domingo, 28 de noviembre de 2021

En un nuevo aniversario de su nacimiento

                                                                                      


Zygmunt Bauman y la sociedad líquida

Víctor Rey

 

Un 9 de enero del 2017,  falleció Ziygmunt Bauman, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 (junto a Alain Touraine), nació en 1925 en Poznan, Polonia. Sociólogo, filósofo y ensayista, su investigación, entre otras cosas enfocada en la modernidad, le ha llevado a definir la forma habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas como “la vida líquida”. 

Una vida caracterizada por no mantener un rumbo determinado, pues al ser líquida no mantiene mucho tiempo la misma forma. Y ello hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre. Así, nuestra principal preocupación es no perder el tren de la actualización ante los rápidos cambios que se producen en nuestro alrededor y no quedar aparcados por obsoletos. 

En su libro LA VIDA LIQUIDA, el diagnóstico sobre la sociedad de consumo en la que vivimos es demoledor por certero y al mismo tiempo conmovedor. 

Escribiendo este artículo no puedo dejar de pensar en el mito de la caverna de Platón. La caverna de Platón no ha dejado de retumbar en mi cabeza, y ese retumbar me provocaba angustia. Y es que, quizás, me he visto más encadenado de lo que pensaba. Soy consciente de la perversidad del sistema consumista en el que vivimos y de sus maquiavélicos mecanismos, pero también sé que soy yo, somos nosotros, los que tenemos las llaves de muchas de las cadenas que nos atan. 

¿Pensamos, decimos y actuamos al unísono? ¿Nos conocemos realmente a nosotros mismos? ¿Vivimos realmente lo que queremos vivir? ¿Luchamos por nuestros sueños? ¿Somos conscientes de que formamos parte de una gran familia llamada Humanidad? 

Quizás la falta de respuestas a estas preguntas es lo que nos hace navegar sin rumbo por la vida. Vivir, como dijo en su discurso de recogida del Premio Príncipe de Asturias Zygmunt Bauman, (…) en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y a los demás, destinados a comunicar, con y para el otro”. 

En LA VIDA LIQUIDA, Bauman nos ayuda a identificar los velos que ocultan el mundo que habitamos y que intentamos comprender. Y estos velos no dejan de ser las sombras y los ecos de los gritos que los encadenados de la caverna ven y escuchan reflejados en la pared creyendo que son la realidad y que nada pueden hacer; y los espectadores siguen sentados sin saber que esos velos, esas sombras, esos ecos no son la realidad sino distorsiones de la misma. Imágenes y ruidos reproducidos a conciencia que los mantienen cara la pared. 

Es cuestión de encontrar el coraje para darse la vuelta y poder comprobar que esas formas grotescas no son más que deformaciones, y ver la luz clara que proviene de fuera, que nos indica la dirección de la verdadera realidad. 

Zygmunt Bauman define la sociedad moderna líquida como aquella sociedad donde las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas puedan consolidarse en unos hábitos y en una rutina determinada. Esto, evidentemente, tiene sus consecuencias sobre los individuos porque los logros individuales no pueden solidificarse en algo duradero, los activos se convierten en pasivos, las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos. 

Por tanto, los triunfadores en esta sociedad son las personas ágiles, ligeras y volátiles como el comercio y las finanzas. Personas hedonistas y egoístas, que ven la novedad como una buena noticia, la precariedad como un valor, la inestabilidad como un ímpetu y lo híbrido como una riqueza. 

El nuevo modelo de héroe es el triunfador que aspira a la fama, al poder y al dinero…, por encima de todo, sin importarle a quién se lleva por delante. 

Esto coincide con la definición de “hombre light” de Enrique Rojas, definido con cuatro características: hedonismo, entronización del placer; consumismo, acumulación de bienes: se es por lo que se tiene y no por lo que se es; permisividad, todo vale; y por último, relativismo, donde nada es bueno ni malo y en última instancia todo depende del pensamiento de cada uno. 

martes, 23 de noviembre de 2021

En el Día Nacional de la Historieta Chilena

                                                                             


PEPO Y CONDORITO: ¿EXIJO UNA EXPLICACIÓN?

