Mega-tendencia a la espiritualidad: a más vicio más gracia.
Por
Elsa Fries
Si entendemos la espiritualidad como saber cómo vivir en una
actitud positiva hacia nosotros mismos y hacia los otros, de manera que
podamos vivir en la felicidad de tener un objetivo de vida y unas
relaciones personales satisfactorias, podemos afirmar que la
espiritualidad es una megatendencia que permitirá a la humanidad llegar a
otra etapa de desarrollo global.
Espiritualidad es el arte y la ciencia de ir dentro del espíritu
interior. Espiritualidad es el despertar de la propia energía al
entendimiento de sí mismo a través de la meditación y variados métodos
de contemplación promovidos por muchas escuelas de pensamiento
espiritual. Espiritualidad difiere de religión, mientras que la
religión está centrada en la práctica de cierto sistema de fe y
creencias, principalmente a través de oraciones, rituales y devoción, la
espiritualidad tiene como objetivo el conocimiento profundo de la
naturaleza del espíritu humano a través de la meditación, la
contemplación y la disciplina; la espiritualidad aporta un sentimiento
de lo sagrado del ser humano que es común a muchas religiones.
En lo más profundo el ser humano busca la paz, la felicidad, el amor,
la libertad, el respeto y muchos más valores, para lo que
históricamente ha venido estableciendo sistemas sociales y culturales y
lo que ha podido cosechar hasta ahora es escasez de agua y alimentos,
deterioro del medio ambiente, incremento de las enfermedades,
terrorismo, manipulación del conocimiento, desempleo, pobreza,
hambrunas, deterioro de la familia, racismo, xenofobia, guerras,
injusticia, desequilibrio social y tristeza generalizada. Después del
fracaso del positivismo científico y de los sistemas sociales y
económicos, la reacción humana en busca del equilibrio es a potenciar su
ancestro divino, a más vicio más gracia, y esto se manifiesta en la
megatendencia a la espiritualidad.
La fuerza de la espiritualidad es obvia en las culturas orientales,
pero también es innegable como ha permeado el pensamiento occidental,
cada vez con más potencia, a partir de la mundialización y del
desarrollo de las comunicaciones en un sistema global que ha permitido
la circulación del pensamiento alrededor del centramiento en la
reflexión humana sobre la naturaleza profunda del hombre: el espíritu. A
lo anterior se añaden las preocupaciones humanas por el medio ambiente y
por el regreso a formas naturales, integrales y holísticas de atención a
la salud que han posibilitado el fortalecimiento de la reflexión sobre
el espíritu del hombre.
El incremento en las vivencias dolorosas del ser humano tales como
desastres ecológicos, naturales, sociales y económicos que han
fortalecido los miedos del hombre y la necesidad de aferrarse a sus
mitos y creencias, al mismo tiempo que la conciencia humana de la
profunda relación mente-cuerpo, de que el pensamiento controlado y
positivo es detonante de las curaciones del cuerpo y del éxito del
hombre en las actividades que emprende, han sido factores importantes en
el sostenimiento y desarrollo de la espiritualidad.
La concienciación individual de que los comportamientos positivos
generan sentimientos, actitudes y hábitos positivos que facilitan la
relación con uno mismo, con los demás y con el medio ambiente está
propiciando la conciencia social que promoverá la masa crítica necesaria
para transformar las actitudes colectivas.
En la mirada a la integralidad del individuo el ser humano ha generado
múltiples asociaciones y grupos informales de sostenimiento que han
promovido valores humanos como la solidaridad, la cooperación, la
confianza y la atención a los conflictos internos del ser humano.
Ejemplos diarios se encuentran en los grupos de oración, en los
voluntariados, en las organizaciones no gubernamentales que trabajan por
la calidad de vida y por los derechos humanos, de los animales y de la
naturaleza.
La megatendencia de la espiritualidad promueve la disminución del
stress, la relajación, el descanso del hombre en la aceptación de que de
sus valores espirituales y de que su decisión para enfrentar la vida de
manera optimista o pesimista es su libertad más íntima y de que la
adaptabilidad a las situaciones cambiantes le permite generar el
disfrute y el goce de la vida.
