domingo, 26 de marzo de 2023

En el aniversario 118 del nacimiento del pensador Viktor Frankl

                                                                                     


                                                                            

Reflexiones acerca del Sentido de la Vida en el  pensamiento de Víktor Frankl

 

“Las grandes cosas de la existencia sólo le son dadas a los seres que saben orar y la mejor manera de aprender es por medio del sufrimiento.”

 

Víctor Rey

 

Durante cinco encuentros de una hora y media en el mes pasado con cinco estudiantes del Diplomado  en Estudios de la Realidad Contemporánea del Servicio de Estudios de la Realidad (SER), leímos el libro de Viktor Frankl, “El Hombre en Busca de Sentido”.  De esos hermosos encuentros en los cuales aprendimos mucho acerca de este autor, he podido sacar algunas conclusiones que fui tomando nota y que las comparto en este texto.

De las reflexiones llegamos a la intuición que el “sentido último” de la vida puede consistir en el progreso hacia el amor, entendido como la aproximación a los valores imperecederos, caracterizando como principal valor humano al amor, el amor a sí mismo, hacia la familia, hacia los progenitores, amor a todos los “tu” con que deba alternar el “yo” en su vida, expresado a través de la tolerancia y la capacidad de perdonar y el amor a la naturaleza y a Dios.


Viktor Frankl nos dice que al final de la vida no importará hasta dónde se ha llegado, sino cuánto camino se ha recorrido en el progreso hacia el amor, partiendo de la premisa de que cada individuo tiene un punto de partida diferente.


Desde la perspectiva de la escuela de Viktor Frankl, se afirma que la persona puede y debe contribuir a mantener en pie el vínculo innato con lo trascendente, para dar al fenómeno de la fe la oportunidad de consumarse por sí sólo, sin intervención de la voluntad.


A los seres humanos les es difícil venerar lo innominado; parecería que la solución radica en conservar el respeto por el Ser en todas sus manifestaciones, en la riqueza de los valores, la naturaleza, los objetos, las plantas, los animales y las personas.


Al decir de Viktor Frankl, se puede ver a la conciencia como “el órgano que detecta el sentido único de una situación de vida única”.
Para que se produzca ese proceso es necesario dedicarle momentos de contemplación, pausas para meditar, instantes de quietud y recogimiento. Que tu propia satisfacción constituya el efecto secundario de un acto de amor. Cuanto más nos desvivimos por satisfacer nuestros gustos, tanto más fácil será que dejemos de experimentarlos.


El ser humano decide emprender su camino dando prioridad al ser o al tener, lo cual revela la dirección que lleva su vida, revela quiénes seremos, manifiesta a dónde llegaremos si a la luz de las alturas o a dar vueltas y más vueltas encerrados en un valle tenebroso.

La situación psicofísica y la posición social no es lo decisivo en la posición en que se halla la persona; lo decisivo radica en la persona espiritual, en las actitudes personales que cada uno adopta frente a su contexto natural.


Cuando se trata de actitudes, siempre es posible el cambio.
Viktor Frankl deja de lado la pregunta del “por qué”, pues es el elemento detrás del cual se esconde el determinismo.  Por el contrario al preguntarse QUÉ se revela de inmediato la causa real del sufrimiento, que se centra en las actitudes que toma la persona frente a las condiciones internas tanto como a las externas y así se descubre que la causa real radica en la persona.
Si el QUÉ de las aflicciones humanas se encuentra con la trascendencia, todos los “POR QUÉ” pierden su poder, nada de lo que nuestra fantasía pueda crear puede oponerse a la confianza más profunda y última.


Empero no basta que se confíe en el sentido que lleva a los pequeños pasos en dirección a la meta deseada; con cada paso que se dé, se deberá producir la renuncia a las muletillas psíquicas que mitigan las contrariedades del momento, estados cambiantes del uno mismo, que postergan su acercamiento a la meta deseada.


Si logramos reconocerlos en lo más íntimo de nuestros corazones, podremos dejar pasar lo que no es prioritario y dedicarnos a lo que es preciso para hacer frente a lo esencial.


No obstante siempre existe el llamado a buscar un sentido en las cosas. Las recetas que hacen que las épocas exitosas y por desdicha seductoras, ofrezcan respuestas a la cuestión del sentido, que nos permitan seguir viviendo, son la modestia y la contención, la iniciativa propia y el amor al prójimo.


