el ahora. 

La concepción de cultura

Para Humberto Maturana la experiencia humana tiene lugar en el espacio relacional del conversar. Esto significa que si bien desde un punto de vista biológico somos homo sapiens, nuestro modo de vivir -vale decir, nuestra condición humana- tiene lugar en nuestra manera de relacionarnos unos con otros y con el mundo que configuramos en nuestro diario vivir mediante el conversar.

Sostiene que una cultura es una red cerrada de conversaciones y que el cambio cultural ocurre cuando se produce un cambio de conversaciones en esa red; cambio que surge, se sostiene y se mantiene en el emocionar de los miembros de la comunidad. De ello se desprende que lo humano es cultural: surge como un modo de vivir en el conversar, en redes de conversaciones, en un entrelazamiento entre el lenguajear y el emocionar. Esto significa, siguiendo a Maturana, que toda la experiencia humana se da en el momento presente; no existe una programación anterior ni obedece tampoco a intenciones.

Aún más, tampoco en el proceso de la evolución, sea éste biológico o cultural, existe un camino preestablecido. El devenir evolutivo es una deriva, en tanto que el presente evolutivo humano es resultado de un proceso que conserva una manera de vivir y no un logro de proceso de adaptación. 

La Biología del Amor

Maturana es el primer científico que desde su hacer como tal explica el amor. En su propuesta, el amor no es una cualidad o un don, sino que como fenómeno relacional biológico, consiste en las conductas o la clase de conductas a través de las cuales el otro, o lo otro, surge como un legítimo otro en la cercanía de la convivencia, en circunstancias en que el otro, o lo otro, puede ser uno mismo. Esto, entendiéndose que la legitimidad del otro se constituye en conductas u operaciones que respetan y aceptan su existencia como es, sin esfuerzo y como un fenómeno del mero convivir. Legitimidad del otro y respeto por él o ella, son dos modos de relación congruentes y complementarios que se implican recíprocamente. El amor es un fenómeno biológico propio del ámbito relacional animal, que en los mamíferos aparece como un aspecto central de la convivencia en la intimidad de la relación materno-infantil en total aceptación corporal. De acuerdo a Maturana, nos enfermamos al vivir un modo de vida que niega sistemáticamente el amor.

 

lunes, 14 de septiembre de 2020

100 años del poeta

                                                        Mario Benedetti un autor comunicante - Mario Benedetti

 

EN EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE MARIO BENEDETTI

Víctor Rey

Hay ciudades que viven en nosotros antes que las conozcamos, porque las recorrimos antes de verlas.  Eso me sucedió en mi vista a Montevideo, cuando caminaba por sus calles y me sentaba en un banco de alguna plaza a mirar la ciudad y conversar con algún uruguayo, siempre salía el recuerdo del escritor Mario Benedetti.  Parecía que no había muerto y que nos estaba esperando en alguna esquina de la ciudad o sentado en algún café, leyendo los periódicos o escribiendo algún poema en su libreta.  La ciudad me recordaba sus novelas y poesías como las películas que han hecho de su literatura.  Hay ciudades que destilan literatura y nos atrapan en sus calles, una de ellas es Montevideo, y Mario Benedetti contribuyo para que así fuese.

Y qué decir de las frases de su prosa y verso.  Se han vuelto universales y se distribuyen a través de las redes sociales.  Aquí comparto alguna de las cuales me han acompañado y lo siguen haciendo y que muchas veces generan una linda conversación y una profunda reflexión: “Y aunque son siempre he entendido mis culpas y mis fracasos, en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido”; “Es lindo saber que usted existe”; “Me gustaría mirar todo de lejos, pero contigo”; “Compañera usted sabe que puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo”; “Que alguien te haga sentir cosas sin ponerte un dedo encima, eso es de admirar”; “No me tientes, que si nos tentamos no nos podremos olvidar”; “Lo nuestro fue tan fugaz, que una estrella nos vio y pidió un deseo”; “Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que sale del corazón”; “Mi estrategia  que un día cualquiera, no sé cómo ni  con que pretexto, por fin me necesites”: “Es casi ley, los amores eternos, son los más breves.”

