miércoles, 28 de agosto de 2013

44 años de Woodstock: casi cuatro días de paz, amor y música

 Víctor Rey 


"Dedicado a Los Jaivas. Músicos chilenos, precursores del rock, que de alguna manera  reflejaron el espíritu de Woodstock en Chile y que este mes cumplen 50 años de vida musical” (Víctor Rey)

Con mi hermano y otros amigos, fuimos al antiguo cine Normandie de la calle Alameda en la ciudad de Santiago a ver la película Woodstock. Fue una experiencia mística ver a nuestros grupos musicales de los cuales conocíamos todas sus canciones. Ya habían pasado dos años de ese famoso festival y entre los amigos comentábamos ese evento cuando escuchábamos sus canciones en los antiguos discos longs plays en vinilo.
Se cumplen 44 años del festival que cambió para siempre la historia del rock.  Realizado en Bethel, estado de Nueva York, entre el 17 y el 18 de agosto de 1969. Woodstock reunió a muchos de los principales exponentes del rock anglosajón de su época y fue un acontecimiento artístico que marcó a fuego una generación. Cuatro décadas después sus efectos se siguen sintiendo.
La era de los grandes eventos de rock al aire libre había comenzado dos años antes con el Festival Monterrey Pop, en California, pero el de Woodstock fue el que ha quedado en las retinas. Esto tiene que ver, sin duda, con la difusión mundial que adquirieron los discos y la película del festival, pero también con un año que condensó el espíritu de la época.
Para mi ver y escuchar a Carlos Santana fue lo mejor de ese festival. Santana y su banda comenzaron a tocar a las 17:15 horas del sábado 16 de agosto.  Empezaron con Waiting, luego Evil Ways, Tou Just dont care, Sabor, Jingo, Persuasion, Fried Neckbones y terminaron con la interpretación mítica de Soul Sacrifice.
Concluía la década de los ’60 y la generación de los llamados chicos concebidos en la posguerra estaba adquiriendo un protagonismo cada vez mayor en la vida social y política de los EE. UU. Luchaba por los derechos civiles de las minorías y por tener voz y voto en cuestiones relacionadas con su educación, se oponía a la guerra de Vietnam y buscaba alternativas a la sociedad de sus mayores, a la que consideraba excesivamente conservadora y centrada en el materialismo.
La llamada Generación de Acuario pugnaba, también, por derribar tabúes ancestrales. Practicaba el amor libre y buscaba expandir la mente con drogas psicodélicas. Los más osados renegaron de la familia y de las carreras tradicionales y buscaron un sistema de vida alternativo en comunidades rurales. El rock era el elemento aglutinante porque representaba, en letra y música, la esencia de sus anhelos. No fue sencillo organizar Woodstock. Los granjeros de la región veían con recelo la perspectiva de un aluvión de hippies descendiendo sobre sus propiedades y el sitio elegido para el festival debió cambiarse en el último momento. Gracias a la constancia de los organizadores, Michael Lang, Artie Kornfeld, John Roberts y Joel Rosenman, y a la buena voluntad del granjero Max Yasgur que cedió sus campos de Bethel, Woodstock se puso en marcha a mediados de 1969. Lang y Kornfeld, los más avezados en cuestiones musicales, querían que el festival tuviese un repertorio artístico abarcante, con espacio para el rock ultra popular de Creedence Clearwater Revival, la conciencia cósmica de Grateful Dead y el novedoso jazz-rock de Blood, Sweat & Tears, pero también para las ragas hindúes de Ravi Shankar y el folk místico de Incredible String Band. Muchos de los músicos que participaron, sobre todo los que figuraron en el filme de Michael Wadleigh, recibieron un fuerte espaldarazo para sus carreras. Fue el caso de Joe Cocker, quien actúo con The Grease Band. El ex plomero de Sheffield, Inglaterra, tenía un gran hit con su emotivo Cover con una ayudita de sus amigos, los Beatles. Woodstock potenció también la trayectoria de otros dos artistas británicos. The Who atravesaba por uno de sus picos artísticos con el estreno de su Opera rock Tommy, y tenía uno de los shows escénicos más excitantes del momento. Ten Years After, surgido de la segunda ola de blues británico, era hasta entonces un grupo de culto, pero su maratonesca versión de I’m Going Home los puso en la liga de las megabandas. También recibió un sólido impulso la banda de Carlos Santana, un virtuoso guitarrista mexicano radicado en San Francisco. Woodstock tuvo su cuota de situaciones límite. Carreteras atestadas pronto aislaron el lugar -muchos músicos tuvieron que llegar en helicóptero- y la situación climática bordeó los extremos: hubo momentos de sol abrasador y también furibundas tormentas que pusieron a prueba la resistencia de público, artistas y personal técnico. Las previsiones en cuanto a sanitarios y comida se vieron superadas: la concurrencia -que los cálculos previos estimaban en 150.000 personas- triplicó esa cantidad, forzando a los organizadores a dar entrada libre para evitar avalanchas y estampidas, y a los grupos de voluntarios, vecinos e incluso la guardia civil a aportar alimentos y ropas secas.
Volviendo a la música, el rock más intenso y eléctrico tuvo su contrapartida en artistas que tomaban al folk como punto de partida para sus propuestas. Tal es el caso de The Band, Richie Havens, Melanie, John Sebastian, Arlo Guthrie y Joan Baez. Esta última recordó el compromiso de los presentes con las luchas sociales con Joe Hill. La corriente más militante de la contracultura continuó con las actuaciones de Jefferson Airplane y de Country Joe McDonald (líder de Country Joe & the Fish), quien brindó en I Feel Like I’m Fixin’ to Die Rag una aguda arenga antibélica cantada a coro por más de 300.000 personas. Asimismo, Woodstock fue testigo del nacimiento de un supergrupo de la fusión folk-rock: Crosby, Stills & Nash que crearon una atmósfera increíble con varios clásicos de su álbum debut y anticiparon su ampliación a cuarteto invitando a Neil Young. Woodstock también tuvo funk de la mano de Sly & the Family Stone, y blues, con Janis Joplin, Canned Heat, Johnny Winter y la Paul Butterfield Blues Band, pero si hubiera que señalar un símbolo del festival, sin duda fue la actuación de Jimi Hendrix. En esos días, el guitarrista de Seattle venía de disolver a la Experience, el power trío que le había dado fama, y estaba por armar Band of Gypsys con otros dos músicos afroamericanos, para profundizar sus raíces de soul y de blues. Woodstock encontró a Hendrix en plan experimental liderando una banda numerosa a la que llamó Gypsy Sons & Rainbows. Tocaron al amanecer del cuarto día, cuando ya quedaban apenas unas 40.000 personas en el predio, pero los estoicos tuvieron su recompensa, porque fue un show dramático, que alcanzó su pico cuando Hendrix hizo su versión del himno de los Estados Unidos imitando con su guitarra el sonido de las bombas cayendo sobre Vietnam.
Hoy, 44 años después, la polémica sigue abierta entre los que sostienen que Woodstock fue el despertar de una nueva conciencia y los que consideran, en cambio, que se trató del final de una era de idealismo e inocencia, tras la cual el rock se transformó en el negocio millonario. En cualquier caso, está claro que el festival de Woodstock marcó un antes y un después en la historia de la música popular del siglo veinte.

jueves, 22 de agosto de 2013

El legado de Pierre Bourdieu: Alerta con la televisión

Víctor Rey 


Hace 11 años murió uno de los intelectuales más controvertidos e importantes de las ciencias sociales europeas, el sociólogo francés Pierre Bourdieu, ferviente activista político que se involucró con movimientos alternativos de izquierda y criticó ácidamente el neoliberalismo.
Tuve la ocasión de conocer parte de su obra cuando hice mis estudios de Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica.  De inmediato atrajeron mi interés sus opiniones sobre la sociedad y los medios de comunicación.
Este pensador nació el 1 de agosto de 1930 en el seno de una familia sencilla, cursó sus estudios en la École Normale Supériure de París.  Entre otros temas se dedicó al análisis de los mecanismos de dominación social; criticó la ideología neoliberal y lanzó dardos contra sus pares, a quienes acusaba de no bajar del “olimpo” intelectual.
Bourdieu fue profesor en el College de France y director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales.  Dirigió la revista “Actes de La Recherche en Sciences Sociales” y fundó la editorial “Liber-Raisons d´ Agir”.
Sus últimos años los dedicó al estudio sobre el papel de los medios de comunicación y del campo periodístico en la construcción de la realidad, publicando sus reflexiones en obras como “Sobre la televisión” (1996).
En este libro el sociólogo enunciaba en el prefacio, en forma directa y certera, su lapidaria tesis sobre el peligro que dicho aparato representaba:
“Pone en muy serio peligro las diferentes esferas de la producción cultural: arte, literatura, ciencia, filosofía, derecho; creo incluso, al contrario de lo que piensan y lo que dicen, sin duda con la mayor buena fe, los periodistas más conscientes de su responsabilidades, que pone en un peligro no menor la vida política y la democracia”.
Los argumentos que entrega Bourdieu para fundamentar su pensamiento están basados en los mismos mecanismos que constituyen la televisión. El sociólogo analiza la limitación de tiempo que se vive, el escenario, la imposición de temas, la existencia de “agentes” llamados a poner orden, y las variables económicas a las cuales está sujeto el medio.
Este último factor es fundamental para la tesis del sociólogo galo, ya que afirma que lo que más pesa sobre la televisión es la coerción económica. En este sentido cabe mencionar tanto a las empresas que pagan por publicidad, al Estado que otorga subvenciones, como a los grupos económicos que son dueños de canales televisivos.
La variable económica es la que más pesa sobre la transparencia que la televisión debería tener, ya que en muchas ocasiones, a juicio de Bourdieu, no se tratan temas que puedan afectar los intereses de quienes financian los canales, generando una censura provocada por la coerción económica.
Además está el factor de los índices de audiencia, el cual impera en todos los medios de comunicación y opera como sanción del mercado. Como señala Bourdieu “en todas partes se piensa en términos de éxito comercial”.
Para el sociólogo, el análisis de los mecanismos de la televisión no puede estar separado de quienes trabajan en el medio, en este caso los periodistas. En este sentido, reflexiona sobre los noticiarios de la televisión, a los que califica como sucesión de hechos en los cuales se explotan “las pasiones más primarias” y que parecieran no tener la menor importancia.  Sin embargo, señala que “si se emplean unos minutos tan valiosos para decir una cosas tan fútiles, son en realidad muy importantes, en la medida en que ocultan cosas valiosas”.
En este punto, el sociólogo ve un factor de peligro para la democracia, ya que un sector nada despreciable de la población no lee periódicos y sólo tiene como fuente de información la televisión, la que al privilegiar sucesos intrascendentes “deja de lado las noticias pertinentes que debería conocer el ciudadano para ejercer sus derechos democráticos”.  Se produce así una división entre quienes tienen todo el bagaje político e informativo y quienes no tienen acceso a ello.
Un punto aparte merece el papel de “constructor” de la realidad que tiene la televisión.  La crítica de Bourdieu apunta a que en vez de ser un instrumento que refleja la realidad, crea una realidad fragmentada que le otorga tribuna a hechos que no son de real importancia, dejando de lado a un sinnúmero de actores sociales que deberían figurar para beneficio de la democracia. Así, el francés señala que “el hecho de informar de manera periodística implica siempre una elaboración social de la realidad capaz de provocar la movilización (o la desmovilización) social”.
Analizando el ejemplo de los debates televisivos, Bourdieu reflexiona sobre otro elemento que plantea un problema de “máxima importancia desde el punto de vista de la democracia”, y es que en la televisión no existe igualdad, ya que hay verdaderos profesionales que saben cuáles son los mecanismo que allí se manejan, frente a actores “aficionados” que pueden ser pobladores o huelguistas que no saben manejar los códigos televisivos, produciéndose entre ellos una desnivelación evidente.
A esto se suma la función específica de los periodistas. Para Bourdieu, “los periodistas poseen unos “lentes” particulares con los cuales ven unas cosas y no otras, y ven de una forma determinada lo que ven.  Llevan a cabo una selección y luego elaboran lo que han seleccionado”.
Esta selección está marcada por la búsqueda de lo sensacional y espectacular, exagerando la importancia de algunas situaciones. Aquí entra en juego otro elemento en contra, que es la “circulación circular de la información”, ya que además de compartir características comunes, los periodistas se leen entre ellos. Tal como lo señala Bourdieu, “nadie lee tanto los periódicos como los periodistas”, agrega que se ven mutuamente y que se encuentran siempre en las mismas instancias,p rovocando un verdadero círculo vicioso de la información, ya que se informan a través de otros informantes.
Si de algo se quejan los filósofos o sociólogos que van a la televisión es de la urgencia que se vive en ese medio. Es como ver a determinado invitado que en medio de su reflexión es interrumpido porque “el tiempo es oro”.
En este caso, Bourdieu plantea que la urgencia de la televisión es provocada por la competencia para tener la primicia de lo que sea, lo que a su juicio atenta directamente contra la expresión del pensamiento. Aquí aparece el paradigma platónico por excelencia: cuando se está oprimido por la urgencia, no se puede pensar. Esto en televisión se traduce en personas que no pueden pensar por la urgencia de medio, y para salir del paso echan mano de ideas preconcebidas o de “tópicos”.
Alguien señaló recientemente en un reportaje sobre Bourdieu que este sociólogo francés encontraba todo malo. Sin embargo, cabe señalar también que sus apreciaciones están fundadas en años de estudio y en una posición crítica frente a la complacencia imperante en los medios de comunicación, en el sistema de mercado y de muchos pensadores postmodernos.  Lo que aquí señalamos es sólo una pequeña muestra de las reflexiones que ocuparon a Bourdieu, ya que su obra “Sobre la Televisión” tiene hoy más actualidad que nunca.

sábado, 17 de agosto de 2013

María López Vigil

Otro Dios es posible:
Reflexiones desde Nicaragua sobre el cristianismo, el poder y las mujeres
Universidad Centroamericana, Nicaragua

