domingo, 31 de enero de 2021

En un aniversario más del poeta costarricense

 

                                                     


 



JORGE DEBRAVO EL POETA HUMANISTA

Víctor Rey

Hace un tiempo me encontraba en San José, Costa Rica en el Café del Teatro Nacional donde estábamos saboreando el rico café “Rey” de este país y conversando con amigos “ticos” sobre poesía y una amiga comenzó a recitar el poema “Hombre” de Jorge Debravo. Fue la primera vez que escuché acerca de este gran poeta lamentablemente de corta vida. Luego descubrí su poema “Digo” y quedé sorprendido por la belleza y profundidad de sus frases e imágenes: “El hombre no ha nacido para tener las manos amarradas al poste de los rezos...Dios no quiere rodillas humilladas en los templos…”

Nació en Guayabo, Turrialba, Costa Rica el 31 de enero de 1938, bajo el nombre de Jorge Delio Bravo Brenes. Sus padres fueron Joaquín Bravo Ramírez y Cristina Brenes, campesinos pobres. Ese mismo día del nacimiento de Jorge Debravo, fue decretado en Costa Rica como el Día Nacional de la Poesía. Es uno de los poetas más leídos y la figura más relevante de la poesía de ese país, no sólo por la sencillez de su verso, sino también por el intenso humanismo del contenido, que va desde la exaltación del amor sexual hasta esa obsesión tan suya del amor y la justicia para el prójimo. Fue declarado Beneméritos de las Letras Patria.

En Guayabo no había escuela y la más cercana, en Santa Cruz, estaba a cuatro horas de camino. En la escuela de Santa Cruz la maestra, doña Teresa de Albán, se movió y le consiguió una beca de la junta de educación para que fuera a terminar la primaria a Turrialba. Con 14 años entró en quinto grado; duró un mes y lo pasaron a sexto. Cursó la segunda enseñanza en el Instituto Clodomiro Picado.

Circunstancias económicas lo obligaron a dejar los estudios y buscar trabajo en la Caja Costarricense del Seguro Social, a los 17 años. Es por ese período que comienza a publicar en el periódico El Turrialbeño en compañía de varios jóvenes de su tierra.

Al año siguiente lo enviaron para Heredia, siempre en la Caja Costarricense del Seguro Social (C.C.S.S.). Ese oficio de inspector le permitió conocer de cerca muchas miserias. En Naranjo un eminente político tenía un beneficio con más de 200 trabajadoras, pero se negaba a pagarles un seguro. Además por miedo no le querían decir su nombre a Jorge. Vivían muy temerosas de que las despidieran. Él logró ganarse la confianza de una, que le dio todos los nombres. Y así logró asegurarlas a todas.

Ese año sus méritos como trabajador le permitieron ascender al puesto de inspector de la C.C.S.S., dicho puesto requirió que se mudara con su familia a San Isidro de El General, primeramente, después fue trasladado al Valle Central (Heredia y San José), donde fundó el Círculo de Poetas Costarricenses.

Todas estas actividades literarias vinieron a refrescar la literatura costarricense, dando paso a lo que algunos llaman Período de Vanguardia Literaria. En 1965 termina, por fin, sus estudios de secundaria. Estudió periodismo por correspondencia y otros estudios de manera autodidacta. Leía constantemente sus libros favoritos de autores como Pablo Neruda, César Vallejo, Amado Nervo, Miguel Hernández, Gustavo Adolfo Bécquer y Walt Whitman.

Hay una escuela en Hatillo, Costa Rica que lleva su nombre Centro Educativo Jorge Debravo. Existe también un instituto educativo en Turrialba con su nombre: Centro Educativo Jorge Debravo. Su poesía fue usada en la música del rockero José Capmany el cual también murió en un accidente automovilístico. Es por esto y por los trabajos que sufrió desde niño que su poesía está empapada de tanto humanismo, de ese amor al prójimo que convierte en Ley suprema para seguir adelante, para acabar con el hambre y la miseria.

Tenía 21 años en 1959 cuando contrajo matrimonio con Margarita Salazar y en 1960 tuvieron una hijita, Lucrecia, y al año siguiente Raimundo. Ese mismo año fundó el Círculo de Poetas Turrialbeños.

Murió el 4 de agosto de 1967 cuando acababa de matricularse en la Universidad. Recién había comprado una moto para movilizarse por asuntos de su trabajo y un conductor ebrio lo atropelló cegando así la vida del poeta de Costa Rica.

Su origen humilde le permitía acercarse a los trabajadores fácilmente en su puesto de inspector. De ahí que la poesía de Jorge Debravo se distinguió por una gran preocupación social, con varios tópicos recurrentes como la pobreza, la marginación y el armamentismo en el mundo.

