lunes, 26 de julio de 2021

En el natalicio 238 de Simón Bolívar

                                                                                 


 

EL GENERAL EN SU LABERINTO UNA NOVELA ENTRE LA HISTORIA Y LA FICCIÓN

Víctor Rey

Acabo de terminar de leer la obra de García Márquez “El general en su laberinto”, justo el 17 de diciembre del 2018, es decir en el aniversario 188 de su muerte acaecida en el año 1830 en Santa Marta. Me demoré casi un año en leerla ya que lo hice lentamente disfrutando su lectura y aprendiendo de la vida de Simón Bolívar, ya que no tenía muchas noticias al respecto.  Esta novela que está en el cruce de la historia y la ficción es la obra posterior a “El amor en los tiempos del cólera” y la más alejada del registro real mágico que caracterizó a la producción de Gabriel García Márquez desde la década de 1960 hasta 1989 año de la publicación.  En “El general en su laberinto”, García Márquez se desprende de una buena parte de los artilugios estilísticos que acuñó en obras como “Cien años de soledad” y “El amor en los tiempos del cólera” para ofrecer un retrato descarnado de los últimos meses de vida del Libertador Simón Bolívar. Esta prosopografía del Libertador, en términos estilísticos, está emparentada con la economía de recursos que utilizó en “La hojarasca”, cerrando así un ciclo vital de escritura en el que García Márquez desplegó su talento como narrador para entregar obras a la altura del denominado canon occidental.

“El general en su laberinto” resalta el desconsuelo del Libertador por el naufragio de la empresa a la que consagró su vida, a saber: la unidad del continente desde el Río Grande hasta Patagonia. Las conjuras y consejas que concluyen con la muerte de su sucesor espiritual, Antonio José de Sucre, son ambientadas en medio de las fiebres tuberculosas que asaltan a Bolívar en su último viaje por champán a lo largo del río Magdalena y los hospedajes que habitó en Cartagena y Santa Marta. García Márquez, quien invirtió más de tres años en la novela, realizó una investigación minuciosa del contexto histórico del Libertador, pero, tal como lo afirmó en el prólogo, su interés radicó en narrar la travesía del Libertador por el Magdalena.  Así, la preocupación no era solamente histórica sino también estética ya que García Márquez utiliza al río para construir un retrato de época en las dos novelas que corresponden a la década de 1980: “El amor en los tiempos del cólera” y “El general en su laberinto”.

Como se ha mencionado, “El general en su laberinto” es una producción inusual en la obra de García Márquez. Por un lado, hay un desprendimiento de los recursos del realismo mágico para centrar el estilo en el retrato descarnado del Libertador Simón Bolívar; por otro, hay una elaboración consistente del río Magdalena en el campo de la construcción de un retrato veraz de la época, no exento de la utilización de recursos poéticos que vivifican la presencia natural del río como un personaje que acompaña al Libertador en pos de un buque que lo saque a Europa o, en su defecto, que lo conduzca hacia su última morada, cuando aún considera que puede liderar la toma de Riohacha y reiniciar la unidad del territorio de la América Grande —comprendido entre el Río Bravo y la Patagonia— en crisis por la acción política de las grandes familias beneficiadas por el caos institucional en los países colombinos.

El uso de la prosopografía por parte de García Márquez es particular en El general ya que parece competir con la iconografía heroica que ha sido construida en torno a la figura del Libertador en casi doscientos años. En cierta forma, desmitifica al personaje de la cartilla para transformarlo en un ser humano, presa de fiebres tuberculosas pero dispuesto a entregar los restos de salud para rescatar la idea de la unidad del continente. Esta vulnerabilidad que provocaba fiebres, delirio y enajenación a Bolívar es el efecto que logra García Márquez para mostrarnos, a manera de deícticos, pasajes e impresiones de la vida de Bolívar que el autor rescata de archivos o de investigaciones coordinadas con estudiosos amigos —a los que tuvo bien retribuir en los agradecimientos finales del libro—. Así, el lector descubre la malquerencia entre Bolívar y Santander cuyo culmen se presenta en la conspiración septembrina, pero que venía sembrándose desde antes cuando Bolívar pondera los esfuerzos de los políticos venezolanos para apoyar los esfuerzos del Congreso de Angostura; también conoce de primera mano el carácter diplomático del mariscal Sucre, quien desiste a la grandeza de ser el unificador del territorio que había libertado Bolívar para dedicarse a retribuir al amor de su esposa y su hija; los odios que surgen por las rivalidades entre egos, promovidos por el mismo Bolívar, como el caso del citado Sucre y Urdaneta. La fuerza de los retratos psicológicos que García Márquez intercala a lo largo de la travesía del río introduce la acción narrativa en la obra. Acá es importante la fuerza de la introspección ejercida por un narrador omnisciente que utiliza los recursos de la tercera persona gramatical para descubrir estos casos de historia menuda que no son abordados por la historia oficial. De hecho, la ficción novelesca basa toda su potencia en este recurso. En ese sentido, García Márquez transforma las funciones del narrador omnisciente al utilizar los recursos de interiorización para hacer decir discursos a los personajes que un lector desprevenido podría considerar ciertos. Caso paradigmático son las últimas palabras del Libertador:

“¿Qué es esto?… ¿Estaré tan malo para que se me hable de testamento y de confesarme?… ¡Cómo saldré yo de este laberinto!” Que devienen en: “Carajos”, suspiró. “¡Cómo voy a salir de este laberinto!”

La suerte de Manuela, la Libertadora del Libertador, signada por lo trágico, adquiere un valor poético que la historia tradicional condensa en unas cuantas líneas, despojando de valor vivencial los actos que marcaron a una vida. Aunque las cartas están marcadas, los destinos que narra García Márquez encuentran una trascendencia que pareciera haber sido negada por la historia. El lector recorre estas “vidas cruzadas” mientras que asiste al deterioro de la figura de Bolívar, a quien le llegan señales de su decadencia a través de rumores o de noticias emitidas por los más cercanos.

