domingo, 23 de julio de 2017

Ernesto Cardenal: "Pidamos a Dios que haga se haga su revolución en la tierra como en el cielo”
“El Reino es otro nombre para la revolución absoluta”  (Leonardo Boff)
“Somos soldados derrotados de una causa invencible”  (Pedro Casaldáliga)
Víctor Rey


Hace unos años atrás vino a Chile Ernesto Cardenal para recibir un premio por su obra de parte de la ex Presidenta Michelle Bachelet.  Aprovechó esta oportunidad para dar un recital de poesía y también para contar acerca de su vida y de la Revolución Nicaraguense.   Cuando entro al salón para su charla lo recibieron con bandera rojas y  gritos de “Cardenal, amigo el pueblo está contigo”.  Cuando comenzó a recitar y también a hablar sobre la Revolución Nicaraguense y a hacer críticas a los dirigentes actuales; los gritos cambiaron en silbidos y palabras de disconformidad.  A los días viajaba a Costa Rica y en el aeropuerto de Santiago me encontré con Ernesto Cardenal y su secretaria.  Conversamos un poco acerca de su recital en Chile, de la revolución nicaraguense, le pedí un autógrafo y también una fotografía a lo que accedió gentilmente.  En esa ocasión me habló de sus memorias y en especial del tomo III  donde relata el ascenso y la caída de la revolución.

Acabo de terminar de leer el libro de Ernesto Cardenal: “La Revolución Pérdida” donde se cuenta a manera de memorias el ascenso del sandinismo, la derrota y luego la traición a la revolución.  Esto coincide con los 38 años del triunfo de la Revolución Sandinista este 19 de julio.   No he podido quedar tranquilo después de esta lectura.  Una de las cosas que más me ha tocado es comprobar la cantidad de personas que murieron durante y después de la revolución y en la mayoría de estas muertes han sido de jóvenes.

La de Ernesto Cardenal es una vida dedicada a la lucha por la equidad, a la vez contemplativa y combativa, signada por grandes personajes y acontecimientos, y por la revolución sandinista, que él espera no haya sido en vano.

A sus 92 años, Ernesto Cardenal no cesa en su compromiso con el trabajo de transformación social a través de la cultura y la educación, aspectos que considera básicos en la evolución de los pueblos. 'La revolución perdida" es el último libro de su trilogía de memorias, y el título engaña a primera vista, pues no se trata, como parecería, de una elegía al fracaso de la revolución.

Por el contrario, el autor narra los pormenores del proceso de alfabetización, concientización y apertura sociocultural que condujeron, como él describe, a la revolución sandinista, y, por ende, al triunfo sobre una dictadura, la de los Somoza (1937-1949) que aplastaba al pueblo nicaragüense desde hacía más de cuatro décadas.

El autor manifiesta que la revolución en sí fue un logro importantísimo, que dejó una herencia bella e irremplazable de mejoras sociales, y ve en la injerencia de los EEUU, el embargo económico, el bloqueo y la presión ejercida por ese país en Nicaragua la razón de la pérdida de las elecciones. A su vez, dice, el hecho de haberse perdido esas elecciones produjo una debacle moral en los dirigentes, que los llevó a la corrupción. Cardenal se explica este proceso acotando que 'la revolución está hecha por seres humanos'.

Al mismo tiempo, manifiesta que no se deben perder las esperanzas de lograr un mundo mejor, donde el bienestar no sea el privilegio de unos pocos. Su visión actual de la revolución por venir se basa en los movimientos anti-globalización, la libertad de expresión y la comunión acelerada de ideas que permite la internet, así como los movimientos ecologistas.

'Nací poeta', relata Cardenal, “y esa fue mi primera vocación”'. Luego experimentaría una conversión religiosa que lo llevó a la vida contemplativa en un monasterio trapense, y, por último, dice haber reconocido que la voluntad de Dios es también la transformación del mundo. Para el escritor, las tres vocaciones son una sola.

