domingo, 26 de julio de 2020

En el aniversario 145 de su nacimiento


Antonio Machado: el hombre que quiso hablar con Dios, por Pedro ...
ANTONIO MACHADO, UN HOMBRE BUENO COMPROMETIDO CON LA BELLEZA Y LA VERDAD

Víctor Rey

Cuando en 1969 apareció el disco long play en vinilo de Joan Manuel Serrat: “Dedicado a Antonio Machado”, nos produjo una alegría a los cuatro amigos adolescente, compañeros de curso del Liceo Valentín Letelier  de la comuna de Recoleta en Santiago de Chile. En un antiguo tocadiscos de la familia de uno de los amigos nos reuníamos a escuchar el disco una y otra vez para aprendernos las 12 letra de los poemas de Machado que traía el disco, para analizar las letras e imágenes, las metáforas.  También para discutir cada propuesta y para conversar sobre la Guerra Civil Española y hacíamos comparaciones con el proceso político que se venía en Chile.  Esa era la atmosfera que respirábamos por esos años. Todo acompañado de unas cervezas, cafés y cigarrillos. Nos creíamos dueños del futuro y dispuestos a cambiar el mundo partiendo por nuestros país.  Escuchando y leyendo a Machado nos ayudó más a amar la poesía y no quedarnos solo con la poesía de pablo Neruda, Gabriela Mistral o Nicanor Parra.  También nos animamos a escribir nuestros primeros tímidos poemas que solo lo conocían los cuatro amigos. Para mí su poema “Retrato”, pasó a ser mi favorito y me identifique con él hasta hoy.
Una de las figuras más emblemáticas de principios del siglo XX, Antonio Machado fue un poeta español nacido en Sevilla en 1875, cuyo trabajo situó entre los escalones más altos de escritura creativa en un tiempo en el que los avances fuera de España condicionaban en gran medida el estilo de vida e, incluso, la atmósfera reinante en el país. Nacido en una familia intelectual y con una posición acomodada, Antonio fue uno de cinco hermanos, y mientras permanece hoy como el más famoso de los poetas Machado, su hermano, Manuel, fue un escritor de similares habilidades.
La herencia andaluza de la familia Machado desempeñaría un papel fundamental en el desarrollo de la carrera tanto de Antonio como de Manuel. Sin embargo, fue igualmente importante -y a menudo subestimado- el traslado de la familia a Madrid cuando ambos eran apenas unos párvulos. Como consecuencia, los Machado crecieron en el ambiente cosmopolita de la capital del reino, donde tuvieron la oportunidad de codearse desde temprana edad con las figuras más preeminentes de la intelectualidad española, como Ramón del Valle-Inclán, Pío Baroja y Juan Ramón Jiménez.
Igualmente edificante, y la influencia decisiva en la construcción del mundo emocional e intelectual de Antonio Machado, fue su conexión con París, la gran capital de la creación artística en Occidente en aquel momento. Entre 1899 y 1903, Machado pasó largos periodos de tiempo en París trabajando como traductor para la editorial Garnier, y familiarizándose con las vanguardias del pensamiento en la civilización occidental; por ejemplo, asistiendo a charlas del filósofo francés Henri Bergson, o descubriendo las más actuales tendencias modernistas a través de Rubén Darío.
El final del siglo XIX significó un punto de inflexión en la historia del Imperio Español, marcando su extinción casi completa tras una larga crisis que afectó mucho más profundamente que a la mera extensión de sus fronteras territoriales. Sumida en una prolongada guerra civil que tomó la forma de diversos conflictos, España llegó al final del siglo XIX en un estado de quasi-agotamiento. Políticamente, el país había vivido décadas de caos tras la Revolución Gloriosa de 1868, que consiguió expulsar a la Reina Isabel II.
Económicamente, la nación había sufrido muchísimo, como resultado de los constantes conflictos armados entre liberales y conservadores, Carlistas y republicanos. Más aún, los efectos de la crisis política económica podían sentirse claramente en las estructuras sociales que velaban por la integración social. Estas circunstancias precarias creaban un fuerte contraste con la visión oficialista de la situación, que se aferraba obstinadamente a un discurso grandioso de amplia influencia e importancia geopolítica que finalmente colapsaría con la derrota categórica en la Guerra de Independencia Cubana, que desembocó en la guerra Hispano-Estadounidense de 1898 y supuso el ocaso del Imperio Español.
Confrontados con las contradicciones en la realidad que se vivía en España en el momento, la elite intelectual del país buscó nuevas maneras de reivindicar la verdadera esencia, por decirlo así, de la condición española, lejos del espejismo de grandeza que aún impregnaba el discurso dominante. Por ello, fueron las influencias continentales fueron llamadas a dar forma a la nueva afirmación de la intelectualidad española -influencias que recurrían al simbolismo de Rubén Darío mientras abrazaban la subjetividad de la concepción temporal de Bergson, todo ello combinado con el pesimismo trascendental de Schopenhauer y Kierkegaard.
La primera colección de poemas de Machado fue publicada en 1903, en medio de la complicada atmósfera descrita anteriormente, bajo el nombre de Soledades. Profundamente personal y lírica, su obra buscaría incansablemente las raíces de la tradición española, excavando cada vez más profundamente el acervo popular de la España andaluza, y alejándose de la vanidad de la vida en la capital.
Otras publicaciones vinieron en 1907 (Soledades. Galerías. Otros Poemas) y en 1912 (Campos de Castilla), con juegos de poemas adicionales que contribuían a crear un compendio integrado de su obra, lo que era visto por muchos intelectuales españoles como el logro definitivo de una vida dedicada a la literatura (Luis Cernuda y Juan Ramón Jiménez sólo son dos ejemplos de autores que perseguían integrar toda su obra poética en un solo volumen).
Antonio Machado estaba en Madrid en 1936, cuando una nueva Guerra Civil estalló en España. Ésta duraría tres años, antes de establecerse el régimen fascista de Francisco Franco. Machado murió de mala salud en los últimos días de la guerra, cansado y abatido por un largo viaje a la seguridad relativa que ofrecía Francia. A pesar de no ser una baja directa causada por el conflicto, como por ejemplo García Lorca, Machado ha sido anunciado desde su muerte como una de las víctimas de la guerra de más alto perfil.  Saber de su muerte y toda la agonía que esto produjo, nos hizo imaginar y venerar su gran poema. “En Colliuere”. Buscamos donde se encontraba ese lugar en la geografía de Francia.

