jueves, 29 de octubre de 2015

Cuidar y respetar el valor intrínseco de cada ser

Leonardo Boff


  La espléndida encíclica del Papa Francisco “sobre el cuidado de la Casa Común” insiste continuamente en que cada ser, por menor que sea, posee valor intrínseco y tiene algo que decirnos, además de estar siempre interconectado con todos los demás seres. Por eso merece respeto y cuidado de nuestra parte.
Estos pensamientos nos remiten al pensador que mejor pensó en Occidente un ilimitado respeto por todo lo que existe y vive: el médico suizo Albert Schweitzer (1875-1965). Era oriundo de Alsacia. Desde pequeño presentó rasgos de genialidad. Se hizo un famoso exégeta bíblico con un vasta obra especialmente sobre cuestiones ligadas a la posibilidad o no de hacer una biografía científica de Jesús. Era también un eximio organista y concertista de las obras de Bach, y compositor. Fue grande mi emoción cuando visité su casa y el órgano que tocaba, en Kaysersberg.
Como consecuencia de sus estudios sobre el mensaje de Jesús, especialmente del Sermón de la Montaña, centrado en el pobre y oprimido, resolvió abandonar todo y estudiar medicina. En 1913 se fue a África como médico en Lambarene, en el actual Gabón, exactamente a aquellas regiones que fueron dominadas y explotadas furiosamente por los colonizadores europeos. Dice explícitamente en una de sus cartas, que «lo que necesitamos no es enviar allí misioneros para convertir a los africanos, sino personas dispuestas a hacer para los pobres aquello que hay que hacer, si es que el Sermón de la Montaña y las palabras de Jesús tienen aún valor. Si el Cristianismo no hace eso, perdió su sentido».
Y continúa: «Después de haber pensado mucho, me quedó claro esto: mi vida no es ni la ciencia ni el arte, sino hacerme un simple ser humano que, en el espíritu de Jesús, hace alguna cosa, por pequeña que sea» (A. Schweitzer, Wie wir überleben können, 1994, p. 25-26).
En su hospital, en el interior de la selva tropical, entre la atención a los pacientes tenía tiempo para reflexionar sobre los destinos de la cultura y de la humanidad. Consideraba la falta de una ética humanitaria como la mayor crisis de la cultura moderna. Dedicó años al estudio de las cuestiones éticas, que adquirieron cuerpo en varios libros, el principal de ellos El respeto ante la vida (Ehrfurcht vor dem Leben edición de 1996).
Todo en su ética gira alrededor del respeto, de la veneración, de la compasión, de la responsabilidad y del cuidado con todos los seres, especialmente, con aquellos que más sufren.
Punto de partida para Schweitzer es el dato primario de nuestra existencia, la voluntad de vivir, que se expresa: «Yo soy vida que quiere vivir en medio de vidas que quieren vivir» (Wie wir überleben können, 73). A la voluntad de poder (Wille zur Macht) de Nietzsche, Schweitzer contrapone la voluntad de vivir (Wille zum Leben). Y continúa: «La idea-clave del bien consiste en conservar la vida, desarrollarla y elevarla a su máximo valor; el mal consiste en destruir la vida, perjudicarla e impedirle desarrollarse. Éste es el principio necesario, universal y absoluto de la ética» (op. cit. , p. 52 y 73).
Para Schweitzer, las éticas vigentes son incompletas porque tratan solamente de los comportamientos de los seres humanos ante otros seres humanos y se olvidan de incluir todas las formas de vida que se nos presentan. El Papa en su encíclica hace una rigurosa crítica a este antropocentrismo (nºs 115-121). El respeto que debemos a la vida “engloba todo lo que significa amor, donación, compasión, solidaridad y compartir» (op. cit. , 53).
En una palabra: «la ética es la responsabilidad ilimitada por todo lo que existe y vive» (Wie wir überleben, p. 52 y Was sollen wir tun, p. 29).
Como nuestra vida es vida con otras vidas, la ética del respeto a la vida deberá ser siempre un con-vivir y un co-sufrir (miterleben und miterleiden) con los otros. En una formulación sucinta afirma: «Tú debes vivir convivendo y conservando la vida, éste es el mayor de los mandamientos en su forma más elemental» (Was sollen wir tun?, op. cit. p. 26).
De ahí derivan comportamientos de gran compasión y cuidado. Interpelando a cada oyente en una homilía decía: «Mantén los ojos abiertos para no perder la ocasión de ser un salvador. No pases de largo, inconsciente del pequeño insecto que se debate en el agua y corre peligro de ahogarse. Busca un palito y sácalo del agua, sécale las alitas y experimenta la maravilla de haber salvado una vida y la felicidad de haber obrado a cargo y en nombre del Todopoderoso. La lombriz perdida en la calle dura y seca, y que no puede hacer su agujero, quítala y ponla en medio de la hierba. ‘Lo que hayáis hecho a uno de éstos más pequeños, a mi me lo hicisteis’. Estas palabras de Jesús no valen solamente respecto de nosotros los humanos, sino también respecto de las más pequeñas criaturas» (Was sollen wir tunop.cit. , p. 55).
La ética del respeto y del cuidado de Albert Schweitzer une inteligencia emocional, cordial e inteligencia racional, en un esfuerzo de hacer la ética un camino de salvaguarda de todas las cosas y de rescate del valor que ellas poseen en sí mismas. El mayor enemigo de esta ética es el embotamiento de la sensibilidad, la inconsciencia y la ignorancia que pierden de vista el don de la existencia de vista y la excelencia de la vida en todas sus formas.
El ser humano está llamado a ser el guardián de cada ser vivo. Al realizar esta misión alcanza el mayor grado de su humanidad. Y se sentirá perteneciendo a un Todo mayor, superando la falta de enraizamiento y la soledad de los hijos de la modernidad.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Diez consejos para los militantes de izquierda