¿Es posible ser poeta en un mundo globalizado, en el que el capitalismo ha aplastado muchas de las luchas por la equidad social? El poeta Cardenal, contó en su recital, dice que sí, que no sólo es posible, sino necesario, ya que la poesía siempre ha servido para mejorar la sociedad. Ya en los profetas bíblicos ve Cardenal una denuncia poética de las injusticias de la época, y la anunciación de un mundo nuevo. 'Creo que el poeta debe seguir el ejemplo de los profetas bíblicos', comenta.

‘La revolución es evolución acelerada’, define el autor. Según él, se dan movimientos revolucionarios en todas las artes y las ciencias, y también en los sistemas sociales. Cardenal ve la revolución como un proceso de transformación que no necesariamente debe ser violento. 'La lucha armada se ve justificada', explica citando a Pablo VI, cuando una dictadura es prolongada y evidente. Pero, aclara, 'las mejores revoluciones son pacíficas, democráticas, libres y sin imposición alguna'. Venezuela, Cuba y, por qué no, Nicaragua.

¿Cómo se imagina el poeta la revolución por venir? En sus viajes por Venezuela Cardenal observó que se está produciendo un cambio social importante en ese país, donde se está concretando, entre otras medidas, la alfabetización de más de un millón de personas, se está brindando servicios médicos a la población de escasos recursos, y los indígenas están participando del gobierno. Menciona asimismo al Movimiento Zapatista del Subcomandante Marcos en Chiapas, sin dejar de lado a Cuba, que, según él, mantiene su sistema socialista ‘a pesar del bloqueo más largo de la historia’.

El libro de Cardenal es un jugoso relato sin desperdicio alguno de la experiencia de este poeta antes, durante y después de la revolución nicaragüense, que destila humor, amor por su país y por el ser humano, valentía, una esperanza inquebrantable, y también la tristeza de comprobar que toda obra humana es imperfecta. Pero por lo perfectible de estos logros es por lo que Cardenal sigue abogando desde su monasterio íntimo e individual.


A pesar de lo difícil que pueda ser creer en un cambio luminoso a estas alturas, con tantas revoluciones fracasadas, y sin nuevos modelos de transformación, el alma del poeta dispara el arma de su palabra para ayudarnos a seguir creyendo que un mundo mejor está por venir. Como él mismo refiere, ‘no podemos saber qué formas tendrán las próximas revoluciones, porque las revoluciones siempre fueron algo nuevo’.  Es esta la razón por la cual su libros termina con esta hermosa frase: “Toda revolución nos acerca a ese Reino, aun una revolución perdida.  Habrá más revoluciones.  Pidamos a Dios que se haga su revolución en la tierra como en el cielo.”

jueves, 20 de julio de 2017

CARLOS SANTANA, SU COMPROMISO Y ESPIRITUALIDAD (En su cumpleaños 70)



“Soy un músico por intercesión divina.  Solo a él rindo cuentas.  Soy un ángel enviado para hacer bailar a la gente.  Si no se tiene un contrato personal con Dios, no se puede tocar”.
Carlos Santana


Víctor Rey


El mismo día en que la primera mujer en Chile asumía la presidencia de la República, Carlos Santana y su Banda, ofrecían su segundo concierto en Santiago, en el velódromo del Estadio Nacional.  Por supuesto dedicó ese concierto a Michelle Bachelet y dijo: “Hoy todos los ojos del mundo están puestos en Chile, ya que ha comenzado a encenderse una luz.  Ustedes han elegido todo lo contrario a Bush”.  Pude estar presente ese sábado 11 de marzo del 2006 disfrutando de su música que nos trajo nostalgia de nuestra adolescencia, pero también comprobar la vigencia de su música y mensaje para las nuevas generaciones.  El miércoles 25 de febrero del 2009 se presentó por tercera vez en Chile, esta vez en el marco de los 50 años del Festival de la Canción de Viña del Mar.  En esta oportunidad asistí con unos amigos y mi hijo Felipe y a quién le encanta la música donde se fusiona el rock con la lo autóctono de América Latina y Africa.

