martes, 17 de mayo de 2022

A 54 años del Mayo 68

                                                                               


 

¡LA IMAGINACIÓN AL PODER!

A 54 AÑOS DEL MAYO 68

 

“Si el poder llega a mis manos, córtenme los dedos”

(Grafitti en las calles de Paris)

 

 

Víctor Rey

 

 

En estos días de crisis global que vivimos a nivel sanitario, político, económico, social y medioambiental me he recordado más del famoso “Mayo Francés” o la “Revolución del 68” que comenzó en Francia y se expandió por toda Europa y su influencia hasta ahora es perceptible. Durante el estallido social que se produjo en Chile en Octubre del 2019, varios analistas dijeron que este era el Mayo Francés de Chile y por eso lo bautizaron como el Octubre de Chile.  En realidad se pueden hacer muchos paralelismos y comparaciones de los dos procesos. Y quizás el más evidente es lo referente al estallido cultural. Eso daría para otra crónica, por ahora solo quiero hacer referencias al mayo Francés de 1968.

 

A cinco décadas de estos acontecimientos, los protagonistas de mayo del 68 sienten en general un sentimiento de satisfacción: los objetivos se alcanzaron globalmente en las sociedades occidentales.  Pero los enemigos de ese proceso no se rinden; consideran que la civilización occidental se vino abajo durante esas tres semanas.  De esta manera, durante su campaña, el Presidente Nicolás Sarkozy atacó violentamente la herencia de mayo del 68 acusándola de ser matriz del relativismo moral que se habría apoderado del Occidente.

 

“Mayo del 68” ha devenido en un movimiento legendario de la historia de Francia: las mujeres se liberaron, el sexo pasó a ser algo normal, la educación se abrió y el centro de trabajo se humanizó.  Pero como todos los mitos, éste clama por ser desafiado.

 

Hoy, los de Mayo 68, son hombres y mujeres con poder en el gobierno francés y en la prensa parisina.  Ya son cuarenta años de este hecho que marcó la historia de Francia y el mundo.  Los conservadores los han odiado siempre, pero incluso los jóvenes izquierdistas los están atacando.  Sus críticos denunciaron su individualismo hedonista, alegando que destruyó el sentido del deber cívico del francés.  Culpan a sus excesos por la reacción de la derecha que ahora está creciendo en el país.  Se preguntan si los estudiantes que comenzaron sus carreras como los apóstoles del cambio no se han convertido hoy en sus enemigos.

 

Más allá de estas circunstancias locales, el balance de Mayo del 68 se traduce antes que nada en una transformación considerable de las costumbres de Occidente, de los valores y de las relaciones sociales: en sustancia, una sociedad individualista suplantó a la sociedad jerárquica.

 

Este individualismo se manifiesta en la vida privada: mayo del 68 fue una liberación sexual que coincidió con la píldora anticonceptiva.  Esta liberación sexual llevó, por su lado, a una relativización del matrimonio: otros tipos de parejas se formaron y el divorcio se volvió común.

 

El autoritarismo también se vino abajo en las empresas donde los modos de gestión más participativos sustituyeron a la jerarquía patronal.  Las iglesias cristianas evolucionaron  en la misma  dirección, amplificación de una liberalización que había sido esbozada por el Concilio Vaticano II.

 

Las universidades francesas, pero en todos lados también, en diferentes grados en las sociedades occidentales, nunca más reanudaron con la jerarquía mandarina; en todas partes hubo que permitir una enseñanza más participativa y consultar a los estudiantes.

 

La vida política, por último, recibió el terremoto adoptando un estilo más relajado, más cercano a las preocupaciones cotidianas: el gaullismo, herencia de la tradición monárquica francesa, no sobrevivió a la sacudida de mayo del 68, el mismo De Gaulle se decidió renunciar un año más tarde.

 

En el mundo ideológico, la víctima más obvia de mayo del 68 fue el marxismo: los líderes de mayo del 68 eran anarquistas y por lo tanto, anticomunistas.  Más significativas que este debate teórico, las revueltas de Europa del Este anunciaban también el estado calamitoso del marxismo tanto como ideología y como ejercicio del poder.  En la práctica, se necesitarán 20 años para que los partidos comunistas desaparecieran de verdad; pero la semilla de su muerte anunciada había sido sembrada en el 68.