Por: Frei Betto
1. MANTENGA VIVA LA INDIGNACIÓN
Verifique periódicamente si usted es realmente de izquierda. Adopte el criterio de Norberto Bobbio: la derecha considera la desigualdad social tan natural como la diferencia entre el día y la noche. La izquierda lo enfrenta como una aberración que debe ser erradicada.
Cuidado: usted puede estar contaminado por el virus social-demócrata, cuyos principales síntomas son usar métodos de derecha para obtener conquistas de izquierda y, en caso de conflicto, desagradar a los pequeños para no quedar mal con los grandes.
2. LA CABEZA PIENSA DONDE LOS PIES PISAN
No se puede ser de izquierda sin -ensuciar- los zapatos allá donde el pueblo vive, lucha, sufre. Alégrate y comparte sus creencias y victorias. Teoría sin práctica es hacer el juego a la derecha.
3. NO SE AVERGÜENCE DE CREER EN EL SOCIALISMO.
El escándalo de la Inquisición no hizo que los cristianos abandonaran los valores y las propuestas del Evangelio. Del mismo modo, el fracaso del socialismo en el este europeo no debe inducirlo a descartar el socialismo del horizonte de la historia humana.
El capitalismo, vigente hace 200 años, fracasó para la mayoría de la población mundial. Hoy, somos 6 billones de habitantes. Según el Banco Mundial, 2,8 billones sobreviven con menos de US $ 2 por día. Y 1,2 billones, con menos de US $ 1 por día. La globalización de la miseria no es mayor gracias al socialismo chino que, a pesar de sus errores, asegura alimentación, salud y educación a 1,2 billones de personas.
4. SEA CRÍTICO SIN PERDER LA AUTOCRÍTICA.
Muchos militantes de izquierda cambian de lado cuando comienzan a buscar piojo en cabeza de alfiler. Apartados del poder, se tornan amargos y acusan a sus compañeros(as) de errores y vacilaciones. Como dice Jesús, vemos el polvo en el ojo del otro, pero no el camello en el propio ojo. Tampoco se enganchan para mejorar las cosas. Quedan como simples espectadores y jueces y, algunos, son captados por el sistema.
La autocrítica no es sólo admitir los propios errores. Es admitir ser criticado por los(as) compañeros(as).
5. SEPA LA DIFERENCIA ENTRE MILITANTE E -MILITONTO-.
-Militonto- es aquel que se jacta de estar en todo, participar en todos los eventos y movimientos, actuar en todos los frentes. Su lenguaje está lleno de explicaciones y los efectos de sus acciones son superficiales.
El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, reflexiona, medita; valora de forma determinada su área de actuación y actividades, valoriza los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.
6. SEA RIGUROSO EN LA ÉTICA DE LA MILITANCIA.
La izquierda actúa por principios. La derecha, por intereses. Un militante de izquierda puede perder todo la libertad, el empleo, la vida. Menos la moral. Al desmoralizarse, desmoraliza la causa que defiende y representa. Le presta un inestimable servicio a la derecha.
Hay arribistas disfrazados de militante de izquierda. Es el sujeto que se engancha apuntando, en primer lugar, a su ascenso al poder. En nombre de una causa colectiva, busca primero sus intereses personales.
El verdadero militante ­ como Jesús, Gandhi, Che Guevara ­ es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se siente humillado por no estar en el poder, u orgulloso al estar. Él no se confunde con la función que ocupa.
7. ALIMÉNTESE EN LA TRADICIÓN DE LA IZQUIERDA.
Es preciso la oración para cultivar la fe, el cariño para nutrir el amor de la pareja, -volver a las fuentes- para mantener encendida la mística de la militancia. Conozca la historia de la izquierda, lea (auto)biografías, como el -Diario del Che en Bolivia-, y romances como -La Madre-, de Gorki, o -Las uvas de la Ira-, de Steinbeck.
8. PREFIERA EL RIESGO DE ERRAR CON LOS POBRES A TENER LA PRETENSIÓN DE ACERTAR SIN ELLOS.
Convivir con los pobres no es fácil. Primero, hay la tendencia de idealizarlos. Después, se descubre que entre ellos existen los mismos vicios encontrados en las demás clases sociales. Ellos no son mejores ni peores que los demás seres humanos. La diferencia es que son pobres, o sea, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales de la vida digna. Por eso, estamos al lado de ellos. Por una cuestión de justicia.
Un militante de izquierda jamás negocia los derechos de los pobres y sabe aprender con ellos.
9. DEFIENDA SIEMPRE AL OPRIMIDO, AUNQUE APARENTEMENTE ELLOS NO TENGAN RAZÓN.
Son tantos los sufrimientos de los pobres del mundo que no se puede esperar de ellos actitudes que tampoco aparecen en la vida de aquellos que tuvieron una educación refinada.
En todos los sectores de la sociedad hay corruptos y bandidos. La diferencia es que, en la élite, la corrupción se hace con la protección de la ley y los bandidos son defendidos por mecanismos económicos sofisticados, que permiten que un especulador lleve una nación entera a la penuria.
La vida es el don mayor de Dios. La existencia de la pobreza clama a los cielos. No espere jamás ser comprendido por quien favorece la opresión de los pobres.
10. HAGA DE LA ORACIÓN UN ANTÍDOTO CONTRA LA ALIENACIÓN.
Orar es dejarse cuestionar por el Espíritu de Dios. Muchas veces dejamos de rezar para no oír el llamado divino que nos exige nuestra conversión, esto es, el cambio del rumbo en la vida. Hablamos como militantes y vivimos como burgueses, acomodados en una cómoda posición de jueces de quien lucha.
Orar es permitir que Dios subvierta nuestra existencia, enseñándonos a amar así como Jesús amaba, libremente.