En 1969, se realizó en Estados Unidos un festival de música que duró tres días.  Fue el famoso Woodstock.  En ese festival el grupo de Santana se destacó por la interpretación de su famosa "Sacrifice Soul".  Eran los tiempos de los “hippies”, de “hacer el amor y no la guerra” y de “prohibido prohibir”.   Más tarde apareció la película que mostraba las escenas de ese festival y los diversos músicos que participaron.  Entre ellos destacaba un grupo que estaba compuesto en su mayoría por latinoamericanos que combinaban las guitarras eléctricas, la batería, las congas, el rock con ritmo latinos.  Esa mezcla cautivó a los jóvenes de ese tiempo, como la ha vuelto a hacer nuevamente después de treinta años con “Supernatural” y “Shaman”.  Sobre ese tiempo el mismo Santana dijo: “La época de los 60 ha sido la más importante de este siglo porque nos enseñó a realizar una revolución sin violencia, con el alma”.  

Carlos Santana nació el 20 de julio de 1947,  en un pueblo de Jalisco (México), llamado Autlàn de Navarro.  Sus padres, José y Josefa tuvieron siete hijos, siendo Carlos el del medio.  Se crío dentro de una familia donde se respiraba y se comía música.  El padre era un músico respetado y queridos por todos.  Siempre  era el eje musical de bodas y bautizos, momentos esenciales de la vida mexicana junto con los ritos de la muerte.

José Santana, tocaba en bares y pequeñas orquestas hasta que formo una banda, llamada “Los Cardenales”, para interpretar mejor las canciones de la época.  El tocaba el violín, sacándoles notas que parecían voces humanas y esto lo transmitió a su hijo Carlos.

En los años cincuenta se puso de moda al norte del país, cerca de la frontera con Estados Unidos, la ciudad de Tijuana.  Era el boom turístico de la época.  Josefa, la madre, creyó que Tijuana era parte del otro país al que admiraba y animó a su marido a trasladarse a aquel pueblo próspero y distinto.  En 1954 José Santana y Los Cardenales se asentaron en aquel lugar, y ella con sus siete hijos le siguieron un año después.

Lo espiritual en Santana siempre ha estado presente.  No ha llegado al cielo interpretativo solamente por poseer una magnífica técnica y una energía desbordante.  Hay algo más.  Posiblemente algo escondido en su alma que es lo que le ha hecho distinto.  Cuando era muy joven, en Tijuana, ya se mezclaba de lleno en los ambientes más pobres para conocer de primera mano la desdicha de sus paisanos.  En aquella época no era una estrella millonaria y sólo podía ofrecer su música y su comprensión para aliviar la tristeza de aquella gente sin pedir nada a cambio.

El perdón ha sido su norma de vida.  Siempre ha comprendido a los que lo han traicionado, estafado o puesto zancadillas cuando veían que su fama iba en aumento.  Esta sensibilidad espiritual ya se hizo notar en su disco “Abraxas” del año 70 que, a pesar del éxito con “Supernatural” (1999), puede que sea la cumbre de su genialidad.  “Abraxas” es la bandera del éxito de Carlos Santana y de este otro estilo diferente de la banda de Santana.  La suavidad de sus notas nunca han podido llegar a ser imitadas por nadie.

En una entrevista concedida al diario La Tercera en 2002 dijo: “Recuerdo a Chile y tengo palabras especiales para referirme a este país.  Tocamos en un parque (Intercomunal de la Reina), dos días después de Guns n’ Roses.  Fueron casi 90 mil personas y era la primera vez.  Eso llegó mucho a mi corazón.  Quisiera regresar, si me invitan, y ofrecer un concierto especial para las familias de los detenidos desaparecidos.  Así, ofrecerles una música para invitarles y decirles que lo que uno pierde en la Tierra, lo gana Dios en el cielo”.     Luego agregó: “No creo en las religiones, creo en ritmo espiritual.  Es el bien más alto para la gente, la vida, el planeta”.  Y concluye: “No hago lo que me da la gana, hago lo que me dice Dios y si El me dice que trabaje con gente, eso es lo que hago”.