 

 

Víctor Rey

 

 

Hace algunos años el diario La Tercera de la Hora de Chile, realizó una encuesta entre sus lectores y les pidió que votaran a través de cartas, internet y llamadas telefónicas, contestando la siguiente pregunta:  ¿Quién es el personaje chileno más conocido internacionalmente?  El resultado fue sorprendente.  Los lectores votaron en este orden: primero, Augusto Pinochet; segundo, Pablo Neruda; tercero Salvador Allende; cuarto, Iván Zamorano; quinto, Don Francisco; sexto, Marcelo Ríos; séptimo,  Condorito; octavo, Cecilia Bolocco; noveno, Isabel Allende y décimo, Gabriela Mistral.  La popularidad de este personaje de ficción se debe a un dibujante que nació en la ciudad de Concepción, en el sur de Chile, en 1911 al cual se le conoce por su sobrenombre de Pepo, pero cuyo nombre real es René Ríos Boettinguer.

 Dicen que cuando nació Pepo, en vez de una marraqueta, (nombre de un tipo de pan en Chile) traía un lápiz bajo el brazo.  Desde pequeño fantaseaba en clases y se entretenía con mano diestra dibujando a sus profesores.  Su talento era innegable y a los 10 años realizó su primera exposición de caricaturas sobre destacados personajes penquistas, (este es el gentilicio de los habitantes de Concepción).  Al terminar el colegio decidió ser médico como su padre, sin embargo, la vocación artística pudo más y después de cuatro semestres se retiró de la carrera.  A los 20 años dejó su terruño y viajó a Santiago en busca de mejores oportunidades.  Se inscribió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile y comenzó a probar suerte en diversas publicaciones.

 Su trazo firme y su humor desenfadado fueron un éxito.  Gracias a ellos sus personajes y su picardía fueron plasmada en diversas revistas de la época.  En Eckrán, (revista dedicada al cine y teatro) dibujo a grandes artistas como Greta Garbo y dio rienda suelta a su humor político en Topaze, (revista de humor político).  Además, incursionó en el humor deportivo en la revista La Pichanga e incluso creo personajes picarones como, Viborita, Tarugo y Don Rodrigo, para revistas como El Pingüino y Can-Cán.  Pero su personaje más querido sería absorbente y a los pocos años lo reclamo a tiempo completo.

 Condorito vio la vida allá por el año 1949, en la revista Okey, (una publicación semanal de historietas, donde los niños de la época se familiarizaban con Flash Gordon, Tarzán, Jim de la Selva, Sandokán, El Llanero Solitario y otros héroes ya olvidados,) como una reacción visceral contra Walt Disney.  En ese año, el creador norteamericano realizó una película llamada “Saludos Amigos” donde diversos personajes representaban a los pueblos latinoamericanos.  Chile era simbolizado por un pequeño avión llamado Pedrito (por el entonces presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerda) incapaz de sobrevolar la cordillera de Los Andes. Dicen que tamaño atrevimiento removió las entrañas de Pepo, quien saco de su alma de chileno un personaje, que representara mejor al chileno e inspirado en el escudo nacional de Chile, enmarcado por un cóndor y un huemul (ciervo), creo un personaje mezcla de hombre y de cóndor; pícaro y con sentido del humor, que vestía grandes ojotas (chalas de los campesinos en Chilenos), pantalón remendado eternamente de color negro y la camiseta roja, igual que la selección nacional de fútbol y lo puso a vivir en el pueblito de Pelotillehue, una imaginaria localidad rural, ubicado en el sur de Chile.  Y es que Condorito en sus orígenes fue el reflejo de una sociedad en transición de lo rural a lo urbano, con contingentes de desempleados buscavidas, perseguidos alternadamente por la fortuna o la desgracia.

 Los amigos de Condorito fueron naciendo de las experiencias de su creador.  Pepo contaba sus orígenes:  “Comegato era un pescador de Caldera, (puerto de norte de Chile) que se alimentaba de esos animales; Huevoduro, un funcionario de la embajada de Canadá blanco como la leche; Yuyito es una sobrina muy querida; Don Chuma, mi compadre, y Yayita, era el sobrenombre de mi cuñada”.  La imaginación también aportó lo suyo con doña Tremebunda, Coné, Don Cuasimodo, Garganta de Lata, Che Copete, Pepe Cortisona, Fonola y su fiel perro Washington.