miércoles, 22 de julio de 2020

En su cumpleaños 73


Africa Speaks' álbum de Carlos Santana a los 71

CARLOS SANTANA Y  SU ESPIRITUALIDAD

 “Soy un músico por intercesión divina.  Solo a él rindo cuentas.  Soy un ángel enviado para hacer bailar a la gente.  Si no se tiene un contrato personal con Dios, no se puede tocar”.
(Carlos Santana)

 Víctor Rey

El mismo día en que la primera mujer en Chile asumía la presidencia de la República, Carlos Santana y su Banda, ofrecían su segundo concierto en Santiago, en el velódromo del Estadio Nacional.  Por supuesto dedicó ese concierto a Michelle Bachelet y dijo: “Hoy todos los ojos del mundo están puestos en Chile, ya que ha comenzado a encenderse una luz.  Ustedes han elegido todo lo contrario a Bush”.  Pude estar presente ese sábado 11 de marzo del 2006 disfrutando de su música que nos trajo nostalgia de nuestra adolescencia, pero también comprobar la vigencia de su música y mensaje para las nuevas generaciones.  El miércoles 25 de febrero del 2009 se presentó por tercera vez en Chile, esta vez en el marco de los 50 años del Festival de la Canción de Viña del Mar.  En esta oportunidad asistí con unos amigos y mi hijo Felipe y a quién le encanta la música donde se fusiona el rock con la lo autóctono de América Latina y Africa.

En 1969, se realizó en Estados Unidos un festival de música que duró tres días.  Fue el famoso Woodstock.  En ese festival el grupo de Santana se destacó por la interpretación de su famosa "Sacrifice Soul".  Eran los tiempos de los “hippies”, de “hacer el amor y no la guerra” y de “prohibido prohibir”.   Más tarde apareció la película que mostraba las escenas de ese festival y los diversos músicos que participaron.  Entre ellos destacaba un grupo que estaba compuesto en su mayoría por latinoamericanos que combinaban las guitarras eléctricas, la batería, las congas, el rock con ritmo latinos.  Esa mezcla cautivó a los jóvenes de ese tiempo, como la ha vuelto a hacer nuevamente después de treinta años con “Supernatural” y “Shaman”.  Sobre ese tiempo el mismo Santana dijo: “La época de los 60 ha sido la más importante de este siglo porque nos enseñó a realizar una revolución sin violencia, con el alma”.  