Cuando vuelvo por Costa Rica y camino por San José u otra ciudad de ese bello país, siempre viene a mi mente Jorge Debravo, y su poesía siempre me acompaña. Pienso el gran poeta universal que sería si no hubiese partido tan temprano.

lunes, 25 de enero de 2021

Una novela para leer en tiempos de pandemia

                                                            


EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA O LA VIDA SIN LÍMITES


Víctor Rey


Mi encuentro con esta novela de Gabriel García Márquez, se produjo de forma casual. Había llegado hace algunas semanas a estudiar Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, y estaba aburrido de leer textos en francés. Un amigo, médico costarricense que también estaba haciendo estudios de postgrado en esa universidad me prestó el libro con una condición: "solamente por una semana". Primeramente me pareció rara la condición, pero mi amigo me dijo: "Usted tomará este libro y no descansará hasta que lo termine" y así fue. Lo leí en menos de una semana. Hace un tiempo atrás a una amiga en Chile le comenté este hecho, hizo la prueba y le sucedió lo mismo. No pudo dejar de lado la novela del Gabo.


"Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas, que estas cosas no duran toda la vida". Este consejo de Tránsito Ariza a su hijo Florentino pudo y puede ser la de cualquier nana al muchachito de casa acomodada o de mamá modesta a su propio vástago adolescente postrado en cama con mal de amores.


Florentino perdió el habla y el apetito y se pasaba las noches en claro dando vueltas en la cama. La ansiedad se le complicó con dolores de estómago y vómitos verdes, perdió el sentido de orientación y sufría desmayos repentinos, y su madre se aterrorizó porque su estado ya no se parecía a los desórdenes del amor, sino a los estragos del cólera.


Pero el padrino, homeópata, al auscultar al ahijado, tras un examen al enfermo, ni afiebrado ni con dolor concreto, sino con una necesidad urgente de morir, comprobó, una vez más, que los síntomas del amor son los mismos del cólera.


Gabriel García Márquez, en "El amor en los tiempos del cólera" (Ed. Sudamericana, 1985), vuelve a armar historias con ternura, precisión, magia, sentido del humor y profundo conocimiento del alma, tripas, corazón, machismo, feminismo, miserias y sublimidades de un rincón latinoamericano del mundo.


Que la trama se teja en una ciudad oceánica y ribereña de la Colombia de García Márquez -como es el caso de la novela- o en cualquier punto del continente, que bien podría ser Chile, da exactamente lo mismo para sentirnos en familia con sus páginas. Y tan orgullosos de los que por allí transitan, como el poquita cosa de Florentino y su madre Tránsito Ariza- "una cuarterona libre con un instinto de la felicidad malograda por la pobreza". Así, nada cuesta entender por qué al rey de Suecia se le reía sola la cara cuando le entregó el Nobel a Gabriel García Márquez, que vestía entero de blanco y con la clásica guayabera. Tal cual como saliendo de Macondo o de esta actual ciudad junto al Magdalena y al mar, donde todo se sabía inclusive antes que fuera cierto. La ciudad de los valses de Strauss con chicharrones y las batallas de flores con cuarenta grados a la sombra, donde hasta los ladrones podían resultar tan peculiares, que al despoblar toda una casa, mientras la propietaria hacía el amor con Florentino Ariza, dejaron escrito a brocha gorda en el muro del salón desierto: "Esto les pasa por andar tirando".


Porque Florencio- dado que los seres humanos no nacen para siempre el día que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga otra vez y muchas veces a parirse a sí mismos- hizo el amor clandestinamente con incontables pajaritas, durante los cincuenta y nueve años, nueve meses y cuatro días que transcurrieron desde el rechazo sin apelación de Fermina Daza. Pero no hubo olvido para ese amor platónico, largo, sostenido por correspondencia y miradas furtivas, aunque decisivamente contrariado. Pese a que ella, también por carta, alcanzó a dar el sí, "siempre que no me hagan comer berenjenas", con una seriedad enamorada que tampoco se alteró cuando una cagada de pájaro cayó sobre la primera carta amorosa entregada bajo los árboles del parquecito que la novia solía cruzar camino del colegio. Total aquello era de buena suerte, como dijo entonces Florentino, impasible a lo que no fueran sus sentimientos. Tal como los concibió su padre, quien antes de nacer él escribió en un cuaderno: "Lo único que me duele de morir es que no sea de amor". Sin embargo, apenas si vio al hijo ilegítimo de la mujer que lo inspiró tanto y que concibió sobre el escritorio de alguna oficina mal cerrada en una tarde de bochorno dominical, mientras la esposa del infiel oía en su casa los adioses de un buque que nunca se fue. Familia de próceres fluviales, buques y corrientes, eran juguetes del antojo fantástico de los antecesores por el lado paterno de Florentino Ariza, al cabo de su casi sesenta años de espera amorosa, también pudo poner un buque, con bandera amarilla del cólera, a navegar toda la vida, llevando su anhelada Fermina Daza a bordo.


De otra manera no habría sido posible aquel viaje lunático de dos abuelos percudidos que, saltándose el arduo calvario de la vida conyugal, parecieron haber ido sin más vueltas al grano del amor. Un amor tranquilo y sano luego que Fermina antes de embarcarse fuera al cementerio de la Manga y reconciliarse con el marido muerto. Frente a su cripta, soltó los justos reproches que tenía atragantados, contó pormenores del viaje y se despidió hasta muy pronto.