En su libro Entre el Estado Conquistador y el Estado Nación: Providencialismo, pensamiento político y estructuras de poder en el desarrollo histórico de Nicaragua (2003), Andrés Pérez Baltodano señala cuál es la más gruesa y escondida de las raíces que explican el atraso de Nicaragua, el obstáculo que le ha impedido, y le sigue impidiendo, ser un Estado moderno. Lo identifica: se trata del providencialismo religioso, generador de una cultura política a la que él llama "pragmatismo resignado". Pérez Baltodano propone como tarea urgente, para ir arrancando esta perniciosa raíz, la transformación de la idea de Dios.  
La idea de Dios como supremo poder que gobierna el mundo y el país, la vida colectiva de todos y la vida individual de cada quien, marcando su destino a naciones y a personas, el Dios que ordena a cada instante la realidad de forma inapelable, impredecible también, repartiendo premios y castigos, cosmovisión que promovió la Conquista y consolidaron en la Colonia hacendados y capitanes -propietarios y militares- con la bendición de las jerarquías eclesiásticas católicas -prelados y sacerdotes-, todos ellos varones, todos ellos para conservar su poder, domina las conciencias nicaragüenses hasta el día de hoy. En una encuesta de hace unos años realizada en Nicaragua, más del 80% de los encuestados -de todas las edades y clases sociales- afirmó que el destino de su vida dependía "de la voluntad de Dios" (La Prensa, 2002).
Este providencialismo y este pragmatismo resignado han construido Estados pre-modernos, con gobernantes incapaces de asumir las riendas de un cambio y con gobernados incapacitados para reclamarles que lo hagan, han consolidado Estados no laicos, con políticas públicas imbuidas de creencias, dogmas y moralismos carentes de racionalidad. Esta cosmovisión genera resignación, conformismo, impotencia, alimenta la parálisis social y explica la asombrosa facilidad con que tantísima gente es leal a los caudillos-dioses de la clase política, a quienes entrega su voluntad, confiando en que sean ellos quienes organicen el destino nacional y les concedan favores. Es religiosa esta visión de la política. Campea en los partidos de derecha y también en los de izquierda. Esta cultura política impide el desarrollo de la sociedad civil y la construcción de ciudadanía. 
Instalados aún en la Conquista, herederas aún de la Colonia
Para que otra Nicaragua y otro mundo sean posibles, para que la política no sea ni ejercida ni vista como una vía para el ejercicio del rango y del poder arbitrario y autoritario, para "acercar la hora en que el iracundo no tenga ya sitio en el mundo" -como lo expresó Pablo Neruda- y con la llegada de esa hora disminuyan los niveles de violencia que signan la historia de la humanidad, para que la apuesta por la paz le gane espacios a las guerras en lo público y también en lo privado, para que todo esto pueda ser, lo más urgente es construir ciudadanía dentro de Estados nacionales que sean auténticamente laicos. Esa meta no podrá alcanzarse sin dar pasos previos para cambiar la idea de Dios que prevalece en la mente humana.
Pienso y escribo esto desde Nicaragua, desde Centroamérica, desde sociedades del "Occidente cristiano" que en su conciencia colectiva no han superado aún los traumas de la Conquista de hace quinientos años ni el entramado jerárquico de los siglos de Colonia que siguieron. A diario lo comprobamos. Somos países que hace poco más de siglo y medio se hicieron independientes formalmente, pero que siguen albergando a millones de personas, la mayoría, que carecen de autonomía personal, que nunca la han saboreado. Somos sociedades con la institucionalidad -y también con la teatralidad- de la democracia (separación de poderes, elecciones periódicas, instituciones, cargos, delegados en los organismos internacionales, costosos procesos de modernización estatal), pero que desconocen todo o casi todo de la cultura democrática.
Y todo esto es así no sólo porque el modelo económico que padecemos en estos tiempos del cólera globalizador concentra la riqueza, profundiza la pobreza, ahonda las inequidades, produce migraciones masivas y niega oportunidades a la mayoría. No, no carecemos aún de ciudadanía sólo por causa de estos problemas objetivos, evidentes y lamentables. En lo más hondo de nuestra no-ciudadanía pervive una realidad subjetiva, cultural, con raíces tan profundas y enredadas como las de una ceiba adulta. Perviven ideas religiosas que deben ser entendidas, tenidas en cuenta, analizadas, revisadas.
Primera reflexión: en Nicaragua la religión carece de historia
Partamos de la historia, siempre maestra. ¿Quiénes cristianizaron a nuestros indígenas, a nuestros antepasados? Españoles católicos del siglo XVI, de una España "armada" contra los reformadores protestantes, en contrarreforma -es decir, en una batalla campal- contra los "errores" religiosos que se extendían por Europa, convencidos de su verdad, de que su Dios era el verdadero. Y por lo tanto, había en aquellos hombres tendencias y actitudes intolerantes, autoritarias, injustas, crueles. La idea de Dios que imponían, que transmitían, rezumaba las características de sus propias ideas excluyentes y avasalladoras. Aun los mejores de entre los conquistadores hablaban seguramente de un Dios que tenía poder y abusaba de él para ganar adeptos.  
La cultura religiosa que nació de este encontronazo de culturas se basó en verdades que se imponían y no en sentimientos que se compartían, menos aún en compromisos que se asumían para organizar la sociedad. Dios se impuso en Nicaragua militarmente, con la espada, con el expolio de tierras y con la violación de mujeres. Y arrasó así con la cultura religiosa anterior a los españoles, que tampoco debemos magnificar como positiva y mejor, porque muy poco la conocemos.
Tantos traumas, asociados al origen de nuestra cultura religiosa, perviven en la memoria colectiva. En las pesadillas colectivas. ¿Queda algo de todo esto? Considero que queda muchísimo. Y es la ignorancia profunda sobre nuestra propia historia la que nos impide reflexionar sobre estos orígenes traumáticos para sacar conclusiones.
Nuestra religión no tiene historia, no tiene ni tiempo ni tiene espacio. Es a-histórica, a-temporal y a-espaial. No la explica ningún proceso histórico. Mayoritariamente pensamos que así fue, así es y así será. ¿Cómo inició en la humanidad la idea de Dios?  ¿Cambian las ideas de Dios a medida que cambia la humanidad? ¿Y cómo cambian? ¿Y cómo nos llegó a Nicaragua la idea de Dios que hoy tenemos? ¿Y ha cambiado o no esa idea que nos llegó? ¿Es posible hablar de una "historia de Dios"? Son preguntas que ni se formulan. Que sorprenden y hasta producen estupor. Porque pensamos a Dios inmutable.
En esa inmutabilidad, no se contrasta nunca la idea de Dios que hoy tenemos con las ideas con que la ciencia, en permanente evolución, nos va explicando la realidad. Ignoramos los avances científicos y los descubrimientos de la ciencia  no se incorporan a nuestras palabras sobre Dios, no forman parte de nuestra reflexión sobre Dios, no alteran nuestra idea de Dios. Todo lo que, como humanidad, hemos aprendido científicamente queda fuera de nuestra cultura religiosa, que, por eso, resulta a menudo irracional, irrelevante para los no creyentes, incapaz de construir una mentalidad laica. Para mucha gente en Nicaragua, Dios sigue arriba, enviando rayos y lluvias, castigando con sequías o terremotos a una tierra que sigue siendo centro del universo y a nosotros, los seres humanos, que seguimos siendo amos y señores de la tierra. 
Tampoco contrastamos suficientemente nuestra idea de Dios con las ideas que, también en permanente evolución, nos va aportando la misma teología. Si no vinculamos al Dios en quien creemos con la ciencia que explica el mundo del que creemos Dios fue el Creador, tampoco nos interesamos por lo que dicen y piensan quienes en el mundo están recreando y transformando continuamente la idea de Dios.
Naturalmente, estas desconexiones tienen mucho que ver con la historia. Con que nuestra ideas religiosas nos fueron impuestas, nunca fueron vivencias asumidas en profundidad, mucho menos reflexionadas y discutidas. El tiempo las ha ido transformando en un conjunto de supersticiones mágicas superpuestas sobre las visiones también mágicas de nuestros antepasados indígenas.
Más grave es la a-temporalidad referida a Jesús, un hombre en la historia, que habló en un tiempo y en una geografía, desde una cultura y desde una patria, y al que identificamos con ese Dios inmutable. Entendiendo que esto es un tema muy delicado, que requeriría de más palabras de las que puedo compartir aquí, considero que esa equivalencia mecánica, dogmática y aprendida que nos lleva a identificar a Dios con Jesús de Nazaret y a Jesús de Nazaret con Dios nos impide toda posibilidad de una reflexión cristiana auténtica. Nos impide transformar la idea de Dios. Si el Cristo de la fe se superpone sobre el Jesús de la historia y si ese Cristo de la fe se identifica simplistamente con Dios, no lograremos transformar la idea de Dios con la que hoy pensamos y nos movemos.  
Para una mayoría de gente en Nicaragua, Jesús es también un ser a-histórico. Es un ser mítico, como un aerolito caído del cielo, un Dios disfrazado de hombre, algo así como el Supermán todopoderoso y hacedor de prodigios que, disfrazado con saco y corbata, trabaja en una oficina como Clark Kent. Nuestro Colochón es un fetiche, un icono, una imagen.
¿Quién fue Jesús de Nazaret? Muy pocas cosas podemos decir de los rasgos de su personalidad según se desprende de los relatos de los evangelios, poco sabemos de las contradicciones políticas, sociales, culturales, también religiosas, que tuvo que enfrentar en su tiempo, de las decisiones que tomó, del ambiente en que vivió y desarrolló sus novedosas y provocadoras ideas sobre Dios. 
Gravísima es también la a-temporalidad que trasladamos a la Biblia, un libro que consideramos escrito directamente por Dios, quien habría dictado su contenido a unos escribientes en un espacio y un tiempo también mítico. Poco sabemos de los condicionamientos culturales de los autores de la Biblia, de las profundas contradicciones que hay entre los libros y los textos de los textos, de los añadidos y supresiones, por no decir del origen de las diversas traducciones de este libro de libros.
Y como a Dios nadie lo ha visto jamás y como Jesús está tan lejano como Dios, el aferramiento a-temporal a la Biblia, la a-temporalidad con la que nos situamos ante la Biblia como inmutable "palabra de Dios" supera a menudo esas mismas actitudes referidas a Dios y a Jesús. No sabemos ir "más allá de la Biblia" para entenderla y para entender el tiempo en que nos ha tocado vivir, muchos de cuyos desafíos no tienen respuesta en la Biblia.  
Necesitamos situar nuestra fe en la historia. Necesitamos emprender un éxodo: de la religión sin historia a la fe en la historia. Del Dios fuera de la historia, del Jesús sin historia y de la Biblia sin contexto histórico al Dios de Jesús, que está más allá del mismo Jesús y de la misma Biblia.
Necesitamos la temporalidad, necesitamos la historia para entender el mundo y para entender nuestra fe. Desde la historia entenderíamos por qué y en qué los protestantes no piensan como los católicos y cuándo empezaron a pensar diferente. Entenderíamos por qué Jade y Said, Mohamed y Latifa, los queridos personajes de "El Clon", creen en Dios llamándole a Alá y lo veneran de distinta manera a nosotros. Entenderíamos la base religiosa de la guerra entre israelíes y palestinos o por qué las noticias de Irak nos hablan de clérigos chíitas. Entenderíamos muchas cosas.
La a-temporalidad basada en la ignorancia histórica y en la ignorancia científica abona el terreno a las mediocres predicaciones con que a menudo nos alimentan obispos, sacerdotes y pastores. Y alimenta, sin duda, tendencias a la intolerancia. Nos creemos poseedores de la verdad, porque no conocemos otras verdades.
Situando a Dios, a Jesús y a la Biblia en la historia, en el tiempo, entenderíamos que Dios está más allá de nuestros esquemas teológicos y bíblicos y entenderíamos también que conociendo otros esquemas religiosos nuestra fe se enriquece. Entenderíamos aquello que Aiban Wagua, un sacerdote de la etnia kuna de Panamá, expresó sabiamente en un encuentro pastoral celebrado en México en 1992: “Dios es muy grande y no lo podemos abarcar por completo. Cada pueblo conoce una parte de Él. Y es necesario que esa parte se mantenga como diferente de las demás para que, al juntar todas las partes esparcidas por los pueblos, se llegue a la verdad completa de Dios” (Aiban Wagua, 1992).
Naturalmente, esta a-temporalidad en la que se mueven nuestras creencias religiosas, afecta profundamente a las mujeres. Porque es desde una total falta de historia, atrapados hombres y mujeres en mitos a-temporales, dados, fijos, fuera del espacio y del tiempo, pero defendidos como "certezas eternas" que asumimos el pecado de Eva, la mujer nacida de la costilla de Adán y tantas otras leyes y costumbres "divinas", sin saber ubicarlas en su contexto histórico, y en el más amplio conjunto de la historia patriarcal, aquella en la que hemos convivido mujeres y hombre desde hace milenios, sin tomar conciencia del altísimo precio que pagamos en infelicidad por vivir en ella.  
Segunda reflexión: en Nicaragua la religión se basa en el miedo
El miedo domina nuestra cultura religiosa. No lo admitimos, pero es así. Esto tiene una lógica histórica, ya que la idea de Dios que hoy tenemos nos llegó originalmente hace quinientos años con la conquista militar, con una invasión, y acompañada de amenazas, controles, represiones, castigos, torturas y muertes. Pero conviene saber que, aunque en Nicaragua este miedo ancestral a Dios está reforzado por los horrores de la Conquista, este miedo acompaña a toda la humanidad. 
Como humanidad, entramos al segundo milenio tras concluir el esfuerzo científico organizado más grande de nuestra historia sobre el planeta: completamos el genoma humano, identificando las "letras" en las que está "escrito" nuestro código genético, el de nuestra especie, Homo Sapiens Sapiens. Hemos descubierto ya cómo se replica la vida, constante y tenazmente, desde hace cuatro mil millones de años, desde las formas más simples, las de las bacterias, hasta las formas más complejas, las de los mamíferos, entre los que nos encontramos los Sapiens. 
En esta cadena de replicación de la vida mandan los genes, con sus cuatro letras que se recombinan una y otra vez para mostrarnos miles de millones de formas de ser humanos dentro de nuestra especie. Pues bien, un eminente genetista británico, Richard Dawkins, nos ha enseñado de la existencia de "otros" genes, los de la cultura humana, los que elaboran, transmiten y heredan los cerebros, los que mandan en nuestras mentes. Estos genes -él los llama memes (mems en inglés)- no son estructuras bioquímicas que se transmiten por la biología sino estructuras de pensamiento -ideas, valores, conceptos- que se transmiten por la cultura(Dawkins, 1994).   
Como los genes, los memes se recombinan, se seleccionan, aparecen y desaparecen, y unos prevalecen sobre otros. Dawkins explica que en el acervo mémico de la humanidad no hay meme tan universal y de tanta persistencia como el meme Dios. Y añade, preocupado, con justa preocupación, que no hay meme más persistentemente asociado al meme Dios que el meme infierno o castigo.
Sí, le tenemos miedo a Dios. Y ese sentimiento nos paraliza y cuando nos mueve lo hace hacia el sacrificio, el ayuno, la penitencia, las promesas, la culpabilización. Nos impulsa a una adicción a la religión, como calmante que exorcice nuestros miedos. Le tenemos miedo a la omnipotencia de Dios. Dios todo lo puede, y creemos que usa su poder arbitrariamente. Para castigarnos. Le tenemos miedo a la omnisapiencia de Dios. Dios todo lo sabe y creemos que saber lo que piensa o decide hacer es inescrutable porque nadie dialoga con él y nadie lo controla. Le tenemos miedo a la omnipresencia de Dios. Dios está en todas partes, como un ojo fiscalizador, y creemos que ese estar no significa acompañarnos cariñosamente potenciando nuestra libertad, sino juzgarnos para controlarnos. Hasta para tomar venganza.