“Una tarde, mientras el general yacía en el sopor de la fiebre, alguien en la terraza despotricaba a voz en cuello por el abusos de cobrar doce pesos con veintitrés centavos por media docena de tablas, doscientos veinticinco clavos, seiscientas tachuelas corrientes, cincuenta de las doradas, diez varas de madapolán, diez varas de cinta de manila y seis varas de cinta negra.”

José Palacios, el sirviente que dirá “lo justo es morirnos juntos” cuando el general le otorgue una cláusula irrevocable e irrenunciable de ocho mil pesos, es la voz que da el contratiempo al declive de Bolívar. Más adelante, cuando su destino, signado por el alcohol, concluya, García Márquez dejará a los lectores en el flujo del narrador omnisciente para llegar hasta la nada.

“De hecho fue así, pues manejó tan mal sus dineros como el general manejaba los suyos. A la muerte de éste se quedó en Cartagena de Indias a merced de la caridad pública, probó el alcohol para ahogar los recuerdos y sucumbió a sus complacencias. Murió a la edad de setenta y seis años, revolcándose en el lodo de los tormentos del delirium tremens, en un antro de mendigos licenciados del ejército libertador.”

La personificación de Palacios, tan distinguido y más presto a la confusión del pueblo que lo veía como el Libertador, es otro acierto narrativo de García Márquez. Palacios es trasunto de Bolívar en un plano de idealización subjetiva:

“Lo raro es que desde anoche no volvimos a tener fiebre […] ¿Qué tal si el curandero fuera mágico de verdad?”

Aunque la novela abarca una parte de dicha historia que, como lo asegura García Márquez, ha sido poco testimoniada, no es una recreación en regla de la época ni tampoco es una novela histórica. Es un artefacto de ficción que utiliza momentos históricos para cumplir con el cometido de narrar los últimos meses de Simón Bolívar, sus desengaños, amores, y su periplo vital, apoyado en los recursos descritos a lo largo de estas anotaciones.

El recurso del narrador omnisciente, característico en la obra de García Márquez, despliega en “El general en su laberinto”, un viaje a la conciencia moribunda de Simón Bolívar que empata con procedimientos realizados en novelas como “La hojarasca”.

miércoles, 21 de julio de 2021

En el aniversario 74 del guitarrista Carlos Santana

                                                                                   


CARLOS SANTANA Y SU ESPIRITUALIDAD

 

 

“Soy un músico por intercesión divina.  Solo a él rindo cuentas.  Soy un ángel enviado para hacer bailar a la gente.  Si no se tiene un contrato personal con Dios, no se puede tocar”.

(Carlos Santana)

 

 

Víctor Rey

 

El mismo día en que la primera mujer en Chile asumía la presidencia de la República, Carlos Santana y su Banda, ofrecían su segundo concierto en Santiago, en el velódromo del Estadio Nacional.  Por supuesto dedicó ese concierto a Michelle Bachelet y dijo: “Hoy todos los ojos del mundo están puestos en Chile, ya que ha comenzado a encenderse una luz.  Ustedes han elegido todo lo contrario a Bush”.  Pude estar presente ese sábado 11 de marzo del 2006 disfrutando de su música que nos trajo nostalgia de nuestra adolescencia, pero también comprobar la vigencia de su música y mensaje para las nuevas generaciones.  El miércoles 25 de febrero del 2009 se presentó por tercera vez en Chile, esta vez en el marco de los 50 años del Festival de la Canción de Viña del Mar.  En esta oportunidad asistí con unos amigos y mi hijo Felipe y a quién le encanta la música donde se fusiona el rock con la lo autóctono de América Latina y Africa.

 

En 1969, se realizó en Estados Unidos un festival de música que duró tres días.  Fue el famoso Woodstock.  En ese festival el grupo de Santana se destacó por la interpretación de su famosa "Sacrifice Soul".  Eran los tiempos de los “hippies”, de “hacer el amor y no la guerra” y de “prohibido prohibir”.   Más tarde apareció la película que mostraba las escenas de ese festival y los diversos músicos que participaron.  Entre ellos destacaba un grupo que estaba compuesto en su mayoría por latinoamericanos que combinaban las guitarras eléctricas, la batería, las congas, el rock con ritmo latinos.  Esa mezcla cautivó a los jóvenes de ese tiempo, como la ha vuelto a hacer nuevamente después de treinta años con “Supernatural” y “Shaman”.  Sobre ese tiempo el mismo Santana dijo: “La época de los 60 ha sido la más importante de este siglo porque nos enseñó a realizar una revolución sin violencia, con el alma”.  

 

Carlos Santana nació el 20 de julio de 1947,  en un pueblo de Jalisco (México), llamado Autlàn de Navarro.  Sus padres, José y Josefa tuvieron siete hijos, siendo Carlos el del medio.  Se crío dentro de una familia donde se respiraba y se comía música.  El padre era un músico respetado y queridos por todos.  Siempre  era el eje musical de bodas y bautizos, momentos esenciales de la vida mexicana junto con los ritos de la muerte.

 

José Santana, tocaba en bares y pequeñas orquestas hasta que formo una banda, llamada “Los Cardenales”, para interpretar mejor las canciones de la época.  El tocaba el violín, sacándoles notas que parecían voces humanas y esto lo transmitió a su hijo Carlos.

 

En los años cincuenta se puso de moda al norte del país, cerca de la frontera con Estados Unidos, la ciudad de Tijuana.  Era el boom turístico de la época.  Josefa, la madre, creyó que Tijuana era parte del otro país al que admiraba y animó a su marido a trasladarse a aquel pueblo próspero y distinto.  En 1954 José Santana y Los Cardenales se asentaron en aquel lugar, y ella con sus siete hijos le siguieron un año después.

 

Lo espiritual en Santana siempre ha estado presente.  No ha llegado al cielo interpretativo solamente por poseer una magnífica técnica y una energía desbordante.  Hay algo más.  Posiblemente algo escondido en su alma que es lo que le ha hecho distinto.  Cuando era muy joven, en Tijuana, ya se mezclaba de lleno en los ambientes más pobres para conocer de primera mano la desdicha de sus paisanos.  En aquella época no era una estrella millonaria y sólo podía ofrecer su música y su comprensión para aliviar la tristeza de aquella gente sin pedir nada a cambio.

