ERNESTO SABATO: RESISTIO HASTA EL FIN
Víctor Rey
“No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando
en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la
propia circunstancia: el hoy y aquí”.
Ernesto Sábato LA
RESISTENCIA (Seix Barral, B.A. 1999)
En el invierno de
1990 me encontraba en Buenos Aires,
Argentina participando en un seminario y el día sábado lo teníamos libre. Un
amigo argentino nos invitó a la Feria Internacional del Libro. Cuando
caminábamos por sus pasillos tremendos llenos de libros y lectores habidos de
buenas lecturas vi un cartel que a en el puesto de la Editorial Seix Barral:
“Hoy a las 17 horas firma sus libros el escritor Ernesto Sábato”. No lo podía
creer. El autor que me había ayudado a sacudirme de las teorías dogmáticas y a
entender la crisis de este fin de la civilización occidental, estaba a un par
de horas de conocerlo. Y así fue me
acerqué a la hora señalada y los funcionarios de la Editorial tuvieron la
gentileza de darme la oportunidad de saludarlo, estrechar su mano y brevemente
agradecer todo lo que su vida, testimonio y pensamiento había influido en
mí. Más tarde encontré su dirección en
una biblioteca de la Universidad Católica en Lovaina, Bélgica y le escribí y
tuvo la gentileza de contestarme y cruzar algunas notas. Estando en San José
Costa Rica participando de otro seminario en abril del 2011 me enteré de su
partida a los casi 100 años. Fue un momento de profunda reflexión ese
acontecimiento.
¿Quién es Ernesto
Sábato? Me preguntó un joven hace algunos días y la respuesta brotó
instantánea: ¡El que escribió El Túnel!
Efectivamente Sábato es el escritor de la famosa novela El Túnel. Una novela que casi todos hemos leído en
nuestra época de secundarios. Un libro excepcional escrito con una intensidad
tal que da la impresión de ser un cuento.
Pero Sábato no sólo es el autor de la trilogía: El Túnel, Sobre Héroes y
Tumbas, o Abaddón El Exterminador. Es el ensayista que leímos en nuestra época
de universitario, que revela su relación con la ciencia y la filosofía en Uno y
el Universo. El que plantea la lucha con
la idea del progreso y la deshumanización del hombre en Hombres y Engranajes, y
más tarde en Heterodoxia. Y es el que
cuenta del oficio de escribir en El Escritor y sus Fantasmas. Y es también el pintor.
Pero el escritor
Sábato también es un ejemplo de autoridad moral. Nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en
1911. Sábato no es sólo un hombre cuyas
obras recorren el mundo en millones de ejemplares traducidos a 28 idiomas sino
uno de los personajes más buscados
cuando es necesaria una opinión "calificada" sobre algún
asunto ético.
Sábato que
presidió
Reflejo de su
autoridad es su vida austera y el auditorio masivo que convoca cada vez que
repite por televisión sus viejas ideas sobre el corazón del hombre y la
ausencia del progreso.
A lo largo de su
vida, Ernesto Sábato fue militante del marxismo y representó a
En la actividad
literaria se convirtió en una de las máximas figuras de la literatura
hispanoamericana, en 1984 ganó el premio Cervantes, en 1989 el premio Jerusalén
y en 1997 el premio Menéndez Pelayo.
Sábato dice que
abandonó el marxismo porque dejó de creer "En cualquier idea que repugne a
los problemas sobrenaturales", y decidió afiliarse a la causa del hombre
real, de la justicia social y de la dignidad humana. Hoy se declara "un anarquista
cristiano", y agrega: "Yo empecé a luchar por la justicia social a
los 16 años en el colegio y nunca he dejado de hacerlo. Creo que es un deber. No me gusta que los chiquititos se mueran de
hambre. Eso me ha llevado muchas veces a
cuestionar incluso la existencia de Dios, a pesar de que me considero un
espíritu religioso, aunque anárquico.
Como también lo era Cristo.
Cristo insultaba a los fariseos y andaba con los pobres, con
prostitutas...Ese es el verdadero Cristo.
Lo demás son cuentos".
