domingo, 28 de abril de 2013


Acción con retardo Hoffman, en los ‘70, comenzó a dirigir una película. Pero paró. Tres décadas después, el actor de “Rain Man” volvió al ataque./DIAMONDAmpliar

Acción con retardo Hoffman, en los ‘70, comenzó a dirigir una película. Pero paró. Tres décadas después, el actor de “Rain Man” volvió al ataque./DIAMOND

Acción con retardo Hoffman, en los ‘70, comenzó a dirigir una película. Pero paró. Tres décadas después, el actor de “Rain Man” volvió al ataque./DIAMOND

Dustin Hoffman: debutante... a los 75 años



Dirigió su opera prima, que se estrena el jueves. “Postergamos las cosas porque no nos sentimos con derecho a hacerlas”, sostiene el hombre que le dijo no a Bergman y a Fellini.

Desde que comenzó a actuar hace 45 años, en El graduado, donde interpretaba a un virginal Benjamin Braddock a punto de ser educado en las cosas del amor y la lujuria, Dustin Hoffman se destaca por su voz, una voz tan lenta, profunda y sonora como crema batida mezclada con gravilla. Hoffman es un actor extraordinariamente convincente: cuando transpira en Perros de paja, el sudor es real; uno casi puede olerlo cuando hace del linyera rengo Ratso en Perdidos en la noche; y cuando se pone vestido y tacos en Tootsie, uno sabe que aprendió a caminar como una señora... pero al final todo pasa por su voz.
Es sorprendente lo contadas que son las películas malas y el alto porcentaje de clásicos que hay en el catálogo de Hoffman: además de las mencionadas, están Todos los hombres del presidenteMaratón de la muerteKramer vs. Kramer. Y hasta ganaron un Oscar (Rain Man), por la que él también ganó.
Pero hoy la voz esta aquí para hablar de dirigir más que de actuar. Treinta y seis años después de empezar a filmar, Hoffman por fin ha completado una a los 75.
Rigoletto en apuros es un filme optimista sobre un hogar para cantantes de ópera jubilados, dirigido con calidez y destreza. ¿Por qué tardó tanto en dirigir?
“Es uno de mis demonios, supongo. Lo era, hasta ahora”, dice. Retrocede a mediados de los ‘70 cuando compró los derechos del libro No Beast so Fierce (Ninguna bestia tan feroz), sobre un reincidente preso en San Quintín. Hoffman pasó dos años reuniendo el dinero y eligiendo actores y técnicos para la película, entonces llamada Straight Time(Horario corrido), y empezó a dirigir. Y el actor que es famoso por decir a los directores cuándo algo les salió bien, descubrió que no podía tomar una decisión ni aunque de ello dependiera su vida. “Me despedí a mí mismo porque no teníamos playbacks ”. Bah, dice, es sólo una excusa. Se echó porque había perdido el coraje.
¿Tenía razón en darse una patada? “No. Después me pareció que había perdido una oportunidad. Todos hacemos eso; postergamos las cosas porque no nos sentimos con derecho a hacerlas”.
Hoffman tiene una larga historia de oportunidades desperdiciadas. “Hay muchas películas que rechacé -dice-. Ese es otro de mis demonios. Rechacé proyectos maravillosos”. ¿Por ejemplo? “Ingmar Bergman, porque mi primera mujer estaba embarazada y no quería dejar a su obstetra de Nueva York para ir a Suecia. Uno puede encontrar razones para dejar de hacer cualquier cosa”.
Vuelve a la lista. “Ah, también rechacé a Fellini. No filmaba con sonido normal. Lo hacía con una banda de guía porque después todo se dobla, y pensé que eso iba a comprometer mi actuación. Le dije que pagaría para que se hiciera con sonido directo, pero me dijo que no, que él trabajaba así. Adoro a Fellini, y lo rechacé”. Es ridículo, le digo. Asiente. “Yo siempre buscaba razones para no hacer algo. Pero tengo una mejor”, continúa. No sé si está fanfarroneando o dándose con el hacha. “Una vez tenía que encontrarme con Samuel Beckett en un bar de París para hacer una reposición de Godot, y lo dejé plantado. Empecé a dar vueltas a la manzana, pero no pude entrar. Sí. Simulé que no sabía que la cita era ese día”.
¿Lo hacía por haragán? No, aclara. “No era una excusa para no trabajar... Me costaba darme permiso para tener éxito. Me habría sentido mucho más cómodo si la actuación apenas me hubiese alcanzado para ganarme la vida, que era lo máximo que esperaba. Decía que El graduado era un accidente insólito”.
Pasamos a la nueva película y a cómo finalmente se deshizo de ese demonio. A diferencia de la primera vez que intentó dirigir, en Rigoletto en apuros Hoffman no actúa. Aunque la película, adaptación de la obra teatral de Ronald Harwood, deja en claro que la vejez no es para los remilgados, también es un himno al espíritu humano. Lo que deja ver es la capacidad de Hoffman para sacar lo mejor de su reparto de estrellas británicas (Michael Gambon, Billy Connolly, Pauline Collins, Maggie Smith).
Hoffman dice que la película fue catártica. “Hago terapia desde hace años”, cuenta. ¿Cuánto tiempo fue a terapia por su incapacidad para dirigir? “Unos diez años”. Con un buen terapeuta, agrega, uno puede lograr cualquier cosa. “Me gustaría hacer terapia hasta después de muerto”.
Traducción: Elisa Carnelli

No hay comentarios: