sábado, 29 de septiembre de 2018


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EN EL 78 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE EDUARDO GALEANO

Víctor Rey

Tuve la oportunidad de escuchar y conocer dos veces a Eduardo Galeano.  La primera vez fue en Santiago de Chile en el año 1988, meses antes del plebiscito que derrotaría a Pinochet.  Fue en una sala de la Universidad ARCIS, que estaba llena donde la capacidad del lugar fue sobrepasada y todos estábamos habidos de escuchar a este escritor  que lo habíamos comenzado a leer a través de la revista Análisis que fue justamente el medio que lo trajo a Chile  para participar en unas jornadas que se llamaron: Chile Crea y recibir el premio José Carrasco.  La segunda oportunidad fue el año 1995 en México.  Ahí fue el expositor que cerró el Congreso de la Asociación Mundial de Comunicadores Cristianos (WACC).  Su charla sobre la realidad latinoamericana y el periodismo, ha sido para mi uno de las exposiciones que más he valorado.   Justamente en ese país y en esa ocasión un amigo mexicano me regaló el libro: Las venas abiertas de América Latina.  Considero que Galeano ha sido uno de los intelectuales más influyentes del final del siglo pasado y de este siglo.  Su humor, la facilidad de su lectura, la ironía y la contextualidad son las características que a muchos nos han cautivado. 
Su muerte A los 74 años nos golpeó a muchos por lo prematuro de su partida.  Deja un gran vacío en la literatura latinoamericana, ya que ha sido uno de los escritores más relevantes del último tiempo.  Su obra fue traducida a una veintena de idiomas y su muerte causó diversas reacciones en el mundo. La política y la cultura también lo unieron con Chile, país que visitó por última vez en 2013.
“Quiero dedicar esta lectura a un gran amigo mío, y creo que de todos ustedes, que se llamó y se llamará por siempre jamás, Salvador Allende”. De este modo comenzaba Eduardo Galeano la presentación de su último libro, Los hijos de los días (2011), el 9 de enero de 2013, ante una repleta sala Antonio Varas, cuya capacidad fue ampliamente sobrepasada por la cantidad de personas que querían escucharlo.
Esa fue la última visita a Chile del escritor uruguayo, falleció el 15 de abril del 2015, debido a complicaciones de salud derivadas del cáncer de pulmón que se le diagnosticó en 2007.
Eduardo Germán María Hughes Galeano nació el 3 de septiembre de 1940 en Montevideo y su obra ha sido traducida a una veintena de idiomas. Entre sus libros más influyentes se encuentra Las venas abiertas de América Latina, publicado en 1971, y censurado por varias dictaduras latinoamericanas, entre ellas, la chilena.
Ese es uno de sus vínculos menos felices con Chile, un país que visitó en repetidas ocasiones y con el que mantenía lazos más perdurables. Los comenzó a construir cuando era un veinteañero, dirigía el diario Época y se hizo amigo de Salvador Allende, quien incluso lo visitaba en las oficinas del medio.
Fue el periodismo, de hecho, su primer contacto con la escritura. Cuando era un adolescente le vendió una caricatura al diario El Sol y en sus planes no estaba dedicarse a la literatura: “Siempre creí que iba a ser dibujante. También creí que iba a ser jugador de fútbol, santo, miles de cosas quise ser y no pude, pero jamás se me pasaba por la cabeza la idea de ser escritor, nunca. Eso ocurrió tarde en la vida, a partir del periodismo”, dijo al programa Vuelan las Plumas, durante esa última visita a Chile.
“Empecé a ejercer el periodismo como una manera de entrar en la realidad. Me apasionaba meterme en las noticias, de carne y hueso”, añadió en esa ocasión.
 “Yo podía hacer una crónica policial o de deportes -muchas veces hice de fútbol- y me apasionaba ese contacto directo con la realidad que te puede dar el periodismo. La ficción no me lo daba. Hice algunas tentativas de escribir ficción, pero no me entusiasmaba como esto, que provenía de la realidad. Era la realidad contándote sus secretos, sus misterios, desafiándote”, relató.
En 1973, luego del golpe de Estado en Uruguay, Eduardo Galeano se estableció en Argentina, donde fundó otro medio de comunicación, Crisis. Tres años más tarde, nuevamente la represión lo llevó a España. Solo volvería a Uruguay en 1985, con el retorno de la democracia en ese país.
Tres años después estuvo en Chile para recibir el premio José Carrasco Tapia, que concedía la revista Análisis. El 19 de enero de ese año, en su discurso, dijo palabras que bien podrían servir ahora para despedirlo: “Este es un homenaje a la pasión de vivir, iluminada por la viva memoria de un compañero asesinado, y ésta es una celebración de la alegría de creer en ciertas cosas que la muerte no puede matar”

