MAFALDA
UNA NIÑA DE 58 AÑOS
Víctor
Rey
En una
oportunidad que estuve en Buenos Aires Argentina, donde participé en un
encuentro sobre los desafíos del siglo XXI.
En mi presentación de un taller que coordiné, cité a Mafalda, diciendo
que ella es la profeta y filósofa que nos ayuda con sus preguntas y comentarios
para entender este nuevo tiempo. Usé
dos de sus frases de las cuales hice paráfrasis. Una de ellas es la famosa: “Cuando tenía las
respuestas me cambiaron las preguntas”, y la otra: “Los médicos se creen Dios
pero Dios no se cree médico”. También
tuve el gusto de volver a visitar su estatua en la calle Chile con Defensa, en
el barrio de San Telmo, donde está acompañada de sus amigos Susanita y
Manolito. Volví a sentarme junto a ella
y abrazarla y conversar un momento con ellos, agradeciendo su compañía en el
tiempo y lo mucho que nos ayudó y nos sigue ayudando a pensar y ser críticos del sistema que nos
envuelve.
Todavía
recuerdo la cara de felicidad y de emoción de mi hijo, Felipe cuando logró un
autógrafo de Quino en uno de sus libros de Mafalda. Fue como obtener un trofeo de guerra o
deportivo. Lo hizo haciéndose espacio
entre la gente y escabulléndose entre
las piernas de las personas que hacían una larga fila. Esto sucedió en una noche de del mes de junio del año 2001 en el Centro
Comercial El Jardín de Quito, Ecuador. Esa noche las gente lleno todo el hall
de ese recinto y lo escuchaban en un religioso silencio y saboreando cada
anécdota y detalle de la vida de esa niña que ya pasó el medio siglo de vida.
Una de
las caricaturas más famosas de la historia de la humanidad es latinoamericana. No vuela como Superman, ni tiene la fuerza de
Tarzán, no se desplaza por techos como Batman, no cabalga como el Llanero
Solitario, ni la astucia de Dick Tracy.
Pero habla castellano y como la definió el colombiano Daniel Samper, es
“alguien capaz de atar cabos invisibles; alguien con malicia suficiente como
para sembrar el pánico con una pregunta que a simple vista parece
inocente”. También el escritor
italiano, Humberto Eco la definió como
“una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es reivindicando su derecho
a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado
por los padres”. (“Tiempos del Mundo”, página B42, jueves 25 de febrero de
1999). Señoras y señores, esa es Mafalda.
En 1962
la marca de electrodomésticos Manfield buscaba promocionar sus productos. La agencia de publicidad pidió a su joven
dibujante Joaquín Lavado que ideara una familia típica de clase media cuyo
personaje destacado tuviera un nombre que comenzara con la letra “M”. Lavado se acordó que en la novela “Dar la Cara”, de David Viñas, se
hablaba de una niña llamada Mafalda. “En
la vida real yo nací el 15 de marzo de 1962”, dijo ella misma en una carta de
presentación de 1968. Medio siglo ya
desde que Joaquín Salvador Lavado (Quino) configuró a esta niña de frases
contingentes, lúcidas y punzantes.
El
nombre le gustó pero la campaña publicitaria no se llevó a cabo, por lo que
Mafalda y compañía fueron a dar a los archivos de Quino por dos años.
Pero
Julián delgado, jefe de redacción del semanario Primera Plana, animó a Quino a
publicar una tira con su personaje. De
esta manera, el martes 29 de septiembre de 1964 salió el primer episodio de
Mafalda.
Luego
de un tiempo, la tira cómica pasó al matutino El Mundo, ya con una periocidad
diaria, por lo que su creador se vio obligado
a aumentar la familia y crear nuevos personajes. Aparecen el sempiterno soñador Felipe- alter
ego del propio Quino- el despistado Miguelito; el materialista, calculador y
comerciante inescrupuloso Manolito; la conservadora y frívola Susanita; la
pesimista y militante revolucionaria Libertad y el entrometido Guille, el
hermanito de Mafalda; los padres de la niña conformaban una típica pareja de la
clase media urbana, con su bagaje de ilusiones y frustraciones a cuestas. Mafalda es un fenómeno del comic vinculado
directamente con la época en que surgió.