 

El verdadero problema es que aquellos vociferantes jóvenes de mayo de 1968 han crecido.  Encontraron trabajos, iniciaron carreras y compraron acciones y asumieron hipotecas, y se convirtieron en parte de la clase poderosa a la que una vez quisieron destruir.  El autoproclamado “portavoz del movimiento revolucionario”, Daniel Cohn-Bendit, conocido como “Danny el Rojo”, es hoy miembro del Parlamento Europeo por los Ecologistas Alemanes.  Jacques Sauvageot, ex dirigente del sindicato de estudiantes, es director de la Escuela de Bellas Artes de Rennes.  El ex marxista Edwy Plenel es editor del principal diario de la nación, Le Monde.

 

Los del 68 parecen haber hecho realidad la profecía del intelectual conservador Raymond Aron, hecha pocas semanas después de que las barricadas fueran levantadas: “Todas las revoluciones francesas han reforzado al final al Estado y han deteriorado la centralización de la burocracia”.  “Toda la imaginación al poder”, solían decir, pero cuando fueron puestos a prueba, la imaginación les falló.  “A finales de 1968, Francia era el país más activo, cambiante y creciente del mundo”, dijo el sociólogo Emmanuel Todd.

 

Estos acontecimientos de mayo del 68 se apagaron de manera igual de inesperada que como habían surgido: en tres semanas, todo volvió al orden anterior, aparentemente.  Los estudiantes volvieron a la universidad, los obreros a sus fábricas, los curas a sus parroquias y el general De Gaulle a la Presidencia.  En realidad todo había cambiado.  Y no sólo en Francia.  Cada país había en efecto vivido mayo del 68 a su manera: en los Estados Unidos, el pacifismo de los estudiantes contra la guerra de Vietnam llevaría tarde o temprano al retiro estadounidense.  En Varsovia y Praga, los levantamientos estudiantiles contra la ocupación soviética revelaban hasta qué punto el comunismo en Europa del Este no era más que un frágil barniz.  En América Latina, estudiantes y obreros y veteranos de Paris 68 volvieron a sus países a fomentar revoluciones sociales.

martes, 10 de mayo de 2022

En el aniversario 87 de su nacimiento y 47 años de su muerte

                                                                                   


 

Roque Dalton, poeta apasionado por la belleza y la justicia.

Víctor Rey

Cuando estudiaba filosofía en la Universidad de Concepción, me reunía con un grupo de amigos que practicaban la poesía.  Era un grupo de soñadores que de alguna manera escribiendo transmitíamos nuestras frustraciones y desencantos con los tiempos que vivíamos.  Logramos sacar solamente un número de una revista a la cual bautizamos, “Sol Oscuro”, en honor al poeta maldito alemán Friedrich Hölderlin. En ese grupo conocí nuevos poetas y logré salir del círculo de poetas que a los chilenos nos movíamos, es decir: Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha. Un miembro del grupo en una oportunidad leyó el poema “América Latina”, y dijo que era de un joven poeta llamado Roque Dalton.  Por mi timidez no pregunté de donde era y que había escrito, pero me encantó ese breve poema.  Con el tiempo pude viajar y conocer el “Pulgarcito” de América Central, como bautizó Gabriela Mistral a El Salvador.  Me sentí contento de saber que en su juventud viajo a Chile para estudiar Derecho en la Universidad de Chile y que aquí donde comenzó su evolución religiosa y política, pasando de ser un católico conservador a un militante con conciencia social.

Roque Dalton nació en San Salvador, 14 de mayo de 1935 y murió cerca de Quezaltepeque, el 10 de mayo de 1975.  Poeta salvadoreño cuya obra, de estilo coloquial y socialmente comprometida, fue partícipe de la renovación de la lírica latinoamericana de la década de 1960. Nacido en la popular barriada de San José de la capital salvadoreña, el joven Roque Dalton cursó sus primeros estudios en los colegios religiosos Santa Teresita del Niño Jesús y Bautista, para ingresar posteriormente en el Externado de San José, donde en 1953 obtuvo el graduado como bachiller.

Desde muy joven manifestó una acusada conciencia social que le llevó a militar en los movimientos revolucionarios que luchaban por las mejoras sociales en Centroamérica. En 1956, mientras estudiaba Leyes en la Universidad de El Salvador, fue en uno de los miembros fundadores del Círculo Literario Universitario, y en 1957 se desplazó hasta Moscú como delegado salvadoreño en el Sexto Festival de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad. Previamente había estado en Chile para cursar estudios superiores de Jurisprudencia (1953), carrera que complementó en su país natal con la de Ciencias Sociales (1954-1959), y en la Universidad de México con la de Etnología (1961).