 

El perdón ha sido su norma de vida.  Siempre ha comprendido a los que lo han traicionado, estafado o puesto zancadillas cuando veían que su fama iba en aumento.  Esta sensibilidad espiritual ya se hizo notar en su disco “Abraxas” del año 70 que, a pesar del éxito con “Supernatural” (1999), puede que sea la cumbre de su genialidad.  “Abraxas” es la bandera del éxito de Carlos Santana y de este otro estilo diferente de la banda de Santana.  La suavidad de sus notas nunca ha podido llegar a ser imitadas por nadie.

 

En una entrevista concedida al diario La Tercera en 2002 dijo: “Recuerdo a Chile y tengo palabras especiales para referirme a este país.  Tocamos en un parque (Intercomunal de la Reina), dos días después de Guns n’ Roses.  Fueron casi 90 mil personas y era la primera vez.  Eso llegó mucho a mi corazón.  Quisiera regresar, si me invitan, y ofrecer un concierto especial para las familias de los detenidos desaparecidos.  Así, ofrecerles una música para invitarles y decirles que lo que uno pierde en la Tierra, lo gana Dios en el cielo”.     Luego agregó: “No creo en las religiones, creo en ritmo espiritual.  Es el bien más alto para la gente, la vida, el planeta”.  Y concluye: “No hago lo que me da la gana, hago lo que me dice Dios y si El me dice que trabaje con gente, eso es lo que hago”.

 

El vive en una finca con su familia y ha creado otro lugar que llama La Iglesia.  En esta segunda construcción es donde medita y habla con sus ídolos;  Jimmy Hendrix o Miles Davis.  Aquí también conversa con su ángel particular, la abstracción, Metraton, con quien discute los problemas cotidianos y pide ayuda para solucionar las desdichas de los jóvenes que acuden a él en busca de ayuda. 

 

La espiritualidad de Carlos Santana se está haciendo notar ahora con inquietudes políticas.  El Movimiento Chicano, una especie de agrupación más que un partido político, está ocupando áreas en la vida norteamericana nunca hasta ahora conseguidas.  Los chicanos ya son muchos millones de personas que forman otra comunidad aunque siguen marginados.  El racismo es cruel y no admite las realidades.  Al respecto ha dicho: “Cuando las condiciones de vida de los chicanos en Estados Unidos respondan a una comunicación humana, muchos chicanos volverán a México”.

 

Los mexicanos, igual que otros latinos, que viven en USA, van creando una conciencia y con su innegable poder económico y su gran variedad de personas importantes, especialmente artistas, van intentando ocupar su merecido lugar en la sociedad.  Santana ha entrado a formar parte de ese grupo redentor de una cultura antigua.  Junto a Moctezuma Esparza, Treviño y otros  artistas han creado el movimiento “Chicanos 90”.  También ocupa sus energías para trabajar en causas de justicia, paz  y libertad con personas como Desmon Tutu, Nelson Mandela y Harry Belafonte.

 

Esperemos que el sentido común de Santana y sus Chicanos 90 no pequen de inocentes.  Tienen un alma desconocida para los grandes financieros.  Ellos tienen la fuerza del arte, de la música, del incipiente cine chicano y de la pintura.  Estas armas en manos de seres geniales son la gran sorpresa que pueden emplear para atacar el gran poder.

 

El arte llega a las almas de todas las razas y une mentes y religiones.

 

Es posible que Santana con un solo de guitarra, un prolongado sostenido de sus cuerdas sublimes gane más voluntades que los dólares y las tarjetas de crédito.

 

Guitarrista dueño de un sonido único y quizás de los más reconocibles del rock, relacionado íntimamente con lo espiritual y pionero en la fusión del rock con los ritmos latinos, este músico inagotable lleva más de cuatro décadas creando música original y energética.   Pocos músicos y en especial guitarristas han sido y serán tan influyentes, inspiradores y transmisores de una energía tan pura como Carlos Santana.

lunes, 19 de julio de 2021

En los 123 años de su nacimiento y los 42 de su fallecimiento

                                                                                                                                                           

                                                                         


 

                         HERBERT MARCUSE, UN FILOSOFO PARA ESTE TIEMPO

 Víctor Rey

 

“Leer a Marcuse es acceder a la imaginación crítica”

(R. Laureillard)

 

En el año 1973, cuando comencé mis estudios de filosofía en la Universidad de Concepción en el sur de Chile, circulaba entre un grupo de amigos dos libros que de algún modo eran considerados heterodoxos entre el pensamiento oficial del marxismo de ese tiempo, estos eran:  “El Hombre Unidimensional” y “Eros y Civilización”.  Conversábamos acerca de las revueltas estudiantiles en las universidades norteamericanas y europeas, sobre todo del “Mayo Francés de 1968”, y la influencia de su pensamiento en esos movimientos.  También se hablaba del “poder estudiantil” y de la fuerza que tenía en Europa y en Estados Unidos.  Por supuesto que nos sentimos atraídos por estos sucesos y por estos libros.  ¿Qué era el “poder estudiantil”?  Era el nombre que le daban los jóvenes norteamericanos al movimiento que empujaba a los adolescentes de todas las universidades del mundo a impugnar en sus propios fundamentos la sociedad que los rodeaba.  ¿Qué tenían en común?  Por lo menos dos cosas: eran jóvenes y rechazaban la sociedad de sus mayores.  ¿Qué deseaban?  Actuar de manera que la universidad no fuera más el bastión del conservadurismo, sino el foco de un nuevo radicalismo revolucionario.  Teníamos pocos años para cambiar el mundo: no se es estudiante por mucho tiempo.  Estábamos apurados.

 

Para comprender la virulencia de este rechazo, es necesario conocer a un autor que gran parte de los estudiantes más politizados reivindicaban para sí: el filósofo germanonorteamericano Herbert Marcuse.