Etapas particularmente difíciles de la vida en las que debemos despedirnos de una persona amada o de la posibilidad de realizar valores de esencial importancia, sin los cuales la vida nos parece vacua.
Ante determinadas circunstancias de la vida, el sentido que se confiere al sufrimiento determina cuál opción se volverá realidad, si interpretamos que “el mundo se viene abajo”, como un alud en la pendiente que todo lo arrastra a su paso, crecerá el peligro que sobrevenga un colapso psíquico. Si por el contrario, interpretamos el sufrimiento como una prueba y un cometido, crecerán las fuerzas para superarlo y renacer o resucitar psíquicamente.
Períodos conflictivos donde más que en cualquier otro caso, importa dar la respuesta adecuada.
Lo que hace falta es coraje para vencerse a sí mismo y, si es preciso, renunciar.
Es preciso tener coraje para salir indemne de los conflictos y también confianza en lo que nos revela el silencio, la quietud, pues en el silencio y la quietud captamos con nitidez las sutiles pulsaciones del corazón que nos señalan el camino de regreso a la vida.


En el transcurso de la vida aumenta el conocimiento de los resultados de los acontecimientos vividos anteriormente y toda nueva información es inmediatamente “recodificada” por el cerebro humano, cuyo acerbo de conocimiento se “actualiza” o sea se modifica, entonces la mirada retrospectiva sobre el pasado da un resultado erróneo y engañoso.
En realidad se trata de un recurso de primordial importancia, impuesto por nuestra propia naturaleza para nuestro bienestar atendiendo a una interpretación y juicio más reciente que acumular en la memoria lo negativo que sucedió hace tiempo.
Viktor Frankl nunca expuso a ningún individuo al riesgo de arrojar una mirada retrospectiva sobre su pasado alimentando una fantasía que, como hoy sabemos, es engañosa.


Viktor Frankl cambió el punto de mira y, con ello, el “material de decodificación” haciendo ver en los graneros del pasado su vida más rica y realizada y lo contrasta con su dignidad de ser libre y espiritual para que encuentre su yo más valioso.


Esto no sólo ocurre a nivel consciente y emocional, sino también imperceptiblemente a nivel neuronal, lo cual le dará un tinte menos sombrío, en contraste a su sentimiento anterior.
Entonces la “mirada retrospectiva con ira”, es sustituida cognitivamente por una “mirada prospectiva con confianza”.

Se trata de lo siguiente: cuando estamos bajo una fuerte presión emocional, nos mostramos diferentes de cuando no lo estamos, entonces somos irreflexivos, descontrolados y desembozados, apareciendo nuestro “verdadero rostro” sin los maquillajes que impone la cosmética de nuestra socialización.
En esos momentos queda en evidencia de qué es capaz y a qué está dispuesto un ser humano y a qué no está dispuesto aún bajo máxima tensión, dejando al descubierto la ética de su corazón.
Se puede objetar que la fuerte tensión emocional puede distorsionar lo humano en una persona; en eso, precisamente, consiste el test, evaluar lo que bajo determinada carga, los sentimientos pueden hacer con una persona.



miércoles, 8 de marzo de 2023

En el Día de la Mujer, homenaje a la escritora Gioconda Belli

                                                                                     


GIOCONDA BELLI, O LA POESIA HECHA EROTISMO

 

Víctor Rey

 

“A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana, con un amor que es más grande que yo toda, que me supera y me envuelve como un océano donde todo el misterio se resuelve en espuma…” (Gioconda Belli)

 

La primera vez que supe de la poetisa Gioconda Belli, fue a través de uno de sus poemas que apareció en una revista semiclandestina en la última tapa, a principios de los años ochenta en el Chile de Pinochet. El poema se llama: “Reglas del juego para los hombres que quieren a amar a mujeres”. El poema me pareció tan hermoso y profundo, me dedique a averiguar quién lo había escrito y descubrí que su autora era nicaragüense y que había participado en la revolución sandinista.  Me llamó la atención que su poesía combinaba el erotismo con lo social y lo político, una mezcla exuberante. Luego descubrí otros poemas como: “Como tinaja”, “Biblia”, “Esto es amor”, “Y Dios me hizo mujer”, “¡Ah, Nicaragua!”.  Han pasado los años y en una oportunidad que estuve en Managua, me topé con un recital de Gioconda Belli en el Teatro Rubén Darío.  La sala estaba repleta y el silencio era religioso al escucharla.  Disfruté en primera fila ese recital y después tuve la oportunidad de saludarla, me autografío uno de sus libros y conversamos un breve tiempo.  Me llamo atención su belleza y disposición para intercambiar algunas opiniones sin prisa y con amabilidad, sabiendo que había una fila esperando sacarse una foto con ella y para saludarla.