Carlos Santana nació el 20 de julio de 1947,  en un pueblo de Jalisco (México), llamado Autlàn de Navarro.  Sus padres, José y Josefa tuvieron siete hijos, siendo Carlos el del medio.  Se crío dentro de una familia donde se respiraba y se comía música.  El padre era un músico respetado y queridos por todos.  Siempre  era el eje musical de bodas y bautizos, momentos esenciales de la vida mexicana junto con los ritos de la muerte.

José Santana, tocaba en bares y pequeñas orquestas hasta que formo una banda, llamada “Los Cardenales”, para interpretar mejor las canciones de la época.  El tocaba el violín, sacándoles notas que parecían voces humanas y esto lo transmitió a su hijo Carlos.

En los años cincuenta se puso de moda al norte del país, cerca de la frontera con Estados Unidos, la ciudad de Tijuana.  Era el boom turístico de la época.  Josefa, la madre, creyó que Tijuana era parte del otro país al que admiraba y animó a su marido a trasladarse a aquel pueblo próspero y distinto.  En 1954 José Santana y Los Cardenales se asentaron en aquel lugar, y ella con sus siete hijos le siguieron un año después.

Lo espiritual en Santana siempre ha estado presente.  No ha llegado al cielo interpretativo solamente por poseer una magnífica técnica y una energía desbordante.  Hay algo más.  Posiblemente algo escondido en su alma que es lo que le ha hecho distinto.  Cuando era muy joven, en Tijuana, ya se mezclaba de lleno en los ambientes más pobres para conocer de primera mano la desdicha de sus paisanos.  En aquella época no era una estrella millonaria y sólo podía ofrecer su música y su comprensión para aliviar la tristeza de aquella gente sin pedir nada a cambio.

El perdón ha sido su norma de vida.  Siempre ha comprendido a los que lo han traicionado, estafado o puesto zancadillas cuando veían que su fama iba en aumento.  Esta sensibilidad espiritual ya se hizo notar en su disco “Abraxas” del año 70 que, a pesar del éxito con “Supernatural” (1999), puede que sea la cumbre de su genialidad.  “Abraxas” es la bandera del éxito de Carlos Santana y de este otro estilo diferente de la banda de Santana.  La suavidad de sus notas nunca ha podido llegar a ser imitadas por nadie.

En una entrevista concedida al diario La Tercera en 2002 dijo: “Recuerdo a Chile y tengo palabras especiales para referirme a este país.  Tocamos en un parque (Intercomunal de la Reina), dos días después de Guns n’ Roses.  Fueron casi 90 mil personas y era la primera vez.  Eso llegó mucho a mi corazón.  Quisiera regresar, si me invitan, y ofrecer un concierto especial para las familias de los detenidos desaparecidos.  Así, ofrecerles una música para invitarles y decirles que lo que uno pierde en la Tierra, lo gana Dios en el cielo”.     Luego agregó: “No creo en las religiones, creo en ritmo espiritual.  Es el bien más alto para la gente, la vida, el planeta”.  Y concluye: “No hago lo que me da la gana, hago lo que me dice Dios y si El me dice que trabaje con gente, eso es lo que hago”.

El vive en una finca con su familia y ha creado otro lugar que llama La Iglesia.  En esta segunda construcción es donde medita y habla con sus ídolos;  Jimmy Hendrix o Miles Davis.  Aquí también conversa con su ángel particular, la abstracción, Metraton, con quien discute los problemas cotidianos y pide ayuda para solucionar las desdichas de los jóvenes que acuden a él en busca de ayuda. 