lunes, 19 de octubre de 2015

 UN NUEVO CREDO
Frei Betto

Creo en el Dios liberado del Vaticano y de todas las religiones existentes y por existir. El Dios que antecede a todos los bautismos, preexiste antes que los sacramentos y desborda todas las doctrinas religiosas. Libre de los teólogos, se derrama gratuitamente en el corazón de todos, creyentes y ateos, buenos y malos, de los que se creen salvados y de los que se creen hijos de la perdición, y también de los que son indiferentes a los abismos misteriosos del más allá de la muerte.

Creo en el Dios que no tiene religión, creador del Universo, donador de la vida y de la fe, presente en plenitud en la naturaleza y en los seres humanos. Dios orfebre de cada ínfimo eslabón de las partículas elementales, desde la refinada arquitectura del cerebro humano hasta el sofisticado entrelazado del trío de cuarqs.

Creo en el Dios que se hace sacramento en todo lo que acerca, atrae, enlaza y une: el amor. Todo amor es Dios y Dios es lo real. En tratándose de Dios, dice bellamente Rumi, no se trata del sediento que busca el agua  sino del agua que busca al sediento. Basta con manifestar la sed y el agua mana.

Creo en el Dios que se hace refracción en la historia humana y rescata todas las víctimas de todo poder capaz de hacer sufrir al otro. Creo en teofanías permanentes y en el espejo del alma que me hace ver a Otro que no soy yo. Creo en el Dios que, como el calor del sol, siento en la piel, aunque sin conseguir contemplar o agarrar el astro que me calienta.

Creo en el Dios de la fe de Jesús, Dios que se hace niño en el vientre vacío de la mendiga y se acuesta en la hamaca para descansar de los desmanes del mundo. El Dios del arca de Noé, de los caballos de fuego de Elías, de la ballena de Jonás. El Dios que sobrepasa nuestra fe, disiente de nuestros juicios y se ríe de nuestras pretensiones; que se enfada con nuestros sermones moralistas y se divierte cuando nuestro arrebato profiere blasfemias.

Creo en el Dios que, en mi infancia, plantó una acacia en cada estrella y, en mi juventud, se asomó cuando me vio besar a mi primera enamorada. Dios fiestero y juerguista, el que creó la luna para engalanar las noches de deleite y las auroras para enmarcar la sinfonía pajarera de los amaneceres.

Creo en el Dios de los maníaco-depresivos, de las obsesiones sicóticas, de la esquizofrenia alucinada. El Dios del arte que desnuda lo real y hace resplandecer la belleza preñada de densidad espiritual. Dios bailarín que, sobre la punta de los pies, entra en silencio en el palco del corazón y, comenzada la música, nos arrebata hasta la saciedad.

Creo en el Dios del estupor de María, del camino laboral de las hormigas y del bostezo sideral de los agujeros negros. Dios despojado, montado en un borrico, sin piedra donde reclinar la cabeza, aterrorizado de su propia debilidad.

Creo en el Dios que se esconde en el reverso de la razón atea, que observa el empeño de los científicos por descifrarle su juego, que se encanta con la liturgia amorosa de cuerpos excretando jugos para embriagar espíritus.

Creo en el Dios intangible al odio más cruel, a las diatribas explosivas, al corazón hediondo de aquellos que se alimentan con la muerte ajena. Dios, misericordioso, se agacha hasta nuestra pequeñez, suplica un suave masaje y pide arrullos, exhausto ante la profusión de idioteces humanas.
Creo, sobre todo, que Dios cree en mí, en cada uno de nosotros, en todos los seres engendrados por el misterio abismal de tres personas unidas por el amor y cuya suficiencia desbordó en esta Creación sustentada, en todo su esplendor, por el hilo frágil de nuestro acto de fe.

martes, 13 de octubre de 2015

Dios y Buda 
(adaptación)