El vive en una finca con su familia y ha creado otro lugar que llama La Iglesia.  En esta segunda construcción es donde medita y habla con sus ídolos;  Jimmy Hendrix o Miles Davis.  Aquí también conversa con su ángel particular, la abstracción, Metraton, con quien discute los problemas cotidianos y pide ayuda para solucionar las desdichas de los jóvenes que acuden a él en busca de ayuda. 

La espiritualidad de Carlos Santana se está haciendo notar ahora con inquietudes políticas.  El Movimiento Chicano, una especie de agrupación más que un partido político, está ocupando áreas en la vida norteamericana nunca hasta ahora conseguidas.  Los chicanos ya son muchos millones de personas que forman otra comunidad aunque siguen marginados.  El racismo es cruel y no admite las realidades.  Al respecto ha dicho:  “Cuando las condiciones de vida de los chicanos en Estados Unidos respondan a una comunicación humana, muchos chicanos volverán a México”.

Los mexicanos, igual que otros latinos, que viven en USA, van creando una conciencia y con su innegable poder económico y su gran variedad de personas importantes, especialmente artistas, van intentando ocupar su merecido lugar en la sociedad.  Santana ha entrado a formar parte de ese grupo redentor de una cultura antigua.  Junto a Moctezuma Esparza, Treviño y otros  artistas han creado el movimiento “Chicanos 90”.  También ocupa sus energías para trabajar en causas de justicia, paz  y libertad con personas como Desmon Tutu, Nelson Mandela y Harry Belafonte.

Esperemos que el sentido común de Santana y sus Chicanos 90 no pequen de inocentes.  Tienen un alma desconocida para los grandes financieros.  Ellos tienen la fuerza del arte, de la música, del incipiente cine chicano y de la pintura.  Estas armas en manos de seres geniales son la gran sorpresa que pueden emplear para atacar el gran poder.


El arte llega a las almas de todas las razas y une mentes y religiones.

miércoles, 19 de julio de 2017

HERBERT MARCUSE, UN FILÓSOFO PARA HOY 

(En los 119 años de su nacimiento y los 38 años de su fallecimiento)



Víctor Rey


“Leer a Marcuse es acceder a la imaginación crítica”

R. Laureillard

En el año 1973, cuando comencé mis estudios de filosofía en la Universidad de Concepción en el sur de Chile, circulaba entre un grupo de amigos dos libros que de algún modo eran considerados heterodoxos entre el pensamiento oficial del marxismo de ese tiempo, estos eran:  “El Hombre Unidimensional” y “Eros y Civilización”.  Conversábamos acerca de las revueltas estudiantiles en las universidades europeas y sobre todo del “Mayo Francés de 1968”, y la influencia de su pensamientos en esos movimientos.  También se hablaba del “poder estudiantil”y de la fuerza que tenía en Europa y en Estados Unidos.  Por supuesto que nos sentimos atraídos por estos sucesos y por estos libros.  ¿Qué era el “poder estudiantil”?  Era el nombre que le daban los jóvenes norteamericanos al movimiento que empujaba a los adolescentes de todas las universidades del mundo a impugnar en sus propios fundamentos la sociedad que los rodeaba.  ¿Qué tenían en común?  Por lo menos dos cosas:  eran jóvenes y rechazaban la sociedad de sus mayores.  ¿Qué deseaban?  Actuar de manera que la universidad no fuera más el bastión del conservadurismo, sino el foco de un nuevo radicalismo revolucionario.  Tenían pocos años para cambiar el mundo:  no se es estudiante por mucho tiempo.  Estaban apurados.

Para comprender la virulencia de este rechazo, es necesario conocer a un autor que gran parte de los estudiantes más politizados reivindicaban para sí:  el filósofo germanonorteamericano Herbert Marcuse.

