jueves, 30 de mayo de 2013

El idealismo marxista


Psicoanalista, sociólogo y filósofo, Fromm representa una de las figuras más significativas del pensamiento marxista contemporáneo. Para juzgar su obra, debemos tener en cuenta la trascendencia que reviste el descubrimiento por los años treinta, en la Biblioteca Imperial de Berlín, de los Manuscritos económico-filosóficos de Marx. Una nueva visión del marxismo surge: la antropológica, que sustituye a la determinista y evolucionista vulgarmente materialista que entonces imperaba. La Escuela de Francfórt asume esta dimensión humanista del marxismo, y entre ellos, Erich Fromm.Por esta razón, en su obra El concepto del hombre de Marx, principia por recusar la interpretación económica y materialista de la historia y sostiene que es el hombre, «los individuos realmente vivientes», los que hacen la historia. «Los hombres son los autores y actores de su propia historia.» Si el hombre es, pues, el sujeto de la historia, es también el objeto de su pensamiento. Se trata, pues, de descubrir un concepto del hombre, pero que no sea abstracto y genérico, sino real. ¿Puede afirmarse que Fromm acertó en esta empresa? Sin duda, concreta y amplia algunas ideas oscuras de Marx, pero no descubrió el sentido de la verdadera realidad humana. Este carácter incompleto de su antropología filosófica' obedece a que consideró al hombre por y en sí mismo, como otros filósofos de la Escuela de Francfort. «Der Mensch nur von dem sinvoll reden kórine» («Sólo se puede explicar el hombre.») Así, al no estudiar al hombre como un ser natural (no tiene sentido para el marxismo hablar de la naturaleza como tal) lo desnaturalizó, no pudiendo crear las categorías correspondientes a un humanismo auténtico. Al no apoyarse en los datos científicos proporcionados por la investigación fisiológica, biológica y psicológica, no logró descubrir la historicidad de la naturaleza humana.
Pero un conservador político, Arnold Gehlen, en su monumental obra Der Mensch (El hombre), desarrolla y completa las intuiciones antropológicas de Marx. Sin embargo, debemos a Fromm precisiones iluminativas sobre el concepto de alienación, que pese a su tono moralizante conservan un valor actual para los estudiosos del marxismo.
El fin del socialismo para Fromm es escatológico, la salvación del hombre como individuo.
Así ha podido afirmar el profesor americano Adams que Fromm es un humanista existencialista. Tendencia esta última de su pensamiento que se acentúa en obras como El hombre para sí mismo, Esperanza y revolución y La sociedad sana.

Esta orientación humanista del marxismo ha ejercido sin duda una positiva influencia en la filosofía de ciertos países socialistas, como en la Escuela de Varsovia de Adam Schaff, y en la de Budapest, de Gyorgy Markus y Agnes Heller, que representan y desarrollan los conceptos originarios del Marx joven.
Por último, debemos señalar que el Arte de amar de Fromm es uno de los más bellos discursos marxistas sobre el amor, desmintiendo así la afirmación de Roland Barthes, que en su Fragmentos de un discurso amoroso niega la existencia de una teoría marxista sobre el amor.

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