Tenerle miedo a Dios -y a su infierno- conduce a organizar la vida en función de premios-castigos, promesas-milagros, pecados-salvación, sacrificios-benevolencia. Este miedo nos impide pensar libremente y decidir autónomamente. Este miedo frena, en su misma raíz, la forja de ciudadanía y el desarrollo de una cultura democrática, porque en la democracia se descarta la arbitrariedad, se limita el uso de la represión y de la fuerza y se organiza la vida en función del respeto a derechos y a deberes.
Este miedo nos hace irresponsables ante la historia, ante nuestra propia historia, ante la historia de nuestro país. Si de un Dios temible todo depende, nada depende de nosotros. Él es el único responsable, nosotros no tenemos responsabilidad. A quienes gobiernan y tienen poder y recursos, esta irresponsabilidad los hace insensibles a la miseria ajena. Y a quienes son gobernados y carecen de poder y de recursos, esta misma irresponsabilidad los hace fatalistas ante su propia miseria. Y nada cambia. Porque nada cambiamos. 
Es también por esta religiosidad anclada en esta arraigada idea de Dios que nuestra visión de la ley no nace de la legitimidad de la ley. La legitimidad se construye siempre mediante el diálogo y la relación entre iguales. Pero nuestro Dios no dialoga con nosotros. Decide arbitrariamente, se impone. ¿No nacerá de esta idea nuestra admiración por el macho“coyoles”, por el verde olivo, por los hombres “arrechos”, por los caudillos?
Tenemos que reflexionar en cuánta medida el vincular el poder de Dios al castigo de Dios vincula, en nuestra vida cotidiana, el poder que tenemos y el que ejercemos al abuso del poder. Porque si creemos en un Dios todopoderoso que nos castiga, nos pone a prueba, hasta diríamos que goza con nuestro dolor porque exige nuestros sacrificios, también estaremos viendo cómo legítimo expresar el poder que tenemos sobre nuestros hijos no como responsabilidad amorosa sino como derecho al abuso, al castigo y a la violencia. De la misma manera, los hombres entenderán el poder que creen les atribuye una lectura a-histórica de la Biblia sobre las mujeres como un derecho al abuso, al castigo y a la violencia. 
Y diría algo más, que puede sonar demasiado audaz, hasta irreverente: ese miedo que le tenemos a Dios nos impide enfrentarnos a Dios, cuestionarlo, para llegar a la verdadera fe abandonando la religión por el atajo del "ateísmo". Un teólogo católico alemán, Eugen Drewermann, también sicoanalista, expresa esto muy lúcidamente al explicar por qué cree él que el ateísmo nos puede conducir al Dios verdadero:
La mayoría de los seres humanos se agarran a la religión como el que está a punto de ahogarse se agarra a la cuerda que se le tiende. Se aferra a ella con todas sus fuerzas. La cuerda debe aguantar. Ella es la verdad. Si la cuerda llega a romperse, se abre un abismo. Por eso es esta religión y ninguna otra la que importa... Todo aquello en lo que se puede encontrar vida y seguridad depende de la cuerda y tiene que ser verdad.
Pero, a veces, con la ayuda de esta cuerda, los hombres ponen pie en tierra. Entonces, ya tranquilos, abandonan la cuerda, porque ya tienen tierra firme bajo sus pies. Y lo hacen sin ser del todo conscientes de que es la tierra la que les proporciona seguridad. En eso, precisamente, consiste la religión verdadera: la mano de Dios que nos sustenta y no la cuerda a la que nos agarramos.
La cuerda, la religión, no es más que una herramienta, un medio. La religión verdadera es sólo una confianza ante la que no encontramos palabras para definirla. El ateísmo quita la cuerda y le dice al hombre: ¿Cuándo dejarás de jugar a ser náufrago? La tierra está bajo tus pies, firme y segura, pero tú sigues aferrado a tu trauma. Hubo un tiempo en que creías que ibas a caer al fondo y ahogarte. Eso pasó hace ya muchísimo tiempo. Entonces eras un niño muy desgraciado y necesitabas seguridad. A esa exigencia de seguridad tuya es a la que ha respondido la religión por ti.... Buda lo expresó de una forma muy bella: mi religión, mi enseñanza no es más que una barca con la que se atraviesa el río. Llegados a la orilla, a nadie se le va a ocurrir tomar la barca y colocársela sobre la cabeza para llevársela, sino que se deja allí y se camina libremente (Drewermann, 1997, 165)
Tercera reflexión: en Nicaragua la religión es machista y legitima el machismo
En la historia de la humanidad, "Dios nació mujer", la idea de Dios nació vinculada a lo femenino. Durante milenios, la humanidad, asombrada ante la capacidad de la mujer de generar de su cuerpo el milagro de la vida, veneró a la Diosa, viendo en la mujer una imagen divina.
Muchos milenios después, la idea de Dios se transformó... y Dios se convirtió en varón. Hoy, el Dios en quien creemos en Nicaragua es un Varón. Es así también en las grandes religiones monoteístas: Cristianismo, Judaísmo, Islamismo. Y en otras religiones politeístas, los dioses varones tienden a ser predominantes, preponderantes. 
Así pues, en el Cristianismo, tanto en su versión católica como en su versión protestante, Dios es un Hombre. Considero que ninguna característica de nuestra cultura religiosa contribuye más que ésta a la instalada inequidad entre hombres y mujeres. La religión perpetúa esta inequidad, la justifica, la explica, la legitima. Pero como esta raíz permanece tan escondida, está tan abajo en la tierra de nuestras mentes, arraigada tan profundamente, resulta difícil exponerla y da a menudo mucho temor reflexionar sobre ella, y ahí se queda, intocada. 
En la iconografía cristiana, en las imágenes que hemos visto desde niñas y niños, Dios es un anciano con barbas. Es un Rey con corona y cetro sentado en un trono. Es también el Dios de los Ejércitos. Por lo tanto es un General. Según esa iconografía, ese Dios tiene un Hijo, que "se hizo" hombre, lo que sugeriría que su esencia anterior a ese "hacerse" era masculina. La tercera persona de esa "trinidad", de esa "familia divina", es el Espíritu Santo. A pesar de que en hebreo, la palabra espíritu es una palabra femenina, es la ruaj, la fuerza vital y creadora de Dios, la que lo pone todo en movimiento y anima todas las cosas, el dogma nos enseña que el Espíritu dejó embarazada a María. Por lo tanto, esa paloma sería en realidad un "palomo".
Sin querer resultar irrespetuosa, considero este conjunto familiar realmente esperpéntico. Incomprensible. Distorsionador. Incluso, perverso. En el caso del catolicismo, el dogma busca equilibrar lo extraño de esta singular familia encumbrando hasta lo indecible a aquella humilde campesina que fue María de Nazaret, con un culto idolátrico que los protestantes justamente rechazan. El resultado de la mariolatría es la construcción de un modelo también extrañísimo e inimitable de mujer: sin pecado desde su concepción, virgen antes, después y durante el parto y a la vez madre, esposa sin relaciones sexuales con su esposo José, muerta como todos los humanos, pero elevada al cielo en cuerpo y alma... Sólo imitable, realmente, en su sumisa "entrega" al plan de Dios.
Creo que uno de los problemas más cruciales que debemos entender para tener una correcta perspectiva de género es saber que las mujeres somos enseñadas y aprendemos que nuestra vida debe ser una vida de "entrega" al "plan" de los demás. Que se nos enseña y aprendemos que nos "realizamos" en esa entrega: amando al marido, a los hijos, a los padres, a los alumnos, a los enfermos, a los pobres... Siempre amándolos más que a nosotras mismas, amándolos a costa de amarnos a nosotras mismas. Pastores y sacerdotes han reforzado siempre en las mujeres que su felicidad es el amor a los demás... como María. Esta idea contribuye a reforzar la inequidad, porque también los hombres pueden y deben realizarse en el amor a los demás. Y así lo enseñó Jesús de Nazaret, que en esto del amor, la compasión, la ternura, la no violencia, no hizo jamás ninguna diferencia genérica. 
Donde Dios es Varón, los varones se creen Dios. Donde Dios es Hombre, los hombres son dioses. En un encuentro regional de mujeres evangélicas celebrado en junio 2004 en Buenos Aires, la Reverenda Judith VanOsdol lo afirmaba con contundencia. Escuchemos sus palabras:
La imagen de Dios que se predica y se emplea en muchas iglesias es inadecuada. Así, las iglesias relegan a la mujer a una segunda o tercera categoría, como si fueran seres inferiores, contribuyendo a invisibilizar el importante e histórico liderazgo de las mujeres. Las iglesias que imaginan o representan a Dios como un varón tienen que hacerse cargo de esta imagen creada como herejía. Porque donde Dios es varón, el varón es Dios. Concordemos entonces que cualquier lenguaje es inadecuado para contener todo lo que es Dios. La Biblia sostiene que Dios es Espíritu. Por ello tenemos que ampliar nuestros imaginarios para contemplar que Dios trasciende el género, no es ni masculino ni femenino. Y en la Palabra, hay una riqueza que incluye varias imágenes de Dios, incluso imágenes femeninas. La Biblia nunca habla de la sexualidad de Dios. El término "padre" es un termino relacional, que apunta a la igualdad de toda persona, como hija y como hijo. La base de la tentación en el jardín del Edén fue querer ser dioses. Esta tentación sigue en pie hasta el día de hoy. Cuando los varones se postulan como dioses por encima de las mujeres seguimos viviendo las consecuencias de este pecado, el desequilibrio y la injusticia de género (Van Osdol, 2004)
Incluso, en expresiones religiosas tan populares y liberadoras como las de la Misa Campesina Nicaragüense, Dios es un hombre. Cantamos que lo "vemos" en las gasolineras chequeando las llantas de un camión, patroleando carreteras... pero no lo vemos lavando o cocinando, mucho menos lo vemos chineando y dando de mamar. El Dios de la teología de la liberación también fue un Varón.
¿Qué más decir después de esto? Que ese Dios Varón, que además mete miedo, y que además está fuera de la historia, legitima el uso de un poder arbitrario y controlador, incluso violento, que los hombres ejercen sobre las mujeres. Contra sus mujeres. Contra sus esposas y sus hijas.
El abuso de poder con el que los hombres se imponen sobre las mujeres y deciden en su nombre cómo se gasta el dinero en la casa o qué leyes deben aprobarse, se expresa desde la Asamblea Nacional hasta los hogares. Tenemos que admitir que en Nicaragua no queremos que vuelva la guerra, pero que hemos convertido nuestros hogares en verdaderos campos de batalla.
También el abuso sexual debe verse "desde" aquí. El abuso sexual, sea fuera del matrimonio o dentro de él -qué dolor tan silenciado para tantas mujeres el de las relaciones sexuales forzadas dentro del "santo" matrimonio-, sea en forma de violación sexual violenta en las calles o como asalto insidioso en forma de incesto en el hogar, no es una debilidad moral ni un instinto irrefrenable de los varones ni debemos explicarlo desde el pecado de la lujuria. Es la suprema expresión de un abuso de poder, en este caso con el arma del pene, zona del cuerpo sacralizada en las religiones patriarcales.
Y mientras el pene es sagrado y con la circuncisión se consagra en el órgano masculino la alianza con el Dios Varón, la sexualidad femenina -su cuerpo, su menstruación- está tradicionalmente asociada al pecado, a lo sucio, a lo impuro, a la tentación, totalmente vinculada a la reproducción y nunca al placer. Estas asociaciones que circulan en el acervo mémico de la humanidad tienen una raíz religiosa y están en la base que legitima la inequidad, la violencia y el abuso sexual.
En la descomunal afectación que estas ideas -y sus prácticas derivadas- causan, las principales víctimas son, sin lugar a dudas, las mujeres. Las mujeres y las niñas. En primer lugar, porque esta cosmovisión las coloca, ya de entrada, en un estatus inferior de humanidad. Igual en la cosmovisión religiosa tradicional en su versión cristiana, en la que Dios es un varón todopoderoso; tiene un Hijo único, el Cristo, también varón, según la idea más generalizada algo así como un Dios pleno de poderes que vino al mundo disfrazado de hombre a hacer milagros y a sufrir.
Para reforzar este guión celestial, los representantes de Dios en la tierra son todos varones. Lo son totalmente en el catolicismo nicaragüense y en el universal. La iglesia católica se ha negado históricamente, en varias ocasiones y de forma terminante, a la posibilidad del sacerdocio o del diaconado femenino, argumentando que Jesús sólo eligió hombres y que Jesús era un hombre. En las diferentes denominaciones protestantes y evangélicas que hay en Nicaragua, debemos reconocer que el liderazgo femenino está aún muy limitado, en cantidad y en calidad. En ambas versiones del cristianismo, las mujeres no ocupan nunca en la Iglesia cargos de poder y de decisión. 
Ellos -Dios y sus representantes- "pueden todo" (dictadores); "saben todo" y sus designios son "misteriosos" (no susceptibles al control, no obligados a la racionalidad ni a la transparencia y con derecho a la impunidad), "juzgan todo"  (arbitrarios, con una legalidad inapelable, administradores de castigos). Este Dios, construido en la mente humana en estadios primitivos de su evolución, fue funcional al rey absoluto y al hacendado colonial, y lo sigue siendo al general de ejércitos, al gobernante autoritario, al caudillo del partido, al papa infalible y al sacerdote y al pastor controlador de conciencias. A toda la gama de varones con poder.
El espacio público donde se ejercen estos poderes es "naturalmente" y por designio divino el espacio de los varones. La cultura patriarcal que ha dominado la historia humana desde hace miles de años explica el sesgo totalmente masculino de las grandes religiones históricas... a pesar de que "Dios nació mujer", como sugerentemente documenta el periodista español Pepe Rodríguez en uno de sus libros, todos escritos con el afán de divulgar ideas provocadoras. 
La ley divina ha dibujado las fronteras. El espacio público -la calle, la tribuna, la institución, la ley, el gobierno- para los hombres y el espacio privado -el hogar- para las mujeres, donde todas son "madresposas", aun cuando no tengan ni esposo ni hijos, aun cuando sean niñas pequeñas o ancianas cansadas. (ver Lagarde, 1993). Todas las mujeres cuidan, todas dan, todas se entregan, todas son las responsables de la casa y de las vidas que la casa alberga. Y en ese esfuerzo ingente de cuidar en silencio la vida en el espacio privado, no todas, pero muchísimas de ellas, reciben en pago violencia de manos de los varones, quienes por tener el poder tienen también el mandato divino de ejercerlo a cualquier costo. La mayoría de la humanidad vive actualmente aceptando como inamovibles esas fronteras diseñadas por ese Dios. En Centroamérica, en Nicaragua. ¿En cuántos países más? 
Sobran miradas de hombre, faltan miradas de mujer
En Nicaragua, en Centroamérica, quisimos cambiar las cosas. Las fronteras, las realidades. Menos las ideas, menos las raíces de las ideas. Porque en la forma de ejercer el poder, en la forma  de concebir la sociedad, en las vías elegidas para desarrollar la economía y especialmente, en los caminos por los que entramos o dejamos de entrar al terreno de la cultura, en nuestras revoluciones, y especialmente en nuestros revolucionarios, sobró la mirada del varón y faltó la mirada de la mujer. Las distintas expresiones de la guerra que acompañaron todos los esfuerzos revolucionarios de los años pasados ensombrecieron aún más la mirada de los varones. La guerra no es, nunca es "la paz del futuro". Es un producto cultural masculino que acentúa el verticalismo, la agresividad y la intolerancia.
En los esfuerzos revolucionarios de estos años pasados las mujeres se hicieron más cargo del espacio público que los hombres del espacio privado. Las mujeres se apropiaron con más entusiasmo de sus deberes con la sociedad que de sus derechos como seres humanos plenos. Y así, el terreno que quedó más intocado fue el de lo privado. La lucha por la justicia y por la dignidad que vanguardizaron los hombres apenas penetró por las puertas de los hogares, donde siguió reinando la violencia machista. En las calles y en las montañas los revolucionarios combatían a las dictaduras, mientras en sus casas imperaba su poder dictatorial.     