 

“El amor de mi hombre no conocerá el miedo a la entrega, ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento en una plaza llena de multitudes. Podrá gritar -te quiero- o hacer rótulos en lo alto de los edificios proclamando su derecho a sentir el más hermoso y humano de los sentimientos.

El amor de mi hombre no querrá rotularme y etiquetarme, me dará aire, espacio, alimento para crecer y ser mejor, como una revolución que hace de cada día el comienzo de una nueva victoria.” (De Reglas del juego para los hombres que quieran amar a mujeres)

 

Gioconda Belli nació el 9 de diciembre de 1948 en Managua (Nicaragua). Vivió en el seno de una familia acomodada, su padre, Humberto Belli, era empresario y su madre, Gloria Pereira, fue fundadora del Teatro Experimental de Managua. Gioconda fue la segunda de cinco hermanos. Estudió en el Colegio de La Asunción en Managua y en el Real Colegio de Santa Isabel en Madrid, España, donde obtuvo el bachillerato en 1965. Tras obtener un diploma en Publicidad y Periodismo en Filadelfia, Estados Unidos, regresó a Managua y en 1967 contrajo matrimonio. Su primera hija, Maryam, nació en 1969. Sus poemas aparecieron por primera vez en 1970 en el semanario cultural del diario La Prensa de ese país. Su poesía, considerada revolucionaria en su manera de abordar el cuerpo y sensualidad femenina, causó gran revuelo. Su libro “Sobre la grama” le ganó en 1972, el premio de poesía más prestigioso del país en esos años, el “Mariano Fiallos Gil” de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.

Fue una firme opositora a la dictadura de Somoza, por lo que tuvo que exiliarse a México y Costa Rica y se integró a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional, organización en la que militó desde 1970 hasta 1994. Fue miembro de la Comisión Político-Diplomática del FSLN. Fue correo clandestino, transportó armas, viajó por Europa y América Latina obteniendo recursos y divulgando la lucha sandinista. En 1978, obtuvo el prestigioso Premio Casa de las Américas (Cuba) en el género poesía por su libro Línea de Fuego. Belli se casó por segunda vez y tuvo a sus hijos Melisa y Camilo. Tras el triunfo sandinista fue representante sandinista ante el Consejo Nacional de Partidos Políticos y vocero del FSLN en la campaña electoral de ese año. Dejó la vida política para dedicarse a escribir su primera novela, sin dejar nunca de lado la poesía. En 1988, Belli publicó su primera novela La Mujer Habitada, que fue un éxito clamoroso de amplia resonancia internacional.

En 1990, se publicó la segunda novela, Sofía de los Presagios. En 2001 apareció en El País bajo mi piel, un testimonio-memoria de sus años en el sandinismo.
Se casó por tercera vez en 1987 con Charles Castaldi con el que tiene una hija, Adriana, nacida en 1993. En febrero del 2008 publicó su última novela El infinito en la palma de la mano, galardonada con el Premio Biblioteca Breve 2008 de la editorial española Seix Barral, y recientemente con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

Gioconda Belli sigue preocupada de su Nicaragua en estas horas oscuras.  Dice que nunca pensó que viviría otra dictadura y que Daniel Ortega se ha transformado en otro Somoza. Y termina con esta frase: “La izquierda fracasó en América Latina por una tendencia totalitaria. Es una gran desilusión para los que somos de izquierdas, pero perdió la imaginación y ha querido que el costo de la justicia social sea la libertad.”

martes, 28 de febrero de 2023

A tres años de la partida de Ernesto Cardenal

                                                                                


Ernesto Cardenal: "Pidamos a Dios que haga se haga su revolución en la tierra como en el cielo”

“El Reino es otro nombre para la revolución absoluta”  (Leonardo Boff)

