viernes, 10 de mayo de 2013


El llamado interior


Me fui de la ciudad respondiendo a un llamado que se hacía más nítido cada vez que me encontraba en la naturaleza.
Parecieron ser razones externas y una suerte de casualidad lo que me permitió concretar el movimiento hacia las sierras. Sin embargo, a la distancia se ve que el viaje fue emprendido por razones que hoy siento muy distintas.
Fue un pedido interno lo que me instó a alejarme de la vida urbana para responder a algo más verdadero que buscaba su espacio en mí. Intuitivamente, sabía que la escala de valores y el sistema de creencias colectivo en el que estaba inmersa interfería con ese propósito.
A pesar de la incertidumbre que me generaba cambiar el entorno conocido por uno nuevo, pude ir desidentificándome de los personajes que conocía de mí misma para permitirme ampliar el abanico de posibilidades de los juegos disponibles.
La oportunidad de trabajar la tierra, de preparar medicinas con las plantas del monte, de hilar y tejer, de cantar, de construir, de hacer pan, de compartir experiencias y trabajos en común unión con otros, de aprender otras formas de relacionarse, otras maneras de acompañar a los niños y a los ancianos, entre tantas otras cosas; todo eso sigue develándose como herramientas y pistas para continuar conociéndome y descubriendo lo que Yo Soy, como parte inseparable de todo lo que Es.
Cuando uno ve correr el agua que bebe, cuando alimenta el fuego que lo calienta, cuando camina descalzo en la tierra que nutre los frutos y huele el aire que acaban de exhalar los árboles, se hace evidente que todo está entretejido y que no hay gesto que hagamos que no se perciba en el resto de la urdimbre. Se hace evidente que "no existe un punto preciso donde termine nuestro cuerpo y comience el de la Tierra". Estamos inmersos en las mismas mareas cíclicas y cósmicas que todos los demás seres: es fácil sentirlo y afinarse con esa sinfonía sin principio ni final.
Alzar la mirada para ver lo que está diciendo el universo alrededor nuestro es algo que la vida en la naturaleza nos va dando, así como el recogimiento necesario para escuchar la voz del corazón. El afuera y el adentro se deslimitan.
El silencio de la naturaleza nos ayuda a recordarnos parte de este juego ilimitado y a ampliar nuestra percepción para que otras realidades tengan lugar. .

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