viernes, 28 de septiembre de 2018



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Este viernes Víctor Jara cumpliría 86 años
Víctor Rey
Sus restos descansan en el Cementerio Genera
Un día como hoy, pero de 1932, nació en el pueblo de San Ignacio (Ñuble) Víctor Jara, uno de los principales referentes de la música chilena. De no haber sido asesinado por las fuerzas represivas de la dictadura militar el 16 de septiembre de 1973, este viernes habría cumplido 68 años.  Nacido un 28 de septiembre, de origen campesino, hijo de un inquilino y una cantora popular, llamada Amanda Martínez, el músico, cantautor, poeta, director de teatro y profesor chileno llegaría a convertirse en un testimonio vivo de la creación artística popular.  Luego de deambular por Chillán Viejo y Lonquén, en 1944 llegó a Santiago junto a su familia. En 1953 se incorporó al coro de la Universidad de Chile, momento en que inició formalmente su incursión en la música.  Tuvo una fructífera carrera como solista y compositor. Su discografía es una de las más ricas e interesantes de su tiempo.  Ejerció como director artístico del  grupo Quilapayún entre 1966 y 1969, y hasta 1970 actuó como solista en la Peña de los Parra. En 1966 grabó su primer LP como solista, Víctor Jara, editado por la empresa discográfica Arena. Con la filial chilena de Emi-Odeón grabó el año siguiente Canciones folclóricas de América, junto con Quilapayún.  En 1969 obtuvo el triunfo en el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, con su composición "Plegaria a un labrador", que interpretó acompañado del conjunto Quilapayún. Se transformó, así, en uno de los principales símbolos de este movimiento musical.  Desde 1970 asumió un fuerte compromiso político participando activamente en la campañas electorales de la Unidad Popular y en el gobierno de Salvador Allende.
El 11 de septiembre de 1973, cuando acudió a cumplir sus labores a la Universidad Técnica del Estado (UTE, actual Universidad de Santiago), fue tomado prisionero por tropas del Ejército de Chile junto a otros profesores y alumnos.
Jara fue brutalmente torturado en el Estadio Chile, donde permaneció cuatro días, y asesinado. Con el retorno de la democracia, el recinto fue bautizado con su nombre.  Durante su internamiento en el Estadio Chile escribió su último poema y testimonio «Somos cinco mil», también conocido como "Estadio Chile": 
Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
En 1990, la Comisión de Verdad y Reconciliación determinó que Jara fue acribillado con 44 disparos el 16 de septiembre de 1973 en el Estadio Chile y que fue arrojado a unos matorrales en los alrededores del Cementerio Metropolitano, ubicado a orillas de la Ruta 5 Sur. Luego fue llevado a la fosa común, donde le asignaron las siglas NN, y donde más tarde sería identificado por su esposa, Joan Turner.
Sus restos descansan en el Cementerio General.

