Carpe Diem es la expresión latina para uno de los temas clásicos de la poesía universal: la brevedad de la vida, la belleza fugaz y la necesidad de por eso gozar del presente. La traducción literal de la frase es "aprovecha el día". El origen de ésta se encuentra en la Oda 11 del primer libro de Odas del poeta Horacio. Allí, dice el poeta "Carpe diem quam minimum credula postero" "aprovecha el día, confia lo menos posible en el mañana".
Este poema de Horacio está dedicado a Leuconoe que en la mitología romana es una hija del dios Neptuno. La imprecación a la doncella que es destinataria del poema se instaurará como elemento recurrente en toda la tradición poética del Carpe Diem.
El poeta romano Décimo Magno Ausonio (310-h.393 d.C.) recoge este tópico horaciano en su poema De rosis nascentibus, texto que algunos atribuyen a Virgilio. Este poema a una joven doncella a quien se invita a aprovechar la juventud culmina con el famoso verso de Carpe Diem: Collige, virgo, rosis frase que representa la fugacidad del tiempo al final del cual todas las cosas, aún si bellas o importantes, habrán de morir.
De De rosis nascentibus:
Apenas tan larga como un solo día es la vida de las rosas;
tan pronto llegan a su plenitud, las empuja su propia vejez.
Si vio nacer una la aurora rutilante,
a esa la caída de la tarde la contempla ya mustia.
Mas no importa: aunque inexorablemente deba la rosa rápida morir,
ella misma prolonga su vida con los nuevos brotes.
Coge las rosas, muchacha, mientras está fresca tu juventud,
pero no olvides que así se desliza también tu vida"
De Horacio:
Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris números. Vt melius, quidquid erit, pati!
seu pluris hiemes, seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum: sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
Traducido al español:
No preguntes (es sacrílego saberlo) qué fin a mí, cuál a ti,
los dioses han dado, Leuconoe, ni sondees los babilónicos
números. ¡Cuánto mejor es soportar lo que haya de ser!
Así Júpiter nos haya concedido muchos inviernos, así este sea el último
que ahora desgasta contra los escollos sobresalientes las olas
del Tirreno: sé sabia, filtra el vino y en un espacio breve
recorta una esperanza larga. Mientras hablamos, habrá huido celosa
la edad: aprovecha el día, confia lo menos posible en el mañana.
También en el antiguo testamento en el libro del Eclesiates, se hace mención a la idea de gozar el presente, en Eclesiastés, 9, vs. 8-11 se lee:
"lleva siempre vestidos blancos y no falte el perfume en tu cabeza, disfruta la vida con la mujer que amas, todo lo que te dure esa vida fugaz, todos esos años fugaces que te han concedido bajo el sol; que esa es tu suerte mientras vives y te fatigas bajo el sol".
En el Barroco literario, como parte de la tendencia a la recuperación de los tópicos clásicos, el tema reaparece en Shakespeare y otros escritores. En la tradición hispana el motivo reaparece primero en un conocido Villancico de Juan del Encina (1468 -1529) Oy comamos y bebamos y en los poetas del Siglo de Oro Góngora y Garcilaso en los sonetos ClXVI y XXIII, respectivamente
Este poema de Horacio está dedicado a Leuconoe que en la mitología romana es una hija del dios Neptuno. La imprecación a la doncella que es destinataria del poema se instaurará como elemento recurrente en toda la tradición poética del Carpe Diem.
El poeta romano Décimo Magno Ausonio (310-h.393 d.C.) recoge este tópico horaciano en su poema De rosis nascentibus, texto que algunos atribuyen a Virgilio. Este poema a una joven doncella a quien se invita a aprovechar la juventud culmina con el famoso verso de Carpe Diem: Collige, virgo, rosis frase que representa la fugacidad del tiempo al final del cual todas las cosas, aún si bellas o importantes, habrán de morir.
De De rosis nascentibus:
Apenas tan larga como un solo día es la vida de las rosas;
tan pronto llegan a su plenitud, las empuja su propia vejez.
Si vio nacer una la aurora rutilante,
a esa la caída de la tarde la contempla ya mustia.
Mas no importa: aunque inexorablemente deba la rosa rápida morir,
ella misma prolonga su vida con los nuevos brotes.
Coge las rosas, muchacha, mientras está fresca tu juventud,
pero no olvides que así se desliza también tu vida"
De Horacio:
Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris números. Vt melius, quidquid erit, pati!
seu pluris hiemes, seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum: sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
Traducido al español:
No preguntes (es sacrílego saberlo) qué fin a mí, cuál a ti,
los dioses han dado, Leuconoe, ni sondees los babilónicos
números. ¡Cuánto mejor es soportar lo que haya de ser!
Así Júpiter nos haya concedido muchos inviernos, así este sea el último
que ahora desgasta contra los escollos sobresalientes las olas
del Tirreno: sé sabia, filtra el vino y en un espacio breve
recorta una esperanza larga. Mientras hablamos, habrá huido celosa
la edad: aprovecha el día, confia lo menos posible en el mañana.
También en el antiguo testamento en el libro del Eclesiates, se hace mención a la idea de gozar el presente, en Eclesiastés, 9, vs. 8-11 se lee:
"lleva siempre vestidos blancos y no falte el perfume en tu cabeza, disfruta la vida con la mujer que amas, todo lo que te dure esa vida fugaz, todos esos años fugaces que te han concedido bajo el sol; que esa es tu suerte mientras vives y te fatigas bajo el sol".
En el Barroco literario, como parte de la tendencia a la recuperación de los tópicos clásicos, el tema reaparece en Shakespeare y otros escritores. En la tradición hispana el motivo reaparece primero en un conocido Villancico de Juan del Encina (1468 -1529) Oy comamos y bebamos y en los poetas del Siglo de Oro Góngora y Garcilaso en los sonetos ClXVI y XXIII, respectivamente
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