“Somos soldados derrotados de una causa invencible”  (Pedro Casaldáliga)

 

Víctor Rey

 

Hace unos años atrás vino a Chile Ernesto Cardenal para recibir un premio por su obra de parte de la ex Presidenta Michelle Bachelet.  Aprovechó esta oportunidad para dar un recital de poesía y también para contar acerca de su vida y de la Revolución Nicaraguense.   Cuando entro al salón para su charla lo recibieron con bandera rojas y  gritos de “Cardenal, amigo el pueblo está contigo”.  Cuando comenzó a recitar y también a hablar sobre la Revolución Nicaraguense y a hacer críticas a los dirigentes actuales; los gritos cambiaron en silbidos y palabras de disconformidad.  Algunos días después viajaba a Costa Rica y en el aeropuerto de Santiago me encontré con Ernesto Cardenal y su asistente.  Conversamos un poco acerca de su recital en Chile, de la revolución nicaraguense, le pedí un autógrafo y también una fotografía a lo que accedió gentilmente.  En esa ocasión me habló de sus memorias y en especial del tomo III  donde relata el ascenso y la caída de la revolución.

Acabo de terminar de leer el libro de Ernesto Cardenal: “La Revolución Pérdida” donde se cuenta a manera de memorias el ascenso del sandinismo, la derrota y luego la traición a la revolución.  Esto coincide con los 40años del triunfo de la Revolución Sandinista este 19 de julio.   No he podido quedar tranquilo después de esta lectura.  Una de las cosas que más me ha tocado es comprobar la cantidad de personas que murieron durante y después de la revolución y en la mayoría de estas muertes han sido de jóvenes.

La de Ernesto Cardenal es una vida dedicada a la lucha por la equidad, a la vez contemplativa y combativa, signada por grandes personajes y acontecimientos, y por la revolución sandinista, que él espera no haya sido en vano.

Ernesto Cardenal no cesó en su compromiso con el trabajo de transformación social a través de la cultura y la educación, aspectos que considera básicos en la evolución de los pueblos. 'La revolución perdida" es el último libro de su trilogía de memorias, y el título engaña a primera vista, pues no se trata, como parecería, de una elegía al fracaso de la revolución.

Por el contrario, el autor narra los pormenores del proceso de alfabetización, concientización y apertura sociocultural que condujeron, como él describe, a la revolución sandinista, y, por ende, al triunfo sobre una dictadura, la de los Somoza (1937-1949) que aplastaba al pueblo nicaragüense desde hacía más de cuatro décadas.

El autor manifiesta que la revolución en sí fue un logro importantísimo, que dejó una herencia bella e irremplazable de mejoras sociales, y ve en la injerencia de los EEUU, el embargo económico, el bloqueo y la presión ejercida por ese país en Nicaragua la razón de la pérdida de las elecciones. A su vez, dice, el hecho de haberse perdido esas elecciones produjo una debacle moral en los dirigentes, que los llevó a la corrupción. Cardenal se explica este proceso acotando que 'la revolución está hecha por seres humanos'.

Al mismo tiempo, manifiesta que no se deben perder las esperanzas de lograr un mundo mejor, donde el bienestar no sea el privilegio de unos pocos. Su visión actual de la revolución por venir se basa en los movimientos anti-globalización, la libertad de expresión y la comunión acelerada de ideas que permite la internet, así como los movimientos ecologistas.

'Nací poeta', relata Cardenal, “y esa fue mi primera vocación”'. Luego experimentaría una conversión religiosa que lo llevó a la vida contemplativa en un monasterio trapense, y, por último, dice haber reconocido que la voluntad de Dios es también la transformación del mundo. Para el escritor, las tres vocaciones son una sola.

¿Es posible ser poeta en un mundo globalizado, en el que el capitalismo ha aplastado muchas de las luchas por la equidad social? El poeta Cardenal, contó en su recital, dice que sí, que no sólo es posible, sino necesario, ya que la poesía siempre ha servido para mejorar la sociedad. Ya en los profetas bíblicos ve Cardenal una denuncia poética de las injusticias de la época, y la anunciación de un mundo nuevo. 'Creo que el poeta debe seguir el ejemplo de los profetas bíblicos', comenta.

‘La revolución es evolución acelerada’, define el autor. Según él, se dan movimientos revolucionarios en todas las artes y las ciencias, y también en los sistemas sociales. Cardenal ve la revolución como un proceso de transformación que no necesariamente debe ser violento. 'La lucha armada se ve justificada', explica citando a Pablo VI, cuando una dictadura es prolongada y evidente. Pero, aclara, 'las mejores revoluciones son pacíficas, democráticas, libres y sin imposición alguna'.

El libro de Cardenal es un jugoso relato sin desperdicio alguno de la experiencia de este poeta antes, durante y después de la revolución nicaragüense, que destila humor, amor por su país y por el ser humano, valentía, una esperanza inquebrantable, y también la tristeza de comprobar que toda obra humana es imperfecta. Pero por lo perfectible de estos logros es por lo que Cardenal sigue abogando desde su monasterio íntimo e individual.

A pesar de lo difícil que pueda ser creer en un cambio luminoso a estas alturas, con tantas revoluciones fracasadas, y sin nuevos modelos de transformación, el alma del poeta dispara el arma de su palabra para ayudarnos a seguir creyendo que un mundo mejor está por venir. Como él mismo refiere, ‘no podemos saber qué formas tendrán las próximas revoluciones, porque las revoluciones siempre fueron algo nuevo’.  Es esta la razón por la cual su libro termina con esta hermosa frase: “Toda revolución nos acerca a ese Reino, aun una revolución perdida.  Habrá más revoluciones.  Pidamos a Dios que se haga su revolución en la tierra como en el cielo.”

jueves, 2 de febrero de 2023

La Armonía entre las religiones y sus oportunidades

                                                                                     


 


LAS OPORTUNIDADES QUE NOS OFRECE EL DIALOGO INTERRELIGIOSO

Víctor Rey

“No habrá paz entre las naciones sin que haya paz entre las religiones. Y no habrá paz entre las religiones sin un mayor diálogo entre religiones”.

                                                             (Hans Kung)

Si alguien elige ser religioso/a hoy día, esa persona debe ser religiosa de una manera interreligiosa, es decir, reconociendo que existen otras maneras válidas de ser religioso/a y reconociendo en mayor medida que las religiones del mundo están llamadas hoy día a aprender las unas de las otras, a cuestionarse recíprocamente, y a cooperar mutuamente.

¿Por qué es necesario el diálogo interreligioso, y cuáles son los beneficios que pueden resultar de ese diálogo?

Creo que la urgencia de un diálogo interreligioso, es decir, la urgencia de respetar a los creyentes de otras religiones, aprender de ellos y cooperar con ellos, nace de tres exigencias, o tres imperativos éticos que nuestro mundo contemporáneo hace a cristianos y creyentes de otras religiones. El mundo en que vivimos está globalizado e interconectado como nunca antes lo ha estado, pero éste es también un mundo amenazado y en peligro también como nunca antes. Los peligros y amenazas nacen de la violencia que los seres humanos están cometiendo tanto contra otros seres humanos como contra el medio ambiente. Entonces, sugiero que consideren que este mundo globalizado pero amenazado está llamando a las personas religiosas a ser: 1) mutuos vecinos interreligiosos, 2) mutuos pacificadores interreligiosos y 3) peregrinos interreligiosos junto a cada uno de nosotros.

Siempre ha habido diferentes religiones en el mundo. La diversidad religiosa no es nada nuevo. Pero, en el pasado, esas religiones distintas permanecían en “su propio vecindario”, es decir, dentro de sus propias fronteras geográficas y culturales. Hoy día, eso está cambiando. Muchas religiones diferentes se están mudando a los mismos vecindarios. Aquellos que creen de manera distinta, rezan de manera distinta, se visten de manera distinta, ya no viven al otro lado del mundo. Viven en la casa de al lado; trabajamos junto a ellos; sus hijos van al colegio junto a nuestros niños; ciertamente, sus hijos podrían casarse con los nuestros.

Esto significa que lo que llamamos “sociedad civil” está tomando un nuevo carácter. Si durante la segunda mitad del siglo pasado se habló mucho acerca de una “sociedad secular” donde la religión ya no era un factor de consideración, hoy día los académicos hablan de una “sociedad post-secular”, en la cual la realidad de la religión, de muchas maneras distintas, no es sólo una fuerza cultural sino también geopolítica que debe ser considerada. Actualmente, la comunidad de naciones y cada nación individual se están convirtiendo, cada vez más, en sociedades civiles multi-religiosas.

Si la seguridad de una nación depende de sus ciudadanos siendo “buenos vecinos” de los demás –es decir, vecinos que no sólo viven dentro de las mismas fronteras sino que trabajan juntos para hacer que su espacio común sea un vecindario saludable, limpio, seguro, salvador para todos– entonces tendremos que ser buenos vecinos multi-religiosos de los demás. Se nos pide que trabajemos con los demás, seamos amigos de los demás, como personas que encuentran el significado de la vida de maneras muy distintas, basadas en libros religiosos muy diferentes, siguiendo líderes religiosos muy diferentes, quienes presentan imágenes muy distintas de lo que es lo Último en la vida. Se nos llama a formar una sociedad civil, un vecindario funcional, a partir de diferentes comunidades religiosas. Si queremos ser “buenos vecinos” de los demás, si esperamos ser “buenos vecinos” de los demás, tenemos que lograr serlo de manera interreligiosa.

Y aquí viene la parte difícil, el verdadero desafío. Ser buenos vecinos multi-religiosos requiere de algo más que tolerancia. Por favor entiendan que no estoy degradando la tolerancia. Dios sabe que necesitamos más de ella entre las comunidades religiosas de nuestro mundo. Tolerancia significa que vivamos religiosamente y dejemos que otros vivan religiosamente, que permitamos que nosotros y los demás seamos religiosos de la manera en la que queramos serlo. Pero la tolerancia implica que lo hacemos a regañadientes. Aquello que dejamos que ocurra, desearíamos que no viviera, al menos no en la casa de al lado.

Por ello, para ser buenos vecinos de múltiples credos, la tolerancia no es suficiente. Para formar un vecindario o una nación a partir de diferentes comunidades religiosas tenemos que reconocer y aseverar –en nuestro pensamiento y en nuestro sentir- no sólo la existencia sino la validez de las otras comunidades religiosas. Nosotros los cristianos debemos ser capaces de mirar a nuestros vecinos musulmanes y no solamente reconocer que son musulmanes; debemos estar contentos de que sean musulmanes. Una sociedad civil multi-religiosa funcional requiere que cada comunidad religiosa asevere que las demás religiones tienen un lugar tan válido en nuestro mundo como el propio. Para ser buenos vecinos interreligiosos, debemos regocijarnos en y celebrar las diferentes identidades religiosas.

Lo que propongo aquí es que en nuestra comunidad mundial multi-religiosa y en nuestras naciones multi-religiosas, tenemos que aseverar la igualdad de derechos de las religiones, y eso significa la igualdad de validez de las religiones. Creo que de buen grado reconocemos que una nación que afirma ser una democracia no puede funcionar sin que haya igualdad de género y de raza. Afirmar que Dios ha hecho al hombre superior a la mujer, o afirmar que Dios ha establecido a la raza blanca como superior a la raza negra o a las razas mestizas es socavar las posibilidades mismas de una democracia funcional. Lo mismo debe decirse de las religiones: en una nación multi-religiosa que afirma ser una democracia, decir que Dios ha hecho de una religión –generalmente el cristianismo– la única religión verdadera o superior sobre las demás es contrario a sus valores democráticos. No puedo ser un conciudadano de alguien si creo que mi raza es superior a la suya; sugiero que lo mismo es cierto si pienso que mi religión es inherentemente superior a la de otra persona.

¿Pueden los cristianos estar de acuerdo con tal entendimiento de una sociedad civil inter-religiosa? ¿Pueden los cristianos reconocer la validez de otras religiones?

Nosotros los cristianos, por supuesto, debido a nuestras identidades mismas, estamos llamados a ser pacificadores. Pero actualmente, en cierto sentido, eso no resulta suficiente. Debemos ser pacificadores interreligiosos. Este reto se ha vuelto mucho más apremiante después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 –y los sucesos de después del 11 de septiembre-. La violencia de ese día, y la violencia que ha seguido a ese día, han encarnado y resaltado lo que está ocurriendo en muchas otras partes del mundo: la religión –que significa creencias y valores religiosos– está siendo usada para fomentar, justificar e intensificar la violencia de algunas personas contra otras. Aunque a través de la historia humana siempre ha habido violencia en nombre de la religión, tal violencia parece ser hoy día más amenazadora que lo que ha sido. Algunos analistas políticos y algunos políticos en posiciones de poder sostienen que la religión está alimentando un enfrentamiento entre civilizaciones, civilizaciones ahora con armas más devastadoras de lo que jamás se haya imaginado. Con esto no se está diciendo que la religión per se causa violencia. Pero la religión a menudo es la mecha que enciende las tensiones políticas, económicas o éticas combustibles; o la religión es la leña que permite que las llamas de la guerra ardan con mayor intensidad y ferocidad.