lunes, 24 de septiembre de 2018



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EN LOS 98 AÑOS DEL NACIMIENTO DE MARIO BENEDETTI

Víctor Rey

Hay ciudades que viven en nosotros antes que las conozcamos, porque las recorrimos antes de verlas.  Eso me sucedió en mi vista a Montevideo, cuando caminaba por sus calles y me sentaba en un banco de alguna plaza a mirar la ciudad y conversar con algún uruguayo, siempre salía el recuerdo del escritor Mario Benedetti.  Parecía que no había muerto y que nos estaba esperando en alguna esquina de la ciudad o sentado en algún café, leyendo los periódicos o escribiendo algún poema en su libreta.  La ciudad me recordaba sus novelas y poesías como las películas que han hecho de su literatura.  Hay ciudades que destilan literatura y nos atrapan en sus calles, una de ellas es Montevideo, y Mario Benedetti contribuyo para que así fuese.
Y qué decir de las frases de su prosa y verso.  Se han vuelto universales y se distribuyen a través de las redes sociales.  Aquí comparto alguna de las cuales me han acompañado y lo siguen haciendo y que muchas veces generan una linda conversación y una profunda reflexión: “Y aunque son siempre he entendido mis culpas y mis fracasos, en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido”; “Es lindo saber que usted existe”; “Me gustaría mirar todo de lejos, pero contigo”; “Compañera usted sabe que puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo”; “Que alguien te haga sentir cosas sin ponerte un dedo encima, eso es de admirar”; “No me tientes, que si nos tentamos no nos podremos olvidar”; “Lo nuestro fue tan fugaz, que una estrella nos vio y pidió un deseo”; “Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que sale del corazón”; “Mi estrategia  que un día cualquiera, no sé cómo ni  con que pretexto, por fin me necesites”: “Es casi ley, los amores eternos, son los más breves.”
Galardonado en 1999 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2005 con el Internacional Menéndez Pelayo, Benedetti abordó todos los géneros literarios, en los que reflejó una mirada crítica de izquierdas que le llevaría al exilio y a ser, hasta sus últimos días, un firme detractor de la política exterior de Estados Unidos. Sus poesías fueron cantadas por autores como Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Nacha Guevara, Luis Pastor o Pedro Guerra, y sus novelas más famosas llevadas al cine, como La tregua (1974) o Gracias por el fuego(1985), a cargo del director argentino Sergio Renán.
Este exponente por antonomasia de la llamada generación uruguaya de 1945, la "generación crítica", nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, en el Departamento de Tacuarembo. En 1928 comenzó sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Montevideo, donde, según contaba el propio Benedetti, gustaba de escribir en verso las lecciones e incluso sorprendió a sus maestros con un primer poema en ese idioma.
Las dificultades económicas solo le permitieron cursar un año de educación secundaria en el Liceo Miranda y después tuvo que ser casi autodidacta, compaginando los estudios con el trabajo, que comenzó a los 14 años en un taller de repuestos de automóvil. Antes de dedicarse a la escritura, Benedetti hizo de taquígrafo, cajero, vendedor, librero, periodista, traductor, empleado público y comercial. Todos estos oficios supusieron un contacto con la realidad social de Uruguay que fue determinante a la hora de modelar su estilo y la esencia de su escritura.
Entre 1938 y 1941 residió en Buenos Aires y en 1945 ingresó en el semanario Marcha como redactor y publicó su primer libro, La víspera indeleble, de poesía. En 1949 Benedetti avanzó en su carrera periodística con su labor en la destacada revista literaria Número, compaginando al tiempo sus tareas de crítico con una carrera imparable como escritor. Así, en una década trepidante publicó obras como Esta mañana y otros cuentos (1949), Poemas de oficina (1956), Ida y vuelta (1958) y La tregua (1960).
Ya desde 1952 comenzó a implicarse de forma destacada en las protestas contra el tratado militar de Uruguay con Estados Unidos. Su primer viaje a Europa lo hizo en 1957, como corresponsal de Marcha y El diario. De 1961 data el libro Mejor es meneallo, que agrupa sus crónicas humorísticas, firmadas con el pseudónimo de Damocles. Residió en París entre 1966 y 1967, donde trabajó como traductor y locutor para la Radio y Televisión Francesa, y luego de taquígrafo y traductor para la UNESCO.
En 1968 fundó en La Habana el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, que dirigió hasta 1971, y encabezó el Departamento de Literatura Latinoamericana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Montevideo, entre 1971 y 1973. En los setenta desarrolló una intensa actividad política, como dirigente del Movimiento 26 de Marzo, del que fue cofundador en 1971 y al que representó en el Frente Amplio, coalición izquierdista que alcanzó el poder en 2005.
Mario Benedetti, poeta del amor y del exilio, murió en Montevideo el 17 de mayo del 2009 a los 88 años. Tras una larga enfermedad que amagó varias veces con llevarse a este best seller de las letras uruguayas, de los sentimientos, a este popularizador de la poesía en español como casi ningún otro. La muerte, es decir, esa enfermedad pulmonar crónica que padecía, se lo llevó por delante tras su cuarto ingreso en un año en el hospital Impasa, de Montevideo.  Sus relatos, su poesía y sus frases nos siguen acompañando.  Su arte lo hizo inmortal.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