"Hace medio siglo me cagaron la vida con ese pobre hombre porque éramos demasiado jóvenes, y ahora nos la quieren repetir porque somos demasiados viejos", confidenció la entrañable Fermina a su nuera, para terminar de sacarse el veneno que le carcomía las entrañas. "Que se vayan a la mierda. Si alguna ventaja tenemos las viudas, es que ya no nos queda nadie que nos mande".


Y bien feliz- a su manera- que fue Fermina con el doctor Juvenal Urbino, tan enamorado de ella que en vísperas de la vejez y después de los casi sesenta años juntos oyéndola lamentar que "el inodoro tuvo que ser inventado por alguien que no sabía nada de hombres", porque al mojar los bordes dejaba el baño apestado a criadero de conejos, llegó a la solución final: orinaba sentado, como ella, lo cual dejaba la taza limpia, y además lo dejaba a él en estado de gracia".


Tan adorable como lúcida, Fermina había descubierto que el tan dotado médico que le cupo en suerte era un pobre diablo envalentonado por el peso social de sus apellidos. "Un hombre de mucho ruido", como lo definió la mulata con que en una oportunidad fue infiel, en visitas de tiempo justo para aplicar una inyección intravenosa en tratamiento de rutina. Precauciones que naufragaron en el olfato de Fermina, desconcertada por el extraño olor de las ropas del marido y que a la postre resultó "olor a negra", como dijo con rabia. Ira acrecentada porque él no le negó todo, "como un hombre". Peleas peores hubo entre ellos, aunque por causas menos graves, como la falta un día de jabón -lo que era cierto- , aunque Fermina hirvió porque él no reconocía que había mentido a conciencia para atormentarla. Unos resentimientos resolvieron otros y ambos se asustaron con la comprobación desoladora de que en tantos años de lidia conyugal no habían hecho mucho más que pastorear rencores. El llegó a proponer confesión abierta ante el señor arzobispo, para que Dios decidiera como árbitro final si había o no jabón en el baño. Entonces ella, que tan buenos estribos tenía, los perdió con un grito histórico:


"¡A la mierda con el señor arzobispo!" Lo de histórico- más allá de que la zarzuela popular lo hiciera uno de sus estribillos- rige con Fermina Daza para bandera, efigie, monumento o hasta blasfemia sobre el material básico de que está hecha la mejor mujer de estos lados de América. Las que confunden el amor con el cólera, como Tránsito Ariza, y que por encima de las Manuelitas, las Paulas o las Rosas de la historia grande, escriben la historia chica de vidas sin límites, pese al abrumo de sus limitaciones.


Mujeres y seres para quienes el amor sigue siendo el mismo que en los tiempos del cólera, como tantas ciudades- este "mordidero de pobres" como alguno llamó a la de Florentino Ariza y Fermina Daza- que permanecen iguales, al margen del tiempo, y las cuales nada ocurre con el paso de los siglos, salvo envejecer despacio.


Gabriel García Márquez las intuye, las conoce y las cuenta como nadie.


Hombre él mismo de muchos amores pero en esencia fiel a su mujer, Mercedes, para quien dedica "por supuesto" esta novela, y hombre políticamente controvertido, hay en García Márquez un cierto parecido con Jeremíah de Saint-Amour, cuyo suicidio da comienzo a "El amor en los tiempos del cólera": Jeremíah "era un santo ateo. Pero esos son asuntos de Dios".

domingo, 17 de enero de 2021

125 años de cine

                                                                   


EL CINE Y YO

Si la gente ve como se hace, el cine pierde toda su magia” (Charles Chaplin)

Víctor Rey

Todavía recuerdo la primera película que vi, tenía cinco años, se llamaba “Marcelino Pan y Vino” y fue en el antiguo cine Alcázar que quedaba frente a la Plaza Brasil en el barrio que lleva el mismo nombre en Santiago de Chile. Hoy ese antiguo edificio lo ocupa un restaurant de comida china. Fue construido en los años 30 por Ezequiel Fontecilla y Pedro Prado, hijo del poeta del mismo nombre, como un ejemplo de arquitectura moderna dentro de un barrio tradicional. Era una película en blanco y negro y los vecinos del barrio acudíamos según el horario de los días domingo. Los niños a la matinée, luego los jóvenes a la función de la tarde y los adultos en la noche. La magia de esperar que las luces se fuesen apagando lentamente y ver abrirse el telón y las primeras imágenes del noticiero UFA con las noticias del mundo y luego la sinopsis de los próximos estrenos era el aperitivo del plato de fondo que era la película esperada, que luego la comentaríamos toda la semana con los amigos del barrio y del colegio. Creo que mi afición al cine también viene por el hecho de que vivíamos entre dos cines de barrio. Uno ya no existe ya que se construyó un gran edificio y el otro como dije es ahora un restaurant. Los otros cines de barrio han tenido otra suerte y la mayoría ahora albergan a diferentes iglesias, o mega iglesias evangélicas que representan sus cultos como un espectáculo. ¿Qué paradojas de la vida?