Galardonado en 1999 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2005 con el Internacional Menéndez Pelayo, Benedetti abordó todos los géneros literarios, en los que reflejó una mirada crítica de izquierdas que le llevaría al exilio y a ser, hasta sus últimos días, un firme detractor de la política exterior de Estados Unidos. Sus poesías fueron cantadas por autores como Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Nacha Guevara, Luis Pastor o Pedro Guerra, y sus novelas más famosas llevadas al cine, como La tregua (1974) o Gracias por el fuego(1985), a cargo del director argentino Sergio Renán.

Este exponente por antonomasia de la llamada generación uruguaya de 1945, la "generación crítica", nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, en el Departamento de Tacuarembo. En 1928 comenzó sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Montevideo, donde, según contaba el propio Benedetti, gustaba de escribir en verso las lecciones e incluso sorprendió a sus maestros con un primer poema en ese idioma.

Las dificultades económicas solo le permitieron cursar un año de educación secundaria en el Liceo Miranda y después tuvo que ser casi autodidacta, compaginando los estudios con el trabajo, que comenzó a los 14 años en un taller de repuestos de automóvil. Antes de dedicarse a la escritura, Benedetti hizo de taquígrafo, cajero, vendedor, librero, periodista, traductor, empleado público y comercial. Todos estos oficios supusieron un contacto con la realidad social de Uruguay que fue determinante a la hora de modelar su estilo y la esencia de su escritura.

Entre 1938 y 1941 residió en Buenos Aires y en 1945 ingresó en el semanario Marcha como redactor y publicó su primer libro, La víspera indeleble, de poesía. En 1949 Benedetti avanzó en su carrera periodística con su labor en la destacada revista literaria Número, compaginando al tiempo sus tareas de crítico con una carrera imparable como escritor. Así, en una década trepidante publicó obras como Esta mañana y otros cuentos (1949), Poemas de oficina (1956), Ida y vuelta (1958) y La tregua (1960).

Ya desde 1952 comenzó a implicarse de forma destacada en las protestas contra el tratado militar de Uruguay con Estados Unidos. Su primer viaje a Europa lo hizo en 1957, como corresponsal de Marcha y El diario. De 1961 data el libro Mejor es meneallo, que agrupa sus crónicas humorísticas, firmadas con el pseudónimo de Damocles. Residió en París entre 1966 y 1967, donde trabajó como traductor y locutor para la Radio y Televisión Francesa, y luego de taquígrafo y traductor para la UNESCO.

En 1968 fundó en La Habana el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, que dirigió hasta 1971, y encabezó el Departamento de Literatura Latinoamericana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Montevideo, entre 1971 y 1973. En los setenta desarrolló una intensa actividad política, como dirigente del Movimiento 26 de Marzo, del que fue cofundador en 1971 y al que representó en el Frente Amplio, coalición izquierdista que alcanzó el poder en 2005.

Mario Benedetti, poeta del amor y del exilio, murió en Montevideo el 17 de mayo del 2009 a los 88 años. Tras una larga enfermedad que amagó varias veces con llevarse a este best seller de las letras uruguayas, de los sentimientos, a este popularizador de la poesía en español como casi ningún otro. La muerte, es decir, esa enfermedad pulmonar crónica que padecía, se lo llevó por delante tras su cuarto ingreso en un año en el hospital Impasa, de Montevideo.

viernes, 11 de septiembre de 2020

47 años del Golpe de Estado en Chile

                                                      Golpe de Estado en Chile de 1973 - Wikipedia, la enciclopedia libre

A 47 años del Golpe de Estado en Chile

Víctor Rey

 