"Cada vez nos interesa más la espiritualidad y menos la religión institucionalizada"



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El filósofo y ensayista francés Frédéric Lenoir publica un breve tratado de historia de las creencias

En los platós de la televisión francesa, cuando toca hablar de religión, ahí están el pelo blanco, los ojos azules y la sonrisa fácil de Frédéric Lenoir (Madagascar, 1962). Filósofo, sociólogo e historiador de las religiones, Lenoir nunca ha temido bajar de la torre de marfil y mancharse los zapatos fuera del mundo académico. Desde 2004 publica unos tres libros al año y se atreve con todos los palos: ensayos, novelas y hasta obras de teatro o cómics, principalmente sobre religión, búsqueda de la felicidad y animalismo. En España acaba de publicar Breve tratado de historia de las religiones(Herder).
Acusado en ocasiones de omnipresencia mediática y de bordear el género de la autoayuda, el intelectual francés que más vende (por encima de tres millones de copias) defiende su apuesta por la "divulgación seria”.
Monje en su juventud, Lenoir sigue siendo creyente y considera a Jesucristo "el mayor sabio de la historia", pero subraya que ninguna religión es mejor que otra, ataca con frecuencia a la Iglesia y es un ferviente apologeta de la meditación budista, que aprendió en la veintena con unos monjes. Divorciado y sin hijos, pasa medio año de promoción frenética y el otro medio en una cabaña de pescador en Córcega, donde responde al teléfono con un entusiasta "¡hola!" en castellano.
"Somos menos religiosos en cuanto a compromiso con los rituales institucionalizados, pero cada vez tenemos más interés por la dimensión espiritual, por el sentido de la vida", responde Lenoir a la pregunta de si vivimos un auge o un retroceso de la religiosidad. El historiador cita tres elementos por los que las iglesias están cada vez más vacías y las órdenes católicas sufren para encontrar vocaciones: "el individualismo, la globalización y el espíritu crítico". "La religión es colectiva y ha habido una individualización en todo, una tendencia a espiritualizarse, de liberalización respecto a las instituciones, al grupo. Hay un rechazo a la religión organizada", añade.
En Breve tratado de historia de las religiones, el autor señala que “la religión tiene dos dimensiones esenciales que se cruzan”: una horizontal, “que tiende a unir a los hombres entre sí”, y otra vertical, “que une al ser humano con el mundo invisible, con una trascendencia”. La espiritualidad, explica luego por teléfono, es tan “universal” y “poderosa” justamente porque responde a algo que todos, como especie, compartimos: el miedo a la muerte (“es lo que hace nacer la religión, por eso la primera ritualización es funeraria”) y la necesidad de vínculos sociales.
Lenoir está “muy de acuerdo” con la tesis que Yuval Noah Harari expone en su ensayo superventas Sapiens: que nuestra especie prevaleció por su capacidad de creer en ficciones compartidas, la religión entre ellas. "El homo sapiens es un hombre religioso: es curioso y se hace preguntas metafísicas", subraya. ¿Eso significa que ser ateo iría contra nuestra esencia como especie? "No", responde con rapidez, "porque lo que constatamos son otras formas de espiritualidad con elementos de religiosidad: la creencia, la política, el deporte... No hay más que ver el fútbol. Cuando se sustituye a la religión, hay una forma de comportamiento o prácticas con elementos religiosos, pero en las que nadie utilizaría la palabra Dios”.
Unos cien mil años después de que los protocromañones diesen las primeras muestras de religiosidad humana al enterrar los cadáveres en una cuidada posición, cubiertos de ocre y con objetos rituales, Lenoir habla de un “balance histórico mixto” de las religiones. En su haber figuran “las grandes ideas de cuidado del otro que aportaron en lo moral”. En el debe, el “estar detrás de una gran violencia, por considerarse en posesión de la verdad frente a otras y por su vínculo histórico con el poder político".
Otra historiadora de las religiones, Karen Armstrong, contaba a este periódico tras ser galardonada en 2017 con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales que temía el momento en que se subía a un taxi en Londres y le preguntaban por su trabajo, porque solía recibir como respuesta una diatriba contra las religiones como causa de muchos males del mundo. También Lenoir lamenta el discurso sin matices sobre las creencias que permea a parte de la sociedad occidental y lo atribuye a un “recuerdo traumático”. “Esta visión negativa se debe a los últimos siglos, en los que la religión se ha opuesto a todos los valores modernos, como los derechos humanos, el feminismo o los avances científicos. (…) El corazón del cristianismo es la compasión. Por eso los derechos humanos nacieron en Europa. Episodios como la Inquisición pasaron porque la Iglesia pasó de perseguida a tener el poder".
El historiador lamenta asimismo la "amalgama" que sufre el Islam, al asociarse una religión al "carácter violento de una minoría". "En el Corán conviven versículos de llamamiento a la guerra santa con otros de paz. Si coges la Biblia hebrea [muy similar al Antiguo Testamento cristiano] ves exactamente lo mismo. No hay que analizar una religión por sus textos fundamentales. El problema del Islam no es el Corán, es la ausencia de espíritu crítico ante el mismo, que sí ha habido en el pasado, como en los tres siglos posteriores a la muerte de Mahoma. En el siglo IX en Bagdad había más espíritu crítico del que hay ahora. Por eso no es grave: porque puede volver".
Mejor imagen tienen en Occidente las religiones orientales, en su edulcorada versión importada. "Se ha cogido lo más fácil. No los rituales, las reglas morales, sino lo más light. Al mismo tiempo, la práctica de la meditación es la cumbre del budismo y una elección inteligente", señala el autor de Philosopher et méditer avec les enfants (Filosofar y meditar con los niños).