Una mañana un hombre le preguntó: «¿Existe Dios?».
Buda miró al hombre a los ojos y le -dijo: «No, Dios no existe».
Ese mismo día, por la tarde, otro hombre le preguntó: «¿Qué piensas acerca de Dios? ¿Existe Dios?».
Buda miró al hombre a los ojos y le dijo: «Sí, Dios existe».
Ananda, que estaba con él, se quedó muy confundido, pero él ponía siempre mucho cuidado en no interferir en nada. Si tenía alguna pregunta, por la noche, cuando todo el mundo se retiraba y Buda se disponía a dormir, se la exponía.
Pero esa tarde, a la puesta de sol, otro hombre vino con una pregunta muy parecida aunque formulada de forma distinta. El hombre dijo: «Hay gente que cree en Dios y hay gente que no cree en Dios. Yo no sé a quien creer. He venido a pedirte ayuda».
Ananda estaba muy interesado en oír la respuesta de Buda; en un mismo día había dado dos respuestas absolutamente contradictorias y ahora surgía una tercera oportunidad (y no hay una tercera respuesta).
Pero Buda le dio una tercera respuesta. No habló, cerró los ojos. Era un hermoso atardecer. Buda estaba en un bosquecillo de mangos. Los pájaros estaban posados en las ramas de los árboles. El sol acababa de ponerse y soplaba una brisa fresca.
El hombre, al ver a Buda sentado con los ojos cerrados, pensó que quizás era esa la respuesta, así que se sentó junto a él con los ojos cerrados.
Transcurrió una hora y el hombre abrió los ojos, tocó los pies de Buda y dijo: «Tu compasión es grande. Siempre te estaré agradecido por haberme dado la respuesta».
Ananda no podía creer lo que veía, porque Buda no había dicho una sola palabra... Y el hombre se marchó tan contento, totalmente satisfecho. Entonces Ananda le dijo a Buda: «¡Esto es demasiado! Deberías pensar en mí; me vas a volver loco. Estoy al borde de un ataque de nervios. A un hombre le dices que Dios no existe, a otro hombre le dices que Dios existe y al tercero no le contestas. Y el tercero dice que ha recibido la respuesta, está contento y agradecido, y te toca los pies. ¿Me puedes explicar qué significa todo esto?».
Buda dijo: «Ananda, la primera cosa que debes recordar es que esas preguntas no las habías formulado tú; por tanto, esas respuestas no eran para ti. ¿Por qué te preocupas innecesariamente por los problemas de otra gente? Primero soluciona tus propios problemas».
Ananda dijo: «Es cierto, esas no eran mis preguntas y la respuestas no iban dirigidas a mí... ¿Pero qué puedo hacer? Tengo oídos y oigo, y he oído y he visto, y ahora todo mi ser está confundido. ¿Cuál es la respuesta correcta?».
Buda dijo: «¿Correcta...? Lo correcto es la consciencia. El primer hombre era un teísta y quería que le reafirmase en su creencia de Dios. Vino con una respuesta -una respuesta hecha- solamente para que le reafirmase en su creencia y poder decir: "Estoy en lo cierto, incluso el propio Buda me ha dado la razón." Por eso le he dado esa respuesta, solamente para perturbar su creencia, porque creer no es conocer.
»El segundo hombre era un ateo. También ha venido con una respuesta, una respuesta hecha -que Dios no existe-, y quería que le reafirmase en su incredulidad para poder decir que pienso como él. Tuve que decirle: "Sí, Dios existe." Pero el propósito era el mismo.
»Si eres capaz de ver mi propósito, verás que no hay contradicción. Estaba perturbando la creencia preconcebida del primer hombre y la incredulidad preconcebida del segundo hombre. La creencia es afirmativa, la incredulidad es negativa, pero en realidad ambas son una misma cosa. No provienen de alguien que conoce; y ninguno de ellos era un verdadero buscador, ambos acarreaban prejuicios.
»El tercero era un verdadero buscador. No tenía ningún prejuicio, abrió su corazón y me dijo: "Hay gente que cree en Dios, y hay gente que no cree en Dios. Yo no sé a quien creer. He venido a pedirte ayuda." Y la única ayuda que podía darle era una experiencia de consciencia silenciosa; las palabras son inútiles. Y cuando he cerrado mis ojos ha entendido el mensaje. Era un hombre con una cierta inteligencia: abierto, vulnerable. Y cerró los ojos.
»Al profundizar en el silencio, al volverse parte del campo de mi silencio y mi presencia, ha empezado a adentrarse en el silencio, a adentrarse en la consciencia. Cuando transcurrió una hora parecía como si sólo hubieran transcurrido unos minutos; no recibió ninguna respuesta en palabras pero recibió la verdadera respuesta en silencio: no te preocupes acerca de Dios, no tiene ninguna importancia si existe o no. Lo que importa es la existencia del silencio, si existe o no la consciencia. Si eres silencioso y consciente, tú mismo eres Dios. Dios no es algo ajeno a ti: o eres una mente o eres Dios. En silencio y conciencia, la mente se disuelve, desaparece, y se te revela la divinidad. Sin haberle dicho nada ha recibido la respuesta, y la ha recibido de una forma perfectamente correcta».La respuesta Ananda no esta en quien responde si no en quièn pregunta.

lunes, 12 de octubre de 2015


Sócrates jubilado

El cerebro se activa sin instrucciones de uso, pero la filosofía le aporta sentido crítico