Cuánto se reflexiona y se trata de incidir hoy, por ejemplo, en la prevalencia de la impunidad en los sistemas de justicia centroamericanos. Necesario y justo objetivo, pero sin una equivalencia adecuada en la reflexión y las acciones que demanda enfrentar la impunidad en la que permanecen la mayoría de las agresiones físicas y sexuales de los hombres contra las mujeres y las niñas al interior de los hogares centroamericanos, donde los golpes, el abuso sexual y el incesto, también la frecuentísima violación dentro del matrimonio, son males nuestros de cada día. Ninguna institución más antidemocrática en la estructura social de nuestros países que la familia, ningún espacio más antidemocrático que el hogar. 
Cuánto se reflexiona y se trata de incidir hoy, por ejemplo, en la inseguridad ciudadana como característica de la violencia estructural que ha quedado en nuestros países como una de las secuelas de las guerras de los años ochenta. Mucho menos se toma en cuenta este dato alarmante: todas las investigaciones y estudios demuestran que el lugar más inseguro para las mujeres centroamericanas no es la calle donde actúan las famosas maras o pandillas ni tampoco es la maquila, donde actúa la voracidad de los inversionistas extranjeros. Donde sus vidas corren más peligro es en el hogar, el lugar en donde comparten la vida con los hombres que son sus compañeros y dicen amarlas. Por no decir que la inseguridad es para las mujeres un estado habitual. Así lo explica magistralmente Pierre Bourdieu, cuando afirma que todas las  mujeres, todas, vivimos siempre en una inseguridad profunda, que nace de la que nos provoca nuestro propio cuerpo, tan apetecido y a la vez tan estigmatizado en la cultura patriarcal plenamente sustentada, explicada y justificada en el Dios de las religiones patriarcales(Bourdieu, 2000).
La cultura patriarcal aprendida, profundamente enraizada en nuestros países, enseña a las mujeres que el sentido de su vida es vivir "para los demás". Que se "realizan" amando al marido, a los hijos, a los padres, a los alumnos, a los enfermos, a los pobres... más que a sí mismas y sacrificándose por ellos, sea cual sea el tamaño del sacrificio que ese amor incondicional les imponga. Los sacerdotes del Dios tradicional refuerzan en las mujeres -madres, esposas, monjas- que el secreto de la felicidad está en ese vivir para los demás, en esa  "dependencia vital" -como la llama la antropóloga mexicana Marcela Lagarde-... aunque ellos mismos no parecen experimentar su propia felicidad de la forma en que la predican y proponen a las mujeres. (Ver Lagarde, 1993)
La cultura patriarcal en versión nica y centroamericana les enseña también desde muy niñas que sólo serán "alguien" y tendrán una identidad social válida si son madres, si tienen un hijo -después vendrá más de uno-, a la vez que les enseñan que la relación sexual con la que se hacen los hijos es algo peligroso, malo y sucio. En esta tremenda contradicción existencial -que explica raptos, una epidemia de niñas-madres y abusos sexuales de toda especie- quedan atrapadas las adolescentes de nuestros países desde muy temprana edad. Para "resolverla" la religión les presta un símbolo igualmente contradictorio: la idolatría a María, virgen inmaculada libre del "pecado" sexual y madre de un hijo excepcional, modelo de todas, y providencial mediadora de la que echar mano para dulcificar el pragmatismo resignado ante la violencia de los hombres y ante el Dios también violento que castiga, juzga y ha escrito fatalmente el destino, especialmente el de las mujeres.
En la era de la globalización, el desempleo, el trabajo por cuenta propia y las maquilas
En todo el mundo, en el siglo que acabó, y aún en las sociedades más marcadas por el machismo, las mujeres han ido consiguiendo un mayor protagonismo económico. Trabajar fuera del hogar y disponer de recursos económicos propios comienza a introducir más variables en sus destinos marcados desde arriba. Pero nunca ningún avance social es un proceso lineal. La crisis económica de Centroamérica es patente y ha sido ya objeto de una montaña de investigaciones. En el centro de esa crisis se encuentra una contradicción aterradora: quienes sostienen cada vez más la economía, son quienes reciben cada vez mayor violencia.
Las economías centroamericanas, hoy más que nunca antes, se sostienen sobre las espaldas de las mujeres. Tres realidades lo demuestran: el desempleo, el trabajo informal y las maquilas. El desempleo -mutación social de nuestra época- se extiende hoy por toda la región. Pero aunque una mujer esté desempleada, nunca estará sin trabajo. Con su trabajo las mujeres sostienen el corazón de la economía, que late en los hogares. El trabajo informal -aquel en el que quien trabaja se crea su propio empleo y es su propio patrón- es hoy el más abundante en nuestros países. En la informalidad, las mujeres centroamericanas siempre fueron, y hoy siguen siendo, mayoría: cosen, elaboran todo tipo de alimentos, lavan y planchan ajeno. Se calcula que el 60% de las mujeres de Centroamérica son trabajadoras por cuenta propia, con jornadas de 16-18 horas diarias en triples jornadas interminables. Y en las maquilas, esa única "solución" a la falta de empleo que hoy domina el paisaje regional, más del 90% de las trabajadoras son mujeres. En otra esquina de la realidad económica, las investigaciones demuestran que, resignada a no poder cambiar el país, la población centroamericana cambia de país. La emigración es cada vez más masiva, más indetenible. Y cada vez son más las mujeres que emigran. Con el "mal de patria" a cuestas, envían a sus familias las remesas que les permiten sobrevivir (Fauné, 1995).
Ante este creciente protagonismo y los nuevos recursos económicos en manos de mujeres, factores que alteran el equilibrio de poder tradicional en la familia, ¿qué han hecho los hombres? Aferrarse más a su poder. Hay más violencia en el hogar y más borrachos en las cantinas. "Ahuevados y encachimbados": así están hoy los varones nicas, perdidos y sin rumbo en un nuevo mapa socieconómico en donde ya no tienen el poder ni el control que tenían antes, pero aún siguen creyendo que tienen el derecho divino a mantenerlo. Y cuando no es así, cuando no hay ni golpes ni alcohol, lo que hay es el tutelaje de la mujer, ese paternalismo que, protegiendo, impide la autonomía. Lo que hay es esa jerarquía social y familiar, bendecida en los templos y enseñada en las aulas, donde las mujeres son siempre subordinadas o por el temor o por el amor incondicional al que se deben. Cada quien en su sitio. Porque Dios así lo ha querido.  
¿Cómo pensar así en el desarrollo?
Cuánto se reflexiona y se trata de incidir hoy, por ejemplo, en los obstáculos que tienen nuestros países para alcanzar el desarrollo. Mucho menos se toma en cuenta esta conmovedora realidad: las mujeres, que son la mitad de la población económicamente activa, que en el hogar, la calle y la maquila sostienen la economía, reciben un maltrato extremo en sus hogares. En hogares cristianos, católicos y evangélicos. Mientras escribo llegan los datos de una pionera encuesta realizada en Managua, que demuestra que en el 60% de los hogares evangélicos las mujeres confesaron recibir maltrato de sus esposos. ¿Y las que no se atreven a confesarlo para no pecar contra el Dios que desde el inicio del mundo las predestinó a la obediencia, creándolas subordinadas, de la costilla del varón? (Envío, 2004).
¿Cómo llegará a trabajar a una fábrica o a una oficina una mujer que la noche anterior fue golpeada por su marido o violada sexualmente por él? ¿Cómo pensar en el desarrollo si con el sol de cada día la mitad de la población de nuestros países amanece humillada, atropellada en lo que es más suyo, su propio cuerpo? Atropellos que ellos ejecutan y que ellas aceptan con un pragmatismo resignado que se nutre de la religión. Ellos ejecutando el maltrato porque la cultura aprendida les obliga a expresar constantemente su virilidad, que identifican con dominio y que concentran en la actividad genital, lo que les hace entender y vivir toda relación sexual más como una relación de dominación y de afirmación personal que como una relación de amor equitativo. La sexualidad de los hombres no es democrática, es autoritaria. No supone ciudadanía ni puede construirla, ni en ellos ni en ellas. 
Es en el nombre de Dios que los representantes de Dios y quienes gobiernan bajo el alero de Dios explican, mantienen, sostienen y defienden el modelo genérico de opresión que se expresa de éstas y de tantas otras maneras en la sociedad nicaragüense, en las sociedades centroamericanas, y en tantas otras sociedades del Sur. Es por eso que cuando Phoolan Devi, la "reina de los bandidos" de la India, nos cuenta su vida desde que era una niña en una aldea de Uttar Pradesh, inicia el relato de su deslumbrante trayectoria de rebeldía ante esta opresión preguntando por Dios: quién es Dios, cómo es, dónde está, qué hace... Necesitó desde que su cerebro empezó a pensar respuestas creíbles a estas preguntas para explicarse un diferente orden del mundo, para imaginar otro mundo posible, y para empezar a construirlo defendiéndose de las superpuestas discriminaciones que la limitaban: por niña, por pobre, por su casta y sobre todo por mujer.
Las ideas del judío marginal que fue Jesús de Nazaret
Con palabras y con acciones, ese "judío marginal" que fue Jesús de Nazaret entregó a la humanidad pistas esenciales para construir una idea alternativa de Dios. Lo llamó no sólo padre, sino papá (abba) y habló con él como su "papaíto", comparándolo también en varias ocasiones con una mujer, con una madre. Lo presentó como novio en fiesta de bodas, como quien siempre perdona, quien siempre espera, quien se apasiona por buscar y encontrar a cada hijo y a cada hija. Lo reveló como un Dios parcial que toma partido por los de abajo, por los excluidos -en el tiempo de Jesús una inmensa mayoría: mujeres, niñas y niños, enfermos, pobres, jornaleros, los sin tierra, las sin derechos, los sin trabajo, las sin marido- y anunció que Dios tenía un plan para la historia humana: que a nadie le sobre y a nadie le falte. Insistió en el "orden" querido por Dios: vida en abundancia. Y para lograrlo, nadie arriba, nadie abajo, ningún maestro, ningún señor, todos hermanos. Planteó como dilema fundamental "o Dios o el dinero" y proclamó que sólo la verdad nos hará libres. Enfrentó, en nombre de ese Dios, fiel a los planes de ese Dios y con una pasión que arrastró a multitudes, a los sacerdotes (los hombres sagrados), al sábado (la ley sagrada en el día sagrado), al templo (el lugar sagrado) buscando cuestionar, y hasta arrasar, con cualquier jerarquía basada en esa dicotomía tan propia de las religiones: sagrado-profano, puro-impuro, santo-pecador. 
En nombre de ese Dios, Jesús fue feminista: acogió a mujeres en su grupo y les dio autoridad en la comunidad de varones. No habló contra los guerrilleros de su tiempo, aunque propuso la no violencia como camino y habló siempre de anteponer el amor y la compasión al odio y a la venganza. No dijo una sola palabra contra los homosexuales y sí muchas y muy fuertes contra sacerdotes, gobernantes corruptos y fariseos, la secta fundamentalista de los "elegidos" de entonces. Destacó el valor sagrado de la sexualidad, cuestionando el abuso de los hombres contra las mujeres, desde las miradas acosadoras hasta las machistas leyes de divorcio de su tiempo.
No se impuso, propuso, rechazó el poder como ejercicio de arbitrariedad y proclamó el poder como responsabilidad con la vida y como servicio a los demás. Propuso permanentemente virtudes entendidas culturalmente como femeninas y por eso menospreciadas: el amor, la compasión, la ternura, el cuidado amoroso.  Apasionado por la justicia que no veía ni en su patria ni en el mundo que conoció, luchó denodadamente por hacerla realidad en mentes y en corazones, seguramente soñando que ideas tan novedosas servirían de inspiración para consolidar lo que él llamó "el reino de Dios": comunidades de creyentes basadas en la equidad, el servicio, la justicia y la búsqueda de la paz. Fracasó en su empeño. Muy pronto fue perseguido y finalmente fue torturado y asesinado por la casta sacerdotal y el imperio romano. Su muerte y su fracaso, como el de tantos otros y otras, antes y después, fue sólo semilla. La fe cristiana que nació en el Jerusalén de hace dos mil años afirma: pasó haciendo el bien, tenía razón en todo lo que dijo y en todo lo que hizo, y por eso, como evidencia, Dios lo levantó de entre los muertos y está vivo.
¿Somos un pueblo cristiano, seguidores de Jesús?
Aunque nuestra cultura religiosa carece de historia, aunque se basa en el miedo a Dios y aunque es machista y venera a un Dios Varón, nos decimos cristianos, afirmamos continuamente que vivimos en un país cristiano y en una sociedad cristiana, y con frecuencia justificamos nuestras acciones con nuestros valores cristianos.
Pero esta cultura religiosa, que es la mayoritaria, la que prevalece en imágenes y en ideas, en convicciones y en actitudes, ¿es realmente una cultura religiosa cristiana? No lo es. Absolutamente no lo es. Porque ser cristiano no debe ser nada más, ¡y nada menos! que conocer a Jesús, comprometerse con su mensaje, y aquí y ahora, en este tiempo y en este país, seguir las pistas que Jesús nos dejó para que construyéramos la idea de Dios y tuviéramos fe en ese Dios
desde la historia, como lo hizo él;
sin miedos, como la vivió él;
y en la equidad de hombres y mujeres, como lo propuso él.
En el proyecto de Jesús de Nazaret, el Dios a quien Jesús llamó su abbá, su papá, es capaz de transformar la historia, los miedos de la vida personal y la injusta sociedad en la que sobrevivimos. Jesús de Nazaret nos habló de este proyecto como una comunidad, nadie arriba y nadie abajo, nadie señor, todos hermanos y hermanas, hijos de un Dios a quién nos presentó en sus historias no sólo como un pastor que busca ovejas o como un padre que brinda un banquete, sino también como una mujer que busca desesperadamente una monedita que se le perdió o como un ama de casa que amasa harina para hacer pan.
Tenemos por delante una gran tarea: hacernos cristianos y cristianas. Para esto, es necesario transformar la idea de Dios. Es una tarea pendiente.
Hace muchos años, le pregunté a un gran conocedor del tiempo de Jesús y de su legado, el biblista español Juan Mateos, cómo podría definirse el "proyecto" de Jesús en palabras actuales. "Un socialismo anárquico", me contestó con convicción. Socialismo porque su proyecto fue comunitario, un estilo de vida en común, solidario, no individualista. Anárquico, por su frontal enfrentamiento a las autoridades, al sistema de poder, a los mecanismos del poder y por su defensa de la libertad y la dignidad personales.
¿Podremos, con esta materia prima, comenzar a transformar la idea de Dios que prevalece en nuestros países del "Occidente cristiano", podremos con estas pistas enfrentar la violencia y el empobrecimiento desde otra perspectiva y así construir ciudadanía? Mi esperanza es que sí podemos, que otro Dios, el Dios de Jesús, es posible. Y que al asumir este esfuerzo nos encontraremos con las pistas brillantes que otras religiones nos han ido dejando en el camino para darle nombres al Innombrable. En este camino tal vez descubriremos que el Innombrable tiene también rostro femenino, nos encontraremos con aquella Diosa a la que intuyeron y veneraron nuestros ancestros.
Mientras la "pregunta religiosa" fundamental sigue siendo ésta: ¿hay vida después de la muerte?, un tercio de la humanidad, sometido hoy a un empobrecimiento deshumanizante, se pregunta: ¿Habrá vida antes de la muerte? Ese empobrecimiento deshumanizante que debe indignarnos y movilizarnos no tiene sólo causas objetivas -hoy, el modelo económico neoliberal, la globalización financiera, la hegemonía militar estadounidense. Tiene también raíces culturales y subjetivas cimentadas en la religión, en una determinada idea de Dios. Nos corresponde, desde todas las religiones, desde la fe o el agnosticismo, transformarla. Para que otro mundo sea posible.