 

¿Quién fue Herbert Marcuse?  Un hombre de un metro ochenta centímetros.  En California donde vivió fue conocido en primer lugar por su amor a la naturaleza y a los animales (fue miembro de zoológico de San Diego), por su horror al ruido, por su felicidad matrimonial (estuvo casado con su esposa Inge por 41 años), por su conocimientos de los idiomas (hablaba correctamente el alemán, su lengua natal, el inglés, su lengua de adopción, el francés y el ruso, comprendía el italiano y el español). 

 

Nacido en Berlín en 1898, y muerto en Estados Unidos en 1979, Herbert Marcuse perteneció a la inteligencia centroeuropea que sufrió, en carne propia o muy de cerca, los trastornos configuradores de la historia europea primero, y la historia mundial después.  De familia judía, vivió a sus veinte años la gran esperanza y el ulterior desengaño del fracaso de la revolución alemana.  Especialista en Hegel, reconoce posteriormente en su obra dos maestros con los cuales mantuvo siempre una provechosa discusión intelectual: Marx y Freud.  Después de unos años de quietud y trabajo-Marcuse abandonó la política activa tras el asesinato, en 1919, de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht-, en 1933 la subida al poder de Hitler lo fuerza a dejar su país y a establecerse, por poco tiempo, en Suiza y en Francia.  Finalmente algunas estancias como “profesor visitante” en universidades norteamericanas, fija su residencia en los Estados Unidos, donde ocupó varias cátedras.  Trabajo en el Instituto Ruso de Columbia y en el Centro de Investigación de Estudios sobre Rusia de Harvard, donde enseñó ciencias políticas y también enseñó filosofía política en la Universidad de California.  El enfrentamiento con la sociedad industrial norteamericana acabó de configurar sus intereses intelectuales, iniciados temáticamente –aparte los estudios sobre Hegel- con una colaboración al libro que se publicó en 1936 bajo la dirección de Max Horkheimer y con la intervención también de Theodor W. Adorno, titulado “Estudios sobre la autoridad y la familia”.  En efecto, si el tema central de la no-libertad en los hombres y las sociedades, especialmente en la sociedad, especialmente en la sociedad industrial avanzada.

 

El discurso de Marcuse es, pues coherente con su biografía y con la historia.  Probablemente por esta misma razón, fue apasionado y polémico, incisivo y provocativo.  El público lector tiene la posibilidad de descubrir que la obra de Marcuse le aporta una gran cantidad de sugerencias y planteamientos que, más que específicamente nuevos, resultan profundamente adecuados al momento histórico que estamos viviendo.

 

El núcleo central de la obra de Marcuse quedó constituido por la meditación sobre el pensamiento de sus tres grandes maestros- Hegel, Marx y Freud-, representada por los cuatro grandes libros de su época americana:  “Razón y Revolución” (1941), que lleva el subtítulo “Hegel y la aparición de la teoría social”, donde se configuran por vez primera, en un cuadro orgánico, las bases del pensamiento del autor; “Eros y Civilización” (1955), cuyo subtítulo es “Investigación filosófica sobre Freud”, su libro más original y creador y, a la vez con toda probabilidad, el más hondamente arraigado en Marx entre todos sus libros; “El Marxismo Soviético” (1958), crítica de la civilización totalitaria soviética y denuncia de la traición al pensamiento de Marx; y, finalmente, “El Hombre Unidimensional” (1964), con su subtítulo suficientemente esclarecedor: “Estudios sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada”.

 

Marcuse comenzó sus estudios universitarios de filosofía en Berlín y se licenció en la Universidad de Friburgo, en 1921.  En Friburgo conoció a Heidegger, quien por un tiempo influyó sobre él, guiándolo, a través de las corrientes de la época (neokantismo de Marburgo, fenomenología de Husserl, Dilthey, Simmel, etc.), hacia su orientación particular, o sea, las primeras formulaciones del existencialismo.  Pronto, sin embargo, Marcuse se desprendió de la influencia de Heidegger, y se sintió tentado por la problemática sociológica según el planteamiento de Max Weber.  Pero la obra que más influyó en su pensamiento inicial –y no solamente sobre él, sino en toda una generación- fue “Historia y conciencia de clase” (1923) de George Lukács, que lo indujo a trabajar sobre la base de la tradición hegeliana-marxista y más específicamente, sobre el pensamiento de Hegel, que se convirtió en “su” filósofo.

 

La obra de Marcuse es cuestionable, porqué en su esencia y por voluntad es una obra abierta, una sugerencia y un estímulo – más que una doctrina- que reclaman el diálogo y la discusión, la imaginación y la libertad, en la lucha contra el establishment y el sistema, contra la burocracia y el dogma, y contra la civilización represiva.  El discurso de Marcuse habla a favor de la libertad y de la felicidad, y hace falta no confundir la crítica intelectual que se le dirige desde el mismo punto de vista con la crítica cuyo objetivo es precisamente, perpetuar el sistema represivo contra el cual se alzó Marcuse.

 

Pensador reactivo, o sea, que obedece casi siempre a estímulos externos, Marcuse cuenta, entre sus contribuciones originales, la de haber sabido complementar –enlazándolos estrechamente –los pensamientos de Marx  y de Freud como no lo habían logrado otros pensadores amigos suyos de la “Escuela Filosófica de Frankfurt”, y el haber sabido también presentarlos sugestivamente es sus aspectos a la vez más auténticos y actuales, o sea, por la vertiente más revolucionaria y –si así se prefiere- más creadoramente libre de su espíritu.

lunes, 12 de julio de 2021

En el cumpleaños 73 de Rubén Blades

                                                                                       


  

RUBÉN BLADES: SIEMBRA, CAMINANDO, ADÍOS Y GRACIAS

Víctor Rey

 