     Hace unas semanas tuve un encuentro que las circunstancias volvieron prodigioso. En un kiosco de la Ciudad de México encontré el primer libro de una serie titulada Grandes Pensadores. Por un precio irrisorio compré una antología de Platón de 800 páginas, editada por Gredos, con comentarios autorizados y un espléndido aparato de notas. Me sentí afortunado, pero no sabía en qué grado lo era
Para conseguir el siguiente tomo, dedicado a Nietzsche, tuve que recorrer más de veinte puestos. En uno de ellos, un estoico me dijo: “Ni lo intente, joven, la filosofía es demasiado popular”. Finalmente di con un vendedor que tenía reservado a Nietzsche para otro cliente. En vez de especular con mi deseo, el hombre habló como si hubiera leído toda la serie de Grandes Pensadores: “Otra persona lo reservó para este martes, ya estamos a jueves y usted parece más necesitado”.
Fue mi último triunfo. El tercer tomo no llegó a mis manos. En un puesto de la calle Donceles, que tiene la mayor concentración de librerías de viejo del país, un dependiente me dijo: “Los libros de pensadores rebasaron todas las expectativas de venta; los van a volver a lanzar en 2016, pero en grande”.
México tiene uno de los comercios callejeros más activos del mundo; sin embargo, nunca pensé que la filosofía formara parte de su oferta. Soy hijo de un filósofo y de niño pasé trabajos para entender a qué se dedicaba. “La filosofía busca el sentido de la vida”, me dijo cuando yo tenía seis años. Los padres de mis amigos tenían profesiones comprensibles: médicos, abogados, vendedores de alfombras. “¿A qué se dedica tu papá?”, me preguntaban. El vértigo llegaba con la respuesta: “Busca el sentido de la vida”. La frase sugería que mi padre se la pasaba en las cantinas, indagando los misterios del tequila y los mariachis.
La utilidad de la filosofía siempre ha estado en disputa. Cuando Sócrates bebió la cicuta, Grecia aceptó deshacerse de una de sus mejores mentes. Nuestra época no pretende matar a Sócrates sino jubilarlo. Japón acaba de proponer un severo recorte para las carreras de humanidades y España se ha sumado al pragmatismo que elimina la enseñanza obligatoria de filosofía y valores éticos en secundaria y bachillerato.
Este empobrecimiento sólo se entiende si quienes toman la medida ya pasaron por él. El cerebro se activa sin instrucciones de uso, pero la filosofía le aporta sentido crítico.
En su más reciente novela, Sumisión, Michel Houellebecq, plantea una sugerente hipótesis: ¿qué pasaría si un partido islámico ganara las elecciones en Francia? Aliados con los socialistas, los islamistas crean un frente político. Su única exigencia es hacerse cargo de la educación. Los socialistas ceden de buena gana, interesados en controlar Hacienda, Defensa y Asuntos Exteriores. El resultado es una transformación total de las costumbres. El país de la Enciclopedia se entrega al sometimiento.
Después de los asesinatos en la revista Charlie Hebdo, el Tratado sobre la tolerancia de Voltaire se convirtió en un best seller. Ante la sinrazón, la filosofía se vuelve urgente. Fernando Savater estaba en Londres cuando el ayatolá Jomeini lanzó la fatwa contra Salman Rushdie. En la plaza de Trafalgar presenció una manifestación donde una pancarta decía: “¡Avísenle a Voltaire!” Las ideas brindan últimos consuelos y primeros auxilios.
No es por presumir, pero los mexicanos somos raros. Mientras la “racionalización” de la enseñanza elimina el pensamiento libre en diversas partes del mundo, los libros de metafísica se buscan como versiones encuadernadas del Santo Grial en la Ciudad de México.
Sócrates continúa su labor peripatética en calles que desafían el sentido de la orientación y donde la filosofía es un remedio.
Avísenle a Voltaire.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Renuncié y no me he muerto de hambre





RenuncieCarolinaChavatePrincipal
La escritora Carolina Chavate reflexiona acerca de lo complicado de obtener éxito, felicidad y satisfacción, haciendo algo que no se ama. “No hemos venido a este mundo a hacer cosas que odiamos a cambio de unos cuantos pesos, sería pedirle demasiado poco a la vida”.
Renuncié a mi trabajo y no me he convertido en un monstruo como Gregorio Samsa, estoy bien. De hecho nunca me había sentido con tanta energía creativa y me parece que eso es bueno.
Creo que la mayor parte de eso que llamamos presión social puede resumirse en una pregunta cotidiana: “¿En qué trabajas?, ¿Para quién o en dónde trabajas?” El mundo no está preparado para escuchar la respuesta de “haciendo realidad un sueño, un proyecto personal”, “obteniendo inspiración para mi libro”, “estoy creando una serie fotográfica de lo que la gente pisa con la suela de sus zapatos”, “hago dibujitos y los publico en mis redes sociales”, “me gusta ir a ver pelis y después reseñarlas en mi blog”, “hago croché”, ”tengo un taller de vitrales en casa”, “toco el Ukelele”, “entrevisto gente en la calle”, “hago malabares”, “bailo”, “cocino y experimento con alimentos”, o “viajo y cuento historias del movimiento del mundo”.
NO.
El mundo no está preparado para escuchar que tienes escrita una lista de objetivos idealistas, aunque sean específicos, medibles, alcanzables, aunque tengan sentido y significado; y que además estés tratando de tachar punto por punto de esta lista. El mundo además cree que esa es la opción fácil, cuando en realidad cuesta y cuesta desde adentro porque la verdad es que para ese mundo, es más fácil complicar que simplificar.
Me cuesta creer que haya gente de mi edad que sigue soñando con jubilarse para dedicarse a aquello para lo que nació cuando tenga prescripción médica para enfermedades derivadas del estrés de toda una vida, pantuflas y por fin libere la hipoteca de una casa llena de cosas inútiles que no podrá llevarse a la tumba. ¿Por qué seguimos viviendo como si fuera a haber tiempo siempre? (una vieja pregunta).
Ayer por ejemplo estuve caminando por el centro y curiosamente en diferentes momentos, me encontré con tres amigos. Todos de escalas socioeconómicas diferentes (así nos miden ¿no?). Uno es vendedor ambulante de películas (tiene las mejores siempre), otro es profesional, talentoso y empleado. El tercero, un gerente de un importante lugar de la ciudad. Eran las 5:30 pm y los tres estaban devastados, ojos rojos, lentos, torpes. No eran lo que yo he conocido de ellos. Por supuesto me hicieron espejo, me vi a mi misma hace meses, secándome.
Cuando estamos ocupados nos volvemos estúpidos, estoy convencida de que las mejores ideas, proyectos y la mejor versión de nosotros mismos surge cuando nos regalamos tiempo… y esto es raro porque nacemos con tiempo pero malvendemos las horas de nuestra vida a empresas y a proyectos en los que no creemos y cuyos valores no compartimos.
En la edad media, el Feudalismo decía que teníamos que poseer tierra para ser felices, luego vino la era industrial inventando necesidades que comprar para alimentar el capital y hacernos sentir miserables sino lo teníamos y ¿ahora? No soy yo la única que siente que las cosas están cambiando, ésta generación tiene muchas cosas qué decir.
SER + HACER +TENER = NACER + ESTUDIAR + TRABAJAR + COMPRAR +REPRODUCIRSE +MORIR
Todos los días leo posts, tuits o converso con amigos y me convenzo de que resulta extremedamente complicado obtener éxito/felicidad/satisfacción o que nos vaya bien, haciendo algo que no amamos. Yo creo que no hemos venido a este mundo a hacer cosas que odiamos a cambio de unos cuantos pesos, sería pedirle demasiado poco a la vida, y eso es algo que la muerte súbita de tres seres queridos me ha enseñado.
Tampoco es justo dejar de hacer algo que amamos por dinero y para ello hay que estar muy conectado con los pocos deseos, deben ser pocos, que nos son esenciales. (Ahora parezco Coelho… perdón, es lo que me atraviesa en este momento y este es mi blog).
Hace meses escribí una historia para una revista que me remuneró económicamente por ello. No pude estar más feliz y lo tomé como una señal. El editor, a quien admiro muchísimo, me reseñó como “escritora colombiana”. Lo que me sorprendió de esto es que alguien muy cercano a mí me dijo que era una pretenciosa, que yo no era escritora “tenés que poner que sos abogada, ese es tu título” ¿Abogada? pero si yo no ejerzo, ¿Qué dirían los realmente abogados de alguien como yo?
Voy a cumplir 27 y tengo varios diplomas de los cuales uno o dos me hacen sonreír. Al mirarlos comprendo que el oficio (hermosa palabra) no nos lo da nuestro título. El oficio, nos lo da nuestro talento. Escribir, para mí es una forma de respirar, no son solo signos de colores que se escurren en una página, no es solo seguir llenando libretas Moleskine compulsivamente.
Hace poco leí que lo único que necesitamos para convertirnos en artistas (léase Escritores) es la capacidad de asombro. He dedicado estos últimos días a salir a buscar lugares y personajes que habitan el mundo para encontrar así aquello que nos hace sentir vivos…a todos.
Entonces, ¿no soy escritora? o ¿tengo que ganarme el premio Alfaguara, un nobel, y esperar a que alguna editorial me haga digna de ser explotada por las regalías de un libro para que después me entrevisten y algún círculo de intelectuales me destroce? o ¿puedo seguir autopublicándome, escribiendo por encargo y seguir creando con confianza y disciplina?. El mundo necesita seres que pongan su talento a circular en este proyecto colectivo que se llama planeta tierra. Así vibra la cosa, nada es original pero vale la pena poner al servicio de los demás esas pequeñas cosas que bien enfocadas nos hacen únicos y así ir desarrollando y perfeccionando lo que amamos hacer.
¿Y esto cómo para qué o qué?
Para vivir. El dinero llegará como consecuencia, como valor o señal de que le estamos aportando algo al mundo o a la sociedad a la que elijamos pertenecer. Esto hasta el más racional lo sabe, el dinero fluye y como se va, vuelve. Después de todo el dinero es, lo que hagamos con él. Algunos aún sueñan con acumularlo… yo creo que en ese sentido, es más importante la creatividad que el dinero.
Me quedo con esa frase que le escuché a Pepe Mujica, uno va haciendo suyas algunas frases, “Cuando tú compras con plata, no compras con plata, compras con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para ganar esa plata”… hay que escuchar a los sabios.
Así que la próxima vez que alguien me pregunte ¿En dónde trabajas o a qué te dedicas? voy a responder soy escritora… freelance.

martes, 6 de octubre de 2015

Reflexión sobre Dios
Baruch Spinoza
Quiero compartir esta reflexión sobre Dios,   del filósofo Neerlandes Baruch de Spinoza, nacido en Amsterdam el 1632, de padres Hispano-portugueses y fallecido el 1677.  Se educó  en colegios cristiano judíos.
Es considerado uno de los tres grandes racionalistas filosóficos del siglo XVII junto con el alemán Gottfried Leibniz y el francés René Descartes.

“Dios hubiera dicho:
-Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.
-Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.
-¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa.
-Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.
-Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo.
-El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.
-Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito… ¡No me encontrarás en ningún libro!
-Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?
-Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor.
-Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios loco puede hacer eso?
-Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para tí. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.
-Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.
-Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro.
-Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno.
-No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.
-Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di.
-Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?… ¿Te divertiste?… ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Que aprendiste?…
-Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.
-Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy?
-Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.
-Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?

No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti.”

domingo, 4 de octubre de 2015

"La cultura ha de acreditarse como una forma de comunicación. Su objetivo no es dificultar la comunicación sino enriquecerla. De ahí que no puede presentarse como una imposición, como una tarea desagradable, como una forma de competitividad o como una manera de adularse a sí mismo. No debe manifestarse como una esfera separada de la vida, ni convertirse en un tema más; la cultura es el estilo de comunicarse que hace del entendimiento entre los seres humanos un auténtico placer. En una palabra, la cultura es la forma que espíritu, carne y civilización se convierten en persona y se reflejan en el espejo que son los demás." Dietrich Schwanitz.

Cultura es algo que todos tenemos. Mejor dicho, lo que todos tenemos es un cierto grado de cultura. Todos tenemos creencias, damos por hecho una serie de conocimientos, poseemos gustos (desde la comida y la forma de vestir, hasta para la música y el arte), mantenemos supuestos generales (filosóficos) sobre el mundo, y a través de un lenguaje aprendido somos capaces de comunicar a nuestros semejantes nuestras creencias, costumbres, prejuicios, anhelos, miedos, etc. (y ellos a nosotros).

Sin embargo, aunque todos tenemos cierto grado de cultura, no cualquiera puede llamarse a sí mismo "culto." ¿Qué significa ser culto? ¿Por qué debería importar saber de mitología, historia, literatura, teatro, filosofía, arte, ciencia, lenguaje, activismo social y gustos estéticos? El difunto filólogo y ensayista alemán Dietritch Schwanitz nos respondería que debe importarnos todo esto "para enriquecer nuestras vidas y ayudar a conocernos mejor." Su última obra La Cultura. Todo lo que hay que saber, es un monumental libro que pasa revista a todos los temas que el llamado hombre cultodebe conocer.

Aunque suena impactante, no hay que juzgar un libro por su portada, pues corremos el riesgo de, o decepcionarnos con el autor al no cumplir con nuestras expectativas o de acabar poniéndolo en un altar y adorándolo como vaca sagrada. Schwanitz hace una introducción básica a la cultura, sí, pero la cultura europea  (y un poco de la cultura estadounidense), concentrándose en la cultura de Alemania. Latinoamerica, Asia, África y Oceanía quedan básicamente excluidos. También es evidente el conocimiento profundo del autor en materia de historia, literatura y teatro, pero se aprecia una carencia en ciencia, presentando casi de pasada algunas de las grandes ideas de la ciencia, tales como la evolución y la teoría de la relatividad (e incluyendo pseudociencias como el psicoanálisis en el apartado de "Concepciones científicas del mundo").

 Muy probablemente cualquier hispanohablante sentirá como que "le falta" algo al libro, un sentimiento que no es excusa para rechazar su invitación a conocer de aquellos países de los que no nos ponemos a pensar qué tanto conocemos su influencia en el mundo moderno. Es cierto que el libro realmente no trae suficiente material de "todo lo que deberíamos saber", pero conforme lo pienso más, comienzo a convencerme que ese era justamente el objetivo de Schwanitz a la hora de hacer su obra. No se trata de una obra a la que le resolverá los problemas al mayor ignorante del mundo, conteniendo cada una de las cosas importantes de las que está conforma la cultura, sino de una invitación introductoria y limitada por los conocimientos del autor, a profundizar sobre sus temas, a cuestionarnos cómo es que antes no nos habíamos cuestionado sobre dichos temas.

Schwanitz identifica a la rica cultura griega (comenzando con la Iliada y la Odisea, de Homero) y a la tradición bíblica hebrea como los dos grandes pilares en lo que descansa toda la cultura occidental. A partir de ahí nos da un emocionante paseo por la historia en busca de las razones del mundo actual, llegando hasta la Revolución inglesa de 1688, acontecimiento que el autor afirma (y lo sustenta) es el verdadero inicio del mundo moderno. Las ideas liberales, los cambios en la política pública, la concepción de la libertad de pensamiento y de expresión, la noción de igualdad y la búsqueda de conocimiento del mundo para conocernos mejor a nosotros mismos, nacen en este período y después es heredado a la Ilustración y a los ideales de la Revolución francesa.

Continuamos el viaje por la historia desde la Ilustración hasta el inicio del siglo XXI, en donde nos bajamos del velero de la historia, para subirnos al viaje aéreo de la Literatura europea, en la que conocemos las formas literarias, así como las grandes obras de grandes literatos como Petrarca, Bocaccio, Shakespeare (de quien habla maravillas en todo el libro), Molière, Lessig, Schiller, von Kleist, Goethe, Dickens, Dostoievski, Austen; miramos esos extraños y maravillosos mundo llamados historia de la música, historia del arte e incluso disfrutamos de una obra de teatro en un manicomio con algunos esquizofrénicos que piensan que son los grandes dramaturgos G. B. Shaw, Luigi Pirandello, Bertolt Brecht, Eugene Ionesco y Samuel Beckett, y con un mensaje sobre el sentido del teatro.