lunes, 17 de septiembre de 2018


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A  104 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL ANTIPOETA NICANOR PARRA

Víctor Rey

Cuando era un adolescente en las clases de Castellano que el profesor nos impartía en el Liceo Valentín Letelier de Santiago de Chile, me acerque por primera vez a la poesía de este antipoeta.  Realmente me sorprendió y me agrado su forma de ser tan provocador, impertinente  e innovador y el humor que corría por las páginas de sus libros.  Casi siempre vuelvo a releer sus poemas y siempre termino con una sonrisa y algo nuevo en mi mente.  Estoy sorprendido por la cantidad de años que vivió  y eso es una gran virtud y esperamos siga cumpliendo años y escribiendo poemas y antipoemas.
El martes 23 de enero del 2018 el antipoeta partió a la inmortalidad.  Era el último del clan Parra que quedaba con vida.  También era el último escritor de su generación que vivía aún.  Los últimos años lo pasó entre Las Cruces y Santiago, donde vivía su familia.  
Nacido el 5 de septiembre de 1914, el primero en nacer de sus hermanos y el único que seguía con vida, Nicanor, de formación matemático y físico en su alma Mater, la Universidad de Chile, es conocido mundialmente por "Poemas y Antipoemas" (1954),pero también por trabajos como "Cancionero sin nombre", su primer poemario (1937), "La cueca larga" (1958), "Manifiesto" (1963), "Obra Gruesa" (1969 y su primera antología) "Artefactos" (1972) o "Ecopoemas" (1982), entre otros.
Además, una extensa lista de premios, como el Premio Nacional de Literatura (1969),Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1991), Premio Miguel de Cervantes (2011), Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2012), entre muchos otros.
Así definió el oficio del poeta: “El poeta es un hombre como todos / un albañil que construye su muro: / un constructor de puertas y ventanas”, apuntó en Manifiesto, en 1963, donde señalaba que “Los poetas bajaron del Olimpo”. Su obra antipoética, basada en el habla cotidiana, donde asomaba el humor y el absurdo, le valió detractores y también los elogios de quienes vieron oxígeno ante la rigidez de la poesía lírica. Pablo de Rokha fue severo: “Los antipoemas inspiran lástima y asco”. El narrador argentino Ricardo Piglia lo consideraba su “maestro” y “el mayor poeta de la lengua después de Vallejo”.
El poeta y físico matemático, fallecido a los 103 años de edad, que siempre era el mayor entre sus visitantes, era una mente lúcida inigualable, que podía recitar de memoria poemas en varios idiomas, contar chistes callejeros, recordar con detalle sabrosas anécdotas con Neruda, su hermana Violeta, y reflexionar con agudeza, desde la astucia y la experiencia, sobre la vida y la incertidumbre.
En definitiva, el autor que revolucionó la poesía hispanoamericana con su libro Poemas y antipoemas (1954) fue el último sobreviviente de la gran literatura del siglo XX. Al contar sus historias unía el discurso de la academia y de la calle, donde se asomaban frases de su hermano Roberto, Shakespeare, Pezoa Véliz, conceptos de la mecánica cuántica, Nietzsche hasta el Código de Manu.
Nicanor Parra, quien a mediado de los 90 se instaló en el balneario de Las Cruces, luego de 20 años de hacer clases de literatura a los alumnos de ingeniería en la sede de Beauchef de la U. de Chile, volvía de vez en cuando a referirse a su traducción de Hamlet que nadie vio publicada. “Hamlet es la culminación de todo”, decía sobre su desafío y obsesión.
El personaje shakesperiano que tanto lo cautivó convertido en su cuaderno de apuntes, en un huaso chillanejo o un lanzador de frases puntudas. “Soy el fantasma de Hamlet”, diría Parra, el primer gran poeta chileno que no usó seudónimo. Que firmaba sus libros de poemas con el mismo nombre con el que pagaba las cuentas y respondía las dudas al otro lado del teléfono. Distinto a Ricardo Neftalí Reyes (Pablo Neruda), Lucila Godoy Alcayaga (Gabriela Mistral) o Carlos Díaz Loyola (Pablo de Rokha).
Termino con una de sus frases más irónicas: “La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas.”

