HUGO
CHAVEZ Y LA RELIGION
Víctor
Rey
En la tarde del martes 5 de marzo a las 4.25 PM
escuchamos y leímos acerca del fallecimiento del Presidente de Venezuela Hugo
Chávez. Nos llama la atención el fervor
popular que Chávez despertó entre sus seguidores y también las diferentes
muestras de religiosidad que el pueblo
demostró. Quiero compartir
algunas reflexiones sobre este tema en especial a su relación con el
cristianismo.
Es de todos conocidos la admiración que Chávez tenía por Karl Marx al cual citaba con
alguna frecuencia y también al Che Guevara y Fidel Castro. Se definía como un socialista que había
fundado El Socialismo del Siglo XXI.
Cuando apareció su enfermedad las citas al cristianismo y a la Iglesia fueron
más frecuentes. Rogaba por una
“intervención divina” sujetando y a veces besando un crucifijo. Fue muy significativo la oportunidad en la
cual se vió junto a su familia participando en una misa y pidiendo a Dios que
le diera una oportunidad de seguir viviendo.
Cito mucho a dios y a Jesucristo.
Su religiosidad contrasta con el secularismo estoico de otros líderes
que se han proclamado socialistas.
En otro momento estando en Cuba, Chávez
sujetando el crucifijo, que según el mismo dijo, lo ayudó en su momento más
sombrío, cuando fue derrocado brevemente en abril del 2002. “Tengo una gran fe en todo lo que estamos
haciendo, en este trabajo intenso contra la enfermedad que me emboscó el año
pasado y tengo fe, repito, en Dios. Es
como un pacto con Dios, mi Señor.” Lo
dijo con un rostro pálido e hinchado.
El año pasado celebró su reelección leyendo un
pasaje bíblico que describe el estilo de
vida comunal de los cristianos del primer siglo. También mencionó con frecuencia que su
revolución debe crear un “hombre nuevo”, un eco del tema del apóstol Pablo en
sus epístolas.
Cuando Chávez reveló en junio del 2011 que
estaba enfermo, surgió un grupo llamado Consejo de Empleados Públicos
Cristianos que organizo reuniones de oración, que fueron transmitidas en vivo
por la televisión estatal y radioemisoras cristianas.
La gran mayoría de los venezolanos se declaran
católicos y la población de las iglesias evangélicas en especial los sectores
pentecostales siguen creciendo. Muchos también practican religiones locales y
dejan ofrendas voluntarias en santuarios construidos en las carreteras. Fui
testigo de este hecho y también de la polarización que existe entre las
diversas iglesias y líderes en algunas
visitas que realicé a Caracas por motivos de diversas reuniones invitado por El
Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI).
El nombre de Chávez no dejaba indiferente a nadie. Y la polarización en la población y las
iglesias me hizo recordar la situación de Chile en los años 70 en los tiempos
de gobierno de Salvador Allende.
Combinar la religión y la política no es nada
nuevo en Venezuela, ni en América Latina. Por ejemplo el presidente de
Nicaragua, Daniel Ortega enfatizó sus creencias cristianas en su campaña por la
reelección el año pasado y sus mítines eran acompañados de procesiones
religiosas, himnos y cánticos cristianos y el slogan “Cristiano, Socialista y
Solidario”. La estrategia trajo consigo
críticas de los diversos sectores de las iglesias que lo consideraban solo una
estrategia para conseguir votos.
Chávez se consideraba católico, pero sus
creencias eran algo eclécticas. En algunas
ocasiones se declaró seguidor de deidades folclóricas como María Lionza, una
diosa indígena que es venerada en diversos
santuarios en su país. Chamanes
indígenas también realizaron ceremonias de curación para Chávez. “El objetivo es inyectar de energía positiva al líder de la Revolución
Bolivariana. Pedimos por su sanación
total y sabemos que los espíritus de nuestros ancestros ayudaran”, expresó
Jesús Juagivioy cacique de una tribu del estado de Chávez, Barinas.
A pesar de sus declaraciones sus relaciones no
han sido buenas con la jerarquía católica. Casi inmediatamente a su llegada al
mando de la nación en 1998, Chávez recortó a los
subsidios a la Iglesia Católica en un 80% según algunas estimaciones. Ha
acusado a los líderes católicos de simpatizar con los ricos en vez de los
pobres y en una declaración fuerte en 2010 dijo que “Cristo hubiera azotado a
algunos líderes católicos por mentir”, cuando el cardenal Jorge Uroza
advirtiera sobre la pérdida de los valores democráticos en Venezuela. Sin embargo
Chávez insistió que fue siempre muy católico, desde que era monaguillo y
calificaba a Jesucristo de “el más grande socialista de la historia”.
Con el mundo de las iglesias evangélicas las
relaciones no fueron unánimes. Existen
iglesias que lo apoyan y otras que se sintieron perseguidas. La Iglesia Renacer, una congragación
pentecostal a través de su pastor Jesús Pérez manifestó que ahora existía más
libertad para los cristianos que antes.
Por su parte Samuel Olson pastor de la Iglesia Las Acacias y presidente
del Consejo Evangélico de Venezuela, sospecha que la retórica bíblica de Chávez
es más bien una estrategia política en lugar de ser una señal de fe. (protestantedigital.com/es/internacional)
Chávez nunca morirá. Aunque no sea en el sentido heroico que hoy
proclaman con más tristeza que convicción sus seguidores. El estilo
personalista que representó Hugo Chávez es parte esencial de la geografía de
América Latina. Mientras las causas que
explicaron el ascenso de Chávez al poder sigan definiendo a las sociedades
latinoamericanas, sobraran mesías que se levanten prometiendo más justicia
social y menos desigualdad.
Muchos juicios que se hacen de Chávez y su
legado le atribuyen más fortalezas que debilidades. Su polémica personalidad fue más importante
que su legado. Después de todo Chávez
fue un caudillo más en esta región que los ha tenido en demasía.
Mientras una gran parte del pueblo venezolano
llora su partida, muchos en la élite celebran la muerte de Chávez. Creen
equivocadamente que todo volverá a ser como antes. Sin entender que Chávez fue un síntoma de la
enfermedad de la desigualdad y exclusión que afligía a Venezuela y no la causa
de la polarización política, la vieja guarda sueña con reconstruir un pasado
que Chávez exitosamente destruyó.
Con la caída del Muro de Berlín en 1989,
cambiaría no solo la bipolaridad del sistema internacional, sino también el
dualismo ideológico. En la gran lucha
del Siglo XX, el capitalismo de la mano de la democracia liberal occidental
había triunfado. Francis Fukuyama lo
había llamado El Fin de la Historia.
Pero no contaban con Hugo Chávez.
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