 Aunque en sus primero años Condorito fue sólo una tira cómica, ya en 1955 se editaba un libro anual con todas sus aventuras.  Diez años después los libros eran dos y desde la década del ochenta, se publican revistas quincenales y varios especiales al año.  En esa época Pepo decidió colgar la pluma y entregó la responsabilidad de sus personajes a un grupo de dibujantes.  Aunque retirado siguió siempre de cerca los “condoros” (palabra popular en Chile, para designar a alguien que ha cometido una gran equivocación), de su creación y junto a su hijo René, muchas veces daba el visto bueno a las portadas.

En 1999 el plumífero personaje celebró sus 50 años de vida y luego de 40 mil chistes se ha convertido en todo un éxito internacional y es el primer chileno exitoso en los circuitos transnacionales del cómic.  Los cincuenta años de este personaje fueron celebrados en grande en Chile y América latina, con exposiciones itinerantes, una edición especial con la recopilación  de los mejores chistes clásicos, un disco compacto de la Condoribanda, creada por un productor chileno, dos estatuas ubicadas en dos ciudades de Chile, un sello de correos y la renovación de su página web.  Su revista vende cerca de 70 mil ejemplares al mes y tres dibujantes y dos guionistas crean las historias para Editorial Televisa, que las distribuye al resto de América llegando a unos 80 millones de lectores en Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, México, Centroamérica, Estados Unidos y España.

Es tanta la fama de este personaje concebido como símbolo chileno y que hoy es prototipo iberomeamericano, que Bill Gates, el magnate de Microsoft, quería su figura para representar la versión en español del Windows 98, pero no logró un acuerdo financiero con la empresa dueña de la licencia de Condorito.  Su internacionalización obligó a adaptar modismos y lugares comunes y también a cambiar algunos de sus personajes, Don Jacoibo fue abandonado para no ofender a nadie y Cortadito tampoco aparece hace ya varios años.  Durante sus últimos años Pepo prácticamente no dio entrevistas y prefirió  que Condorito cargara con los deberes de la fama.  Su delicado estado de salud lo tenía recluido en su casa.  En julio de año 2000, falleció a los 88 años, en la ciudad de Santiago de Chile.

Dicen que entre todas sus historias, el bautizo del sobrino de Condorito, era su favorita: El cura le pregunta a Condorito, ¿qué nombre le va a poner al niño?

Condorito responde: Ugenio, padrecito.

El curita responde: No, con E, será, pues Condorito.

Condorito: Bueno, póngale Coné, como usted dice pairecito.

¡Plop¡

 

 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

En el Día Mundial de la Filosofía

                                                                               


¿PARA QUE SIRVE LA FILOSOFIA?

Víctor Rey

“Puede parecer que hoy, cuando la ciencia ocupa la primacía en el conocimiento, la filosofía es algo superado; pero la filosofía toca lo esencial del ser humano y está constantemente actualizándose; la filosofía desarrolla el pensamiento crítico, reflexivo, analítico, con una visión ética y orientación moral que proporciona recursos para vivir mejor a título individual; pero también sirve para reunificar el conocimiento, porque el saber está cada vez más parcelado y especializado y la filosofía, por su carácter multidisciplinar, es como la madre de todas las ciencias, es la que aporta conceptos para fomentar el diálogo y los vínculos entre el arte, la religión, la biología, la tecnología, etcétera”, respondía hace algún tiempo Joan Méndez, profesor de filosofía en el colegio San Juan Bosco de Barcelona. Otros muchos filósofos, humanistas y científicos aseguran que la filosofía tiene un papel fundamental en la sociedad de hoy y muchísimo que aportar al avance de las investigaciones científicas, tanto por la vía de fundamentar el conocimiento como abriendo la puerta a determinadas formas de investigación y programas de tecnología como la inteligencia artificial.