Por fin llegamos al tour en camión que nos guía por el camino de los "Grandes filósofos, ideologías, teorías y concepciones científicas del mundo", revisando la filosofía tradicional de Descartes hasta Heidegger, analizando detenidamente el panorama teórico y el mercado de opiniones que representan el marxismo, el liberalismo, el comunitarismo, el fascismo, la teoría crítica, la teoría del discurso, el deconstruccionismo, el feminismo, el multiculturalismo y lo políticamente correcto. La calle de las concepciones científicas del mundo es bastante pequeña, apenas logramos saludar a Darwin y Einstein, con Freud colándose en donde no lo llaman, y recordando la estructura de las revoluciones científicas de acuerdo a Thomas Kuhn. Por último, el tour nos lleva a la historia del debate sobre los sexos y su inimaginable influencia en la creación del mundo actual.

Nuestro primer viaje finaliza, terminamos la primera parte del libro (más de 500 páginas de recorrido), titulado sencillamente Saber. Pero es hora de dar un paseo en un último modelo a través del capítulo que se titula Poder. Es aquí donde nuestro guía Dietrich se pone bastante reflexivo al cuestionarse qué es la cultura, qué es lo que sabe la gente culta, qué debería saber y qué no debe saberse. Así es como damos un visita a la casa del lenguaje, pasándonos luego al mundo de los libros y la escritura, cruzando la calle para conocer brevemente las costumbres de la gente en Alemania, EEUU, Gran Bretaña, Francia, España, Italia, Austria, Suiza y Holanda.

Luego de un breve descanso nos preparamos para ir a la controvertida calle donde se analizan los conceptos de inteligencia, talento y creatividad, dando un repaso por los primeros estudios del IQ (y sus controversias), pasando por la teoría de inteligencias múltiples de Howard Gardner y llegando a averiguar el secreto de la creatividad. Schwanitz nos advierte sobre la vulgaridad de la cultura popular, representada por los reallity shows, los deportes, los chismes de famosos y demás basura de la televisión, las revistas de opinión y otras tonterías que la gente inculta se preocupa por observar.

Es aquí donde nuestro autor-guía arroja sus más controvertidas afirmaciones. La cultura, aunque es maleable y cambia su contenido con el tiempo, es incompatible con el mundo pop al que la mayoría se encuentran acostumbrados. Si bien reconoce que en algún tiempo cosas tan valoradas en la actualidad por la gente culta, como el cine, fueron en su momento vistas como vulgaridades y conocimientos tabú. Una afirmación que quizá escandalizará a más de un lector de este sitio, es la que nos dice que, si bien alguien que no conoce Hamlet puede ser tildado de inculto no sucede lo mismo con aquel que ignora la segunda ley de termodinámica, la estructura del ADN o la relación (mejor dicho, la controversia) entre la gravedad y el electromagnetismo. La ciencia, nos dice el autor, no es usualmente de conocimiento o interés de la gente culta.

Al principio molesta tal afirmación, pero luego de masticar un poco más la idea, somos capaces de tragarla y digerirla: Schwanitz nos está describiendo lo que significa ser actualmente alguien "culto." La cultura, más allá de ser la comprensión general de nuestra civilización, nos dice Schwanitz, es una clase de juego. Un juego en el que los que compiten lo hacen con elegancia y tolerancia en un café, entre risas y comentarios sobre obras de teatro, sucesos que cambiaron el mundo y grandes obras de la literatura universal, acompañado con bella música creada por genios de influencia incalculable para nuestros tiempos. En este juego no está permitido ni la presunción ni la sumisión. Es un juego que llega a dividirse en "dos culturas" (tal como nos diría C. P. Snow, a quien Schwanitz nos recuerda), pero que cada vez la línea divisora se va disolviendo más.

Probablemente, el principal mensaje que debemos rescatar de este libro y de la reflexión en torno a la cultura, es que: el conocimiento de los logros, descubrimientos, eurekas, calamidades, errores, sentimentalismos y creaciones de la humanidad, o sea, el conocimiento de nuestra cultura, va más allá que el solo presentarse ante los demás como alguien "culto." Ser alguien culto no tiene nada qué ver con nuestra clase social, nuestra vocación o nuestro IQ (no se trata de pertenecer a una élite de poder desconectada del resto del mundo), sino con nuestro deseo de comprendernos mejor a nosotros mismos, mirando atrás nuestro pasado, planeando nuestro futuro y concentrándonos en el presente. Solo porque hoy existan los estereotipos de la gente culta, no significa que estos deban ser mantenidos. La cultura está en constante cambio, el cual no puede realizarse si nosotros no lo hacemos. Un cambio importante tal vez sería el considerar tan valioso comprender (aunque sea de forma básica) la termodinámica o la genética tal como la gente culta conoce y admira Hamlet o reconoce un Rembrandt. Después de todo, al mirar a nuestro al rededor, ¿no nos encontramos primero frente a los logros de la tecnología y la aplicación del conocimiento científico?

Schwanitz es creador de una excelente obra de cultura, pero no contiene todo lo que debemos saber. Es solo el punto de partida a lo que idealmente el ciudadano con cultura debe saber. Es hora pues, de comenzar nuestro bello viaje turístico por la cultura, el patrimonio de todos.

Por Daniel Galarza Santiago.