La espiritualidad de Carlos Santana se está haciendo notar ahora con inquietudes políticas.  El Movimiento Chicano, una especie de agrupación más que un partido político, está ocupando áreas en la vida norteamericana nunca hasta ahora conseguidas.  Los chicanos ya son muchos millones de personas que forman otra comunidad aunque siguen marginados.  El racismo es cruel y no admite las realidades.  Al respecto ha dicho: “Cuando las condiciones de vida de los chicanos en Estados Unidos respondan a una comunicación humana, muchos chicanos volverán a México”.

Los mexicanos, igual que otros latinos, que viven en USA, van creando una conciencia y con su innegable poder económico y su gran variedad de personas importantes, especialmente artistas, van intentando ocupar su merecido lugar en la sociedad.  Santana ha entrado a formar parte de ese grupo redentor de una cultura antigua.  Junto a Moctezuma Esparza, Treviño y otros  artistas han creado el movimiento “Chicanos 90”.  También ocupa sus energías para trabajar en causas de justicia, paz  y libertad con personas como Desmon Tutu, Nelson Mandela y Harry Belafonte.

Esperemos que el sentido común de Santana y sus Chicanos 90 no pequen de inocentes.  Tienen un alma desconocida para los grandes financieros.  Ellos tienen la fuerza del arte, de la música, del incipiente cine chicano y de la pintura.  Estas armas en manos de seres geniales son la gran sorpresa que pueden emplear para atacar el gran poder.

El arte llega a las almas de todas las razas y une mentes y religiones.

Es posible que Santana con un solo de guitarra, un prolongado sostenido de sus cuerdas sublimes gane más voluntades que los dólares y las tarjetas de crédito.

Guitarrista dueño de un sonido único y quizás de los más reconocibles del rock, relacionado íntimamente con lo espiritual y pionero en la fusión del rock con los ritmos latinos, este músico inagotable lleva más de cuatro décadas creando música original y energética.   Pocos músicos y en especial guitarristas han sido y serán tan influyentes, inspiradores y transmisores de una energía tan pura como Carlos Santana.

  

lunes, 20 de julio de 2020

En sus aniversario 122


El legado de Marcuse – Kaos en la red

HERBERT MARCUSE, UN FILOSOFO PARA ESTE TIEMPO

 Víctor Rey

“Leer a Marcuse es acceder a la imaginación crítica”

(R. Laureillard)

En el año 1973, cuando comencé mis estudios de filosofía en la Universidad de Concepción en el sur de Chile, circulaba entre un grupo de amigos dos libros que de algún modo eran considerados heterodoxos entre el pensamiento oficial del marxismo de ese tiempo, estos eran:  “El Hombre Unidimensional” y “Eros y Civilización”.  Conversábamos acerca de las revueltas estudiantiles en las universidades norteamericanas y europeas, sobre todo del “Mayo Francés de 1968”, y la influencia de su pensamiento en esos movimientos.  También se hablaba del “poder estudiantil” y de la fuerza que tenía en Europa y en Estados Unidos.  Por supuesto que nos sentimos atraídos por estos sucesos y por estos libros.  ¿Qué era el “poder estudiantil”?  Era el nombre que le daban los jóvenes norteamericanos al movimiento que empujaba a los adolescentes de todas las universidades del mundo a impugnar en sus propios fundamentos la sociedad que los rodeaba.  ¿Qué tenían en común?  Por lo menos dos cosas: eran jóvenes y rechazaban la sociedad de sus mayores.  ¿Qué deseaban?  Actuar de manera que la universidad no fuera más el bastión del conservadurismo, sino el foco de un nuevo radicalismo revolucionario.  Teníamos pocos años para cambiar el mundo: no se es estudiante por mucho tiempo.  Estábamos apurados.

Para comprender la virulencia de este rechazo, es necesario conocer a un autor que gran parte de los estudiantes más politizados reivindicaban para sí: el filósofo germanonorteamericano Herbert Marcuse.

¿Quién fue Herbert Marcuse?  Un hombre de un metro ochenta centímetros.  En California donde vivió fue conocido en primer lugar por su amor a la naturaleza y a los animales (fue miembro de zoológico de San Diego), por su horror al ruido, por su felicidad matrimonial (estuvo casado con su esposa Inge por 41 años), por su conocimientos de los idiomas (hablaba correctamente el alemán, su lengua natal, el inglés, su lengua de adopción, el francés y el ruso, comprendía el italiano y el español). 