Por aquel entonces ya era Roque Dalton una de las voces jóvenes más prometedoras de la poesía hispanoamericana contemporánea. Algunas de sus primeras composiciones habían sido galardonadas en varias ediciones del Premio Centroamericano de Poesía (1956, 1958 y 1959). En 1963, con la publicación de uno de sus mejores poemarios, El turno del ofendido, se consolidó como el poeta salvadoreño más relevante de su tiempo. La obra fue distinguida con una mención honorífica en el certamen Casa de las Américas, certamen que siete años después ganaría con el poemario Taberna y otros lugares (1969).

Su actividad política corría pareja a su dedicación a la creación literaria. Miembro del Partido Comunista Salvadoreño desde 1958, Dalton ya había sido encarcelado en varias ocasiones en su país natal cuando, en 1961, se vio abocado a tomar el camino del exilio. Emprendió entonces un periplo que le llevó a residir y trabajar en Guatemala, México, Checoslovaquia y Cuba, estancias en el extranjero que solía interrumpir con esporádicas visitas a su país natal. Se ganaba la vida con los ensayos y artículos que iba publicando, lo que le permitió viajar también, unas veces por motivos periodísticos y otras por activismo político, a las Repúblicas de Vietnam y Corea, y a numerosos países europeos y sudamericanos.

Por desavenencias con los dirigentes izquierdistas de su país, en 1967 abandonó el Partido Comunista y se mantuvo al margen de su militancia política hasta que, en 1973, regresó a El Salvador para alistarse en las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), donde tomó el pseudónimo guerrillero de Julio Delfos Marín. Tras colaborar activamente con esta organización clandestina partidaria del enfrentamiento directo y la lucha armada, por oscuras razones que nunca se han llegado a aclarar fue perseguido, juzgado y ejecutado por sus propios compañeros de armas, que abandonaron su cuerpo en un paraje agreste donde fue despedazado y devorado por las fieras. Esta ejecución desencadenó airadas protestas en los círculos intelectuales, especialmente entre los escritores hispanoamericanos, abanderados en su condena por el argentino Julio Cortázar.

La poesía de Roque Dalton, aunque de rasgos coloquiales, se sustentó en la fuerza de las palabras y del ethos implicado en ellas, como en los siguientes versos: "La vida paga sus cuentas con tu sangre / y tú sigues creyendo que eres un ruiseñor. / Cógele el cuello de una vez, desnúdala, / túmbala y haz de ella tu pelea de fuego, / rellénale la tripa majestuosa, préñala, / ponla a parir cien años por el corazón. / Pero con lindo modo, hermano, / con un gesto propicio a la melancolía". En sus versos subyace un espíritu rebelde que plantea temas de fuerte contenido social, tratados de una manera a veces tierna y a veces irónica y sarcástica, cuyo resultado es de un enorme lirismo.

Sus influencias fueron el surrealismo y las vanguardias europeas en general, la poética conversacional latinoamericana (sobre todo voces como la del chileno Nicanor Parra, que habían traído nuevos aires irónicos a la lírica del continente), la poesía moderna de expresión inglesa, los clásicos en lengua española y algunos poetas contemporáneos, como el guatemalteco Otto René Castillo, el cubano R. Fernández Retamar, el nicaragüense Ernesto Cardenal o el argentino Juan Gelman.

Una parte de su obra ahonda en las aproximaciones entre el relato breve y el poema en prosa, tentativa en la que alcanzó buenos resultados. Un equilibrio entre calidad del lenguaje, ingenio, intelecto, amor humanista y visión política confluyen en sus mejores títulos, como en su célebreTaberna y otros lugares (1969), merecedor del premio Casa de las Américas, tal vez su libro más importante. Antes había publicado La ventana en el rostro (1961), El turno del ofendido(1963), El Mar (1964) y Poemas (1968). Luego publicó los libros Las historias prohibidas de pulgarcito (1975, poesía); y Pobrecito poeta que era yo (1976, novela).

Póstumamente aparecieron algunos títulos inéditos y varias recopilaciones antológicas de sus versos, como Poemas clandestinos (1980), Un libro rojo para Lenin (1986), Un libro levemente odioso (1988), En la humedad del secreto (antología compilada por Rafael Lara Martínez, San Salvador, 1994) y Antología mínima (a cargo de Luis Melgar Brizuela, San José de Costa Rica, 1998). En el campo del ensayo, publicó una monografía titulada El Salvador (1963), un ensayo sobre César Vallejo (1963) y un volumen de testimonios aparecido bajo el epígrafe de Miguel Mármol (1972). Compuso además algunas piezas teatrales, como Caminando y cantando(publicada en 1976) y Los helicópteros (escrita en colaboración con José Napoleón Rodríguez, e impresa en 1980).