Ir al cine en esos tiempos era un privilegio, ya que las entradas no eran baratas y había que juntar por varias semanas los pesos que permitirían entrar a esa sala de los sueños y de la magia. Luego en la juventud hacia largas filas para ver casi todas las películas de Woody Allen en el cine de la Universidad de Concepción. Donde también teníamos que ahorrar para ver los últimos estrenos. También ahí descubrimos la riqueza del cine latinoamericano que no animó a conocer y amarlo más este continente lleno de realismo mágico y a caminarlo por dentro, también acompañado de la rica literatura que produjo.

Un capítulo aparte es lo que tiene que ver con la música en el cine. Las grandes bandas sonoras de las grandes películas es algo que disfruto y siempre me acompaño de este tipo de música cuando estoy leyendo o meditando.

Siempre me gustó el cine y me sigue gustando, aún cuando ha cambiado la forma de ver una película. Antes se hacían largas filas para entrar a un rotativo, ahora con las películas en DVD, el cine ha pasado a ser un arte en solitario, ha perdido lo comunitario que tuvo al principio. Cuando estudié Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, uno de los cursos que más disfruté y aprendí fue el de Filmología. Doy gracias por se tiempo donde aprendí a disfrutar y conocer el cine francés y autores como Francois Truffauts, Claude Lelouch y krzystf Kieslowski.

La primera proyección de una película en Chile ocurrió en 1897, y fue con el mismo proyector que utilizaron los hermanos Lumiere en Francia. Se hizo en el Club de La Unión, sólo dos años después de la primera proyección en el mundo.

Una de las últimas películas que he visto y que ha resultado ser todo un homenaje al cine es “El Artista” (2011). Michel Hazanavicius con esta película europea le ha devuelto el brillo a Hollywood. Luego de ver este film me he animado a escribir este artículo. Hacía tiempo que nos disfrutaba tanto de un film que fuera tan perfecto y tan profundo. Una película en blanco y negro y muda. Por algo los críticos de cine la eligieron como la mejor película extranjera y le otorgaron el Oscar en 2012.

El cine nació como espectáculo y diversión en el que se aplicaban los descubrimientos de la época. El cine es, al mismo tiempo, un verdadero arte desde sus comienzos. El cine, también desde su inicio es documento de la vida de la época. Estas tres características, la documental, la artística y la festiva la ha conservado en el tiempo y en la ilusión de todos los que se implican en su mundo, los que lo fabrican y los espectadores.

En los primeros tiempos del cine, en los años treinta, el cine era cosa de feriantes. Las barracas de las ferias acogían al público que pretendía ver lo imprevisto, el más difícil todavía. Pasen y vean: al lado de la mujer barbuda y de otros espectáculos de la época se proyectaban en salas oscuras y misteriosas escenas de la vida cotidiana, de ejercicios circenses, de la gente de la calle, o algo más picantes, los primeros besos cinematográficos, el pintor y su modelo... Una ingenuidad que respondía por una parte a la necesidad de ver la realidad en un ambiente fantástico, desconocido hasta el momento por el gran público y por otra al afán de divertimento oculto, de capricho clandestino, que las sociedades poseen cuando quieren olvidar su realidad cotidiana.

Siglos antes, en algunos casos desde la antigüedad, ya los filósofos, científicos e inventores habían puesto en práctica sus descubrimientos al servicio de la imagen. La cámara oscura se conocía desde siempre, aunque en su variante de proyección de exteriores iluminados por el sol su desarrollo crece en el siglo XVI y las primeras imágenes fotográficas, aún sin fijar, se realizaron en 1803. Los espectáculos en la oscuridad con el maravilloso invento de la linterna mágica son utilizados para proyectar cuadros ya en el siglo XVI. Desde la antigüedad se conocía también la persistencia de la visión en la retina, clave para entender la imagen en movimiento.

El siglo XIX lleva los inventos al mundo del espectáculo, reuniendo los ingredientes anteriores, cámara oscura, fotografía, lentes, proyección y las ilusiones visuales en ruedas que dan vueltas para delicia de los salones de la aristocracia, y más tarde para un público ávido de sensaciones en las sesiones de magia y prestidigitación. Se utilizaron así artilugios que hoy conocemos y que, perfeccionados, seguimos utilizando como medios audiovisuales. Los ilusionistas utilizaron los inventos en salas oscuras y llenas de emoción en proyecciones sobre humo, utilizando espejos, engañando con sus trucos ópticos al crédulo público del momento.

Fue la herencia que el cine, es el único arte que nació de la tecnología, recibió en sus comienzos, cuando se asombraban los habitantes de París por primera vez, y más tarde los de todo el mundo sobre las maravillas que se podían ver, proyectadas sobre una sábana en una sala oscura.

Entrar en el mundo del cine abre a las personas un universo apasionante. La mayoría tiene un contacto con el cine, limitado a la asistencia esporádica a salas comerciales, a ver la película de actualidad en compañía de sus grupos de amistades. En muchos casos, preparados para consumir durante la función un soberano paquete de palomitas de maíz, prevaleciendo la cultura americana sobre la latinoamericana.