Nacido en Berlín en 1898, y muerto en Estados Unidos en 1979, Herbert Marcuse perteneció a la inteligencia centroeuropea que sufrió, en carne propia o muy de cerca, los trastornos configuradores de la historia europea primero, y la historia mundial después.  De familia judía, vivió a sus veinte años la gran esperanza y el ulterior desengaño del fracaso de la revolución alemana.  Especialista en Hegel, reconoce posteriormente en su obra dos maestros con los cuales mantuvo siempre una provechosa discusión intelectual: Marx y Freud.  Después de unos años de quietud y trabajo-Marcuse abandonó la política activa tras el asesinato, en 1919, de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht-, en 1933 la subida al poder de Hitler lo fuerza a dejar su país y a establecerse, por poco tiempo, en Suiza y en Francia.  Finalmente algunas estancias como “profesor visitante” en universidades norteamericanas, fija su residencia en los Estados Unidos, donde ocupó varias cátedras.  Trabajo en el Instituto Ruso de Columbia y en el Centro de Investigación de Estudios sobre Rusia de Harvard, donde enseñó ciencias políticas y también enseñó filosofía política en la Universidad de California.  El enfrentamiento con la sociedad industrial norteamericana acabó de configurar sus intereses intelectuales, iniciados temáticamente –aparte los estudios sobre Hegel- con una colaboración al libro que se publicó en 1936 bajo la dirección de Max Horkheimer y con la intervención también de Theodor W. Adorno, titulado “Estudios sobre la autoridad y la familia”.  En efecto, si el tema central de la no-libertad en los hombres y las sociedades, especialmente en la sociedad, especialmente en la sociedad industrial avanzada.

El discurso de Marcuse es, pues coherente con su biografía y con la historia.  Probablemente por esta misma razón, fue apasionado y polémico, incisivo y provocativo.  El público lector tiene la posibilidad de descubrir que la obra de Marcuse le aporta una gran cantidad de sugerencias y planteamientos que, más que específicamente nuevos, resultan profundamente adecuados al momento histórico que estamos viviendo.

El núcleo central de la obra de Marcuse quedó constituido por la meditación sobre el pensamiento de sus tres grandes maestros- Hegel, Marx y Freud-, representada por los cuatro grandes libros de su época americana:  “Razón y Revolución” (1941), que lleva el subtítulo “Hegel y la aparición de la teoría social”, donde se configuran por vez primera, en un cuadro orgánico, las bases del pensamiento del autor; “Eros y Civilización” (1955), cuyo subtítulo es “Investigación filosófica sobre Freud”, su libro más original y creador y, a la vez con toda probabilidad, el más hondamente arraigado en Marx entre todos sus libros; “El Marxismo Soviético” (1958), crítica de la civilización totalitaria soviética y denuncia de la traición al pensamiento de Marx; y, finalmente, “El Hombre Unidimensional” (1964), con su subtítulo suficientemente esclarecedor: “Estudios sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada”.

Marcuse comenzó sus estudios universitarios de filosofía en Berlín y se licenció en la Universidad de Friburgo, en 1921.  En Friburgo conoció a Heidegger, quien por un tiempo influyó sobre él, guiándolo, a través de las corrientes de la época (neokantismo de Marburgo, fenomenología de Husserl, Dilthey, Simmel, etc.), hacia su orientación particular, o sea, las primeras formulaciones del existencialismo.  Pronto, sin embargo, Marcuse se desprendió de la influencia de Heidegger, y se sintió tentado por la problemática sociológica según el planteamiento de Max Weber.  Pero la obra que más influyó en su pensamiento inicial –y no solamente sobre él, sino en toda una generación- fue “Historia y conciencia de clase” (1923) de George Lukács, que lo indujo a trabajar sobre la base de la tradición hegeliana-marxista y más específicamente, sobre el pensamiento de Hegel, que se convirtió en “su” filósofo.