¿Quién fue Herbert Marcuse?  Un hombre de un metro ochenta centímetros, satírico.  En California donde vivió fue conocido en primer lugar por su amor a la naturaleza y a los animales (fue miembro de zoológico de San Diego), por su horror al ruido, por su felicidad matrimonial (estuvo casado con su esposa Inge por 41 años), por su conocimientos de los idiomas (hablaba correctamente el alemán, su lengua natal, el inglés, su lengua de adopción, el francés y el ruso, comprendía el italiano y el español). 

Nacido en Berlín en 1898, y muerto en Estados Unidos en 1979, Herbert Marcuse perteneció al inteligencia centroeuropea que sufrió, en carne propia o muy de cerca, los trastornos configuradores de la historia europea primero , y la historia mundial después.  De familia judía, vivió a sus veinte años la gran esperanza y el ulterior desengaño del fracaso de la revolución alemana.  Especialista en Hegel, reconoce posteriormente en su obra dos maestros con los cuales mantuvo siempre una provechosa discusión intelectual:  Marx y Freud.  Después de unos años de quietud y trabajo-Marcuse abandonó la política activa tras el asesinato, en 1919, de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht-, en 1933 la subida al poder de Hitler lo fuerza a dejar su país y a establecerse, por poco tiempo, en Suiza y en Francia.  Finalmente algunas estancias como “profesor visitante” en universidades norteamericanas, fija su residencia en los Estados Unidos, donde ocupó varias cátedras.  Trabajo en el Instituto Ruso de Columbia y en el Centro de Investigación de Estudios sobre Rusia de Harvard, donde enseñó ciencias políticas y también enseñó filosofía política en la Universidad de California.  El enfrentamiento con la sociedad industrial norteamericana acabó de configurar sus intereses intelectuales, iniciados temáticamente –aparte los estudios sobre Hegel- con una colaboración al libro que se publicó en 1936 bajo la dirección de Max Horkheimer y con la intervención también de Theodor W. Adorno, titulado “Estudios sobre la autoridad y la familia”.  En efecto, si el tema central de la no-libertad en los hombres y las sociedades, especialmente en la sociedad, especialmente en la sociedad industrial avanzada.

El discurso de Marcuse es, pues coherente con su biografía y con la historia.  Probablemente por esta misma razón, fue apasionado y polémico, incisivo y provocativo.  El público lector tiene la posibilidad de descubrir que la obra de Marcuse le aporta una gran cantidad de sugerencias y planteamientos que, más que específicamente nuevos, resultan profundamente adecuados al momento histórico que estamos viviendo.

El núcleo central de la obra de Marcuse quedó constituido por la meditación sobre el pensamiento de sus tres grandes maestros- Hegel, Marx y Freud-, representada por los cuatro grandes libros de su época americana:  “Razón y Revolución” (1941), que lleva el subtítulo “Hegel y la aparición de la teoría social”, donde se configuran por vez primera, en un cuadro orgánico, las bases del pensamiento del autor; “Eros y Civilización” (1955), cuyo subtítulo es “Investigación filosófica sobre Freud”, su libro más original y creador y, a la vez con toda probabilidad, el más hondamente arraigado en Marx entre todos sus libros; “El Marxismo Soviético” (1958), crítica de la civilización totalitaria soviética y denuncia de la traición al pensamiento de Marx; y, finalmente, “El Hombre Unidimensional” (1964), con su subtítulo suficientemente esclarecedor: “Estudios sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada”.

Marcuse comenzó sus estudios universitarios de filosofía en Berlín y se licenció en la Universidad de Friburgo, en 1921.  En Friburgo conoció a Heidegger, quien por un tiempo influyó sobre él, guiándolo, a través de las corrientes de la época ( neokantismo de Marburgo, fenomenología de Husserl, Dilthey, Simmel, etc.), hacia su orientación particular, o sea, las primeras formulaciones del existencialismo.  Pronto, sin embargo, Marcuse se desprendió de la influencia de Heidegger, y se sintió tentado por la problemática sociológica según el planteamiento de Max Weber.  Pero la obra que más influyó en su pensamiento inicial –y no solamente sobre él, sino en toda una generación- fue “Historia y conciencia de clase” (1923) de George Lukács, que lo indujo a trabajar sobre la base de la tradición hegeliana-marxista y más específicamente, sobre el pensamiento de Hegel, que se convirtió en “su” filósofo.