Cuando en 1988 estaba estudiando Ciencias Sociales en ILADES (Instituto Latinoamericano de Desarrollo y Estudios Sociales), antecedente de lo que es hoy la Universidad Alberto Hurtado, una compañera de curso me regalo un cassette de Rubén Blades junto a Willie Colón. El nombre: “Siembra”.  Este fue mi primer encuentro con la salsa. Ahí supe que a este tipo de salsa la llamaban “salsa intelectual”.   Con el tiempo supe que fue uno de los discos más vendido y ayudó a renovar este tipo de música.  Realmente me encantó y descubrí las riquezas de las letras y de alguna manera deje mis prejuicios sobre esta música.  Más adelante cuando me encontraba en Bélgica estudiando Comunicación Social este cassette con otros que lleve me acompañaron y me traían los sones de la música de latinoamericana.  Con mi hija que en esos tiempos era una niña, ensayábamos algunos pases de salsa y nos divertíamos mucho.  Luego conocí su producción posterior y realmente he dado gracias por la riqueza de su música y sus letras que han aportado para tener más justicia, paz, alegría, esperanza y verdad en América Latina.  Especialmente su álbum: “Buscando América”.  Donde los temas. Decisiones, Desapariciones, Buscando América, El Padre Antonio y el monaguillo Andrés, Todos vuelven,  Caminos verdes y GDBD, en muchas partes fueron prohibidos como fue el caso de Chile, cuando vivíamos en dictadura.

He visitado varias veces la Ciudad de Panamá y desde la primera vez que me mostraron la casa de Rubén Blades en el casco antiguo de esa hermosa ciudad toco el timbre o llamo a la puerta.  Una vez me dijeron que el sr. Rubén Blades no estaba, que estaba de viaje.  Espero en la próxima tener la posibilidad de encontrarlo.

El sábado 29 de octubre del 2016 se presentó en Chile, en el Movistar Arena del Parque O´Higgins de Santiago.  Era parte de su último concierto de despedida. Su concierto se tituló: “Caminando, Adiós y Gracias.”  Con unos amigos y amigas, asistimos a este concierto que fue casi un acto religioso.  Me llamo la atención la cantidad de gente que llegó y también la diversidad intercultural, que con su bandera y gritos se hicieron notar. 

 “No es el final, al contrario, es el inicio de otra dirección para mí y creo que el público lo entenderá mejor musicalmente, cuando aparezcan las nuevas producciones en las cuáles estoy trabajando”, dijo Blades en un momento de su concierto.

Por ahora se imagina un futuro igual de brillante que la trayectoria que le precede y está planeando un álbum de boleros con el grupo costarricense Editus.

La lista de sueños, planes y proyectos musicales es larga y es por eso que Blades insiste que esta gira no marca el final de una historia si no de un capítulo, un capítulo muy feliz y por el cual dice no tener las palabras suficientes para expresar su agradecimiento al público.

Aún así durante su carrera, que ha abarcado más de cuatro décadas, no todo ha sido felicidad y momentos dulces. La controversia también ha tenido un lugar especial en diferentes épocas de su vida.

El compositor de canciones tan famosas como Maestra Vida y Pedro Navaja ha alzado su voz en varias ocasiones para discutir temas políticos, ha escrito canciones con mensajes de índole social y político tal como Tiburón y hasta sirvió a su país como ministro de Turismo durante el gobierno de Martín Torrijos (2004-2009). En el 1994 se postuló para la presidencia de su país y a pesar de no haber ganado se rumora que se postulará nuevamente en el 2019.

Pero Blades, que también es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad de Panamá, y se graduó de la prestigiosa Universidad Harvard con un título en leyes internacionales, nunca ha permitido que la polémica lo afecte.

 “La figura pública siempre estará expuesta a críticas y calumnias. En mi tiempo, criticar dictaduras civiles o militares y los errores en la política de los Estados Unidos me causó dificultades, especialmente en ciertos lugares como la Florida”.

Y a pesar de que recuerda una época cuando fue “prohibido en Miami y en la Habana” dice estar feliz, en paz, sin odio a nadie, sin envidia, con Dios, con todos los que lo conocen y lo quieren y con el corazón rebosante con agradecimiento.

“Sé que he tenido más suerte que muchos y que debo recordarlo y agradecerlo y es lo que me sobra”, dijo Blades reflexionando sobre la fecha de lanzamiento de su primer álbum, el año 1969.

“La música popular narra la vida de la urbe, de la gente que la habita, esa fue mi dirección desde mis inicios y siempre traté de contar las historias de todos y para todos, soy un periodista, un cronista como una vez dijera el Gabo (Gabriel García Márquez), trato de escribir con honestidad sobre cosas que otros soslayan y desde la esquina comenté sobre la ciudad, el país y el mundo”.

Rubén Blades tiene 73 años y buena salud.  Así que tendremos “salsa intelectual” por mucho tiempo y quizás tendremos un presidente poeta, salsero, culto y comprometido con las grandes causas de la Humanidad en Panamá y América Latina.  Enhorabuena y afortunado el pueblo de Panamá.  Y como dice una de sus canciones: “Con fe, siembra y siembra y tu verás, con mucha conciencia.”, “Usa la conciencia para construir un mundo mejor”.

martes, 6 de julio de 2021

En el cumpleaños 86 del Dalai Lama

                                                                               


 

El Dalai Lama agente de paz y de la no violencia

Víctor Rey


Un 5 de mayo del 2006, tuve la oportunidad de conocer al Dalai Lama, con motivo de una visita que  realizó a Chile.  Una de sus actividades fue un encuentro interreligioso en el Centro de Extensión de la Universidad Católica en Santiago.  En esa oportunidad hizo énfasis en la importancia del diálogo interreligioso para lograr la paz y también del papel que tiene las religiones y las espiritualidades en esta tarea.  Cuando alguien le preguntó cuál era su religión, el Dalai Lama dijo que era la bondad.  Ese encuentro para mí ha sido una de las experiencias más ricas de convivencia interreligiosa y me dio mucha esperanza de que la paz era posible.

El Decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, es el jefe de estado temporal y líder espiritual del pueblo tibetano. Nació el 6 de julio de 1935, en una pequeña villa llamada Taktser situada en el noreste de Tíbet, y fue llamado Lhamo Dhondup.  Nacido en una familia campesina, fue reconocido a los 2 años de edad, de acuerdo con la tradición tibetana, como la reencarnación de su predecesor el 13º Dalai Lama, es una encarnación de Avalokitesvara, el Buda de la Compasión.