A menudo se acostumbra a pensar que hablar de filosofía es hablar del ser, del alma, del sentido de la vida, del bien y del mal, de la moral; en definitiva, de conceptos muy abstractos. Pero cuando se hojea el último libro de quien está considerado como el filósofo francés contemporáneo más relevante a escala europea uno ve que reflexiona sobre los domingos, la fiestas de Navidad o Semana Santa, la moda, las vacaciones, los padres, los celos, las estaciones o la inmigración. Los artículos de André Comte-Sponville recogidos en El placer de vivir (Paidós) versan en su mayoría sobre la vida cotidiana actual, pero en ellos no faltan referencias a Platón, Spinoza, Santo Tomás, Epicuro, MontaigneKant, Séneca... ¿Qué tienen que ver pensadores que vivieron hace cientos, cuando no miles, de años con los problemas o la visión del mundo de hoy? “De los filósofos clásicos podemos aprender, por ejemplo, que la vida es difícil; nos permiten entender que las dificultades que hoy afrontamos no son consecuencia de la crisis de la que tanto se habla; que desde que existe la humanidad la vida ha sido difícil y que la felicidad no es tener una vida fácil, sino que amar la vida es amar también sus dificultades”, responde Comte-Sponville. Y recuerda que Spinoza (1632-1677) dijo que no se desea algo porque se juzgue bueno, sino que se juzga bueno porque se desea “y nosotros no amamos la vida porque sea buena o fácil, la amamos porque la deseamos y juzgamos que es buena para nosotros”.

En cualquier momento y a cualquier edad 
Como Comte-Sponville, otros filósofos y especialistas en la materia enfatizan que una de las utilidades de la filosofía es contribuir a la reflexión sobre los grandes problemas de la actualidad, tanto en el ámbito individual como en el colectivo. 
Javier Echegoyen Olleta, profesor de Filosofía, asegura que la filosofía tiene mucho que decir sobre la ecología, los derechos humanos, los derechos de los animales, los riesgos de la ingeniería genética, la interculturalidad, el sistema productivo o nuevas formas de participación ciudadana. Pero su contribución tampoco acaba ahí. Jorge Úbeda, que fue director académico de la Escuela de Filosofía de Madrid, considera que hay tres grandes aportaciones que hacen que la filosofía tenga sentido en cualquier momento y pueda interesar a cualquier edad. “En primer lugar, sirve para entender fenómenos de la vida social, política y económica para los que las ciencias no tienen una respuesta clara; en segundo lugar, permite tomar distancia de la realidad para someterla a examen, a crítica, y pensar qué puede hacer uno, cómo puede ejercer su libertad y responsabilidad; y, por último, la filosofía nos enseña a hablar de otra manera, de forma racional y argumentada, a escuchar los argumentos del otro y a estar dispuestos a modificar el propio punto de vista si fuera necesario”, resume.

Sea por estas u otras razones, lo cierto es que la demanda de estudios y actividades relacionadas con el pensamiento filosófico no para de crecer. Según Úbeda, hay tres momentos del pensamiento filosófico que acostumbran a concentrar el interés: “De la filosofía griega interesa sobre todo la figura de Sócrates -sus diálogos sobre la democracia ateniense y cómo organizarse mejor políticamente-, el relativismo, los sofistas y Platón, porque nos proyectamos en esa época; pero también el hedonismo y el escepticismo; un segundo gran centro de interés es la Ilustración, porque es el inicio del estado moderno, del progreso de la humanidad y el momento en que surgen las ideas que han regido el mundo hasta hoy; y, por último, interesa la postmodernidad, el relativismo y el pensamiento débil”.

Y si en Chile, donde la filosofía ha sido siempre un saber bastante minoritario, algunos detectan un creciente interés por ella, en otros países como Francia hablan directamente de su resurgir o su resurrección. En palabras en André Comte-Sponville “en la sociedad actual hay un declive de las religiones y de las grandes ideologías; basta pensar en el peso que tenía el catolicismo en Francia o en España hace sólo unas décadas, o en el peso del marxismo en los años 60 y 70; y cuanto menos religión y menos ideología tenemos, más necesitamos de la filosofía, porque hay que buscar respuestas a las preguntas que todo ser humano se hace y que antes nos venían dadas desde la religión o la ideología; dar respuesta a esas preguntas es filosofar”. 
Los filósofos y profesores de filosofía consultados aseguran que encontrar qué pensadores, clásicos o actuales, pueden darnos mejor respuesta a la vida de hoy depende de cada persona, porque hay muchas corrientes distintas y cada uno ha de encontrar la filosofía que le pueda ayudar a entenderse mejor. Comte-Sponville apunta, no obstante, que para la sociedad actual son más interesantes los pensadores menos dogmáticos, los menos religiosos y los que están más cerca de la vida cotidiana y real. De ahí que él priorice la sabiduría griega del epicureísmo y el estoicismo, y a Montaigne –“que es la filosofía menos dogmática que existe”-, y se reconozca perteneciente a la corriente materialista, no religiosa, de Epicuro, Spinoza, 
Marx y Freud.