Esa es solamente la puerta de acceso al fascinante mundo del cine. Al comprar la entrada, ya se inicia en la persona un procedimiento, un proceso de implicación que no debe quedar en la simple visión de la película.

El mundo del cine es al mismo tiempo industria y arte, espectáculo y pensamiento. En este texto intentaremos adentrarnos en ese mundo apasionante desde un punto de vista muy particular. El del desafío que desde el mundo de la educación en todas sus variantes puede aportar a que quienes van al cine, pequeños, adolescentes o mayores... Para que todos se interesen por lo que hay detrás de la sala cinematográfica y de la pantalla, para que quienes no van al cine, acepten esta entrada, aun cuando fuera a través de la televisión. Para que esta invitación de introducirse en una sala oscura, sea el punto de partida, como el de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, el ingreso en el fascinante mundo que se le abre.

Durante años, cerca de dos décadas, disminuyó la entrada de espectadores en las salas comerciales. Se habló de la caída en picado, de la muerte, del cine. Atribuido a muchas causas, entre ellas al auge de la televisión, lo cierto es que el cine se encontraba en baja forma. Se hundieron las grandes productoras, se dejaron de realizar superproducciones y los estudios se dedicaron casi exclusivamente al telefilme. Han transcurrido cerca de tres décadas para que los cines se vuelvan a llenar. Sin entrar en razones ni pretender explicar ninguna posibilidad, sí se habla de la vuelta al cine espectáculo, a la utilización de nuevas tecnologías aplicadas a los efectos especiales. No olvidemos tampoco los nuevos estilos de promoción y marketing ni el establecimiento de nuevas formas de construir las salas, los minicines y las grandes superficies dedicadas a proyección, los multicines, con multitud de ofertas en el mismo lugar. Las productoras invierten cantidades ingentes de dinero en campañas publicitarias y marketing, llevando al espectador hacia las salas comerciales. La sala cinematográfica está más cerca del consumidor. Es posible que nuevas formas de narrar historias, líneas argumentales más acordes con las sensaciones y sentimientos actuales, montajes de ritmo trepidante, la tecnología aplicada al sonido, tanto en su composición como en su emisión en las salas cinematográficas, efectos especiales de sonorización, hayan atraído otra vez al público, a una mayoría de personas jóvenes, a un cine diferente. Al mismo tiempo, la connivencia entre cine y televisión se hace cada día más palpable. Un ejemplo, la ‘Disney’ se negó durante años, o lo hizo con reticencia, a pasar sus películas a vídeo. Hoy las promociona y vende a los pocos meses del estreno, siendo una de sus mayores fuentes de ingreso.

Aunque muy dignos de respeto, algunos puristas no valoran, rechazan más bien, la nueva forma de hacer y presentar el cine. Sin embargo, es incuestionable pensar que el cine se basa en una gran industria, que necesita incentivos económicos, o lo que es lo mismo, que los cines se llenen. Muchos directores e intérpretes que en la actualidad son libres para producir, hacer o interpretar lo que desean, han sido durante muchos años colaboradores o autores de películas exclusivamente alimenticias y comerciales o se han dedicado a hacer spot publicitarios.

El desafío es volver al producto de calidad. Al lado de un cine comercial, promocional, lleno de efectismo, se mantienen otros tipos de cine, como el de autor, el independiente, el que trabaja con escasos medios, el que no depende de las grandes productoras, el que se fija normas estrictas para no utilizar nuevas tecnologías, etc. Surgen movimientos independientes, paralelos o contrarios a la industria oficial, los países más pobres siguen haciendo intentos de expresar mediante películas sus problemáticas, se continúa luchando contra el poder político y el de la censura y se encuentran productos de cine fresco, joven, que rezuma interés aunque no alcance en algunas ocasiones la técnica de moda ni se exhiba en salas comerciales.

El cine sigue vivo. Es osado predecir que ya no se harán películas de calidad. Los tiempos cambian pero aportan nuevos aires, nuevos medios, ideas frescas, problemas diferentes, que azuzan al elemento creativo que tiene el cine a buscar caminos diferentes. Los años decantarán los productos que merezcan pasar a la historia del cine. Si vuelve la alegría a los productores, se arriesgará el dinero con mejor fortuna, y habrá menos miedo a crear obrar de arte aunque el beneficio comercial sea menor. De momento, disfrutemos, critiquemos y aprendamos con lo que tenemos.

Recordemos un poco el pasado para apreciar que no siempre las modas estuvieron de acuerdo con lo que los entendidos proclamaban. “El tercer hombre” de Carol Reed, hoy película de culto, fue rechazada radicalmente por la crítica especializada de su tiempo obligando a su director a dedicarse a hacer cine comercial. Hace años, cuando nos dedicábamos al cine-club, estaban proscritas películas que hoy consideramos de culto, ya sea por ser musicales, o de aventuras, o infantiles, o sin contenido filosófico o social... Se podrían poner infinidad de ejemplos de cine mal considerado en su momento que ha pasado a la historia con mucha dignidad o como verdadera obra de arte. También los cineastas del cine mudo temblaron cuando llegó el sonoro, incluido Charles Chaplin. Cayeron muchos y se tambalearon todos pero el cine se rehizo, y ni el sonido ni el color han dejado de permitir joyas del cine. Las mismas ideologías dominantes han aceptado o rechazado filmes de categoría cinematográfica indiscutible por su determinado planteamiento filosófico o político.

