Espiritualidad y Salud Integral
Víctor Rey
“Por
espiritualidad entiendo la búsqueda antigua y perenne del ser humano de
la conexión con algo mayor y más fidedigno que nuestro ego: con nuestra
propia alma, con los demás, con los mundos de la historia y de la
naturaleza, con el aliento indivisible del espíritu, con el misterio de
la vida.” (Richard Wolman)
“Salud es un estado de completo bienestar físico, mental, social y
en armonía con el medio ambiente y no solamente la ausencia de
afecciones o enfermedades.” (Preámbulo de la Constitución de la OMS, 1948)
Con el tiempo hemos llegado a reconocer que las causas de la
enfermedad en el mundo son tanto socioeconómicas y espirituales como
biomédicas. La mayoría de las veces, la cuestión de la salud está
supeditada a situaciones relacionadas con la justicia, la paz, la
integridad de la creación y la espiritualidad.
También es un hecho reconocido que la principal causa de enfermedad
en el mundo actual es la pobreza, resultado final de la opresión, la
explotación y la guerra. Las campañas de vacunación, los métodos
tradicionales no resuelven de manera significativa los problemas que
plantea la enfermedad debida a la pobreza. Las religiones están
llamadas a considerar esta situación como una cuestión de justicia que
debe plantearse en los centros de poder a nivel local, nacional,
regional y mundial. Al mismo tiempo, esto es una llamada al compromiso
para lograr una distribución más equitativa de los recursos disponibles
en materia de salud, tanto en el plano nacional como internacional.
Al luchar por la justicia y los derechos humanos en el mundo, las
personas que profesan una religión han descubierto nuevas señales del
poder de curación de Dios y, confiando en Él, han aprendido a superar la
desesperación y el miedo a la muerte.
Los conflictos armados y otras formas de violencia política han sido
las principales causas de muerte en este último tiempo. El terrorismo
de Estado, ejercido a través de torturas, encarcelamientos, así como
otras violaciones de los derechos humanos, han destruido la integridad
física, mental y espiritual de personas en el mundo. La amenaza de
exterminio nuclear pesa sobre todo el orbe, eliminando toda esperanza de
vida.
Ningún medicamento puede aliviar la enfermedad personal y social que
surge como producto del clima militarista que azota al mundo. Ante esta
situación, las personas que tiene una vivencia espiritual deben
recordar la bienaventuranza de ser artífices de la paz.
En el mundo de hoy, existe una buena cantidad de enfermedades
causadas por los propios seres humanos. Por ignorancia, avidez o falta
de control personal, hacemos, individual y colectivamente, cosas que
ocasionan daños físicos, mentales, espirituales y ecológicos que no
pueden ser reparados por la tecnología médica. Los estilos de vida y
los valores individuales perturban cada día más las relaciones sociales y
la vida comunitaria.
En su gran mayoría las diversas espiritualidades llaman a defender y
proteger la integridad de la creación, interesándose por el cuerpo
humano, así como por las condiciones ambientales necesarias para
conservar la vida.
Hoy la ciencia médica comienza a afirmar que las creencias y los
sentimientos son los instrumentos y fuerzas que permiten la
curación. Incluso en medio de la pobreza muchas personas gozan de buena
salud, mientras que entre los ricos existen muchos con enfermedades
crónicas. ¿Por qué? Esto es debido a que lo más importante para la
salud es la dimensión espiritual. Cuando optamos por la dimensión
espiritual de la vida elegimos la vida abundante, la vida plena, la vida
integral. La culpa, el odio, el resentimiento, el miedo y el sin
sentido son los factores que más influyen en la disminución de la
capacidad del sistema de inmunización del cuerpo, en tanto que las
relaciones de amor, de paz, de justicia, de solidaridad en comunidad son
las que más aumentan esa capacidad y también la resiliencia.
Quienes tienen una armonía amorosa con Dios, consigo mismo, su
prójimo y el medio ambiente, no solo sobrellevan mejor la tragedia o el
sufrimiento, sino que salen fortalecidos de esas pruebas.
Hace un tiempo leí un informe realizado por la Universidad de
Missouri, donde examinó los resultados de tres encuestas en las que se
preguntaron a budistas, católicos, judíos, musulmanes y protestantes
sobre sus personalidades, niveles de espiritualidad y su salud física y
mental. Entre las personas de las cinco religiones, se asoció un mayor
grado de espiritualidad con una mejor salud mental, específicamente con
niveles más bajos de neurosis (que implica inestabilidad emocional,
estados de ansiedad, tensión y preocupación, así como tendencia a
sentimientos de culpabilidad), y una mayor extraversión, en la que la
atención y la energía se enfocan en el ambiente y las relaciones
sociales.
Según las conclusiones del estudio, la espiritualidad podría ayudar a
la salud mental de las personas al reducir el grado de egocentrismo,
desarrollar el sentido de pertenencia a un todo más amplio y una mayor
conciencia de unidad y conexión con el resto del universo. Los
investigadores también resaltan que la salud mental de las personas que
se recuperan de distintas condiciones como el cáncer, accidentes
cerebrovasculares y lesiones de la médula espinal parecen estar muy
relacionada con creencias espirituales positivas. Y concluyen que las
creencias espirituales podrían ser una forma efectiva de enfrentar y
manejar el estrés. Cualquiera que sea la religión, si se siente apoyado
por ella, le ayudará a enfrentar mejor los problemas de la vida.
Esta es la razón por la cual el maestro de espiritualidad Anselm Grun en su libro, La salud como tarea Espiritual
nos dice: “Muchas personas presienten que la salud es mucho más que una
sustitución de piezas desgastadas y que no se puede garantizar con unas
recetas médicas, porque supone una relación correcta del individuo
consigo mismo, con los demás, con la creación y con su autor, Dios.”
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