Las personas religiosas, sobre todo cuando estas personas religiosas son vecinas, que ven que su religión es empleada para justificar la violencia terrorista de estrellar aviones contra edificios, o para justificar la violencia militar de arrojar bombas sobre otros pueblos, deben ponerse de pie y hacer algo respecto a cómo sienten que su religión y sus valores religiosos están siendo explotados y abusados. El rabí Jonathan Sacks, en su maravilloso libro La dignidad de la diferencia, enuncia el reto que los vecinos religiosos se plantean entre sí: “...los creyentes religiosos no pueden hacerse a un lado cuando las personas son asesinadas en el nombre de Dios o por una causa sagrada. Cuando la religión es invocada como justificación para el conflicto, las voces religiosas deben alzarse en protesta. Debemos ocultar el hábito de la santidad cuando es buscado como manto para la violencia y el derramamiento de sangre. Si la fe es enlistada en la causa de la guerra, debe haber una contravoz igual y opuesta en el nombre de la paz. Si la religión no es parte de la solución, ciertamente será parte del problema.”

Sacks sugiere que la tarea de afrontar la violencia en nombre de nuestra religión es un problema que no podemos manejar nosotros solos. Necesitamos de la ayuda de otras religiones que nos puedan ayudar, así como nosotros podríamos ayudarlas, para ver cómo la religión propia está siendo abusada y por qué es que los líderes políticos se están apropiando de ella.

Se les está preguntando a los cristianos, como se les está preguntando a todos los creyentes religiosos, si pueden ser pacificadores interreligiosos. Nuestra respuesta es un entusiasta “¡Por supuesto que podemos!”. Pero como voy a señalar, tal disposición positiva podría plantearnos exigencias inesperadas.

La tercera razón por la cual el diálogo interreligioso es necesario va más allá de las dos razones que hemos considerado hasta este punto: la necesidad cívica de ser buenos vecinos con los demás y la necesidad política de ser pacificadores conjuntamente. La tercera razón llega hasta las profundidades de quienes somos como personas religiosas, como personas que han llegado a conocer o a confiar, a través de Jesucristo, que hay una Realidad que tanto nos trasciende en el misterio como nos abraza en intimidad. Esta es una razón que se vuelve clara a medida que llegamos a conocer otras religiones y, sobre todo, al hacernos buenos amigos y vecinos de personas que transitan por distintos caminos religiosos.

Estoy intentando llegar a la conciencia, o la feliz inquietud, que más y más cristianos están sintiendo. Nosotros los cristianos nos estamos dando cuenta de que cuando tomamos el pluralismo religioso con seriedad como una de las apremiantes “señales de los tiempos”, cuando intentamos ser buenos vecinos y compañeros pacificadores junto a personas de otros credos, encontramos que somos capaces de experimentar y aprender cosas acerca de Dios y acerca de nosotros mismos y de nuestro mundo que nunca podríamos haber aprendido solos. ¡Nuestra relación con los demás es una manera de ahondar nuestra propia espiritualidad!

Como lo expresó Edward Schillebeeckx, estamos llegando a aceptar el hecho de que hay más verdad en todas las religiones juntas que en cualquiera de ellas por separado.

El diálogo interreligioso nos ofrece la oportunidad de ser compañeros peregrinos de los musulmanes, judíos, budistas, hindúes, las espiritualidades indígenas, al explorar y descubrir cada vez más del Misterio que llamamos Dios, un Misterio que tiene muchos nombres, y cuya integridad ninguna religión podrá abarcar completamente.

Entonces, lo que sugiero es la  “la urgencia” de un diálogo interreligioso es “la oportunidad” de profundizar y enriquecer nuestras propias identidades y comunidades religiosas. Sugiero que tales oportunidades pueden enfocarse bajo dos enunciados: la oportunidad de una nueva comprensión de lo que significa ser Iglesia y lo que significa estudiar y enseñar teología.

lunes, 9 de enero de 2023

A ocho años de la partida de Umberto Eco

                                                                                   


 

 HOMBRE DEL NOMBRE DE LA ROSA

Víctor Rey

 Ya son ocho años del fallecimiento del filósofo italiano Umberto Eco.  Vienen a mi mente varios recuerdos de mis tiempos de estudiante.   Primero las conversaciones en torno a su novela “El nombre de la rosa”.  Para ese tiempo estaba haciendo mi licenciatura en Ciencias Sociales en la lo que es hoy la Universidad Alberto Hurtado. Siempre en las clases su nombre era citado.  Eso despertó mi curiosidad por leer su primera novela, que no fue fácil en una primera lectura, pero que me apasiono el tema ubicado en plena edad media. El misterio y lo policiaco atrapan desde el primer momento y si se agrega todo lo que se aprende de esa época histórica, resulta una novela sin desperdicio.  El segundo recuerdo viene a mi mente cuando me encontraba estudiando Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina.  En los cursos de semiología, comunicación intercultural y filmología, otra vez su nombre aparecía una y otra vez.  Aquí también se discutía la película alemana basada en su novela.  Recuerdo que nos reunimos un grupo de estudiantes en torno a unas cervezas para ver el film de 1986 y luego conversar sobre la película comparándola con la novela.

La novela comienza una hermosa mañana de finales de noviembre del año 1327 cuando Fray Guillermo de Baskerville, un monje franciscano y antiguo inquisidor, y su inseparable discípulo el novicio Adso de Melk, que es quien relata la historia, acuden a una abadía benedictina situada en el norte de la península italiana para intentar esclarecer la muerte del joven miniaturista Adelmo da Otranto. Durante su estancia en la abadía van desapareciendo misteriosamente más monjes, a quienes encuentran muertos al poco tiempo. Lentamente y gracias a la información aportada por algunos monjes, Guillermo va esclareciendo los hechos. El móvil de los crímenes parecen ser unos antiguos tratados sobre la licitud de la risa que se encuentran en la biblioteca del complejo, de la cual se dice que es la mayor del mundo cristiano. ¿Quién es el asesino? ¿Qué hicieron sus víctimas para morir asesinadas? Nadie lo sabe.

Tras múltiples ensayos y teorías, Umberto Eco publicó en Italia en el año 1980 su primera novela: “El nombre de la rosa”. Es una combinación de la crónica medieval y la novela policiaca con una reconstrucción sorprendente de la época, que no sólo se centra en la forma de vida de los monjes de una abadía benedictina, sino que también lo hace en la ideología y forma de pensar y sentir del siglo XIV. La teología y el misterio se funden en una sola novela, complementándose mutuamente y dando una sensación de realidad que pocas novelas consiguen producir. Aunque el manuscrito de Adso de Melk (sobre el cual el autor habla en el prólogo diciendo que fue su fuente de inspiración) sólo fuesen las invenciones de un monje, no me importaría porque para mí seguiría siendo una crónica tan verídica como las de los historiadores de aquel tiempo, que pone a mi alcance una visión clara de una época tan conflictiva como fue aquélla.

Tiene pasajes excepcionales, magníficos, y hay que reconocer que también tiene algunos que son un poco pesados. Ése en el que Guillermo y Adso consiguen entrar en la biblioteca es a mi juicio en mejor de toda la novela; describe con una exactitud sorprendente la situación de los libros y salas en ese laberinto según su tema y siguiendo el orden de colocación de las tierras conocidas hasta ese momento por el hombre según su posición en el globo.

Creo que es una de esas novelas de lectura obligada y que todo el mundo debería leer por lo menos una vez en la vida. También hay gente que dice es muy pesada y difícil de entender, pero a mí no me lo parece en absoluto y, es más, pienso que no hace falta tener grandes conocimientos históricos para leerla y que cualquiera puede hacerlo sin tener que pararse a pensar si es un libro adecuado o no a su edad. Tan sólo tiene que disfrutar de una trama apasionante y llena de intrigas y misterios que no hace más que sorprenderte en cada momento, incluso en el final, ya que el asesino es el menos sospechoso.

Y, en fin, como dice la última frase: Stat rosa prístina nomine, nomina nuda tenemos.