La obra de Marcuse es cuestionable, porqué en su esencia y por voluntad es una obra abierta, una sugerencia y un estímulo – más que una doctrina- que reclaman el diálogo y la discusión, la imaginación y la libertad, en la lucha contra el establishment y el sistema, contra la burocracia y el dogma, y contra la civilización represiva.  El discurso de Marcuse habla a favor de la libertad y de la felicidad, y hace falta no confundir la crítica intelectual que se le dirige desde el mismo punto de vista con la crítica cuyo objetivo es precisamente, perpetuar el sistema represivo contra el cual se alzó Marcuse.

Pensador reactivo, o sea, que obedece casi siempre a estímulos externos, Marcuse cuenta, entre sus contribuciones originales, la de haber sabido complementar –enlazándolos estrechamente –los pensamientos de Marx  y de Freud como no lo habían logrado otros pensadores amigos suyos de la “Escuela Filosófica de Frankfurt”, y el haber sabido también presentarlos sugestivamente es sus aspectos a la vez más auténticos y actuales, o sea, por la vertiente más revolucionaria y –si así se prefiere- más creadoramente libre de su espíritu.

sábado, 18 de julio de 2020

En el día de Mandela


Lucha Contra el Miedo y Ganarás como Mandela - ActionCOACH María ...
Nelson Mandela el Padre de la Libertad
Víctor Rey
“Todo parece imposible, hasta que se hace”.(Nelson Mandela)

En el mes de noviembre del 1993 me encontraba en la ciudad de Birmingham en Inglaterra estudiando un curso de Misionología.  Vivía en el Selly Oak College junto a otros estudiantes venido de varios países.  Estando ahí me enteré que Nelson Mandela visitaría la ciudad y para eso se preparaba un gran coro de todas las iglesias que participarán en el acto que tendría efecto en un estadio techado.  Para mi fortuna la directora de ese enorme coro vivía también en el mismo college, así que le pedí que me incorporara al coro.  No fue fácil convencerla, ya que no me destaco por cantar bien y además los himnos eran en inglés y ya tenían un tiempo de ensayar.  Al final aceptó y creo que mi voz entre las mil voces no se notaba.  Desde la plataforma del escenario pude ver a Mandela muy cerca, hablando a un estadio abarrotado y haciéndolo con mucha paz, esperanza y alegría.  Realmente su sola presencia impresionaba.  Al año siguiente ganó las elecciones y gobernó hasta el año 1999.  Años más tarde tuve la oportunidad de viajar al III Congreso Mundial de Evangelización Lausana, que se realizó en la Ciudad del Cabo en Sudáfrica el año 2010 y allí pude conocer su celda de 2x2 donde pasó 18 de los 27 años de prisión.  A su muerte ocurrida un 5 de diciembre del 2013 a los 95 años, justamente asistieron 95 jefes de estado.  Ha sido el funeral de un presidente donde han asistido la mayor cantidad.  Creo que eso demuestra la transversalidad de su lucha por la justicia, la paz, la libertad y la igualdad que interpreta a la gran mayoría de la humanidad.
«Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir». Lo dijo en 1961 ante un tribunal que lo juzgaba por alta traición.
La coherencia de Mandela (18 de julio 1918 - 5 de diciembre 2013) le convirtió en una leyenda política ya en vida. Otros, como el Che Guevara, Mahatma Gandhi, Salvador Allende o Martin Luther King, son también admirados por llevar sus ideales hasta las últimas consecuencias, pero sus asesinatos contribuyeron al mito, dejando la duda de si hubiesen sucumbido al poder. En el caso de Mandela no hubo espacio para la sospecha: luchó, gobernó y se mantuvo fiel a sus creencias.
'Madiba' —'abuelo venerable', como le conocían en Sudáfrica— soportó muchos maltratos a lo largo de su vida. Familia de los jefes supremos de la tribu de los 'Tembu', fue formado para convertirse en dirigente de su clan. Pero se rebeló contra su destino: estudió Derecho y se metió en política para combatir las prácticas xenófobas del Apartheid.  Era negro en un país dominado por blancos que practicaban la exclusión racial. Y no estaba dispuesto a aceptarlo.
En 1948, el Partido Nacional de Sudáfrica (PN) había ganado unas elecciones en las que sólo podían votar los blancos y había instalado un sistema de segregación racial. Enfrente tenía al Congreso Nacional Africano (CNA), formado en 1912 para luchar por los derechos de la población negra y al que se unió Mandela en 1942. Fueron años de recorrer el país promoviendo la desobediencia civil, incluidas las acciones violentas. Hasta que fue arrestado y acusado de alta traición.
El régimen de Sudáfrica consideraba a 'Madiba' un terrorista y le tuvo cerca de tres décadas entre rejas. Cuenta la leyenda —llevaba al cine por Clint Easwood— que allí cogía fuerzas repitiéndose como un mantra el poema 'Invictus', de William Ernest Henley: «Más allá de la noche que me cubre / negra como el abismo insondable / doy gracias a los dioses que pudieran existir / por mi alma invicta». Le escuchaba la comunidad internacional, que orquestó una campaña en su apoyo que dio frutos el 11 de febrero de 1990. Ese día, Mandela salió en libertad tras 27 años de cárcel. En su primera intervención ante la prensa apostó por una solución que no menoscabase los derechos de los blancos. Sin rencor. Tomó entonces las riendas de la transición del país y cambió su condición de 'peligroso opositor' por la de presidente, previo paso por las primeras elecciones democráticas a las que acudían sus compatriotas. Fue en abril de 1994.
Una vez en el poder, mantuvo la coherencia. No se aferró al sillón. Se retiró cuando llegó el momento y siguió luchando por causas noble, como erradicar la pobreza en África o combatir el sida. Trabajó además como mediador en los conflictos de Angola, Burundi y República Democrática del Congo y recibió un sinfín de homenajes. Su figura ha sido venerada por miles de personas. En vida, y tras su muerte.
“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él.  El valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese temor.”