La obra de Marcuse es cuestionable, porqué en su esencia y por voluntad es una obra abierta, una sugerencia y un estímulo – más que una doctrina- que reclaman el diálogo y la discusión, la imaginación y la libertad, en la lucha contra el establishment y el sistema, contra la burocracia y el dogma, y contra la civilización represiva.  El discurso de Marcuse habla a favor de la libertad y de la felicidad, y hace falta no confundir la crítica intelectual que se le dirige desde el mismo punto de vista con la crítica cuyo objetivo es precisamente, perpetuar el sistema represivo contra el cual se alzó Marcuse.


Pensador reactivo, o sea, que obedece casi siempre a estímulos externos, Marcuse cuenta, entre sus contribuciones originales, la de haber sabido complementar –enlazándolos estrechamente –los pensamientos de Marx  y de Freud como no lo habían logrado otros pensadores amigos suyos de la “Escuela Filosófica de Frankfurt”, y el haber sabido también presentarlos sugestivamente es sus aspectos a la vez más auténticos y actuales, o sea, por la vertiente más revolucionaria y –si así se prefiere- más creadoramente libre de su espíritu.

martes, 18 de julio de 2017

Nelson Mandela el Padre de la Sudáfrica libre
(En los 99 años de su nacimiento)
Víctor Rey

“Todo parece imposible, hasta que se hace”.
(Nelson Mandela)

En el mes de noviembre del 1993 me encontraba en la ciudad de Birmingham en Inglaterra estudiando un curso de Misionología.  Vivía en el Selly Oak College junto a otros estudiantes venido de varios países.  Estando ahí me enteré que Nelson Mandela visitaría la ciudad y para eso se preparaba un gran coro de todas las iglesias que participarán en el acto que tendría efecto en un estadio techado.  Para mi fortuna la directora de ese enorme coro vivía también en el mismo college, así que le pedí que me incorporará al coro.  No fue fácil convencerla, ya que no me destaco por cantar bien y además los himnos eran en inglés y ya tenían un tiempo de ensayar.  Al final aceptó y creo que mi voz entre las mil voces no se notaba.  Desde la plataforma del escenario pude ver a Mandela muy cerca, hablando a un estadio abarrotado y haciéndolo con mucha paz, esperanza y alegría.  Realmente su sola presencia impresionaba.  Al año siguiente ganó las elecciones y gobernó hasta el año 1999.  Años más tarde tuve la oportunidad de viajar al III Congreso Mundial de Evangelización Lausana, que se realizó en la Ciudad del cabo en Sudáfrica el año 2010 y allí pude conocer su celda de 2x2 donde pasó 18 de los 27 años de prisión.  A su muerte ocurrida un 5 de diciembre del 2013 a los 95 años, justamente asistieron 95 jefes de estado.  Ha sido el funeral de un presidente donde han asistido la mayor cantidad.  Creo que eso demuestra la transversalidad de su lucha por la justicia, la paz, la libertad y la igualdad que interpreta a la gran mayoría de la humanidad.

«Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir». Lo dijo en 1961 ante un tribunal que lo juzgaba por alta traición.

La coherencia de Mandela (1918-2013) le convirtió en una leyenda política ya en vida. Otros, como el Che Guevara, Gandhi o Martin Luther King, son también admirados por llevar sus ideales hasta las últimas consecuencias, pero sus asesinatos contribuyeron al mito, dejando la duda de si hubiesen sucumbido al poder. En el caso de Mandela no hubo espacio para la sospecha: luchó, gobernó y se mantuvo fiel a sus creencias.
'Madiba' —'abuelo venerable', como le conocían en Sudáfrica— soportó muchos maltratos a lo largo de su vida. Familia de los jefes supremos de la tribu de los 'Tembu', fue formado para convertirse en dirigente de su clan. Pero se rebeló contra su destino: estudió Derecho y se metió en política para combatir las prácticas xenófobas del Apartheid. Era negro en un país dominado por blancos que practicaban la exclusión racial. Y no estaba dispuesto a aceptarlo.