Bibliografía

Aiban Wagua (1992), Citado por el obispo Samuel Ruiz en el II Encuentro-Taller de Teología India de la Región Mayense. Chichicastenango, El Quiché, 14-19 septiembre 1992.  
Bourdieu, Pierre (2000), La dominación masculina. Barcelona: Editorial Anagrama, 2000.
Dawkins, Richard (1994), El gen egoísta. Barcelona: Salvat Editores.
Drewerman, Eugen (1997), Dios inmediato. Entrevista con Eugen Drewermann. Madrid: Editorial Trotta.
Envío (2004), “Evangélicos: Violencia”, Noticias del Mes, Mayo 2004.
Fauné, María Angélica (1995), "Mujeres y familias centroamericanas: principales problemas y tendencias". Sintetizado y publicado en Envío en tres partes: "Las familias, las mujeres: qué dice la realidad" (junio 1995); "Familias; violencia y sobrevivencia" (julio 1995); y "Hogares ampliados y en manos de mujeres" (agosto, 1995).
Lagarde Marcela (1993), Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
La Prensa (2002), “Nicas dejan su destino a la buena de Dios”, 16 de junio 2002.
Van Osdol, Judith (2004), Nuevo Siglo, Revista del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), Julio 2004.

viernes, 16 de agosto de 2013

Correspondencia íntegra entre Silvio Rodríguez y Carlos Alberto Montaner

EL PAÍS publica los textos completos de las misivas intercambiadas hasta el 9 de abril de 2010 entre el famoso cantautor y el célebre opositor cubano en el exilio

EL PAÍS Madrid Política

A finales del mes de marzo el cantautor cubano Silvio Rodríguez publicó un poema en la web Rebelión en el que lanzaba una serie de preguntas. Una de ellas, dirigida al opositor anticastrista en el exilio Carlos Alberto Montaner. Éste contestó al texto de Rodríguez al día siguiente, en una carta abierta. Arrancó entonces un inédito intercambio entre un icono de la revolución y un destacado opositor anticastrista, que fue publicado por EL PAÍS y que se ha mantenido hasta el miércoles 14 de abril, día en que se ha puesto el punto final. Reproducimos de manera íntegra el contenido de esta conversación epistolar.

Carta del 31 de marzo de 2010 [De Silvio Rodríguez a Carlos Alberto Montaner]