No nos cerremos nunca a nada. No olvidemos que hay muchos, y cada vez habrá más y mejor, modos de ver películas.

Decíamos: una película hay que verla en el cine. En un lugar preparado para ello. Qué mejor que el ambiente, la sala oscura, la necesidad de salir de casa especialmente para la ocasión, dejar el computador, dejar la televisión... El hecho positivo de decidir ir al cine ya es importante en sí, la calidad de la imagen, la pantalla grande, el magnetismo de la pared blanca, el sentirse inmerso en los acontecimientos que se suceden en la película... La magia de la sala comercial, la oscuridad el adentrarse en los ambientes y los nuevos sonidos que te sumergen en el ambiente.

En casa en la televisión, aún en vídeo, sin cortes publicitarios, es difícil establecer la misma relación con el argumento, con la técnica que en el cine.

Sin embargo, la tecnología mejora a tal velocidad que nuestros esquemas sobre el cine pueden llegar a caer en gran medida.

Es difícil descubrir un solo tema o núcleo de contenidos que no esté tratado de alguna forma en el cine. Siempre es posible encontrar películas o documentales, que permitan su utilización como punto de partida en un debate, o como rasgo, dato o documento en una investigación o estudio.

Sin embargo, el cine como tal, es decir el cine cuyo soporte material se basa en el celuloide es cada vez más difícil de utilizar, dada la dificultad y coste económico que entraña la búsqueda de proyectores, operadores y películas. Al mismo tiempo cada vez se hace más fácil y eficaz la tecnología que nos permite ver el cine a través del vídeo o la televisión. Por esta razón en esta comunicación, siempre que se hable de cine, se entenderá que indistintamente podemos estar relacionándolo con su sucedáneo el vídeo, y en un futuro inmediato con cualquier otro soporte adecuado, como el DVD, que está sustituyendo al vídeo y que cuando los lectores de este libro lo tengan en sus manos casi habrá acabado con él.

En vídeo se ha publicado casi todo lo que en el cine hay de importante. Podemos analizar la infancia marginada con “El Pibe”, de Charles Chaplin, la educación con “El pequeño Salvaje” de Truffaut, los valores por los que se mueve determinado tipo de juventud por “Historias del Kronen”, de Armendariz, o la dureza de la familia, la educación y la superación personal en “Padre Padrone”, de los hermanos Taviani. La relación de pareja y de amor de “Un hombre y una mujer” de Claude Lelouch. La fe y la lucha por la justicia de “La Misión”. Las dudas y perplejidades de “Ocho y medio” de Fellini. Podríamos citar cientos de films de todas las épocas, algunos que se están estrenando actualmente, en los que la historia que se cuenta y las imágenes que la sustentan se confunden en un maremagnum de estética, ideas, arte y contenidos.

Como me dijo un amigo: “Cada vez que voy al cine, salgo más inspirado y con más fuerza espiritual que cuando asisto a un culto en alguna iglesia”.

domingo, 10 de enero de 2021

El nombre de la rosa

                                                                  


EL HOMBRE DEL NOMBRE DE LA ROSA

Víctor Rey



En un nuevo aniversario del escritor Umberto Eco. Vienen a mi mente varios recuerdos de mis tiempos de estudiante. Primero las conversaciones en torno a su novela “El nombre de la rosa”. Para ese tiempo estaba haciendo mi licenciatura en Ciencias Sociales en la lo que es hoy la Universidad Alberto Hurtado. Siempre en las clases su nombre era citado. Eso despertó mi curiosidad por leer su primera novela, que no fue fácil en una primera lectura, pero que me apasiono el tema ubicado en plena edad media. El misterio y lo policiaco atrapan desde el primer momento y si se agrega todo lo que se aprende de esa época histórica, resulta una novela sin desperdicio. El segundo recuerdo viene a mi mente cuando me encontraba estudiando Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina. En los cursos de semiología, comunicación intercultural y filmología, otra vez su nombre aparecía una y otra vez. Aquí también se discutía la película alemana basada en su novela. Recuerdo que nos reunimos un grupo de estudiantes en torno a unas cervezas para ver el film de 1986 y luego conversar sobre la película comparándola con la novela.

La novela comienza una hermosa mañana de finales de noviembre del año 1327 cuando Fray Guillermo de Baskerville, un monje franciscano y antiguo inquisidor, y su inseparable discípulo el novicio Adso de Melk, que es quien relata la historia, acuden a una abadía benedictina situada en el norte de la península italiana para intentar esclarecer la muerte del joven miniaturista Adelmo da Otranto. Durante su estancia en la abadía van desapareciendo misteriosamente más monjes, a quienes encuentran muertos al poco tiempo. Lentamente y gracias a la información aportada por algunos monjes, Guillermo va esclareciendo los hechos. El móvil de los crímenes parecen ser unos antiguos tratados sobre la licitud de la risa que se encuentran en la biblioteca del complejo, de la cual se dice que es la mayor del mundo cristiano. ¿Quién es el asesino? ¿Qué hicieron sus víctimas para morir asesinadas? Nadie lo sabe.