En 1948, el Partido Nacional de Sudáfrica (PN) había ganado unas elecciones en las que sólo podían votar los blancos y había instalado un sistema de segregación racial. Enfrente tenía al Congreso Nacional Africano (CNA), formado en 1912 para luchar por los derechos de la población negra y al que se unió Mandela en 1942. Fueron años de recorrer el país promoviendo la desobediencia civil, incluidas las acciones violentas. Hasta que fue arrestado y acusado de alta traición.

El régimen de Sudáfrica consideraba a 'Madiba' un terrorista y le tuvo cerca de tres décadas entre rejas. Cuenta la leyenda —llevaba al cine por Clint Easwood— que allí cogía fuerzas repitiéndose como un mantra el poema 'Invictus', de William Ernest Henley: «Más allá de la noche que me cubre / negra como el abismo insondable / doy gracias a los dioses que pudieran existir / por mi alma invicta». Le escuchaba la comunidad internacional, que orquestó una campaña en su apoyo que dio frutos el 11 de febrero de 1990. Ese día, Mandela salió en libertad tras 27 años de cárcel. En su primera intervención ante la prensa apostó por una solución que no menoscabase los derechos de los blancos. Sin rencor. Tomó entonces las riendas de la transición del país y cambió su condición de 'peligroso opositor' por la de presidente, previo paso por las primeras elecciones democráticas a las que acudían sus compatriotas. Fue en abril de 1994.


Una vez en el poder, mantuvo la coherencia. No se aferró al sillón. Se retiró cuando llegó el momento y siguió luchando por causas noble, como erradicar la pobreza en África o combatir el sida. Trabajó además como mediador en los conflictos de Angola, Burundi y República Democrática del Congo y recibió un sinfín de homenajes. Su figura ha sido venerada por miles de personas. En vida, y tras su muerte.

lunes, 17 de julio de 2017

UNA BREVE APROXIMACION A ODO MARQUAND
Víctor Rey

“Los filósofos que solo escriben para filósofos profesionales actúan de un modo casi tan absurdo como actuaría un fabricante de medias que solo fabricaría medias para fabricantes de medias.” (Odo Marquand)

