ANTONIO MACHADO, UN HOMBRE BUENO COMPROMETIDO
CON LA BELLEZA Y LA VERDAD
Víctor Rey
Cuando en 1969 apareció el disco long play en
vinilo de Joan Manuel Serrat: “Dedicado a Antonio Machado”, nos produjo una
alegría a los cuatro amigos adolescente, compañeros de curso del Liceo Valentín
Letelier de la comuna de Recoleta en
Santiago de Chile. En un antiguo tocadiscos de la familia de uno de los amigos
nos reuníamos a escuchar el disco una y otra vez para aprendernos las 12 letra
de los poemas de Machado que traía el disco, para analizar las letras e
imágenes, las metáforas. También para
discutir cada propuesta y para conversar sobre la Guerra Civil Española y
hacíamos comparaciones con el proceso político que se venía en Chile. Esa era la atmosfera que respirábamos por
esos años. Todo acompañado de unas cervezas, cafés y cigarrillos. Nos creíamos
dueños del futuro y dispuestos a cambiar el mundo partiendo por nuestros
país. Escuchando y leyendo a Machado nos
ayudó más a amar la poesía y no quedarnos solo con la poesía de pablo Neruda,
Gabriela Mistral o Nicanor Parra.
También nos animamos a escribir nuestros primeros tímidos poemas que
solo lo conocían los cuatro amigos. Para mí su poema “Retrato”, pasó a ser mi
favorito y me identifique con él hasta hoy.
Una de las figuras más emblemáticas de
principios del siglo XX, Antonio Machado fue
un poeta español nacido en Sevilla en 1875, cuyo trabajo situó entre los
escalones más altos de escritura creativa en un tiempo en el que los avances
fuera de España condicionaban en gran medida el estilo de vida e, incluso, la
atmósfera reinante en el país. Nacido en una familia intelectual y con una
posición acomodada, Antonio fue uno de cinco hermanos, y mientras permanece hoy
como el más famoso de los poetas Machado, su hermano, Manuel, fue un escritor
de similares habilidades.
La herencia andaluza de la familia Machado
desempeñaría un papel fundamental en el desarrollo de la carrera tanto de
Antonio como de Manuel. Sin embargo, fue igualmente importante -y a menudo
subestimado- el traslado de la familia a Madrid cuando ambos eran apenas unos
párvulos. Como consecuencia, los Machado crecieron en el ambiente cosmopolita
de la capital del reino, donde tuvieron la oportunidad de codearse desde
temprana edad con las figuras más preeminentes de la intelectualidad española,
como Ramón del Valle-Inclán, Pío Baroja y Juan Ramón Jiménez.
Igualmente edificante, y la influencia decisiva
en la construcción del mundo emocional e intelectual de Antonio Machado, fue su conexión con París, la gran capital
de la creación artística en Occidente en aquel momento. Entre 1899 y 1903,
Machado pasó largos periodos de tiempo en París trabajando como traductor para
la editorial Garnier, y familiarizándose con las vanguardias del pensamiento en
la civilización occidental; por ejemplo, asistiendo a charlas del filósofo
francés Henri Bergson, o descubriendo las más actuales tendencias modernistas a
través de Rubén Darío.
El final del siglo XIX significó un punto de
inflexión en la historia del Imperio Español, marcando su extinción casi
completa tras una larga crisis que afectó mucho más profundamente que a la mera
extensión de sus fronteras territoriales. Sumida en una prolongada guerra civil
que tomó la forma de diversos conflictos, España llegó al final del siglo XIX
en un estado de quasi-agotamiento. Políticamente, el país había vivido décadas
de caos tras la Revolución Gloriosa de 1868, que consiguió expulsar a la Reina
Isabel II.
Económicamente, la nación había sufrido
muchísimo, como resultado de los constantes conflictos armados entre liberales
y conservadores, Carlistas y republicanos. Más aún, los efectos de la crisis política
económica podían sentirse claramente en las estructuras sociales que velaban
por la integración social. Estas circunstancias precarias creaban un fuerte
contraste con la visión oficialista de la situación, que se aferraba
obstinadamente a un discurso grandioso de amplia influencia e importancia
geopolítica que finalmente colapsaría con la derrota categórica en la Guerra de
Independencia Cubana, que desembocó en la guerra Hispano-Estadounidense de 1898
y supuso el ocaso del Imperio Español.
Confrontados con las contradicciones en la
realidad que se vivía en España en el momento, la elite intelectual del país
buscó nuevas maneras de reivindicar la verdadera esencia, por decirlo así, de
la condición española, lejos del espejismo de grandeza que aún impregnaba el
discurso dominante. Por ello, fueron las influencias continentales fueron
llamadas a dar forma a la nueva afirmación de la intelectualidad española
-influencias que recurrían al simbolismo de Rubén Darío mientras abrazaban la
subjetividad de la concepción temporal de Bergson, todo ello combinado con el
pesimismo trascendental de Schopenhauer y Kierkegaard.
La primera colección de poemas de Machado fue
publicada en 1903, en medio de la complicada atmósfera descrita anteriormente,
bajo el nombre de Soledades. Profundamente personal y
lírica, su obra buscaría incansablemente las raíces de la tradición española,
excavando cada vez más profundamente el acervo popular de la España andaluza, y
alejándose de la vanidad de la vida en la capital.
Otras publicaciones vinieron en 1907 (Soledades. Galerías. Otros Poemas) y en 1912 (Campos de Castilla), con juegos de poemas adicionales
que contribuían a crear un compendio integrado de su obra, lo que era visto por
muchos intelectuales españoles como el logro definitivo de una vida dedicada a
la literatura (Luis Cernuda y Juan Ramón Jiménez sólo son dos ejemplos de
autores que perseguían integrar toda su obra poética en un solo volumen).
Antonio Machado estaba en
Madrid en 1936, cuando una nueva Guerra Civil estalló en España. Ésta duraría
tres años, antes de establecerse el régimen fascista de Francisco Franco.
Machado murió de mala salud en los últimos días de la guerra, cansado y abatido
por un largo viaje a la seguridad relativa que ofrecía Francia. A pesar de no
ser una baja directa causada por el conflicto, como por ejemplo García Lorca,
Machado ha sido anunciado desde su muerte como una de las víctimas de la guerra
de más alto perfil. Saber de su muerte y
toda la agonía que esto produjo, nos hizo imaginar y venerar su gran poema. “En
Colliuere”. Buscamos donde se encontraba ese lugar en la geografía de Francia.