ADIOS AL MAESTRO MARIO BUNGE
Víctor Rey
Cuando estudiaba filosofía en la Universidad de Concepción en las clases de
Filosofía de las Ciencias, Gnoseología, Epistemología e Historia de la Ciencia su
nombre siempre aparecía. Me sentía
orgulloso de que este filósofo fuese latinoamericano, así sus argumentos se contrastaban
con los pensadores europeos. Sus libros y artículos también se leían con mayor
facilidad y no por eso dejaban de ser profundos. De alguna manera este autor
con otro argentino como Ernesto Sabato, me animaron a entender en que consiste
la ciencia a dejar de idolatrizarla como era común en la generación de ese
tiempo. Así que su muerte a los 100 años al igual que Sabato, me ha conmovido.
Ser original y distinto --defender la perspectiva científica para oponerse
a las seudociencias, entre las que cuestionaba al psicoanálisis-- no es moneda
corriente. ¿Alguien logró “filosofar a la luz de la ciencia” como él? Mario Bunge, el físico, filósofo y
epistemólogo argentino que murió a los 100 años en Montreal (Canadá), donde
vivía desde hace más de cincuenta años, no es epígono de nadie en el rubro
“gran polemista”; un ejemplo notable de cómo la polémica constituye
un estímulo del pensamiento creador. El autor de más de un centenar de libros y
medio millar de publicaciones sobre física teórica, matemática aplicada, teoría
de sistemas, fundamentos de física, filosofía de la ciencia, semántica,
epistemología y ontología, entre los que se podría destacar el voluminoso Tratado
de filosofía (publicado en varios tomos), ha cultivado una honestidad
intelectual excepcional. “Cuando era joven tenía esperanzas en el socialismo
autoritario, en la revolución, en todo eso. Todas esas esperanzas se
evaporaron. Mi actitud hacia la filosofía marxista ha cambiado mucho. Hice una
crítica detallada de la dialéctica, núcleo de la filosofía marxista. La
dialéctica es confusa y, en el mejor de los casos, falsa. En el peor de los
casos, no se entiende”, planteaba Bunge en uno de sus últimos libros, Memorias: entre
dos mundos, publicada en una coedición por Gedisa y Eudeba.
Bunge --que en esas memorias se define “socialista, democrático,
participativo, cooperativo”-- advertía
sobre los problemas del sistema capitalista. “El capitalismo ha
tenido sus méritos históricos, pero es moralmente insostenible. Por ejemplo, la
productividad de todos los sectores industriales se ha duplicado en los últimos
50 años, pero los salarios se han mantenido constantes. O sea, que se han
beneficiado unos pocos. Los ricos se han hecho más ricos y los pobres se han
quedado igual o peor. Por este lado los marxistas tienen razón, pero la
alternativa que proponen no es viable porque confunden socialización con
estatización y lo ideal no es que el Estado sea patrón, sino que los
trabajadores sean los patrones, que los que trabajan posean y administren sus
empresas, un poco lo que ocurre con la pyme familiar”.
El hombre que filosofó a la luz de la ciencia nació el 21 de septiembre de
1919. Su madre alemana fue enfermera de la Cruz Roja en China y en el hospital
Alemán de Rosario. Su padre, Augusto Bunge, era médico y diputado por el
partido Socialista. Bunge decía que había sido educado sin prejuicios y con
respeto por las diferentes creencias. “La
racionalidad no es incompatible con la religión, ya que hace a la forma y no al
contenido de la argumentación”, postulaba el científico argentino.
“Tomás de Aquino, el máximo teólogo de todos los tiempos, era racionalista y
les advertía a sus correligionarios que, cuando disputasen con infieles, debían
recurrir a la razón, bien común, y no a la fe ni a las escrituras religiosas.