Preguntas de un trovador que sueña

(a Bertold Brecht, por sus Preguntas de un obrero que lee)
Si el flautista de Hamelín partiera con todos nuestros / hijos ¿comprenderíamos que se nos va el futuro? / Si ese futuro que se nos va supiera adónde lo lleva el / flautista de Hamelín ¿partiría con él?
Si un huelguista de hambre exigiera que Obama levantara / el bloqueo ¿lo apoyaría el Grupo Prisa?
Si los miles de cubanos que perdimos familia / en atentados de la CIA hiciéramos una carta de denuncia / ¿la firmaría Carlos Alberto Montaner?
Si algunas firmas meditaran antes de condenar las / cárceles ajenas ¿resultarían incólumes las propias?
Si un líder del norte es un líder / ¿por qué es caudillo el que nació en el sur?
Si la política imperial es responsable de algunas de / nuestras desgracias ¿no deberíamos liberarnos también / de esa parte de la política imperial?
Si condenamos la guerra fría ¿nos referimos a toda / o sólo a la porción ajena?
Si este Gobierno ha sido tan malo ¿de dónde / ha salido este pueblo tan bueno?
Aborto (marque con una cruz): / asesinato, hedonismo, piedad
Homosexuales (marque con una cruz): / Elton John advierte que Cristo era gay
¿Quién le importa al PP? (marque con una cruz): / ¿Zapata o Zapatero?
Si la Casa Blanca devolviera Guantánamo y acabara el / embargo ¿qué posición (común) adoptaría / el Kama-Sutra europeo?
Si el que hoy maldice ayer bendijo / ¿con quién pasó la noche?
Si de veras nos haría tanto daño una amnistía / ¿por qué no me lo explican?
Si la suma de ambas intransigencias nos extingue y la / nada baldía nos arrastra al pasado ¿nuestros hijos / tendrán lo que merecen?
¿Qué pasa con los negros? ¿Qué pasa con los amarillos? / ¿Qué pasa con los blancos?
¿Qué pasa con los rojos, con / los azules e incluso con los hombrecillos verdes?
Si alguien roba comida y después resulta que no da la vida / ¿qué hacer?
Si otro Martí naciera entre nosotros ¿podría ser / emigrante, rapero, cuentapropista, ciudadano provincial / en una chabola periférica?
Patria, Universo, Vida, respeto al semejante / y todos Venceremos un poquito
Carta del 1 de abril de 2010 [De Carlos Alberto Montaner a Silvio Rodríguez]
El cantautor Silvio Rodríguez me ha hecho una pregunta públicamente. Se la voy a responder. Es un magnífico y admirado compositor al que debe tomársele en cuenta. Dice Silvio: "Si los miles de cubanos que perdimos familia en atentados de la CIA hiciéramos una carta denuncia ¿la firmaría Carlos Alberto Montaner?". La pregunta forma parte de lo que parece ser un poema o la letra de una canción inédita. El texto se titula "Preguntas de un trovador que sueña" y está disponible en un website llamado Kaosenlared.net, vertedero ideológico en el que es posible leer elogios a los narcoterroristas de las FARC o a los asesinos de ETA, pero donde, de vez en cuando, aparecen críticas lúcidas a la dictadura cubana.
Por supuesto, Silvio: yo firmaría esa denuncia. La CIA, como todos los servicios de inteligencia, ha hecho cosas deplorables que merecen ser censuradas. Y las ha hecho el ejército norteamericano cuando maltrató cruelmente a los prisioneros. Y las sigue haciendo el Departamento de Justicia de Estados Unidos, y hasta la Corte Suprema, cuando priva a ciertos detenidos del amparo de la ley. Todo eso, incluida la pena de muerte, me parece abominable y contrario a un verdadero Estado de Derecho en el que se respeten las libertades individuales.
Ahora, Silvio, me toca preguntarte a ti: ¿firmarías una carta en la que se denunciaran los atropellos a los presos políticos cubanos y el acoso a las Damas de Blanco? Una carta en la que mostraríamos nuestro respeto por Orlando Zapata Tamayo, Guillermo Fariñas y todo aquel dispuesto a morir defendiendo su dignidad de ser humano. Una carta en la que solicitaríamos la condena a los policías responsables de la muerte de 41 infelices, la mayor parte niños y mujeres, que huían de Cuba en un barco en la madrugada del 13 de julio de 1994. Una carta en la que los cubanos les pediríamos perdón a los somalíes por la matanza de miles de personas llevada a cabo en 1977 y 78 por el ejército cubano en la Guerra de Ogadén, cuando Cuba se alió a la dictadura etíope. Una carta en la que se condenara la censura, el dogmatismo, el partido único, la persecución a las personas por tratar de defender sus ideas políticas, sus creencias religiosas, sus preferencias sexuales. Una carta en la que les dijéramos a los hermanos Castro que 51 años es un periodo demasiado prolongado para continuar imponiéndoles a los cubanos un sistema fallido y cruel en el que ya casi nadie cree, comenzando por ti, Silvio, y por tu talentoso hijo "Silvito", músico, como tú, a quien apodan "el Libre" para diferenciarlos, porque Silvito ha decidido cantar y decir lo que piensa.
Voy a contestar por ti, Silvio: yo creo que la firmarías. Y creo que la firmaría el 90% de los cubanos, hartos ya de esa vieja dictadura de difuntos y flores. Y te diría más: es importante que todos los cubanos interesados en salvar el futuro (porque el pasado lo hemos hecho añicos irremediablemente), los de la oposición democrática y los reformistas del régimen, como es tu caso, se encuentren en un punto medio para buscar una salida a la trampa que nos van a legar los hermanos Castro cuando decidan morirse y nos dejen como herencia un manicomio empobrecido y sin ilusiones patrullado por una legión de policías corruptos.
Hace pocas fechas dijiste que a la palabra "Revolución" hay que quitarle la "R" para comenzar a evolucionar. De acuerdo. ¿Cómo se hace ese prodigio? Se hace vaciando las cárceles de presos políticos, permitiendo la libre expresión de las ideas y la asociación espontánea y sin coacciones de las personas. No se trata de determinar ahora hacia dónde debe ir el país. Lo que se impone en este momento es abrir los cauces de participación para que los propios cubanos cambien todo lo que haya que cambiar y decidan democráticamente el rumbo que debe seguirse. Después, poco a poco, sin violencia, sin revanchas, pacíficamente, elección tras elección, las piezas irán cayendo en su lugar hasta que salgamos de la etapa actual y la sociedad, si así lo decide libremente, redefina el Estado y el perfil de la convivencia.
¿Hacemos esa carta juntos? Atrévete.
Carlos Alberto Montaner
Miami
Carta del 2 de abril de 2010 [De Silvio Rodríguez a Carlos Alberto Montaner]
Montaner:
Mi hijo Silvio-Liam es una voz que comienza a extender sus verdades. El ama a nuestro Apóstol, no le resulta incómodo, no desea borrarlo de la Historia. A él no le crispa que Martí haya dicho: "Viví en el monstruo y le conozco las entrañas". Él escogió ponerse "el libre" por no sentirse atado. Asume haber nacido así y su padre aplaude que lo sienta y lo diga en su clave generacional.
Desconoces la razón de un joven, pero intentas apropiártelo. No pareces comprender mucho lo que aseguras defender. ¿Será costumbre tuya? Diseñas una Cuba distorsionada que propagan las monstruosas cadenas. Cortando y pegando repartes un odio que ha derribado aviones llenos de inocentes. Siempre he reprobado el hundimiento del remolcador "13 de marzo". Pero quién va a creer que te importan los muertos somalíes, cuando no te interesan los cubanos que dieron su vida por un fingido prócer. A mí me conforta saber que no fue en vano el sacrificio de los caídos en Angola. No sólo porque los haya visto combatir y morir pobres y limpios, sino porque fueron consagrados en la eternidad por Nelson Mandela.
Atrévete, Carlos Alberto, a afirmar que Mandela mintió cuando dijo que la presencia cubana en África significó el principio del fin del apartheid.
Sé que tus argucias serán multiplicadas mil veces más que cualquier verdad desde Cuba. Desde esta dignidad cercada continuaré cantando lo que pienso: Sigo con muchas más razones para creer en la Revolución que en sus detractores. Si este gobierno es tan malo ¿de dónde salió este pueblo tan bueno?
Atrévete un día a respetar al prójimo. Atrévete a expulsar la soberbia. Atrévete a merecer un pueblo como este.
Silvio Rodríguez Domínguez
La Habana, Cuba
Carta del 3 de abril de 2010 [De Carlos Alberto Montaner a Silvio Rodríguez]
Estimado Silvio Rodríguez,
Me has respondido con cierta vehemencia. No te gustó mi anterior contestación a una pregunta tuya. Ojalá estos papeles tengan mejor suerte. Mi intención no es hostilizarte, sino conversar civilizadamente. Veamos.
Dices: "Mi hijo Silvio-Liam es una voz que comienza a extender sus verdades. El ama a nuestro Apóstol, no le resulta incómodo, no desea borrarlo de la Historia. A él no le crispa que Martí haya dicho: "Viví en el monstruo y le conozco las entrañas". Él escogió ponerse "el libre" por no sentirse atado. Asume haber nacido así y su padre aplaude que lo sienta y lo diga en su clave generacional".
Yo también, Silvio, respeto la memoria de Martí, el más ilustre de todos los cubanos, pero no sólo el que, con bastante sagacidad y razón, temía los impulsos imperialistas de Estados Unidos a fines del siglo XIX, sino, además, el que criticó severamente a Marx y alabó a los empresarios con iniciativa al grado de afirmar: "Pero los pobres sin éxito en la vida, que enseñan el puño a los pobres que tuvieron éxito; los trabajadores sin fortuna que se encienden en ira contra los trabajadores con fortuna, son locos que quieren negar a la naturaleza humana el legítimo uso de las facultades que vienen con ella.
Como coincido con Martí, Silvio, y no con Fidel, a mi me parece muy bien que alguien con tu talento haya podido enriquecerse legítimamente, tener propiedades dentro y fuera de Cuba y poseer una próspera empresa de grabaciones construida con el producto de su esfuerzo. Lo que quisiera es que ese privilegio que te han concedido se convierta en un derecho y se extienda a todos los cubanos. Es cruel y terriblemente empobrecedor que tanta gente talentosa y con iniciativa, como hay en Cuba, tenga que vivir subordinada a los caprichos de los comisarios y los burócratas.
Pero volvamos a la generación de tu hijo, la de Silvito "el Libre", que es, también, la de los míos, y la de Yoani Sánchez y Gorki Águila. ¿No te parece criminal que esos jóvenes estén obligados a suscribir las ideas y prejuicios de unos confundidos octogenarios, paralizados por el miedo y el dogmatismo, que adquirieron sus juicios morales y su percepción de la realidad y de los conflictos sociales hace sesenta años, en otras circunstancias radicalmente diferentes? Tenemos que liberar a las jóvenes generaciones de esa carga nefasta para que sean capaces de construir libremente sus vidas. Eso es urgente.
Sigo con tu carta. Dices: "Diseñas una Cuba distorsionada que propagan las monstruosas cadenas. Cortando y pegando repartes un odio que ha derribado aviones llenos de inocentes. Siempre he reprobado el hundimiento del remolcador 13 de marzo".
¡Ay, Silvio! ¿Diseño una Cuba distorsionada? ¿Te parece poco que, desde que se instauró la revolución, hace ya más de medio siglo, el 20 por ciento de la población ha huido a bordo de cualquier cosa, pagando el intento con varios miles han muertos? ¿Son falsos los fusilamientos, los maltratos en las cárceles, los actos de repudio a quienes se atreven a criticar al régimen? ¿Es mentira la censura?
¿Recuerdas cuando apaleaban a los cubanos por quererse ir del país en aquellos "actos de repudio", que no han cesado nunca porque hoy los organizan contra las Damas de Blanco y los demócratas de la oposición? ¿Se te ha olvidado como encerraban a los homosexuales en campos de concentración, como los echaban de la Universidad tras humillarlos públicamente? ¿No es verdad que en la primavera del 2003 encarcelaron y condenaron a penas de hasta 28 años de cárcel a 75 personas por prestar libros prohibidos, pedir un referéndum y escribir crónicas en los diarios extranjeros?
¿Qué tiene que ver la denuncia de esas monstruosidades con el condenable derribo de un avión de "Cubana de Aviación" lleno de inocentes, crimen que me parece repugnante? Tú condenas, y yo creo en tu sinceridad, el hundimiento del remolcador "13 de marzo" y el asesinato en ese episodio de 41 personas, pero ¿por qué no alzaste tu voz en la Asamblea Nacional del Poder Popular para denunciar el crimen? Eras un diputado, un representante de la sociedad. ¿Por qué callaste? Si quienes pueden hablar no se atreven a hacerlo se convierten en cómplices de la barbarie y contribuyen a perpetuarla. Quienes desean cambios deben proclamarlo con valentía.
Y luego dices: "Pero quién va a creer que te importan los muertos somalíes, cuando no te interesan los cubanos que dieron su vida por un fingido prócer. A mí me conforta saber que no fue en vano el sacrificio de los caídos en Angola. No sólo porque los haya visto combatir y morir pobres y limpios, sino porque fueron consagrados en la eternidad por Nelson Mandela. Atrévete, Carlos Alberto, a afirmar que Mandela mintió cuando dijo que la presencia cubana en África significó el principio del fin del apartheid".
Claro, Silvio, que me importan los miles de muertos somalíes exterminados por el ejército de Cuba en una guerra desigual y sin piedad que nada tenía que ver con la lucha contra el apartheid y sí con darle una victoria a la dictadura etíope, entonces aliada de la URSS. Como me importan, y mucho, los tres mil cubanos que dejaron la piel en África, sólo porque Fidel Castro, sin consultar con nadie, ni siquiera con el Partido Comunista, decidió convertirse en un líder planetario y transformó a la pobre Cuba en la punta de lanza de sus apetencias de renombre internacional y en el peón más agresivo y oportunista de la Guerra Fría.
¿Para qué tanto sacrificio? Al final, las tropas cubanas, entre otras ironías de esa insensata carnicería, acabaron custodiando los intereses petroleros norteamericanos en la zona de Cabinda, y hoy Angola es una nación capitalista deseosa de olvidar los años en los que planeaba construir un estado calcado del modelo soviético. En Angola ya nadie recuerda aquel proyecto revolucionario por el que murieron tantos cubanos inútilmente.
¿No crees que es hora de poner punto final a la utilización del pueblo como carne de cañón para saciar las ansias de notoriedad de una camarilla sedienta de poder y gloria? ¿No crees que el arrendamiento de profesionales cubanos para pagar deudas, como si fueran esclavos, en nombre de la solidaridad internacional, es una ofensa profunda al honor nacional?
Mi admirado Mandela, Silvio, no mintió: tiene, sencillamente, un ángulo diferente al mío sobre el papel de las tropas cubanas en África. En todo caso, lo que me emociona de Nelson Mandela no es su discutible opinión sobre el rol de las tropas cubanas en ese continente, sino esa democracia y esa libertad sin ira que les llevó a todos los sudafricanos en lugar de seguir el ejemplo totalitario de Fidel.
Terminas tu carta de una forma curiosa: "Sé que tus argucias serán multiplicadas mil veces más que cualquier verdad desde Cuba. Desde esta dignidad cercada continuaré cantando lo que pienso: Sigo con muchas más razones para creer en la Revolución que en sus detractores. Si este gobierno es tan malo ¿de dónde salió este pueblo tan bueno?
Concuerdo contigo, Silvio, en que la prensa libre será más generosa con mis explicaciones que con las tuyas, pero no es tu culpa. El mundo al que se adscribía la revolución cubana se derrumbó con el Muro de Berlín y hoy esa dictadura es sólo un viejo y desacreditado fósil, apenas emparentado con Corea del Norte, porque ya ni siquiera China y Vietnam son regímenes comunistas, aunque, lamentablemente, sigan siendo dictaduras gobernadas por un partido único con mano de hierro.
No obstante, me parece legítimo que continúes cantando lo que piensas e insistas en defender la revolución y la dictadura comunista. Ese es tu derecho. Te diré más: la Cuba con la que sueñan millones de cubanos debe ser un país en el que tú puedas cantar lo que piensas, pero en el que también quepan Gloria Estefan, Willy Chirino, Paquito D?Rivera y Los Aldeanos. Una Cuba sin exclusiones.
Entre todos, Silvio, tenemos que forjar esa Cuba tolerante en la que no se persiga a nadie por manifestar sus ideas. No te equivocas cuando dices que el cubano es un pueblo "bueno". Todas las dictaduras comunistas padecían malos gobiernos, pero tenían pueblos buenos en los que no faltaban los Sajarov, los Walesa y los Havel. En Cuba también abunda esa clase de héroes. Muchos están presos.
