Víctor Rey
La comunicación como proceso social, vital para la convivencia, nace con el hombre mismo y ha sido potenciada modernamente a través de grandes organizaciones y poderosas tecnologías.
Las comunicaciones humanas, pueden ser consideradas como procesos inscritos en la dinámica personal, grupal y masiva que posibilitan la convivencia social y también como organizaciones sociales que potencian las interrelaciones humanas a través de los modernos medios de difusión. Pero en ambas perspectivas el término y el fin de la comunicación es el hombre, a quién deben someterse todos los medios y técnicas cuyos usos son a veces ambiguos y aún nefastos para la humanidad.
La evangelización integral como anuncio y denuncia; celebración y actuación de las nuevas relaciones del Reino de la verdad y comunión, está llamada a liberar y perfeccionar las virtualidades de nuestros pueblos latinoamericanos para lograr una convivencia más participativa y plena.
El proceso de liberación integral abarca la conversión del hombre y la mujer latinoamericana desde las dimensiones más profundas de su personalidad, hasta el conjunto de las relaciones que lo vinculan con la naturaleza y la sociedad. Es en la perspectiva de un nuevo relacionamiento con Dios.
La liberación de la incomunicación es así don y consecuencia de la filiación divina, y a la vez tarea histórica que se deriva de esa gracia. La evangelización ilumina el horizonte de la comprensión de esa tarea: restituir al hombre a su verdadera identidad de imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:26), según la figura del Hombre Nuevo, Jesucristo que reconcilia a los hombres entre sí y al mundo con su creador (I Cor. 15:18). Por eso, la tarea evangelizadora conduce a la liberación de las esclavitudes que desfiguran el rostro del hombre y de una nueva humanidad más comunicativa y fraterna y a la superación de las barreras que impiden la reconciliación integral (II Cor. 5:19).
Allí donde el amor teje nuevas relaciones de comunicación de bienes materiales y espirituales (I Juan 4:16), se gesta el nacimiento y desarrollo del reino de Dios en la historia, que gime con dolores de parto hasta la plenitud de la comunión final (Rom. 8:10-27).
En resumen, ningún proceso o sistema comunicativo es indiferente al cristianismo y a la Iglesia de Jesucristo, ya que en ello se juega la dignidad del hombre y cuando un hombre es herido en su dignidad, toda la Iglesia sufre.
Por lo tanto, la evangelización es la comunicación de la Buena Nueva de liberación para instaurar la comunión del Reino de Dios, y como auténtico proceso de comunicación integral, esto implica en su raíz la denuncia del pecado de incomunicación y el anuncio de la superación de las condiciones opresivas que impiden la comunión anunciada por Jesucristo. Es tarea de la reflexión cristiana discernir a la luz de la fe, las manifestaciones de gracia y de pecado que acogen o rechazan la Buena Nueva de liberación y el don de la comunión en la situación de nuestro continente.
Debemos estar atentos al “soplo” del Espíritu.
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