Echegoyen opina que quienes buscan en la filosofía una orientación para vivir y respuesta a asuntos tan universales como el sufrimiento, el respeto, el riesgo o el sentido de la vida, pueden resultar útiles pensadores que siempre se han ocupado de la filosofía práctica, como Marco Aurelio, Epicteto, Epicuro, Sócrates, PlatónAristótelesNietzsche u Ortega y Gasset.

Llorenç Vallmajó Riera, profesor de Filosofía, explicaba hace algún tiempo que para sopesar la importancia que tiene la labor de los pensadores en nuestras vidas basta pensar qué nos habríamos perdido sin ella. “Sin la filosofía nos habríamos perdido lo que llamamos lógica (Aristóteles fue el primero en analizar las diferentes maneras de argumentar que tenemos los humanos, mostró las reglas de una buena deducción y nos dio las herramientas para poder construir argumentaciones con validez), y sin la lógica nos faltaría la luz racional necesaria para analizar los discursos y detectar las falacias, argumentos con sólo apariencia de validez”, ejemplificaba. Y añadía que, como toda teoría científica está guiada por procedimientos lógicos, la filosofía también ha resultado básica para el progreso científico. “Estoy pensando en el falsacionismo de Popper: nos dice que es factible demostrar que una teoría es falsa, pero nunca se puede demostrar que una teoría es verdadera; nos muestra que reconocer un error ya es un progreso, que el error puede ser fértil”, concretaba. Por otra parte, la epistemología o teoría del conocimiento ha permitido abrir nuevos caminos y esperanzas en momentos de crisis intelectual, como cuando se reconoció el error milenario de la teoría geocéntrica según la cual la Tierra era el centro y todos los astros giraban a su alrededor.

Para Vallmajó no menos importante es la aportación ética, que nos permite reflexionar sobre cómo hemos vivido. Él destaca las ideas de orden ético de Sócrates, Platón o Aristóteles, pero también de Kant, a quien debemos la distinción entre legalidad y moralidad: la Revolución Francesa era ilegal, pero ¿era moral?. Y tampoco en el ámbito de la política se estaría donde se está sin las aportaciones filosóficas. Pensemos en lo que supuso afirmar, como lo hizo Thomas Hobbes, que el poder político no deriva de Dios, sino que es fruto de un pacto o contrato social; con este reconocimiento, las personas dejaban de ser súbditos y pasaba a ser ciudadanos; o pensemos en las aportaciones de René Descartes: al afirmar que todos los hombres, por naturaleza, tienen la capacidad de razonar o de juzgar abrió o desbrozó el camino hacia la Revolución Francesa.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Un aniversario más de la Caída del Muro de Berlín

                                                                                   



 

La Caída del Muro de Berlín y mi visita a esa ciudad

Víctor Rey

En julio de 1991 la Asociación Mundial Para la Comunicación Cristiana por sus siglas en inglés WACC, me invitó a participar en un seminario que se realizó en Berlín en la parte oriental de esa ciudad. El tema era reflexionar sobre el papel que habían jugado los medios de comunicación en la Caída del Muro de Berlín y en la posterior caída de bloque socialista y de la Unión Soviética.  Yo en ese tiempo me encontraba haciendo estudios de post grado de Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica.  Una de las ciudades que quería conocer era justamente Berlín, por lo que significaba en relación a su historia y a la Guerra Fría que se había vivido recientemente y todo lo que se había escrito, filmado y comentado en relación a este hecho histórico.

Hacer el viaje en tren, partiendo desde Bruselas, pasando por Liege, Aachen, Koln, Hannover y llegando a Berlín de noche a la oscura estación, ha sido para mí una de las experiencias más ricas de encontrarme con la historia contemporánea.  Salí caminando de la estación para acercarme al hotel donde se realizaría el seminario.  Cruzar el rio Spree a esa hora fue algo sobrecogedor.