Tenemos que encontrarnos en un claro de la historia patria para darnos ese abrazo de reconciliación, libertad y cambio que casi todos anhelamos. Saltemos sobre nuestras diferencias, Silvio, y hagamos un mundo mejor para nuestros hijos. Un mundo democrático y libre, como esas veinte naciones que están a la cabeza del planeta; esas veinte naciones a las que quieren escapar tantos cubanos jóvenes, como tú mismo acabas de advertir muy preocupado. Entre todos, Silvio, pacíficamente, podemos cambiar nuestro destino y salvar el futuro.
Con genuina cordialidad cívica,
Carlos Alberto Montaner
Madrid.
Carta del 9 de abril de 2010 [De Silvio Rodríguez a Carlos Alberto Montaner]
(Segunda réplica a Carlos Alberto Montaner. Letanía)
Montaner:
Sé que, cuando Marx murió, Martí le dedicó algunas frases de homenaje, si mal no recuerdo "por haberse puesto de parte de los pobres". Por favor, ilústrame y muéstrame las "críticas severas" del Apóstol al autor de El Capital.
Montaner:
Antes de la Revolución, la mayoría de los cubanos no podía ni soñar con tener casa propia. Mi familia entre ellos. El único inmueble que ahora mismo poseo es mi casa. Infórmate mejor, porque hasta el día de hoy no tengo propiedades o empresas en Cuba o en el extranjero.
Montaner:
En algunas entrevistas y canciones, a través de una trayectoria de más de 40 años, he señalado lo que he considerado criticable del proceso revolucionario. En otras he apoyado este proceso, sin caer jamás en el servilismo o el panfleto. No hay dualidad en esto. En ambas facetas soy el mismo cubano pretendiendo asistir a los suyos.
Montaner:
No me molesta un gobierno de ancianos. En muchas culturas antiguas tener edad, por la sensatez inmanente, era un requisito para gobernar. Acuérdate de que tú también adquiriste tus "juicios morales, tu precepción de la realidad y de los conflictos sociales" hace medio siglo. No pretendas venderte como prospecto de la generación del dos mil, que no te queda bien.
Montaner:
Los fusilamientos se originaron en los primeros meses de la Revolución, contra criminales de guerra del batistato: torturadores y asesinos probados en los juicios que el pueblo de Cuba miró sobrecogido. La guerra despiadada que nos impuso la CIA obligó al gobierno a mantenerla como medida persuasiva. Con los años me he dado cuenta de que la pena de muerte es algo que debiera abolirse en todo el mundo, por incivilizada. Estoy convencido de que el cese de las hostilidades contra Cuba sería el principio del fin de la pena de muerte en nuestra Patria.
Montaner:
La oposición, en las prisiones, enfrenta el mismo drama que en las calles: no tienen pueblo, sus posiciones los alejan de las masas. En el 2008 más de treinta artistas e intelectuales visitamos 16 prisiones y cantamos ante más de 40 mil reclusos. Los malos tratos que ustedes manifiestan no tienen nada que ver con la mucha preocupación que vimos en las autoridades carcelarias de todos los penales que visitamos. El mismo hecho de que exista un movimiento de aficionados tan poderoso en las prisiones cubanas contradice profundamente la versión que ustedes propagan.
Montaner:
No estoy de acuerdo con los actos de repudio, pero otros cubanos se indignan hasta el punto de cometerlos. Los cubanos de Miami hacen lo mismo. Debe ser la parte triste de nuestro karma. Encuentro lógico que las madres y esposas de los presos se preocupen por sus familiares y que lo manifiesten. No me parece muy honesto que reciban ayuda económica de otro gobierno y mucho menos de connotados terroristas, como parece ser el caso de ciertas señoras. La censura, como en otros países, existe en Cuba. Y ahí donde estás ahora mismo, existe también, sobre todo para los que no piensan como tú.
Montaner:
Me parece que no te corresponde decir lo que recuerdan los angoleños. A mí me consta que recuerdan mucho y bien la desinteresada ayuda de los cubanos. En Cuba nunca se ha usado una gota de combustible de Cabinda, donde estuve personalmente y vi caer a hombres extraordinarios, defendiendo ese petróleo para que una Angola soberana decidiera su suerte.
Montaner:
Si tanto deseas que Cuba sea mejor, cambia tu lógica y empieza a luchar contra el bloqueo. El bloqueo es genocida, inmoral, impresentable. Mientras exista será la justificación para no bajar ni un ápice la tensión defensiva. Si quieres tanto a los somalíes, supongo que debes querer al menos igual a los niños cubanos. Pues bien: los niños cubanos, gracias al bloqueo, este año no podrán entrar masivamente a los conservatorios musicales. Y no me vayas a decir que el gobierno cubano se volvió loco y ahora quiere destruir lo que construyó. En tus manos queda hacer felices a cientos de miles de niños del país en que naciste.
Por eso, Montaner:
Lucha contra el bloqueo para que el talento que lleva 50 años floreciendo no se frustre.
Con probada vocación patriótica e internacionalista,
Silvio Rodríguez Domínguez.
La Habana, 9 de abril de 2010
PD: La todopoderosa "Gran Prensa" que te apoya ya empezó a publicar versiones convenientes de este careo. Sé demócrata cabal (y cívico) y pídeles que muestren íntegras mis palabras.
Carta del 13 de abril de 2010 [De Carlos Alberto Montaner a Silvio Rodríguez]
Estimado Silvio Rodríguez:
Celebro que mantengamos este intercambio epistolar. No creo, como afirmó el profesor Emilio Ichikawa con humor, que es un diálogo imposible porque yo no canto y tú no piensas. Es verdad que yo no canto, pero es evidente que tú piensas. Sé que para ti esta polémica tiene un costo en fricciones y presiones. Conozco el paño. Pero esto sí va siendo una batalla de ideas y no esos aburridos monólogos propagandísticos a que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación cubanos. Ya les he pedido a todos los websites a los que estoy vinculado y con los que tengo buenas relaciones que reproduzcan tus textos completos. Si entras en www.carlosalbertomontaner.com o en www.firmaspress.com podrás confirmarlo. Les he solicitado a los diarios que publican mi columna que no olviden incluir tus escritos. Espero que tú hagas lo mismo con Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores y el resto de los sitios de Internet vinculados al régimen cubano y a su aparato de información.
Silvio:
Como te veo tan firme en tu deseo de comunicar tus ideas y de informarte sin obstáculos ni censuras, creo que debes pedir pública y enérgicamente esos mismos derechos para el resto de nuestros compatriotas. Eso es lo honorable. Debes encabezar esa protesta para que Yoani y los periodistas independientes puedan divulgar sus textos sin ser encarcelados, golpeados o amenazados por la policía. Tras leer lo que escribes, estoy seguro de que te parece repugnante que la policía política se dedique a impedir que los cubanos oigan estaciones de onda corta, vean por cable los canales de la televisión extranjera y se vinculen a Internet. No es justo que sólo tú, Amaury Pérez y otros pocos privilegiados tengan acceso a esas fuentes de información. Eso debes denunciarlo. Es un escandaloso agravio comparativo.
Silvio:
Por supuesto, es importante -luego explico por qué- que conozcas las críticas de José Martí a Marx y al socialismo. Cuando murió el pensador alemán en 1883, Martí, que no ignoraba su obra, escribió una frase perfecta para precisar su juicio crítico: "Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres".
Es decir, Martí, como cualquier persona compasiva, admiraba las intenciones de Marx, pero como cualquier persona sensata y conocedora de la naturaleza humana, censuraba sus métodos violentos. Razonamiento que reitera años más tarde en una carta a su amigo Fermín Valdés Domínguez: "Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en los que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados...".
Silvio:
Como has dedicado una de tus más bellas canciones al Mayor General Ignacio Agramonte, tan admirado por Martí, el gran héroe militar y civil de la Guerra de 1868, te transcribo un párrafo de lo que Agramonte, y probablemente muchos de los jefes insurrectos más educados, pensaban del centralismo y del comunismo: "La centralización hace desaparecer ese individualismo, cuya conservación hemos sostenido como necesaria a la sociedad. De allí al comunismo no hay más que un paso; se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye por justificar la intervención de la sociedad en su acción destruyendo su libertad, sujetando a reglamento sus deseos, sus pensamientos, sus más íntimas afecciones, sus necesidades, sus acciones todas".
Hay otros pasajes muy reveladores que muestran el rechazo del Apóstol al colectivismo (como la reseña que Martí le hace a La futura esclavitud de Herbert Spencer), pero a estas alturas discutir lo que Martí pensaba de Marx y del socialismo sería un ejercicio académico casi inútil, si no fuera porque Fidel Castro ha montado la legitimación histórica de su dictadura sobre la falsificación del pensamiento de Martí.
Silvio:
El absurdo silogismo que Fidel les ha impuesto a los cubanos, y que espero que tú, como persona inteligente, no suscribas, tiene la siguiente secuencia: la revolución tomó el curso marxista porque ésa, o muy cercana a ésa, era la ideología de Martí; quienes gobernaron la República, entre 1902 y 1958, traicionaron el ideario martiano; los revolucionarios que derrotaron a Fulgencio Batista, y desde entonces controlan el país, son los verdaderos herederos del espíritu de Martí y de los mambises que pelearon contra España por la independencia.
El colofón de esta disparatada fantasía histórica, absolutamente alejada de la verdad, es que la autoridad moral para mandar a los cubanos la tiene Fidel Castro con carácter permanente porque él es el descendiente directo de Martí, una figura por la que los cubanos tenemos una devoción especial, ergo su estirpe moral, la de Fidel, es la de los luchadores independentistas del siglo XIX.
Silvio:
No es cierto: las raíces del régimen cubano están en las supersticiones del marxismo-leninismo, en el modelo de gobierno calcado de la Unión Soviética, y en las prácticas de control político aprendidas del KGB. Martí, que era un demócrata liberal convencido de las virtudes republicanas, creyente en la existencia de los derechos naturales, no tiene la menor responsabilidad en este engendro. Fueron Fidel, Raúl y el Che los que traicionaron un movimiento insurreccional que prometía elecciones democráticas, libertades y la vuelta a la Constitución de 1940. Lejos de venir de Martí, la dictadura de los Castro traicionó el ideario martiano. ¿Recuerdas cuando Fidel, al principio, juraba una y otra vez que ni él ni la Revolución eran comunistas?
Silvio:
Es verdad que muchos cubanos no tenían casa propia. La nuestra, la que visitaba Fidel para conversar con mi padre, su amigo, en la calle Tejadillo, y a donde alguna vez acudió junto a mi tío Pepe Jesús Ginjaume Montaner, jefe de Fidel en la violenta organización llamada Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), también era alquilada. ¿Y qué? Celebro que hayas podido comprar una casa con el fruto de tus éxitos. Pero, ¿la puedes vender? ¿Puedes disponer de ella como en los países libres disponemos de las propiedades? Si es así, gozas de un raro privilegio. En cambio, si te sucede como al resto de los cubanos, no has comprado una casa, sino el precario derecho a usar una vivienda en las condiciones que el gobierno dispone. Cuba, además, debe ser el único país de Occidente en el que un buen profesional, trabajador, prudente y ahorrativo, no puede adquirir propiedades con el fruto de su esfuerzo porque el gobierno lo impide. No todos tienen tu suerte.
Silvio:
Los cubanos quieren tener propiedades realmente. Quieren poder venderlas y comprarlas sin que el Estado los persiga. Quieren abrir sus propios negocios, como hacen los extranjeros. Quieren retomar el control de sus vidas, secuestradas por los burócratas del Partido bajo la vigilancia de la policía política. Quieren generar riqueza y disfrutarla. ¿Por qué los jugadores de béisbol o los boxeadores no pueden explotar su talento en el extranjero en su propio beneficio sin ser tratados como traidores por el gobierno? ¿Por qué para poder vivir bien tienen que arriesgarse a navegar en una balsa hasta la Florida o "desertar" en un viaje al extranjero? ¿Cómo se puede defender un régimen que declara que el cerebro de la Dra. Hilda Molina (entre mil ejemplos) le pertenece a la revolución y la deja retenida en Cuba durante más de una década sin poder usar ni su cerebro ni sus hábiles manos de neurocirujana? ¿No te resulta eso un atropello abominable contra el derecho de las personas a definir y buscar su propia felicidad?
Silvio:
Supongo que una parte importante de tus ingresos deriva de los dólares o euros que recibes en calidad de derechos de autor. Eso me parece muy bien, pero ¿qué pasa con ese 99.99% de cubanos a los que solamente les pagan en pesos? Oficialmente, el peso y el CUC, que es la divisa convertible cubana, valen aproximadamente lo mismo. El salario promedio de los cubanos es de unos 300 pesos. Sin embargo, en el mercado paralelo, que es oficial y es el de verdad, el que cuenta, el cambio es de 20 a 1. Los cubanos ganan, realmente, unos cincuenta centavos de dólar al día. Es la estafa perfecta, Silvio. El gobierno, como los peores tahúres, maneja dos monedas: a los obreros cubanos les pagan por su trabajo con la moneda mala, pero les venden los productos apetecibles en la buena.
Silvio:
Dices que has señalado lo que te parece criticable del proceso. No me consta. Ojalá. Como soy admirador de tu obra conozco varias de tus canciones, pero no todas. No sé si alguna vez alzaste tu voz en el parlamento contra la represión y la censura, o si escribiste alguna canción en defensa del proletariado esquilmado y sin derechos, pero, si ocurrió, yo no tuve noticias. Ignoro si alguna vez te inspiraste en los miles de balseros ahogados tratando de alcanzar la libertad. No recuerdo una sola línea tuya en defensa de los héroes de la revolución fusilados o encarcelados por la dictadura. Ojalá existan esos testimonios.
Silvio:
No estoy hablando de los militares de Batista, que fueron, por cierto, condenados a muerte o a largas penas en juicios sumarios sin garantías, sino de Huber Matos, Comandante de la Revolución, que pasó 20 años en la cárcel por escribirle a Fidel una carta privada en la que renunciaba al Ejército Rebelde por no estar de acuerdo con el comunismo. Me refiero a Mario Chanes, que acompañó a Fidel y a Raúl en el asalto al Moncada y luego en la expedición del Granma, y cumplió 30 años de presidio injusto. Me refiero a los cientos de dirigentes y militantes de la revolución a los que la dictadura mató o trituró en las cárceles. Supongo, Silvio, en que concuerdas conmigo en que esa crueldad era criticable. ¿La denunciaste?
Silvio:
Afirmas que no te molesta padecer un "gobierno de ancianos" y me adviertes que yo también formé mis juicios morales, mi percepción de la realidad y de los conflictos sociales hace medio siglo. Pero hay una diferencia, Silvio: el rasgo más evidente y lamentable de los hermanos Castro es la incapacidad para aprender y cambiar. Estos señores, tras medio siglo de fracasos, y tras haber devastado a Cuba con los caprichos más inverosímiles (desde fabulosas vacas lecheras hasta dulces vaquitas enanas y caseras; desde gallineros domésticos hasta hortalizas hidropónicas en el cuarto de baño), continúan aferrados al disparate del colectivismo como objetivo de la sociedad y al palo y a la represión para alcanzarlo.
Silvio:
Estos hermanos son incapaces de aprender. Son autistas políticos indiferentes a la realidad. Confunden la terquedad con los principios. ¿No escuchaste a Raúl, muy ufano, decir recientemente que primero desaparecería la Isla antes que cambiar? Y Fidel lo felicitó al día siguiente, lo que era una forma de felicitarse a sí mismo, porque lleva décadas insistiendo en esa barbaridad, como si la vida de millones de compatriotas les importara un rábano.
Silvio:
Y es que les importa un rábano. ¿Recuerdas -Raúl aludió a aquel episodio muy orgulloso- durante la peligrosísima Crisis de los Misiles de 1962, cuando el mundo estuvo al borde de la destrucción, el mensaje de Fidel a Kruschev pidiéndole que atacara preventivamente a Estados Unidos y desatara la Tercera Guerra mundial, a sabiendas de que en la represalia morirían todos los cubanos? Pero lo terrible no es que entonces aquellos jóvenes desbordantes de testosterona revolucionaria hayan incurrido en esa petición irresponsable y asesina, sino que, medio siglo más tarde, ya ancianos y llenos de nietos, reinciden en la misma imprudencia criminal. Eso es lo grave: no cambian.
