viernes, 26 de abril de 2013


Viktor Frankl y el sentido de la vida

por Eduardo Pino 

Aunque para el común de las personas la figura que más se asocia a la psicología es la de Sigmund Freud, como personaje con características casi míticas y novelescas; personalmente creo que aunque menos mediático, la figura de Viktor Frankl (1905-1997) debe ser hasta el día de hoy una de las más inspiradoras respecto al “sentido” de nuestra existencia.
La vida del fundador de la “logoterapia” (logo = sentido), realmente sorprende por la cantidad de situaciones que mezclan vivencias personales, contextos históricos, experiencias traumáticas y situaciones en que verdaderamente la ciencia queda “al debe” si se desea comprender el significado de variados simbolismos.
Frankl nació en una familia de origen judío en Viena, se recibió de psiquiatra y neurólogo, aunque siempre demostró su interés por la psicología y la terapia. Cuando las sombras del nazismo comenzaron a cubrir Europa y el panorama resultaba especialmente oscuro para los judíos, se encontró en la disyuntiva de emigrar a EE.UU. pero con el impedimento de llevar a sus padres debido a su avanzada edad. El sabía del terrible destino que les esperaba, por lo que caminando por las calles de su ciudad pedía a Dios le enviara una señal para decidir lo correcto, quedarse con ellos o escapar. Sin querer llegó a un lugar donde se encontraban unas ruinas religiosas, llamándole la atención un montículo de piedras. Al acercarse observó que se trataba de una representación de las tablas de la ley en que aparecían los mandamientos de Dios. Curiosamente sólo uno de los diez se podía leer claramente: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. El mensaje no podía ser más claro y decidió quedarse. Estuvo en cuatro campos de concentración, entre ellos Auschwitz, desde 1942 hasta su liberación en 1945, perdiendo a sus padres y a su esposa Tilly, con quién se había casado sólo un año antes. A pesar de los terribles sufrimientos, en entrevistas posteriores siempre expresó haber hecho lo correcto, lo que le entregaba a sí mismo una gran tranquilidad.
Entre las anécdotas que describe en sus libros, expresaba que la vida era tan dura en las barracas y en ocasiones hacía tanto frío, que la única manera de recibir un poco de calor era orinándose encima. En ese ambiente tan hostil, observó como muchas personas simplemente “se dejaban morir”, ya que su desesperanza resultaba tan grande ante las privaciones, el dolor, la humillación y las pérdidas de sus seres queridos, que perdían totalmente la perspectiva del sentido que tenía seguir viviendo. Pero también observó que otras se aferraban a pequeñas cosas, las que para quién no vivió este infierno terrenal parecerían insignificantes, pero que les permitían tener la esperanza que algún día el sufrimiento terminaría.
Los principios que Frankl estableció en la logoterapia son variados e interesantes, pero una de sus premisas más importantes es que más allá de las dificultades que encontremos en la vida, la decisión de cómo las enfrentamos sigue siendo completamente nuestra. Ante los muchos problemas que tenemos que resolver a diario, podemos adoptar una actitud agresiva, arribista y perturbadora tanto para los demás como para nosotros mismos; o podemos elegir la mesura, el respeto y la consideración ante los demás. Eso contribuye a un equilibrio espiritual que nos acerca a la humanidad y valoración del sentido real que tienen los elementos que nos rodean. El no es un filósofo de café ni un científico de escritorio, lo vivenció bajo condiciones inimaginablemente más terribles que las vividas por la mayoría de los seres humanos.
Hoy, en que el éxito y la felicidad parecen medirse por el poder, el dinero, el reconocimiento o las apariencias externas, Frankl parece estar más vigente que nunca en la búsqueda de lo verdaderamente esencial.

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