Durante los días del seminario de la WACC pude salir a caminar y conocer esta ciudad recorriendo sus calles, iglesias, monumentos y museos.  Recuerdo su Catedral, el Reichstag, Alexanderplatz, el bulevar de Unter den Linder, Chekpoint Charlie, la Puerta de Brandeburgo, la Universidad de Humbold, la estatua de Carlos Marx y Federico Engels, el edificio del Partido Comunista y por supuesto el muro de Berlín.  Me faltaron días para recorrer la parte oeste y este de esta hermosa ciudad.

El 9 de noviembre de 1989, la gente de la Alemania Oriental ocupada tomó el control de su destino cuando literalmente derribaron a martillazos el Muro de Berlín.  Sucedió gracias a la presión de una muchedumbre que se movilizo en la búsqueda de la libertad.  La caída del muro de Berlín se transformó en el símbolo del fracaso y posterior desmantelamiento del régimen socialista instaurado por los soviéticos.  Es difícil revivir el drama apasionante de ese periodo en la Europa de hace 25 años.  Durante 1989 hubo señales claras de que el imperio soviético se desmoronaba. En Polonia, Hungría y otros lugares los movimientos populares desafiaron con éxito a los regímenes respaldados por los soviéticos que habían perdido su legitimidad desde hacía mucho.  Pero el drama fue más intenso en Alemania Oriental y Occidental, el epicentro de la Guerra Fría.  Desde el 13 de agosto de 1961, cuando Alemania Oriental erigió la terrible barrera que separó a Berlín Oriental de Berlín Occidental y de Alemania Oriental, el muro se volvió el temido símbolo del aislamiento y la desesperanza.  Las familias quedaron separadas, y durante el siguiente cuarto de siglo más de 100 alemanes murieron tratando de escapar al otro lado del muro.  Entonces, el 9 de octubre de 1989, más de 7.000 alemanes orientales se reunieron afuera de la iglesia Nikolai en Leipzig; llevaban velas que simbolizaban la paz y coreaban: wir sind das Volk! (¡somos el pueblo!).

A las manifestaciones siguieron protestas cada vez mayores, en Leipzig y en toda Alemania Oriental. Precisamente un mes después, cayó el Muro de Berlín.  El doble muro de concreto de más de tres metros de altura y de más de 150 kilómetros de extensión es en sí mismo un testimonio de las locuras que puede llevar el totalitarismo.  Su construcción se inició en agosto de 1961, después que 3,5 millones de alemanes emigraron del país.  Se hizo bajo la excusa de que se construía para evitar el ataque de la Alemania Occidental.

En Chile el año anterior habíamos derrotado en un plebiscito la dictadura de Pinochet y veíamos como una señal de los tiempos lo que veíamos a través de la televisión en Alemania y luego en el resto de Europa de Este.  Era la lucha por la libertad que se daba en todo el mundo y atisbábamos que era el inicio de una nueva época, de una nueva era de una nueva civilización para la humanidad.  Por eso creo que la historia contemporánea se divide en un ante y un después de la Caída del Muro de Berlín.  Doy gracias por el privilegio que he tenido de ser un testigo privilegiado de ese hecho histórico que pude ver en directo y por la televisión.

Sin embargo, 31 años más tarde, el 9 de noviembre de 2021, todos deberíamos festejar en conmemoración de lo que ocurrió en ese día crucial.  Se puede hacer un balance de estos años desde muchos puntos de vista.  Como en toda historia humana, en el período recorrido hay luces y sombras, éxitos y fracasos.  Pero quedan algunas verdades: Alemania del este se integró en la República Federal y recuperó la democracia.  Ese momento mágico es un recordatorio para toda la gente de todo el mundo, para los que vivían entonces, para los que viven ahora y para quienes vivirán en el futuro. La tiranía no puede suprimir la voluntad de quienes ansían la libertad y desean una vida mejor para sí y para sus hijos.

Las palabras del Papa Francisco en el aniversario de este hecho histórico rezando el Angelus en la Plaza de San Pedro son la mejor lección que podemos aprender de este hecho histórico que ha marcado a la humanidad: “Que caigan todos los muros que todavía dividen al mundo y que exista una cultura del encuentro.  Que no vuelva a suceder que personas inocentes sean perseguidas y asesinadas a causa de sus creencias o religión.  Donde hay un muro hay una clausura del corazón.  Sirven puentes y no muros.”