El Dalai Lama empezó su educación a los 6 años y terminó el grado Geshe Lharampa (Doctorado en Filosofía Budista) a los 25 años de edad, en 1959.  (A los 24 años, rindió los exámenes preliminares en cada una de las tres Universidades Monacales.  El examen final tuvo lugar en el Templo en el Gran Festival de Oración, que se realiza el primer mes de cada año, según el calendario tibetano.  Por la mañana fue examinado por 30 eruditos en lógica; por la tarde, debatió con 15 expertos sobre la Vía Media, y al final de la tarde, 35 entendidos  pusieron a prueba su conocimiento sobre el canon de la disciplina monástica y el estudio de la metafísica.  El Dalai Lama aprobó el examen con honores, y éste fue realizado ante la presencia de 20.000 estudiantes monásticos. Además de los temas budistas, él estudió inglés ciencias, geografía y matemáticas.

El 17 de noviembre de 1950, fue llamado a asumir el completo poder político (Jefe de Estado y Gobierno) cuando Tíbet fue amenazado por el poder de China.  En 1954, viajó a Beijing para sostener conversaciones de paz con Mao Tse-tung y otros líderes chinos, incluyendo Chou En-Lai y Deng Xiaoping.  En 1956, mientras visitaba India para atender el 2500º Aniversario del nacimiento del Buda, tuvo una serie de encuentros con el Primer Ministro Nehru y el Premier Chou acerca de las deterioradas condiciones en Tíbet.

Sus esfuerzos por lograr una solución pacífica al conflicto sino-tibetano se vieron frustrados por la cruel política de Beijing en el este de Tíbet, la cual provocó un levantamiento popular. Este movimiento de resistencia se extendió hacia otras partes del país, y el 10 de marzo de 1959, la capital de Tíbet, Lhasa, explotó con la mayor manifestación de toda la historia de Tíbet, llamando a China a abandonar el Tíbet y reafirmando la independencia de éste. Escapó hacia India donde le fue dado asilo político; alrededor de 80.000 refugiados tibetanos siguieron Al Dalai Lama hacia el exilio.  Actualmente hay más de 120.000 refugiados en India, Nepal, Bután y Occidente. Desde  1960, reside en Dharamsala, una pequeña ciudad en el norte de India, conocida como la “Pequeña Lhasa,” siendo la base del Gobierno Tibetano en el exilio.

En 1963, promulgó una constitución democrática, basada en los principios budistas y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como modelo para un futuro Tíbet libre. Desde entonces, ha sido el defensor más riguroso del propio experimento democrático de los refugiados, mientras que consistentemente reafirma su deseo de no mantener ningún cargo político una vez que Tíbet recupere su independencia.  El continúa presentando nuevas iniciativas para resolver el tema de Tíbet.

El Dalai Lama tuvo un encuentro con el Papa Pablo VI en el Vaticano el año 1973, y con el Papa Juan Pablo II en el Vaticano en 1980, 1982, 1986, 1988 y 1990.  En una conferencia de prensa en Roma, el Dalai Lama subrayó sus esperanzas de reunirse con Juan Pablo II: “Vivimos en un período de gran crisis.  No es posible encontrar la paz sin seguridad y armonía entre los pueblos. Por esta razón, albergo fe y esperanza por mi encuentro con el Santo Padre, para un intercambio de ideas y sentimientos, y sus sugerencias, para abrir la puerta a una progresiva pacificación entre las personas.”

Además en 1981, tuvo oportunidad de dialogar con el Arzobispo de Canterbury, Dr. Robert Runcie, y con otros líderes de la Iglesia Anglicana en Londres. También sostuvo encuentros con líderes de las comunidades Católica Romana y Judía, y habló en un servicio interreligioso realizado en su honor por el Congreso Mundial de Religiones.  En octubre de 1989, durante un diálogo con ocho rabinos y eruditos de los Estados Unidos en Dharamsala, India, el Dalai Lama enfatizó: “Cuando nos volvimos refugiados, sabíamos que nuestra lucha no sería fácil; tomaría largo tiempo, generaciones.  A menudo nos referíamos a los judíos, cómo mantuvieron su identidad y fe a pesar de la dificultad y tanto sufrimiento.  Y, cuando las condiciones externas estuvieron maduras, ellos estaban listos para reconstruir su nación.  Entonces, como ven, hay muchas cosas que aprender de nuestros hermanos y hermanas judíos”.

Sus charlas en otros foros se enfocaron en la comunión de creencias y la necesidad de unidad entre las distintas religiones: “Siempre he creído que es mucho mejor el tener una variedad de religiones, una variedad de filosofías, que una única religión filosófica.  Esto es necesario dadas las diferentes disposiciones mentales de cada ser humano. Cada religión tiene sus particulares ideas o técnicas, y el aprender acerca de ellas sólo puede enriquecer nuestra propia fe.”

El siguiente extracto de la cita de la universidad refleja una visión ampliamente sostenida del nivel del Dalai Lama: “En el reino de la mente y el espíritu, usted se ha distinguido en la rigurosa tradición académica de las universidades budistas, obteniendo el grado de Doctor con los más altos honores a los 25 años.  No obstante, entre los asuntos gubernamentales y diplomáticos, usted ha encontrado el tiempo para enseñar y registrar por escrito sus profundas apreciaciones en filosofía y el significado de la vida contemplativa en el mundo moderno.  Sus libros representan una importante contribución no sólo para el vasto cuerpo de literatura budista, sino para el diálogo ecuménico de las grandes religiones del mundo.  Su propia dedicación a la vida contemplativa de monje budista ha ganado la admiración de no sólo los budistas, sino de los contemplativos cristianos también, incluyendo al monje  Thomas Merton, cuya amistad y diálogo con usted fueron mutuamente apreciados”.