En marzo de 1973 había entrado a la Universidad de Concepción, para estudiar filosofía.  Con un amigo tomamos el tren desde Santiago que nos llevó esa noche a la universidad, cuna del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).  Yo era militante de ese movimiento que estaba más a la izquierda de la Unidad Popular. Íbamos a aportar nuestro granito de arena a esta revolución a la “chilena”, con sabor a empanadas y vino tinto.  Muy pronto, pasó ese semestre y se vino esa mañana gris y amarga del golpe de Estado en contra del Gobierno de Salvador Allende, el martes 11 de septiembre de 1973. Esa mañana despertamos del hermoso sueño de construir un mundo mejor, se nos acabó la ingenuidad y comenzó la pesadilla que duró 17 años.  Ese día cambió la historia de Chile, y dejó de ser ese país de hermanos para convertirse en un país de enemigos, que hasta hoy no logra cicatrizar sus heridas. ¿Qué pasó en Chile y entre los chilenos? ¿De dónde salieron todos esos demonios y fantasmas que no conocíamos? ¿Dónde estaban las iglesias en ese tiempo?

Han pasado 47 años de esa mañana fatídica en la cual despertamos los chilenos con el ruido de tanques, botas, disparos y aviones huwker hanter apuntando al centro de la democracia y teniendo como blanco el palacio de la Moneda. Lamentablemente, la herida sigue abierta y no se ha producido la anhelada reconciliación de la sociedad chilena.

Hace cuatro décadas los altos mandos de las Fuerzas Armadas cometieron graves delitos de sublevación y rebelión al derrocar a un gobierno legalmente constituido y suspender la Constitución. De forma paralela, instauraron un régimen dictatorial con una feroz represión. Ni los ejecutores del golpe, ni los civiles con los que se conjuraron, han sido juzgados y hasta ahora reina la impunidad.

El régimen cívico-militar, que duró 17 años, liquidó el proyecto de socialismo democrático e instauró una dictadura que fue un laboratorio en la aplicación de políticas neoliberales en el mundo reduciendo el rol del Estado, privatizando lo máximo posible, haciendo hasta de la educación y de la salud simples mercancías. Una de las consecuencias fue ampliar las desigualdades, siempre a favor de los más poderosos.

Llama la atención que, en nuestro país, los años de la Unidad Popular no sean muy conocidos ni reivindicados, más bien han sido denigrados, mientras que Salvador Allende -con razón- ha ganado en prestigio y es mucho más valorado. Sin embargo, la gran obra de Allende es, precisamente, la Unidad Popular. Las fuerzas políticas que participaron de ese proyecto no lo han reivindicado, en parte -seguramente- porque hoy ya no tienen esas posiciones revolucionarias de transformación de la sociedad, puesto que ni siquiera plantean, por poner un solo ejemplo, la nacionalización del cobre.

Con el paso del tiempo, resalta aún más la figura de Salvador Allende y su clarividencia. Basta recordar su discurso sobre el comienzo de la globalización neoliberal en la ONU el 4 de diciembre de 1972, criticando “el poder y el accionar de las transnacionales, cuyos presupuestos superaban al de muchos países… Los Estados aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales -políticas, económicas y militares- por organizaciones globales que no dependen de ningún Estado y que no responden ni están fiscalizadas por ningún parlamento, por ninguna institución representativa del interés colectivo”.

Quisiéramos destacar el compromiso y la fidelidad de Allende, hasta su muerte, con las causas sociales y políticas de los más pobres y, al mismo tiempo, su realismo político, su capacidad de agitar, de educar y sobre todo de unir fuerzas en torno a un programa popular, dirigiendo ese gigantesco movimiento que llevó al pueblo al gobierno en 1970.

Hay que recuperar la memoria de un presidente que hizo de la ética su más alto valor, que murió en el bombardeado del palacio de La Moneda, recalcando su combate por un socialismo democrático y revolucionario. Allende no es un simple mártir, no se debe olvidar que bajo el gobierno de la Unidad Popular, Chile recuperó el cobre, profundizó la reforma agraria, defendió la enseñanza pública y gratuita, creó el área social de la economía, promovió la participación popular en las decisiones. Con Allende los chilenos recuperaron la dignidad.