Tras múltiples ensayos y teorías, Umberto Eco publicó en Italia en el año 1980 su primera novela: “El nombre de la rosa”. Es una combinación de la crónica medieval y la novela policiaca con una reconstrucción sorprendente de la época, que no sólo se centra en la forma de vida de los monjes de una abadía benedictina, sino que también lo hace en la ideología y forma de pensar y sentir del siglo XIV. La teología y el misterio se funden en una sola novela, complementándose mutuamente y dando una sensación de realidad que pocas novelas consiguen producir. Aunque el manuscrito de Adso de Melk (sobre el cual el autor habla en el prólogo diciendo que fue su fuente de inspiración) sólo fuesen las invenciones de un monje, no me importaría porque para mí seguiría siendo una crónica tan verídica como las de los historiadores de aquel tiempo, que pone a mi alcance una visión clara de una época tan conflictiva como fue aquélla.

Tiene pasajes excepcionales, magníficos, y hay que reconocer que también tiene algunos que son un poco pesados. Ése en el que Guillermo y Adso consiguen entrar en la biblioteca es a mi juicio en mejor de toda la novela; describe con una exactitud sorprendente la situación de los libros y salas en ese laberinto según su tema y siguiendo el orden de colocación de las tierras conocidas hasta ese momento por el hombre según su posición en el globo.

Creo que es una de esas novelas de lectura obligada y que todo el mundo debería leer por lo menos una vez en la vida. También hay gente que dice es muy pesada y difícil de entender, pero a mí no me lo parece en absoluto y, es más, pienso que no hace falta tener grandes conocimientos históricos para leerla y que cualquiera puede hacerlo sin tener que pararse a pensar si es un libro adecuado o no a su edad. Tan sólo tiene que disfrutar de una trama apasionante y llena de intrigas y misterios que no hace más que sorprenderte en cada momento, incluso en el final, ya que el asesino es el menos sospechoso.

Y, en fin, como dice la última frase: Stat rosa prístina nomine, nomina nuda tenemos.

domingo, 3 de enero de 2021

Comunidad virtual y sociedad liquida, un tema para hoy

                                      




Comunidad virtual, sociedad líquida e individualismo conectado

Víctor Rey

El nuevo contexto de la sociedad global basada en la comunicación interactiva propiciada por el auge de las tecnologías de la información está generando lo que podríamos denominar “revolución cibercultural”. En el siglo XVIII convergieron una serie de fenómenos que se dieron en llamar “revolución industrial” que supusieron una transformación de las relaciones de producción y las relaciones sociales con el auge del mercado como forma de intercambio global de bienes materiales y culturales. Hoy podemos hablar de la “revolución cibercultural” como un proceso de transformación en el que las nuevas tecnologías de la información están transformando las estructuras sociales, las formas relacionales y el propio contexto cultural en el que adquieren sentido esas nuevas formas que adoptan los individuos de relacionarse entre ellos y con el entorno. Se trata de un nuevo entorno “online” en el que las relaciones sociales se disocian de las categorías tradicionales de tiempo y espacio. La pregunta que cabe hacerse es en qué sentido están cambiando las estructuras sociales. La sociología contemporánea no tiene respuestas para estos nuevos fenómenos. La época de las certezas de la modernidad sólida está dando paso a otra modernidad líquida de incertidumbres. O lo que algunos dicen las postmodernidad. Lo sólido se hace líquido y del enigma del "efecto de la realidad social", como del de "efecto red" o del de las “Multitudes”, sólo sabemos que existen pero de momento ningún paradigma tiene las claves para aprehenderlos en su totalidad. Lo único que, hoy por hoy, podemos hacer es aprender a convivir y a saber estar en este nuevo contexto "líquido" lleno de incertidumbres, hasta que reconstruyamos los conceptos de estas dos categorías básicas (tiempo y espacio) para cualquier forma de sociedad.

En esta línea de interpretación, una de las grandes descripciones sobre esta nueva era tecnologizada la realiza el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien en Amor líquido (2005) habla sobre una sociedad que se mueve a gran velocidad a través de individuos "líquidos"; es decir, personas sin vínculos duraderos que tienen la necesidad de desarrollarlos y establecen modos de contacto efímeros basados en la conexión. Internet, desde la óptica de Bauman, implica un ejercicio de conexión y desconexión continua, en un entramado de relaciones virtuales que tienen facilidad de acceso y salida. Cualquier semejanza con la Matrix cinematográfica no es mera coincidencia.