La decisión del Comité Noruego del Premio Nobel al otorgar el Premio de la Paz 1989 a  Dalai Lama, obtuvo elogios y aplausos en todo el mundo, con excepción de China.  En su cita expresa, “el comité desea enfatizar el hecho de que, el Dalai Lama en su lucha por la liberación del Tíbet, se ha opuesto consistentemente al uso de la violencia.  En cambio, él ha abogado por soluciones pacíficas basadas en la tolerancia y el respeto mutuo para preservar el bagaje cultural e histórico de su pueblo. El Dalai Lama ha desarrollado su filosofía de paz desde un gran respeto por todos los seres vivientes y sobre el concepto de responsabilidad universal que abraza toda la humanidad, como también la naturaleza.  En opinión del comité, el Dalai Lama ha presentado propuestas constructivas y de avanzada para la solución de conflictos internacionales, temas de derechos humanos y problemas de medioambiente global”.

El Dala Lama a menudo dice, “Yo soy sólo un Simple Monje Budista – ni más, ni menos.” El ha seguido la vida de un monje budista. Viviendo en un pequeño complejo en Dharamsala, se levanta a las 4 de la mañana para meditar, sigue una ocupada agenda de reuniones administrativas, audiencias privadas, enseñanzas y ceremonias religiosas. Él concluye cada día con más oraciones antes de retirarse. Al explicar sus  grandes fuentes de inspiración, a menudo cita su verso favorito, encontrado en los escritos del reconocido santo budista, Shantideva: “Mientras perdure el espacio y mientras existan los seres vivos, hasta entonces, pueda yo también continuar para disipar la miseria del mundo.”

lunes, 5 de julio de 2021

Aquí comenzó el nuevo Chile y ahora nueva Constitución

                                                                                 


 

CHILE DESPERTÓ

 

Víctor Rey

 

El viernes 18 de octubre viajé a Santiago y mi amigo Jaime Vejar me recogió en el aeropuerto.  De inmediato me comentó que la ciudad se encontraba convulsionada y que el metro no estaba funcionando y que las reuniones que tendríamos quizás serian suspendidas ya que la gente no podría movilizarse. En los días siguientes me encontré con diversas manifestaciones de protestas la mayoría pacíficas en la Plaza de Armas, la Plaza Ñuñoa, la Plaza Italia y la Alameda principal avenida de Santiago. Con mi amigo Rubén Pávez participé en varias de estas manifestaciones, así que pude formarme una visión de esta crisis social que hoy envuelve a Chile y que todavía no tiene un desenlace.  Trato aquí de explicar las causas y las soluciones posibles.

Chile vive una verdadera explosión social. Inicialmente un grupo de estudiantes llamó a evadir los torniquetes del metro para oponerse al aumento de las tarifas y logró paralizar completamente la ciudad de Santiago. Ello se extendió velozmente hasta que en un solo día dos millones de personas, un millón y doscientos mil sólo en Santiago, marcharon pacíficamente por las calles del país agitando reivindicaciones sociales y políticas largamente anheladas y expresadas por años en múltiples manifestaciones pacíficas que nunca fueron escuchadas.

En medio, violencia de grupos extremos minoritarios, atentados coordinados contra símbolos del crecimiento económico y de expansión social como el Metro, saqueos de delincuentes, respuesta represiva del Estado con Estado de Emergencia, los militares a cargo del orden público, dolorosas muertes y violaciones masivas a los derechos humanos por parte de agentes del Estado. Chile, un país en llamas, suspensión de la APEC y de la CPO 25 que eran signo de un rol de confianza de la comunidad internacional en la estabilidad del país.

Un gobierno sobrepasado por los acontecimientos, incapaz de reaccionar - por su propio ADN, su visión neoliberal y la falta de toda empatía con la indignación ciudadana - frente a las masivas protestas y que inicialmente solo fue capaz de recurrir a las respuestas tecnocráticas, casi burlescas, y a la represión.

Una izquierda, también sobrepasada, sin rol en el origen ni en el despliegue de las manifestaciones espontáneas, sin liderazgos ni interlocutores, coordinadas por las redes sociales, e incapaz de asumir un rol de Estado frente al desvanecimiento de este y de canalizar el descontento, entre otras cosas porque ha gobernado por 24 años y es parte del problema, hacia una salida social y política reconocida como válida por los manifestantes y la ciudadanía en general.

Explosiones sociales de esta naturaleza, masivas e incontrolables porque en su versión pos moderna se auto convocan y no tienen una referencia partidista o gremial, ni pertenecen a un solo sector social y a una sola ideología o visión cultural, se producen, y basta una gota que rebalse el vaso como ocurrió con el alza del pasaje del metro en Chile, el decreto de alza de la gasolina en Ecuador o en el lejano Líbano con el impuesto al wasap, cuando se conjugan la ruptura de la cohesión social, el atrincheramiento y desconexión de la elite político empresarial con el resto de la sociedad, la total desconfianza en todos los partidos políticos y en las instituciones, es decir, cuando la crisis de representatividad es tan aguda que la población decide representarse a sí misma y no acepta mediaciones ni liderazgos de ninguna naturaleza. Cuando el común denominador es la indignación.

La mayoría de Chile está indignada. La incertidumbre, que es una característica del mundo actual, penetra en todo el tejido social por las bajas remuneraciones, el endeudamiento con el cual se sostiene una parte importante de la movilidad social alcanzada en estos 30 años, las bajas pensiones de un sistema como las AFP que ha fracasado, la inequidades en la salud pública, el alto costo de la vida donde casi todo vale más que en el resto del continente, la falta de seguridad frente al aumento de la delincuencia y de la presencia de los grupos  narcos en los barrios, la sordera y desconexión de un gobierno y de una elite política que creía vivir en un oasis y que en cambio descubre tardíamente que esto se parece más a un pantano que va poco a poco hundiendo a la población a un creciente desmejoramiento de su calidad de vida y ,sobretodo, de las expectativas de alcanzar, a través del mercado que es el medio que impone el capitalismo neoliberal, un mejor horizonte para las familias.