Desde luego que la Unidad Popular cometió errores, y Allende actuó a veces con cierta ingenuidad, pero los errores no justifican, en ningún caso, el golpe de Estado, que fue un crimen contra el pueblo y la democracia. Como ha quedado demostrado, la Unidad Popular y Allende fueron víctimas de las transnacionales, del imperio estadounidense, de los grandes empresarios chilenos y de la traición de los militares golpistas. Jamás se debe confundir a las víctimas con los verdugos, nunca el error de una víctima justifica el crimen contra ella.

Punto aparte es señalar la participación de las iglesias en este proceso. La Iglesia Católica apoyó en un primer momento el Golpe de Estado, luego retrocedió al ver la tremenda violación a los Derechos Humanos y, junto a otras organizaciones religiosas, formaron el Comité Por la Paz para ir en ayuda de las familias y víctimas de la represión.  Más adelante, se destacó en la creación de la Vicaría de la Solidaridad que fue el baluarte de la defensa de la vida. Por su parte, las iglesias evangélicas, desde un primer momento, apoyaron el Golpe a través del Consejo de Pastores que emitió una declaración de apoyo en el año 1974 y que fue difundida a través de todos los medios en un acto realizado en el Edificio Diego Portales, sede en ese entonces de la Junta de Gobierno.  Además, cada año ofrecía un culto especial, llamado Te Deum evangélico, donde participaba Augusto Pinochet  y su gabinete en pleno. Esta fue la página negra en la historia de los evangélicos. Existieron excepciones, una de las cuales estuvo a cargo de la Confraternidad Cristiana de Iglesias (CCI) y otros grupos más pequeños de iglesias e instituciones cristianas como el Círculo de Reflexión y Estudios Evangélicos (CREE), que promovieron la reflexión y la acción de jóvenes con una visión crítica de la sociedad y del papel de las iglesias.

Creo que los cristianos y las iglesias todavía tienen mucho que aprender en las relaciones entre Iglesia y Estado. La tentación del poder siempre está presente y la ingenuidad en las aventuras políticas está latente. Muchos sectores en las iglesias evangélicas han crecido bajo la seducción del poder, y los representantes y políticos evangélicos no han dado los mejores ejemplos. La Iglesia siempre  debe ser contestaria y profética. Esta dimensión siempre debe estar presente en el mensaje cristiano. Algo  anda mal cuando los gobernantes de turno se sienten cómodos con la Iglesia.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

El escritor que nos enseño a leer nuestra historia

 

                                                                                 Galeano, Eduardo - Escritores.org - Recursos para escritores

EN EL 80 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE EDUARDO GALEANO, El AUTOR QUE NOS ENSEÑO A LEER NUESTRA HISTORIA

Víctor Rey

“Nací el 3 de septiembre de 1940, mientras Hitler devoraba media Europa y el mundo no esperaba nada bueno.” Palabras de Eduardo Galeano en su irónica Autobiografía Completísima.

 

Tuve la oportunidad de escuchar y conocer dos veces a Eduardo Galeano.  La primera vez fue en Santiago de Chile en el año 1988, meses antes del plebiscito que derrotaría a Pinochet.  Fue en una sala de la Universidad ARCIS, que estaba llena donde la capacidad del lugar fue sobrepasada y todos estábamos habidos de escuchar a este escritor  que lo habíamos comenzado a leer a través de la revista Análisis que fue justamente el medio que lo trajo a Chile  para participar en unas jornadas que se llamaron: Chile Crea y recibir el premio José Carrasco.  La segunda oportunidad fue el año 1995 en México.  Ahí fue el expositor que cerró el Congreso de la Asociación Mundial de Comunicadores Cristianos (WACC).  Su charla sobre la realidad latinoamericana y el periodismo, ha sido para mi uno de las exposiciones que más he valorado.   Justamente en ese país y en esa ocasión un amigo mexicano me regaló el libro: Las venas abiertas de América Latina.  Considero que Galeano ha sido uno de los intelectuales más influyentes del final del siglo pasado y de este siglo.  Su humor, la facilidad de su lectura, la ironía y la contextualidad son las características que a muchos nos han cautivado. 