También hace un ejercicio de autodefinición: "¡Yo soy un
anarquista! Un anarquista en el sentido
mejor de la palabra. La gente cree que
anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes
espíritus como, por ejemplo León Tolstoi". (Entrevista en el diario El Tiempo, Bogotá,
22 de junio de 1997)
En su penúltimo
libro: Antes del Fin, Memorias, (Seix Barral, 1999, 214 páginas), se destaca el
hombre triste, melancólico que piensa en Matilde, su esposa fallecida y
solloza. Que se ve a sí mismo inclinado
hacia la tierra encorvado, cansado. Es
el hombre que tiene pequeños momentos de dicha cuando su gatita se recuesta en
sus rodillas o cuando despierta con el trinar de los pájaros al amanecer.
De sus épocas de
adolescente recuerda su vinculación con grupos anarquistas y comunistas. Recuerda manifestaciones de obreros y
estudiantes cobijados por banderas rojinegras.
Recuerda que la revolución Rusa tenía aún el resplandor romántico y que
los compañeros comunistas terminaron por convencerle (aunque luego haya
manifestado que no compartió los criterios de los "comunistas de
salón" y que "el anarquismo fue más fuerte en su
interior")...Recuerda que huyo de casa y que era, a los 19 años, una
especie de delincuente que luchaba en la clandestinidad contra la dictadura del
general Uriburu. Esa militancia le llevó
a participar en diversos congresos comunistas dentro y fuera de Argentina.
Más tarde cuando
terminó su doctorado en Ciencias Físico-matemáticas, el profesor Houssay,
premio Nobel de Medicina, le concedió una beca que anualmente otorgaba
Un cuartucho en
París, Matilde y su pequeño hijo, la ciencia y el trabajo con la propia Irene
Curie..."Muchos, con perplejidad, me han preguntado cómo es posible que
habiendo hecho el doctorado en ciencias físico-matemáticas, me haya ocupado
luego de cosas tan dispares como las novelas con ficciones demenciales como el
Informe sobre Ciegos, y finalmente, esos cuadros terribles que me surgen del
inconsciente". Sábato no sabe
contestar a esa pregunta. Trabajar en el
Laboratorio Curie era una de las grandes metas a la que podía aspirar un
físico. Y después de llegar a una meta,
solo queda el vacío. Abandonó la ciencia
a principios de la década de los cuarenta.
El mundo de los teoremas quedó ahí, trunco, en plena crisis espiritual.
Entonces tomó
otro camino: el del arte. Empezó a
escribir en la revista Sur, en Teseo, a leer a Huxley, Faulkner, Michaux, a los
clásicos, a Camus (con quién hizo amistad), Green, Thomas Mann. Brevemente habla de sus libros, de su oficio
como escritor, de sus pinturas.
En la segunda
parte del libro, Ernesto Sábato deja a un lado los recuerdos para escribir sus
anotaciones: la reciente película que
vio, el recorte de una noticia curiosa de un diario, las cifras de la pobreza
en el mundo, la mujer sin patria, la preocupación de la guerra de Bosnia, el
drama de los Sin Tierra en el Brasil, la crisis en todas partes, sus conversaciones
con Ciorán sobre estos temas trascendentales..."el mundo marchando hacia
la desintegración, mientras la vida nos observa con los ojos abiertos,
hambrientos de tanta humanidad".
La muerte de su
hijo lo derrumbó. Sábato se define, al
final del libro, como un tipo embriagado de dolor y entre ruinas. Un tipo que, en la soledad de su estudio
escucha el quinteto de Schumann para cuerdas y piano en un atardecer de
1998. Tanta nostalgia le hace caminar un
rato, hasta el Parque Lezama de Buenos Aires.
Se sienta en un banco de la plaza.
Se dice un náufrago. Se confiesa
propenso al pesimismo y a la depresión.
De repente, el abrazo de un niño lustrabotas es como un pacto de
derrotados, pero que llama a la esperanza.
En su último
libro: La resistencia (Seix Barral, 2000, 148 páginas) Sábato plantea que en este tiempo de
globalización hay necesidad de establecer las bases de alguna resistencia que
permita el equilibrio en el nuevo orden que se viene encima. De lo contrario el hombre sucumbirá ante cada
avance, y seguramente moriremos en red, solitarios frente a una máquina que se
esmera en reproducir la vida en la pantalla.