lunes, 13 de julio de 2020

Ennio Morricone el maestro


 10 canciones para despedir al genio de las bandas sonoras: Ennio ...

ENNIO MORRICONE EL MAESTRO DE LAS BANDAS SONORAS DEL CINE

"El silencio es música, al menos tanto más. si quieres entrar en el corazón de mi música, busca entre las pausa." (Ennio Morricone)

Víctor Rey

Este 6 de julio a los 91 años falleció el compositor italiano Ennio Morricone.  Inmediatamente vinieron a mi mente imágenes y de películas vistas desde la niñez a esta edad adulta.  Recordé las veces que nos fugábamos del Liceo con algunos compañeros y nos íbamos a recorrer los cines del centro de Santiago que en ese entonces era unos treinta. Las películas de los llamados  “spaghetti western” eran nuestra preferidas. Y nos reuníamos en torno a un café y unos cigarrillos en las noches o en las esquinas en verano para comentar las películas que habíamos visto.
Cuando vi en el cine Superman (1978), o mejor dicho, la escuché, y me atrevería a decir que aquello cambió mi vida. Me convertí en uno de esos freaks que coleccionaba compulsivamente música de películas y hablaba de ellas con la misma pasión con la que mis compañeros hablaban de fútbol, política o religión. Un compositor me llevaba al siguiente, muchas veces aún sin haber visto la película. Así fue como un día descubrí La misión (1986), en un recopilatorio de Morricone y pensé que el corazón me iba a salir por la boca. Acabé rendido a uno y otro. Y nunca he podido evitar preguntarme –con cierto morbo– cómo se verían ambos mutuamente.
Con la pérdida del más icónico y popular de los mal llamados “compositores de bandas sonoras”, se va una forma de entender el cine y el arte popular del siglo XXI.  Ennio Morricone supo, como nadie, condensar la faceta de compositor intelectual, músico popular y casi estrella del rock, capaz de llenar estadios con sus conciertos cuando ya era un octogenario. Fue el hilo de unión entre el cine comercial, de género, de autor y político. Pero, sobre todo, fue un trabajador incansable, cartesiano, meticuloso y obsesivo: “La inspiración no existe, solo existe el trabajo, el tesón, la constancia”, dijo en una ocasión.
Clásico de formación y vanguardista de vocación, siempre estuvo fuera de las modas. Tenía la capacidad para saltar de un género a otro casi sin inmutarse, ya que su música era un género en sí mismo. Así fue como se mantuvo en primera línea durante más de cinco décadas. Podía pasar de trabajar con Sergio Leone o Bernardo Bertolucci a, inmediatamente después, escribir la música de un wéstern de serie B o de un filme erótico japonés. Ni entendía ni se tomaba el éxito en serio, tan solo le interesaba la música. Y para él, el cine era una fuente inagotable de experimentación.
En su obra se puede llegar a una conclusión musical pasando por tres películas anteriores, que muchas veces eran (geniales) borradores de una obra final sublime. En su música pueden convivir con perfecta fluidez el vanguardismo más arriesgado y la música concreta con la más comercial, elegantes melodías con otras que sobrepasaban el límite de la cursilería, el sonido más delicado y también el más vulgar. Y siempre era pretendido, buscado, pensado milimétricamente, según las necesidades que él entendía que tenía cada película.