 

Su muerte A los 74 años nos golpeó a muchos por lo prematuro de su partida.  Deja un gran vacío en la literatura latinoamericana, ya que ha sido uno de los escritores más relevantes del último tiempo.  Su obra fue traducida a una veintena de idiomas y su muerte causó diversas reacciones en el mundo. La política y la cultura también lo unieron con Chile, país que visitó por última vez en 2013.

 

“Quiero dedicar esta lectura a un gran amigo mío, y creo que de todos ustedes, que se llamó y se llamará por siempre jamás, Salvador Allende”. De este modo comenzaba Eduardo Galeano la presentación de su último libro, Los hijos de los días (2011), el 9 de enero de 2013, ante una repleta sala Antonio Varas, cuya capacidad fue ampliamente sobrepasada por la cantidad de personas que querían escucharlo.

Esa fue la última visita a Chile del escritor uruguayo, falleció el 15 de abril del 2015, debido a complicaciones de salud derivadas del cáncer de pulmón que se le diagnosticó en 2007.

 

Eduardo Germán María Hughes Galeano nació el 3 de septiembre de 1940 en Montevideo y su obra ha sido traducida a una veintena de idiomas. Entre sus libros más influyentes se encuentra Las venas abiertas de América Latina, publicado en 1971, y censurado por varias dictaduras latinoamericanas, entre ellas, la chilena.

Ese es uno de sus vínculos menos felices con Chile, un país que visitó en repetidas ocasiones y con el que mantenía lazos más perdurables. Los comenzó a construir cuando era un veinteañero, dirigía el diario Época y se hizo amigo de Salvador Allende, quien incluso lo visitaba en las oficinas del medio.

 

Fue el periodismo, de hecho, su primer contacto con la escritura. Cuando era un adolescente le vendió una caricatura al diario El Sol y en sus planes no estaba dedicarse a la literatura: “Siempre creí que iba a ser dibujante. También creí que iba a ser jugador de fútbol, santo, miles de cosas quise ser y no pude, pero jamás se me pasaba por la cabeza la idea de ser escritor, nunca. Eso ocurrió tarde en la vida, a partir del periodismo”, dijo al programa Vuelan las Plumas, durante esa última visita a Chile.

 

“Empecé a ejercer el periodismo como una manera de entrar en la realidad. Me apasionaba meterme en las noticias, de carne y hueso”, añadió en esa ocasión.

 

 “Yo podía hacer una crónica policial o de deportes -muchas veces hice de fútbol- y me apasionaba ese contacto directo con la realidad que te puede dar el periodismo. La ficción no me lo daba. Hice algunas tentativas de escribir ficción, pero no me entusiasmaba como esto, que provenía de la realidad. Era la realidad contándote sus secretos, sus misterios, desafiándote”, relató.

 

En 1973, luego del golpe de Estado en Uruguay, Eduardo Galeano se estableció en Argentina, donde fundó otro medio de comunicación, Crisis. Tres años más tarde, nuevamente la represión lo llevó a España. Solo volvería a Uruguay en 1985, con el retorno de la democracia en ese país.

 

Tres años después estuvo en Chile para recibir el premio José Carrasco Tapia, que concedía la revista Análisis. El 19 de enero de ese año, en su discurso, dijo palabras que bien podrían servir ahora para despedirlo: “Este es un homenaje a la pasión de vivir, iluminada por la viva memoria de un compañero asesinado, y ésta es una celebración de la alegría de creer en ciertas cosas que la muerte no puede matar”