El 9 de mayo de este año visité en Mar del Plata, Argentina, a mis amigas Gabriela Herderson y Eliana Valzura, dos brillantes teólogas.  Entre mates y mates conversamos de lo humano y lo divino.  Entre los temas que salieron estuvo escuchar acerca del filósofo Odo Marquand a quien hasta ese momento no conocía. Lo irónico de la situación es que ese mismo día fue la fecha en la que Odo Marquand falleció a los 87  años.  Al volver a Chile me puse a buscar  e investigar acerca de este pensador tan apasionante y poco conocido en el mundo de habla española.  Comparto este texto aproximativo agradeciendo a Gabriela y Eliana por haberme introducido a este filósofo.
Odo Marquard (1928-2015), catedrático emérito de Filosofía de la Universidad de Giessen y presidente de la Sociedad General Alemana de Filosofía, tiene en su haber una producción intelectual rica y variada, distinguida y premiada con galardones muy prestigiosos por ejemplo, el «Sigmund Freud» de prosa científica de 1984.
¿Qué significa para Marquard ser un filósofo escéptico? En primer lugar, el reconocimiento de una condición que se impone a los humanos: los hombres de hecho no pueden conocerlo todo, y siempre actúan en la medida de sus posibilidades. En segundo lugar, los hombres están impelidos a la elección a vivir de una determinada manera, pero sin hacerse ilusiones ni perderse en vanas esperanzas; o sea, no se trata de que los hombres nada sepan, sino más bien que «no saben nada que pueda elevarse a principio: el escepticismo no es la apoteosis de la perplejidad, sino tan sólo un saber que dice adiós a los principios.
Reunir, entonces, tradición y modernidad no conduce a una contradicción que exija ser superada por estadios de ser y conocer posteriores, sino a una situación factible en la que se completan y complementan oportunamente por la vía de la compensación. El hombre es radicalmente homo compensator, lo cual significa que, más que hacer lo que debe de hacer en absoluto, se limita a hacer lo que puede hacer en cada momento, según sus reales potencialidades: el individuo actúa, es decir, desde la contingencia, liberado de los dictados de la Necesidad, la Ideología, el Progreso, el Deber, la Historia, de los grandes conceptos, en suma, que tal vez hablen con voz poderosa, aunque en verdad sólo impresionan y gobiernan a los muy necesitados de una guía en el vivir o a los ya previamente convencidos.
Precisamente por esa fuerza vital de la compensación, los hombres modernos son los que están más necesitados de la acción, o mejor, la práctica, de conservar. De hecho, cuanto más moderno es el mundo moderno, cuanto más se encuentra su conciencia marcada por el impulso  hacia la innovación, hostigada por la aceleración y la prisa, más requiere de la preservación, de la contención y de la lentitud.  Los principios de la modernidad entran en colisión con el proyecto humano, entre otros supuestos, cuando pretenden exigirle al sujeto demasiado, por el hecho de querer llegar demasiado lejos, o cuando empujan sin conmiseración ni respeto, o se alzan sobre sus hombros, adoptando la forma de doctrinas espirituales y de programas ideológicos de superación (el «hombre nuevo») o de escapismo (las utopías). Los seres humanos somos seres contingentes por destino, y además no somos absolutos, sino finitos. Quiere decirse: nuestra vida tiene un plazo. Y es que, en efecto, si largo es el brazo o la tenaza del progreso e inmenso el horizonte que ofrece la perspectiva de lo moderno, una principal circunstancia humana contiene al hombre y le impone el más estricto principio de realidad, ya visto y muy meditado por los pensadores antiguos: la brevedad de la vida.
No faltará quien diga que la vida humana es cosa muy compleja característicamente, los adictos a la complejidad, los que gustan de enredar los problemas para impresionar y acaso para acomplejar a los espectadores, observadores y público en general, pero Marquard no pretende hacérnosla más difícil de lo que es, ni más pesada ni más latosa. Sencillamente se limita a constatar un hecho indisputable de amplísimas derivaciones: la vida humana no abarca todo el tiempo, sencillamente porque a la vida humana «le falta tiempo». Es por esta razón vital que el hombre debe siempre conservar el pasado, debe sustentar una vida de experiencia, sucesora, y debe de saber enlazar.
Nuestro presente, nuestro mundo contemporáneo, nuestro tiempo, es, para disgusto de los vocacionalmente descontentos e indignados, el «mundo civil-burgués», el ámbito socio-histórico en el que destacan, como sus elementos valedores y dinamizadores, la democracia liberal y la fuerza reparadora de la civilidad. Se puede negar el presente, en nombre del pasado o del futuro, o ser-realistas-y-pedir-lo-imposible, o exclamar la obviedad de que «otro mundo es posible» con aires de insurrección. Pero, como advierte Marquard, la recusación y la potencial sublevación contra lo actual presentan a menudo la característica de una «desobediencia retrospectiva», de una compensación desorientada y desafortunada que aspira a sublimar en unas esferas lo que no fue posible establecer en otras.

La indicada persistencia de la noción de la herencia como dimensión propiamente humana; el implícito reconocimiento del papel de las generaciones en el desarrollo de la cultura; la consideración de la existencia del hombre definida por las instancias de la misión y el destino; la defensa de una mirada de la historia más vitalista y humanista que totalizadora y mecanicista; la distinción entre ideas y creencias, el ejercicio de un pensar jovial junto a una escritura elegante, son sólo algunos ejemplos, de lo que Odo Marquand nos presenta y nos desafía a pensar. Una razón más para no perder de vista a este filósofo que todavía tiene mucho que decirnos y en especial a las nuevas generaciones.