Tenía la asombrosa habilidad para, como la energía, no crearse ni agotarse, sino transformarse. Cuando llegaba a un punto donde parecía que su música se anquilosaba o se repetía, Morricone ofrecía una obra totalmente nueva, y que era el germen de un ciclo distinto. Nunca se quedó atrás. Inventó la música del spaghetti-western en Por un puñado de dólares (1964), y la reinventó en Hasta que llegó su hora (1968). Incluso se permitió el lujo de parodiarla en Mi nombre es Ninguno (1973), cuando el género empezaba a agotarse. Al mismo tiempo, alumbró la música de casi todos los subgéneros de la cinematografía italiana, en una época tristemente irrepetible.
Su relación con Hollywood fue más bien agridulce. Aunque escribió la música de algunos filmes a lo largo de los años, como Dos mulas y una mujer (Don Siegel, 1970), El exorcista 2: el hereje (John Boorman, 1977), Días del cielo (Terrence Malick, 1978) —su primera nominación al Oscar— o La cosa (John Carpenter, 1982), se negó a seguir trabajando en EE UU, ya que se consideraba mal pagado. No fue hasta el apabullante éxito de La misión (1986) cuando se asentó en la industria y se convirtió en unos de los compositores mejor valorados y remunerados. Obtuvo otras cuatro candidaturas al Oscar, que siempre le eran arrebatadas. El codiciado premio le llegó tarde, en forma de galardón honorífico, en 2008. Después consiguió otro a la mejor banda sonora por su colaboración con Tarantino  en Los odiosos ocho (2015)
Se nos va el hombre que trabajó hasta el último aliento de su vida (sin ir más lejos, hace unos año pasado ofreció varios conciertos multitudinarios en Chile, que lamentablemente no pude asistir pues se agotaron las entradas.  Mi hijo y su polola tuvieron más suerte y pudieron asistir.), pero siempre nos quedará su obra, de un incalculable y vastísimo legado, casi inabarcable, sus más de 500 películas y otros tantos discos, que a buen seguro serán objeto de estudio, análisis y deleite para las generaciones venideras. Aunque de momento, este placer es solo nuestro.
Los compases políticos de Morricone siempre se expresaron de forma sutil. Apoyó Matteo Renzi cuando este emprendió un proceso de reformas para modernizar el Italia. Alabó a Barack Obama cuando quiso construir un Estados Unidos más justo a través de un sistema sanitario universal. Y criticó a Trump, a su manera, cuando supo que uno de sus grandes amigos del alma y compañeros de viaje le había apoyado. “Respeto la opinión de Clint Eastwood, pero con Trump no estoy de acuerdo”.
La relación con EE UU siempre se consumó a distancia. Algunos creen que la Academia que otorga los Oscar no le perdonó jamás que decidiese no cambiar nunca su amada Roma por los bulevares y autopistas de Los Ángeles, como hicieron tantos colegas de profesión que abrazaron rutinariamente las estatuillas doradas. No lo logró por la imponente música de La misión (1986), ni siquiera tampoco por Érase una vez América (1984), aunque muchos dijesen que fue porque se entregó fuera de plazo. Morricone ganó su primer Oscar, por la música de Los odiosos ocho, de Quentin Tarantino. En 2007, había recibido el galardón honorífico de la Academia de Cine.  A sus 87 años, subió al escenario ovacionado, recogió la estatuilla y dio las gracias a su esposa, María, por soportar su “ausencia”. Hoy la sensación es más aguda y se extenderá por todo el mundo a medida que pasen las horas. Su música seguirá sonando cada vez que su nombre desaparezca de los títulos de crédito.