Se desmorona un modelo basado en la promesa de que el crecimiento económico por si mismo podría brindar mayores oportunidades, sobre todo cuando el crecimiento se detiene por las fracturas globales de la economía, que ha mantenido altos índices de desigualdad, la mayor de los países de la APEC, y donde los verdaderos beneficiados son ese 1% de los poderosos que perciben el 33% de la riqueza y altísimas utilidades en servicios de interés público que son privados y cuando el 50% de la población percibe alrededor de 400 mil pesos mensuales.

Se quiebra así definitivamente un contrato social que ya no responde a las nuevas exigencias de una sociedad interconectada, más informada, con mayor educación, con capacidad de organizarse en redes por si misma y que ya no acepta más la inequidad, los abusos de los grandes grupos económicos que caracterizan a un pacto que no representa los intereses de la mayoría de los chilenos y no solo de los pobres o de las capas medias vulnerables. De allí la sorprendente transversalidad de las protestas y el altísimo grado de adhesión a ellas.

Pero se quiebra también el contrato político, basado en una transición de la dictadura a la democracia que permitió la subsistencia de una Constitución de origen y contenido autoritario y que pese a las modificaciones del 2005, que recién después de 15 años logró sacar los mayores enclaves autoritarios y devolver a los militares a los cuarteles, mantiene su ilegitimidad y los signos de una democracia tutelada por el modelo neoliberal que ha subsistido, por los intereses de los grupos económicos que siempre han presionado contra los cambios no solo económicos sino también políticos, por un amplio sector de la derecha política que ha defendido el legado pinochetista y no ha salido plenamente del bulbo autoritario y con instituciones anquilosadas, restrictivas, alejadas de la pluralidad y de la diversidad cultural y  normativa del siglo XXI.

Por tanto, para dar una salida a una protesta social que puede continuar, reencenderse y agigantarse, incluso hacerse más violenta, porque la rabia empuja sicológicamente a la violencia incluso a personas que no lo son corrientemente, en cualquier momento, asemejando a la consigna de los indignados españoles “si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”, se requieren soluciones de fondo y ahora.

Hay que terminar, en primer lugar, con los templos del modelo neoliberal, las AFP y las ISAPRES.

Hay que reestructurar un modelo económico que tiene las menores tasas impositivas de la OCDE para mejorar la distribución del ingreso.

Hay que avanzar a un modelo con un Estado presente en la economía que defienda a la población de los excesos, regule y controle directamente algunos de los sistemas sociales que hoy son privados, es decir fin al Estado subsidiario establecido en la actual Constitución.

Hay que construir un modelo de desarrollo sustentable, que proteja el medio ambiente, moderno, innovador, que salga solo de la matriz extractiva y se despliegue en una economía de mayor valor agregado.

Pero también, hay que instalar una nueva Constitución que represente a todos los chilenos. Esta es una exigencia política pero también de sentido, los países se desarrollan cuando tienen, aún en la necesaria diversidad ideológica y en la competencia de opciones de poder, objetivos y un norte común.

Una nueva Constitución que nazca de un contrato no sólo con los políticos y el Parlamento sino esencialmente con la sociedad y en la cual ella intervenga en su génesis y aprobación.

Lo primero, es plebiscitar si la sociedad quiere una nueva Constitución. A la vez, el mecanismo con el cual ella se formula.

La derecha debe dar prueba, en medio de las protestas, que no se queda en el pasado, que es capaz de enfrentar un proceso de democratización de la sociedad, demostrar que tiene propuestas culturales y normativas que la alejen de lo que hoy defienden : la herencia constitucional de la dictadura.

Si ello, ocurre, tendremos un país mejor porque nos cotejaremos en el ámbito de las opciones democráticas sin tutelajes de ninguna naturaleza.

Con ello, sin letra chica, se puede dar una salida democrática a la crisis social que ha desbordado el statu quo.

Se puede con ello también aislar a la violencia, a los grupos violentistas políticos que creen que destruyendo el Metro, o enfrentando con molotov a la fuerza pública o quemando un hotel destruyen el sistema.

A los delincuentes, dentro de ellos probablemente también los narcos, que están organizados esperando las grandes aglomeraciones para incendiar y saquear.

A quienes despliegan la ideología de la violencia que finalmente ensucian las movilizaciones de los millones que protestan pacíficamente y causan daño a los más pobres.

Ninguna connivencia con la violencia, ella debe ser combatida con los instrumentos que el estado de Derecho establece y con el rechazo de la propia ciudadanía. Sin embargo, la violencia no es solo un tema de orden público, es también un fenómeno social a través de la cual grupos buscan visibilizarse, constituirse en una expresión en un mundo que los ha marginalizado.

Por ello, para identificar a estos grupos, se requiere trabajo de inteligencia preventiva, que Chile no tiene, y una mayor capacidad operativa en territorio de las policías.

Pero también políticas sociales y culturales que permitan que, al menos, la frustración generacional que existe y tiene motivaciones políticas, se encauce en un contexto de mayor diálogo e inserción en una sociedad que brinde a todos mayores oportunidades.

Los jóvenes que promueven, bajo la ideologización o la frustración, la violencia no son extraterrestres, son parte de nosotros, a veces nuestros hijos o hijos de nuestros amigos, nuestros alumnos, no están ubicados solo en un estrato social porque la frustración no es solo un fenómeno de marginalidad económica sino también de exclusión cultural, de afectividad, de sentimientos, de horizonte.

La duda, es si el gobierno, porque es el que tiene los instrumentos para propiciar los cambios, tendrá el coraje político, social y el compromiso democrático para avanzar en estas reformas estructurales o recurrirá al gatopardismo esperando que todo se calme en la desidia y el cansancio y sin mirar que esta sociedad de millones movilizados estará alerta y que el próximo estallido puede arrasar con todo lo que defiende y creen.

Creo que leer ahora al filósofo polaco Zygmunt Bauman y su libro “La sociedad líquida”, nos ayudará a entender lo que está pasando hoy en Chile, en América Latina y en el mundo.  Estamos en medio de una crisis global que afecta toda la sociedad, la civilización y todas sus instituciones.  Asistimos a la crisis de la modernidad y Chile hoy es un pequeño ejemplo de este fenómeno.