En el pasaje del mundo sólido a la fase líquida de la modernidad plasmada por Bauman hay una lucha entre el poder globalizador de Internet, basado en la conexión, y las problemáticas locales de cada individuo o comunidad. Es evidente que Internet es un medio global, pero la mayoría de los investigadores destaca que sus prácticas adquieren significado en el marco local. Los sitios de mayor tráfico en Europa y EE.UU son buscadores como Google, Yahoo o Windows Live, que son la puerta de acceso a la navegación de intereses individuales y colectivos, grandes compartimentos de contenido multiformato (YouTube). Son espacios de informaciones locales (diarios digitales) y espacios para comprar y vender productos (e-Bay) cuya utilidad solo adquiere significación en el intercambio de productos y servicios de alcance local. Muchos hablan del reino de la “glocalidad”, es decir, sitios globales por su alcance pero con foco local para capturar la atención de una audiencia específica.

La revolución de Internet no se limita exclusivamente al ciberespacio. En la "sociedad en Red" convergen la Web (el gran generador de un cambio de paradigma que permite, al menos en los papeles, vencer las barreras espacio-temporales de las personas que habitan el planeta), la globalización, y la crisis de las instituciones en un nuevo contexto relacional que podríamos denominar “individualismo conectado”. En este contexto de la sociedad contemporánea, las personas viven en redes y no en grupos. Los grupos asumen que todos los participantes se conocen y confían entre sí, mientras la esencia de las redes es un conjunto de interacciones e intercambio de información. Por supuesto, esto no quiere decir que los grupos no existan, sino que la vida del individuo no se puede reducir ni a un grupo concreto, ni a un lugar determinado, muchas veces es la mezcla de ambos modos de interacción.

Las nuevas posibilidades que ofrecen los sistemas tecnológicos de interacción online no son el motivo de la transformación en las formas de conectarnos. Las tecnologías más bien se desarrollan como respuesta a las necesidades que tenemos de interactuar con los otros. Así, las formas de organización social y la tecnología que usamos se influyen mutuamente y van dando forma a la vida social contemporánea.

Las relaciones que creamos no pertenecen a un lugar específico sino son a la vez locales y globales, producto del desarrollo de las tecnologías de comunicación. En general, las comunidades tradicionales basadas en una unidad concreta pierden importancia a cambio de las relaciones que mantenemos con personas que están físicamente en diferentes espacios y así participamos en múltiples redes sociales. Las características de la vida moderna, cada vez más privatizada e individualizada, se reflejan en nuestras maneras de generar relaciones que son más selectivas y voluntarias que en el pasado. Aunque nuestros contactos son globales; es decir, dispersos en diferentes áreas, nosotros seguimos conectándonos desde un lugar, sea este nuestra casa o trabajo, lo cual quiere decir que hemos globalizado nuestra red relacional teniendo como referencia siempre un contexto local.

Las nuevas tecnologías de la información están cambiando la manera en que nos conectamos, ya que no necesariamente tenemos que estar en un lugar para comunicarnos con otros. De hecho el contexto físico se vuelve menos importante. Las conexiones son entre personas y no entre lugares, así la tecnología proporciona un cambio: conectar las personas estén donde estén. Las personas se vuelven portátiles, pueden ser localizadas para interacción a través de la tecnología en cualquier lugar. De este modo, la comunicación de persona a persona se vuelve central y apoya la desfragmentación de los grupos y las comunidades convirtiéndolas en “líquidas”. Las personas se pueden “conectar” y “desconectar” a las estructuras sociales que aunque siguen definiendo los comportamientos sociales, lo hacen con mucha más flexibilidad y libertad que en el pasado. Son los nuevos “tiempos líquidos” de los que habla Bauman, donde las nuevas tecnologías posibilitan la flexibilidad y fragmentación de las relaciones sociales. Por lo tanto la transición hacia un mundo personalizado proporciona el individualismo conectado donde cada persona cambia rápidamente entre lazos y redes. Es la persona quien define cómo operar para obtener información, apoyo o colaborar en algún proyecto. Nos hacemos más flexibles a la hora de interactuar en diferentes espacios.

Cada vez somos más conscientes como las nuevas tecnologías de la información están cambiando las tradicionales formas de comunicarnos y de relacionarnos con el entorno social inmediato. De hecho en la “sociedad red” o también denominada “sociedad de la información” surgen nuevos conceptos como el de “comunidad virtual” o “cibercultura” asociados con nuevos comportamientos sociales que generan las plataformas de comunicación online. Como consecuencia de ello, las tradicionales categorías analíticas utilizadas por la sociología para estudiar los nuevos sistemas de interacción social generados en la sociedad de la información se están quedando obsoletas.

En definitiva, la movilidad virtual que se practica en las últimas décadas y que ya forma parte de nuestra vida cotidiana nos exige un cambio de idea acerca de la influencia que tienen las nuevas tecnologías, y a la vez, nos llevan a asumir que la dicotomía online/offline es un mito. La comunicación mediada por ordenador ofrece flexibilidad y autonomía, y en ningún caso, sustituye la comunicación cara a cara sino la suplementa y amplía. Las relaciones online muchas veces rellenan huecos vacíos de nuestras vidas. La proximidad ya no importa, las comunidades y los equipos son más dispersos en el tiempo y en el espacio.