Silvio:
Como me comparas con los Castro, porque también a los 67 años ya soy viejo, te explico la diferencia entre los Castro y la mayor parte de los adultos. El problema no está en la edad. Hay viejos como Adenauer, Churchill, De Gaulle o Reagan que sirvieron a sus países en la ancianidad. Como soy un hombre normal, abierto a las influencias exteriores, siempre dispuesto a aprender de la experiencia y a pedir perdón cuando me he equivocado o a revocar decisiones erróneas, he cambiado mucho a lo largo de mi vida y, creo, para bien.
Silvio:
Comencé siendo, como tantos cubanitos ignorantes de hace medio siglo, un "revolucionario" radical confiado en que la justicia y el buen gobierno llegarían a mi país de la mano de un grupo de barbudos bienintencionados. Luego, cuando me desengañé, a base de paredón y calabozo, pasé a ser un socialdemócrata confiado en el papel redistribuidor de un estado justiciero. Más tarde, por las lecturas y la experiencia, me transformé en un liberal convencido de la superioridad moral y práctica de las ideas de la libertad para lograr sociedades más prósperas, libres y habitables. En suma, mientras millones de cubanos, y yo entre ellos, hemos cambiado, estos empedernidos hermanos Castro continúan anclados en el lugar de origen, repitiendo e insistiendo en las tonterías que aprendieron en las conversaciones de café cuando eran unos mozalbetes escasamente instruidos. Eso es gravísimo.
Silvio:
Esa incapacidad para rectificar que tienen estos dos señores (y otros de su entorno) es lo que explica uno de los fenómenos más asombrosos de cuantos ha generado la revolución cubana: el intenso fracaso material que ha provocado. Por primera vez, en los cientos de años que tiene Cuba de historia occidental, tres generaciones sucesivas de cubanos han padecido la extraña experiencia del empobrecimiento progresivo. Mañana siempre es peor que hoy. En Cuba, hasta la llegada de la revolución, la norma era que los padres vivían mejor que los abuelos y los hijos mejor que sus padres. Pero esa tradición terminó cuando estos caballeros tomaron el timón del país y los cubanos aprendieron la amarga lección de que la vida, lejos de mejorar, empeoraba. Hasta Raúl Castro lo ha admitido públicamente, desesperado, cuando manifestó que ni siquiera hay leche para los niños cubanos cuando pasan de los siete años. ¿Te imaginas? Ni un miserable vaso de leche.
Silvio:
Ese es el gobierno más ineficiente que hemos padecido los cubanos en toda nuestra atormentada historia. La calidad material mínima de cualquier sociedad se mide por seis elementos básicos: la alimentación, la vivienda, la electrificación, el transporte, las comunicaciones y el acceso al agua potable. En los seis, la revolución ha transformado la convivencia en una pesadilla. La comida escasea, está racionada, es muy pobre o es inalcanzable para el sueldo miserable de los trabajadores. Hay un déficit de viviendas que excede al millón de unidades, mientras más de la mitad de los hogares están en condiciones deplorables. Cuando falta el subsidio petrolero de Hugo Chávez, como cuando desapareció el que proporcionaba la URSS, cortan la luz intermitentemente. El acceso a teléfonos o correo es de los peores de América Latina, y no digamos Internet, que se obstruye por razones políticas. Las calles, carreteras y transporte público son un castigo demoniaco contra el pueblo. Los acueductos, infectos y rotos, pierden el 60% del agua disponible y la que llega es poca y esporádica. ¿Si en medio siglo de gestión, sin ninguna obstrucción parlamentaria, lejos de solucionar estos problemas esenciales, ese gobierno, minuciosamente torpe, los ha agravado, quién puede creer que, con el mismo sistema, con los mismos métodos y con la misma gerencia, algún día los resultados van a ser diferentes?
Silvio:
Celebro que estemos de acuerdo en que hay que abolir la pena de muerte. Pero no es cierto que esa medida cruel se deba al acoso de la CIA. Tú sabes perfectamente que mucho antes de que el gobierno de Estados Unidos intentara derrocar la dictadura comunista, la revolución, desde su inicio mismo, había fusilado a miles de personas. Tú no ignoras que, incluso antes de triunfar, ya los rebeldes fusilaban sin miramientos en la Sierra Maestra. Los Castro no conocen mejor escarmiento ni mejor forma de intimidación que el paredón. Matan, sencillamente, porque para ellos la vida de los otros no vale nada. Ni siquiera la del general Arnaldo Ochoa y el coronel Tony de la Guardia, sus mejores oficiales.
Silvio:
He oído antes el argumento de que los demócratas de la oposición carecen del apoyo del pueblo. Lo escuché en la España del franquismo donde, en efecto, el Partido Socialista apenas tenía un centenar de miembros activos antes de la desaparición del Caudillo. Lo escuché en Checoslovaquia, cuando se burlaban de la Carta 77 que encabezó mi admirado Vaclav Havel, porque la oposición contra la dictadura comunista apenas llegaba a dos docenas de valientes. ¿Y qué ocurrió cuando se abrieron los cauces de participación y los oprimidos pudieron decir su verdad? Ocurrió que los demócratas instantáneamente se multiplicaron por millones y los partidos oficialistas se encogieron hasta casi desvanecerse en medio de la vergüenza. Ocurrió que el pueblo pudo estrenar su verdadero rostro y manifestar sus creencias reales. En Cuba no será diferente.
Silvio:
Tú opinas que en las cárceles cubanas se trata bien a los prisioneros. ¿Qué es para ti encerrar durante años en un calabozo tapiado, sin luz, en medio de alimañas, casi sin alimentos ni agua, a numerosos presos políticos? ¿Qué son para ti las golpizas a las que los someten? Pero más importante que tu opinión o la mía es la de Amnistía Internacional, la de Human Rigths Watch, la de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. ¿Por qué no deja Cuba que una misión imparcial de la Cruz Roja recorra las prisiones y hable sin testigos con los prisioneros? Hay varios libros estremecedores que describen la vida cotidiana en el presidio político cubano de hombres y mujeres: los escribieron, entre otros, Huber Matos, Jorge Valls, Reinol González, Armando Valladares, Alejandro González Raga y Ana Lázara Rodríguez. Son testimonios terribles e irrefutables.
Silvio:
No te parece honesto que los disidentes y las Damas de Blanco reciban ayuda de otros gobiernos. Sin embargo, sabes que el artículo duodécimo de la Constitución cubana de 1976 dice lo siguiente: "[Cuba] reconoce la legitimidad de las guerras de liberación nacional, así como la resistencia armada a la agresión y a la conquista, y considera su derecho y su deber internacionalista ayudar al agredido y a los pueblos que luchan por su liberación". Y no ignoras que el régimen cubano ha practicado intensamente ese internacionalismo revolucionario, contribuyendo con adiestramiento, recursos económicos, hombres, armas y explosivos a grupos y movimientos insurreccionales de diversos países del mundo.
Silvio:
Si crees en ese derecho que el gobierno cubano se arroga a practicar el internacionalismo revolucionario y ayudar a sus aliados y correligionarios, por un mínimo de decoro intelectual admitirás el derecho de los países libres a practicar el internacionalismo democrático y a ayudar a los suyos, aunque en el caso cubano apenas se trate de darles a los disidentes pequeñas computadoras, acceso a Internet, material de lectura, teléfonos celulares, algún dinero para sostener a las familias de los presos políticos y apoyo diplomático, porque hace varias décadas que nadie recurre en Cuba a la violencia política. Te recuerdo, además, lo importante que fue la ayuda de la Internacional Socialista y de las Fundaciones alemanas para el establecimiento de la democracia en España tras la muerte de Franco y en Chile durante el referéndum que le puso fin al gobierno de Pinochet. Esa solidaridad no sólo es muy común: es muy conveniente para la libertad de Cuba.
Silvio:
Lo decente es que las fuerzas democráticas del mundo libre ayuden a sobrevivir a las Damas de Blanco y a todos los demócratas de la oposición, al menos hasta que se vacíen las cárceles, puedan organizarse públicamente, participen en la vida pública, formen parte del parlamento y defiendan sus ideas sin el riesgo de ser exterminados. Lo natural es ayudar a las víctimas. Al fin y al cabo, el tejido ideológico de estos disidentes es el mismo que encuentras en el Parlamento Europeo y en la arena política de todos los países libres: democristianos, socialdemócratas, liberales y conservadores. Tenderles una mano solidaria a los disidentes perseguidos dentro de Cuba no sólo es legal, es lo moralmente justificable.
Silvio:
¿Por qué crees que el Parlamento Europeo condenó al gobierno cubano por 509 votos procedentes de todo el arco democrático contra 30 de los comunistas? Lo hizo por solidaridad con sus pares cubanos. Por supuesto que lo ético es que nos ayuden en esta etapa trágica de nuestra historia. A todas estas fuerzas internacionales, convocadas en nuestro auxilio por la oposición democrática cubana del interior y del exterior, les irrita la burla del gobierno de los Castro, capaz de firmar en la Cumbre iberoamericana de Viña del Mar en 1996 su adhesión a los comportamientos democráticos, para luego pisotear ese compromiso, de la misma manera que más tarde ignoró el acuerdo firmado con la ONU en el 2008 de respetar los derechos humanos. Ya se agotó la paciencia internacional con un régimen que no cumple nada de lo que promete.
Silvio:
Dices no estar de acuerdo con los actos de repudio, y te creo, pero no es cierto que ocurran porque "otros cubanos", espontáneamente, se indignan contra personas como las Dama de Blanco y las agreden. Esos actos están orquestados por la policía política y el Partido Comunista, como puede comprobar cualquiera que entre en el blog de penúltimosdías.com y vea el facsímil de la planilla con las instrucciones para los matones de las turbas conocidas como "Brigadas de respuesta rápida". Deben llevar "palos, cabillas y cables" para golpear a cualquiera que se manifieste. Son operaciones parapoliciacas y ni siquiera son novedosas: en todas las dictaduras comunistas y fascistas han existido variantes de este procedimiento de control social. No me detengo a refutar la equivalencia que haces con las manifestaciones anticastristas de los cubanos de Miami porque me parece una broma. Las diferencias son abismales.
Silvio:
Y llegamos al tema del bloqueo, tu plato fuerte. Me pides que me manifieste contra el bloqueo. Por supuesto que lo haré. Yo también quiero que se elimine, pero antes tenemos que dejar aclarados varios aspectos de este asunto. En primer término, como los cubanos sabemos muy bien, Estados Unidos es el principal vendedor de alimentos a Cuba, mientras las remesas de los exiliados constituyen una de las primeras fuentes de ingreso de la Isla. Asimismo, Estados Unidos es el único país que alivia las presiones migratorias que sufre el gobierno cubano otorgándole nada menos que 20,000 visas todos los años. En esas condiciones, hablar de un embargo, y mucho menos de un bloqueo, es una exageración. De los siete mil millones de personas que pueblan el planeta, Cuba puede comerciar, y comercia, con seis mil setecientos. De los dos centenares de estados organizados que existen en el mundo, Cuba puede comerciar, y comercia, con 199 que representan el 75% del PIB planetario.
Silvio:
Ninguna persona informada pone en duda que el desastre económico cubano se debe, fundamentalmente, a la inherente improductividad de los sistemas colectivistas de corte marxista-leninista, sumada, en este caso, a la caprichosa e incompetente gerencia revolucionaria. No es el bloqueo. Como se ha probado hasta la saciedad, el colectivismo autoritario es un modelo económico fallido. Basta con comparar a las dos Corea o las dos Alemania para comprobarlo.
Silvio:
En todo caso, hay dos maneras de enfrentarse al embargo. Una es puramente propagandística, encaminada a culpar a Estados Unidos del horror de la pobreza cubana, pero sin el deseo real de que sea eliminado. Es en ésa en la que se entretiene el gobierno de La Habana y en la que invierte un notable caudal de recursos y energía. El otro camino, el serio, el de quienes queremos que realmente se levante, es el que te describo a continuación.
Silvio:
Para levantar el embargo, el gobierno cubano no puede saltarse a la oposición democrática. Tiene que pactar. Es el eficiente lobby de los cubano-americanos y son las hábiles maniobras de los legisladores de este origen lo que mantiene vigente esas medidas en la administración norteamericana. Si la dictadura realmente desea que se levante el embargo, sólo tiene que hacer cuatro concesiones totalmente razonables que le ganarán el aplauso universal:
- Amnistiar a los presos políticos.
- Concederles a los cubanos el derecho de libre asociación.
- Permitirles que se expresen libremente.
- Acabar con el embargo interior y dejar que los cubanos libremente entren en Cuba o salgan de ella.
Silvio:
Me dirás que estás de acuerdo con esas medidas, pero que te parece abusivo que se le exija a Cuba lo que no se le exige a China. A lo que te respondo que las transacciones políticas no se dan en el marco abstracto de la filosofía, sino en el de las realidades, y es una necedad ignorar esta verdad. ¿El gobierno cubano quiere realmente que se levante el embargo o todo lo que pretende es jugar con la propaganda?
Silvio:
Como consecuencia de la larga dictadura de los Castro, el 20% de los cubanos han tenido que emigrar a Estados Unidos durante medio siglo y allí han adquirido poder y han aprendido a usarlo, como hacen los judíos con relación a Israel y los afroamericanos con respecto a África. El régimen cubano no ha podido ni podrá vencer ese obstáculo, a menos que decida hablar con su propio pueblo. No es cuestión de dar gritos, insultar a sus oponentes y montar campañas estridentes, sino de conversar con serenidad.
Silvio:
Lo sensato, para terminar con el embargo y para solucionar los problemas del país, es que gobierno y oposición se sienten de buena fe a hablar civilizadamente con un temario abierto. Estoy seguro de que en un plazo corto una relación de ese tipo rendirá sus frutos, se levantará el embargo y estaremos en el camino de la concordia. Me imagino que muchos reformistas dentro del régimen estarán de acuerdo conmigo y deseosos de que comience cuanto antes ese proceso.
Silvio:
Te propongo, con la mejor buena fe, que creemos los dos un comité para luchar conjunta y simultáneamente contra el embargo norteamericano, a favor de conceder la amnistía a los presos políticos, a favor de otorgar el derecho a la libertad de asociación y expresión, a favor de que los cubanos puedan entrar y salir libremente de Cuba. Ese comité pudiera ser el comienzo de la reconciliación, la paz y el progreso para nuestro país que los dos deseamos. Conquistemos juntos un futuro mejor para nuestros hijos.
Espero tu respuesta con mucho interés. Va un abrazo cívico y cordial,
Carlos Alberto Montaner
SILVIO RODRIGUEZ: tercera réplica a Carlos Alberto Montaner
Montaner:
Veo que te estás esforzando, pero yo no puedo pasarme la vida en esto, que para ti es como ir a tu oficina y para mí significa ausentarme mi trabajo. Me despido con la misma propuesta que ya hice: abandona la guerra fría, ponte a luchar contra el bloqueo, hazle bien a la niñez de esta tierra en que tú fuiste niño. Si eres capaz de dignificarte ante la infancia, todos venceremos un poquito.
Cordialmente,
Silvio Rodríguez.
PUNTO FINAL
Carlos Alberto Montaner
De acuerdo, Silvio. Entiendo tus razones para interrumpir el intercambio de cartas. De lo escrito por ti saco algunas conclusiones positivas. Espero, cuando se acerque la hora de los cambios profundos, que estés entre los que contribuyan a la llegada de la libertad y la democracia. Poco antes de escribir esta nota final tuve noticias de que otros reformistas, animados por tu ejemplo, quieren hacerse oír y también están dispuestos a escuchar. Ojalá sea cierto. Ése es un buen síntoma y ése es el camino. Va un abrazo cordial en la distancia.
Ojalá pueda dártelo pronto en una Cuba libre.