martes, 11 de septiembre de 2018

Martes 11 de Septiembre de 1973


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A 45 años del Golpe de Estado en Chile
Víctor Rey

En marzo de 1973 había entrado a la Universidad de Concepción, para estudiar filosofía.  Con un amigo tomamos el tren desde Santiago que nos llevó esa noche a la universidad, cuna del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).  Yo era militante de ese movimiento que estaba más a la izquierda de la Unidad Popular. Íbamos a aportar nuestro granito de arena a esta revolución a la “chilena”, con sabor a empanadas y vino tinto.  Muy pronto, pasó ese semestre y se vino esa mañana gris y amarga del golpe de Estado en contra del Gobierno de Salvador Allende, el martes 11 de septiembre de 1973. Esa mañana despertamos del hermoso sueño de construir un mundo mejor, se nos acabó la ingenuidad y comenzó la pesadilla que duró 17 años.  Ese día cambió la historia de Chile, y dejó de ser ese país de hermanos para convertirse en un país de enemigos, que hasta hoy no logra cicatrizar sus heridas. ¿Qué pasó en Chile y entre los chilenos? ¿De dónde salieron todos esos demonios y fantasmas que no conocíamos? ¿Dónde estaban las iglesias en ese tiempo?
Han pasado 45 años de esa mañana fatídica en la cual despertamos los chilenos con el ruido de tanques, botas, disparos y aviones huwker hanter apuntando al centro de la democracia y teniendo como blanco el palacio de la Moneda. Lamentablemente, la herida sigue abierta y no se ha producido la anhelada reconciliación de la sociedad chilena.
Hace cuatro décadas los altos mandos de las Fuerzas Armadas cometieron graves delitos de sublevación y rebelión al derrocar a un gobierno legalmente constituido y suspender la Constitución. De forma paralela, instauraron un régimen dictatorial con una feroz represión. Ni los ejecutores del golpe, ni los civiles con los que se conjuraron, han sido juzgados y hasta ahora reina la impunidad.
El régimen cívico-militar, que duró 17 años, liquidó el proyecto de socialismo democrático e instauró una dictadura que fue un laboratorio en la aplicación de políticas neoliberales en el mundo reduciendo el rol del Estado, privatizando lo máximo posible, haciendo hasta de la educación y de la salud simples mercancías. Una de las consecuencias fue ampliar las desigualdades, siempre a favor de los más poderosos.
Llama la atención que, en nuestro país, los años de la Unidad Popular no sean muy conocidos ni reivindicados, más bien han sido denigrados, mientras que Salvador Allende -con razón- ha ganado en prestigio y es mucho más valorado. Sin embargo, la gran obra de Allende es, precisamente, la Unidad Popular. Las fuerzas políticas que participaron de ese proyecto no lo han reivindicado, en parte -seguramente- porque hoy ya no tienen esas posiciones revolucionarias de transformación de la sociedad, puesto que ni siquiera plantean, por poner un solo ejemplo, la nacionalización del cobre.
Con el paso del tiempo, resalta aún más la figura de Allende y su clarividencia. Basta recordar su discurso sobre el comienzo de la globalización neoliberal en la ONU el 4 de diciembre de 1972, criticando “el poder y el accionar de las transnacionales, cuyos presupuestos superaban al de muchos países… Los Estados aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales -políticas, económicas y militares- por organizaciones globales que no dependen de ningún Estado y que no responden ni están fiscalizadas por ningún parlamento, por ninguna institución representativa del interés colectivo”.