Deliberadamente la pequeña con sus agudas reflexiones sobre la
actualidad política y social, representaba la resistencia ante la injusticia y
el desatino de un mundo que marchaba hacia la autodestrucción y encarnaba la
rebelión juvenil de los sesenta. Los
personajes que acompañaban las andanzas de la niña complementaban un universo
que reflejaba distintas formas de entender
y actuar ante esa realidad.
Con
este equipo, Quino trató los temas más diversos con una gran dosis de ironía,
denunciando la miseria política de finales de los sesenta- que es la misma de ahora-
riéndose de la Guerra Fría,
poniendo en jaque a sus padres, denunciando la mediocridad y ayudando a grandes
y chicos a entender el mundo, así como todo ese cúmulo de frustraciones pequeño
burguesas que se canalizan a través de la imposición paterna de conductas
supuestamente positivas. Como tomar la
sopa, por ejemplo.
Al
igual que el bienamado caldo, el globo terráqueo es otra obsesión de
Mafalda. Siempre herido, nuestro planeta
es observado con lástima, sea porque le duele el Asia o no sabe cuál es su
sexo. Típicas inquietudes mafaldianas.
Pero la
niña y su creador no se reían de todo.
Cuando se establecieron las dictaduras en América Latina y comenzaron
los presos políticos y desaparecidos, Mafalda no tocó el tema. Esta coyuntura adelanto el fin del
personaje. Como el propio Quino
manifestó: Dejé de dibujar a Mafalda cuando en Argentina corría bastante
sangre. Creo que vi venir la cosa,
además no me habrán dejado publicarla, hice bien en no seguir”. (“Tiempos del
Mundo”, jueves 25 de febrero de 1999. Pág. B42).
Mafalda
ha hecho apariciones ocasionales por motivos humanitarios. La última vez con ocasión de la Gran Exposición
que se celebró en Madrid, España entre el 9 de abril y el 14 de junio de
1992. Ahí también recibió el premio
“Quevedo” del humor gráfico, que es como el Nobel de los caricaturistas.
El
personaje trascendió la tinta y el papel, ya que en los años setenta se llegó a
rodar una serie de televisión, lo cual le pareció horrible a Quino. A pesar de todo, Mafalda ha seguido dando que
hablar en los últimos años.
El
periodista Rodolfo Braceli, en 1987, en un larga entrevista que realizó a Quino
y que esta aparece publicada en la introducción al libro “10 Años con Mafalda”,
de Ediciones de la Flor,
le hizo la siguiente pregunta: “¿Tienes algún estimulo para trabajar? Y Quino
contesto: Sobre todo uno, el trabajo mismo.
Es cuestión de ponerse...Además leo muchísimo la Biblia, pero no como libro
religioso sino como fuente de ideas, en ella está todo: la poesía, el sexo, la
política...la Biblia
me estimula el humor. Yo la leo al azar
y he aprendido a saltarme las partes morosas.
Me parece que siempre la leo por primera vez, como me ocurre con Borges
y con ciertos pintores como Picasso...”
Para
algunos lectores trasnochados del libro “Para leer a Mafalda”, ella es poco
menos que agente de la
CIA. Para otros, es
una anticastrista a ultranza por aquella famosa tira en la que decía que “la
sopa es a la niñez lo que el comunismo a la democracia”.
Durante
1.982 tiras, Mafalda hizo reír y reflexionar a toda esa gente que, quizás
ilusamente, creyó que el mundo podía cambiar.
Por ello, la nuevas generaciones descerebradas por la música techno y
hartas de comida chatarra, quizás no entienden el calibre de lo propuesto por
Quino y su irreverente hija.
Mafalda
ya se acerca a los sesenta años. Es sin
duda la historieta latinoamericana que más ha recorrido el mundo y a pesar que
desde el 25 de junio de 1973, cuando ya el continente entraba una fase
demasiado oscura para los ojos de Mafalda, su creador Quino no dibuja más historietas
sobre ella. Esta niña súper despierta
sigue dando que hablar. Y como no podía
ser de otra manera, fue llevada al cine y la televisión. Pero la impertinencia se mantiene y Quino
sigue siendo un escritor que dibuja. Y Mafalda
una niña que es capaz de descubrir que ¡paz! es la onomatopeya de una bofetada.