Ernesto Sábato lo sabe muy bien y lo dice con la humildad y claridad que
sólo los años otorgan a los hombres. En
La resistencia, Sábato se esmera en hacer una radiografía sentida de los
tiempos actuales, con nostalgia de cuando una conversación en un café valía más
que un televisor encendido para acaparar la atención y evitar, en última
instancia, que las miradas se crucen y se reconozcan lo que de seres humanos
nos queda.
La resistencia es
una carta escrita sin vanidad alguna. Y
aunque suene a discurso en boca de un predicador barato no hay que olvidar toda
la producción anterior de este escritor.
Así que estamos hablando de alguien que conoce abismos humanos y sabe
describirlos. Estamos hablando de quien
se ha dado el lujo de entrar en depresiones profundas para salir airoso con
toda la fuerza de la vida atrapada en la mirada. "El mundo nada puede contra un hombre
que canta en la miseria", dice Sábato en La resistencia. Nada tiene que hacer el desarrollo salvaje
frente a este caso de fe. Sábato se
refiere a muchos frentes de la vida humana en los momentos actuales pero
siempre su mensaje de dirige a no perder de vista lo esencial: "Quienes se
quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a las mutuales o se ponen
en el bolsillo el dinero de las licitaciones no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción. No se puede llevar a la televisión a sujetos
que han contribuido a la miseria de sus semejantes y tratarlos como señores
delante de los niños.
Del Internet, del
tiempo libre, de relaciones humanas, de los afanes que mueven el mundo; temas
que salen a la luz en La Resistencia con suavidad de quien habla desde el amor
a sus semejantes y no desde la vanidad de un nombre de letras de molde. Sábato está lejos de envanecerse por mirar su
nombre en las librerías o en los diarios nacionales. De hecho se despoja de todos sus atributos
literarios para que su "carta", como él mismo se refiere a este
libro, no empantane entre figuras retóricas o giros inteligentísimos. La Resistencia está escrita para todo el
mundo y en lenguaje sencillo y elemental.
Para advertirnos como en los siglos XVIII y XIX la dignidad de la
especie estuvo cifrada en los adelantos tecnológicos, pero en este siglo que
ahora muere, la tecnología se encargo de quitarnos la inocencia. Pese a todo Sábato señala que: "no
podemos hablar del hombre como si fuera un ángel, y no debemos hacerlo. Pero tampoco como si fuera una bestia, porque
el hombre es capaz de las peores atrocidades, pero también capaz de los más
grandes y puros heroísmos".
Para quienes no
leyeron nunca a Sábato. Antes del Fin y
La Resistencia es una forma de acercarse a un hombre y una obra quijotesca, a
un espíritu combativo. Para aquellos que
leímos El Túnel con ansiedad, que seguimos en medio de dolorosas reflexiones
los párrafos de los ensayos como Uno y el Universo, Hombres y Engranajes,
Heterodoxia o El escritor y sus Fantasmas, que nos sumergimos en el complejo y
terrible mundo de Sobre Héroes y Tumbas, que quedamos asombrados con su novela
profética Abaddón el Exterminador, donde se vaticinaba el subyugamiento de las
fuerzas del mal y el derrumbe de la civilización contemporánea. Que disfrutamos maravillados de su libro de
conversaciones con Carlos Catania: Entre la letra y la sangre o el libro de
Diálogos con Borges. Antes del Fin y La
resistencia son dos libros obligatorios y necesarios para el hombre y la mujer
de hoy.
Un sábado 30 de
abril del 2011, me encontraba en San José Costa Rica, un mes y medio antes de cumplir los 100 años,
nos dejó este ilustre escritor. Varios amigos sabiendo lo importante que ha
sido para mí su obra y su vida me llamaron para darme sus condolencias. Y como adelantándose a ese momento escribió estas palabras en la
última página de La Resistencia. “Pero
ahora que la muerte está vecina, su cercanía me ha irradiado una comprensión
que nunca tuve; en este atardecer de verano, la historia de lo vivido esta
delante de mí, como si yaciera en mis manos, y hay horas en que los tiempos que
creí malgastados tienen más luz que otros, que pensé sublimes.”