Quisiéramos destacar el compromiso y la fidelidad de Allende, hasta su muerte, con las causas sociales y políticas de los más pobres y, al mismo tiempo, su realismo político, su capacidad de agitar, de educar y sobre todo de unir fuerzas en torno a un programa popular, dirigiendo ese gigantesco movimiento que llevó al pueblo al gobierno en 1970.
Hay que recuperar la memoria de un presidente que hizo de la ética su más alto valor, que murió en el bombardeado del palacio de La Moneda, recalcando su combate por un socialismo democrático y revolucionario. Allende no es un simple mártir, no se debe olvidar que bajo el gobierno de la Unidad Popular, Chile recuperó el cobre, profundizó la reforma agraria, defendió la enseñanza pública y gratuita, creó el área social de la economía, promovió la participación popular en las decisiones. Con Allende los chilenos recuperaron la dignidad.
Desde luego que la Unidad Popular cometió errores, y Allende actuó a veces con cierta ingenuidad, pero los errores no justifican, en ningún caso, el golpe de Estado, que fue un crimen contra el pueblo y la democracia. Como ha quedado demostrado, la Unidad Popular y Allende fueron víctimas de las transnacionales, del imperio estadounidense, de los grandes empresarios chilenos y de la traición de los militares golpistas. Jamás se debe confundir a las víctimas con los verdugos, nunca el error de una víctima justifica el crimen contra ella.
Punto aparte es señalar la participación de las iglesias en este proceso. La Iglesia Católica apoyó en un primer momento el Golpe de Estado, luego retrocedió al ver la tremenda violación a los Derechos Humanos y, junto a otras organizaciones religiosas, formaron el Comité Por la Paz para ir en ayuda de las familias y víctimas de la represión.  Más adelante, se destacó en la creación de la Vicaría de la Solidaridad que fue el baluarte de la defensa de la vida. Por su parte, las iglesias evangélicas, desde un primer momento, apoyaron el Golpe a través del Consejo de Pastores que emitió una declaración de apoyo en el año 1974 y que fue difundida a través de todos los medios en un acto realizado en el Edificio Diego Portales, sede en ese entonces de la Junta de Gobierno.  Además, cada año ofrecía un culto especial, llamado Te Deum evangélico, donde participaba Augusto Pinochet  y su gabinete en pleno. Esta fue la página negra en la historia de los evangélicos. Existieron excepciones, una de las cuales estuvo a cargo de la Confraternidad Cristiana de Iglesias (CCI) y otros grupos más pequeños de iglesias e instituciones cristianas como el Círculo de Reflexión y Estudios Evangélicos (CREE), que promovieron la reflexión y la acción de jóvenes con una visión crítica de la sociedad y del papel de las iglesias.
Creo que los cristianos y las iglesias todavía tienen mucho que aprender en las relaciones entre Iglesia y Estado. La tentación del poder siempre está presente y la ingenuidad en las aventuras políticas está latente. Muchos sectores en las iglesias evangélicas han crecido bajo la seducción del poder, y los representantes y políticos evangélicos no han dado los mejores ejemplos. La Iglesia siempre  debe ser contestaria y profética. Esta dimensión siempre debe estar presente en el mensaje cristiano. Algo  anda mal cuando los gobernantes de turno se sienten cómodos con la Iglesia.