Además, y esto es lo esencial, lo que compartimos ateos y religiosos de buena
fe [...] es mucho más que lo que nos separa: nos une la aspiración a la paz y a
la justicia, así como la protección de la naturaleza, que está siendo
destrozada a gran velocidad con el beneplácito de muchos economistas. Sin ella
se extinguiría la especie humana”. En 1938 ingresó a la Universidad de la Plata
y empezó la carrera de Química porque su padre le advirtió que no podría
ganarse la vida como físico. Cursó solo un año y convenció a su padre de que la
química era aburrida y se pasó a Física, donde tuvo como profesor al escritor Ernesto Sabato. Por su cuenta
estudiaría filosofía para alcanzar la meta que se había propuesto: “filosofar a
la luz de la ciencia”.
El mismo año en que comenzó a estudiar fundó la Universidad Obrera
Argentina (UOA), clausurada por la policía en 1943, en la que trabajadores de
diferentes especialidades recibían capacitación técnica y sindical; un
antecedente de la Universidad Obrera Nacional que crearía Perón en 1952. En
1944, junto a Risieri Frondizi, lanzó la revista Minerva, una
publicación que defendía el racionalismo y que cerró al año siguiente por falta
de recursos. En 1951 estuvo preso durante una semana por su oposición al
peronismo y un año después aprobó su tesis de Doctor en Ciencias Físico
Matemáticas. Fue profesor de
Filosofía de la Ciencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Buenos Aires a fines de la década del 50, cuando construyó la teoría
de “la verdad parcial o aproximada”: “Los lógicos y la mayoría de los
matemáticos rechazan la idea misma de la verdad parcial, creen que la lógica
contiene el principio de la bivalencia, según el cual toda proposición es
verdadera o falsa. Pero esto no es verdad, la lógica no se ocupa de la verdad
sino de la validez, de modo que es posible hablar coherentemente de verdades
parciales, que es lo que suelen hacer los científicos y técnicos”, explicaba
Bunge antes de iniciar un exilio que se fue prolongando en Estados Unidos
(1963-1965), en Alemania (1965-1966) y en Canadá, desde 1966.
Su legado no se limita a
la filosofía y a la ciencia, incluye también la metafísica, la teoría del
conocimiento, la ética y la filosofía política. “Mi principal aporte es construir un sistema
filosófico con algunas ideas nuevas que no se limitan a comentar las ideas de
otros, que es lo que ocurre con los autores de filosofía. Es una filosofía
nueva caracterizada, primero, por el realismo. El realismo filosófico tiene la
tesis de que el mundo exterior no preexiste y existe de por sí, sin nuestra
ayuda, excepto lo artificial, los artefactos humanos, y entre los artefactos
incluyo a la sociedad, lo hecho por la gente y no por la naturaleza --aclaraba
Bunge--. Segundo, es una filosofía materialista, es decir, la tesis de que no
hay objetos inmateriales, sueltos, desencarnados, todo lo material es real. En
particular, las enfermedades mentales son enfermedades del cerebro. Tercero, el
sistemismo, o sea, encarar los problemas gordos de manera sistémica y no
fragmentaria, no contentarse con el análisis, sino hacer síntesis. Cuarto,
cientificismo. La tesis de que todo lo que se puede conocer se puede conocer
mejor usando el método científico, empezando por las ciencias sociales. Por
ejemplo, hacer historia o sociología con números, estadísticas”.
La peor seudociencia para Bunge es la ortodoxia económica porque es “la que
más daño ha hecho”. “La ortodoxia
económica, en particular en el Tercer Mundo, proclama el libre comercio con lo
cual impide el desarrollo de la industria nacional que no puede competir con la
industria importada. Le siguen muy de cerca las seudomedicinas --como llaman a
las medicinas alternativas--, como la homeopatía, la acupuntura, el
psicoanálisis y demás macanas”. El
filósofo curioso recomendaba “no leer porquerías”, entre las que incluía a
filósofos como Hegel, Heidegger y a Nietzsche, “el más venenoso de
todos”.