La conciencia social del desarrollo de las comunicaciones en la aldea
global, que técnicamente posibilitó una mayor comunicación entre los
seres humanos al mismo tiempo que la incomunicación entre los hombres,
tanto en la pareja como en la familia o en los grupos sociales, ha
generado una torre de Babel en la que el hombre vive la soledad y la
angustia de la incomunicación consigo mismo como espíritu y que le
obliga a mirarse y a introvertirse para profundizar en su propia
comprensión.
Con el fin de compartir los conocimientos desarrollados en el tema el
hombre ha generado múltiples espacios educativos formales y no formales
de divulgación sobre la espiritualidad y es innegable la gran cantidad
de libros y grupos sobre autoayuda, autoestima, conocimiento de sí
mismo, excelencia humana, liderazgo, relaciones humanas, meditación,
etc., lo que implica el reconocimiento social mundial de esta
megatendencia.
Al reconocer el potencial divino del ser humano, manifiesto en su
capacidad del bien a voluntad y explícito en los comportamientos
demostrativos de su asombrosa posibilidad de ser amoroso, justo, libre,
generoso, tolerante, paciente, honesto, humilde, creativo, solidario,
cooperador, organizado, ordenado, benevolente, responsable, confiado,
corajudo etc., el hombre tiene un maravilloso patrimonio que a futuro le
permitirá, decidir a su voluntad la construcción de la ya denominada
“sociedad del amor”.
La tendencia espiritual le permite al hombre volverse observador de
sus propios hechos en un viaje personal hacia la autorrealización, a
través de la cual puede incrementar su capacidad de tolerar y resistir
las dificultades de la vida actual y ampliar la conciencia,
comprendiendo a la sociedad y al mundo en una conciencia ilimitada que
le permite tender a la perfección y crear el propio cambio que conlleve,
en un mediano plazo, el cambio del mundo. La espiritualidad conduce al
empoderamiento de la capacidad de discernir para tratar los problemas
especiales y específicos del mundo con pleno empleo de la inteligencia
que contextualiza el manejo de los problemas y de las situaciones para
asumir la responsabilidad de juzgar las actuaciones personales y
colectivas y de aceptar los resultados de las acciones adelantadas. Al
mismo tiempo la espiritualidad produce tanto el desarrollo de la
capacidad de perdonar como el incremento de la habilidad de enfrentar
los miedos personales y los generados colectivamente. De otra parte
fortalece la capacidad de cooperar para crear la energía necesaria para
mover montañas con el aporte de muchos dedos de cooperación.
El autocultivo del potencial espiritual del hombre conlleva
desaprender voluntariamente las tendencias negativas y la substitución
por nuevos paradigmas positivos, así se promueve el desarrollo de la
“inteligencia emocional” facilitadora de la comprensión de sí mismo en
una plena maduración personal que implica necesariamente la mayor
posibilidad de interrelacionar con los demás, es el conocimiento de las
propias emociones, de la manera de manejarlas, el dominio de la
automotivación, y el conocimiento y la comprensión de las emociones de
los demás que permite el sostenimiento de unas sanas y equilibradas
relaciones interpersonales. También el autocultivo conlleva el
desarrollo de la que se empieza a llamar “inteligencia espiritual” que
es el reconocimiento de los sentimientos profundos que están detrás de
las emociones y que permite tanto el conocimiento como el manejo de la
propia espiritualidad y el reconocimiento de la espiritualidad de los
demás, buenos ejemplos del desarrollo de la inteligencia espiritual son
Mahatma Gandhi, Madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela.
Se dice que un ser humano ha desarrollado la inteligencia espiritual
cuando ha resuelto preguntas substanciales de la vida tales como: ¿Cuál
es la misión de mi vida? ¿Cuál mi propósito? ¿Yo que haría si no tuviese
ningún temor? ¿Qué he deseado hacer siempre pero no he tenido la
ocasión o he desaprovechado la oportunidad? ¿Cuál es mi pasión? ¿Para
dar qué, me ha preparado la vida? ¿Por qué cosa estaría preparado a
morir? ¿Por qué cosa estoy preparado para vivir?
La espiritualidad profunda genera una conciencia elevada y la fe
inquebrantable en la gran familia universal. La espiritualidad implica
individualmente la decisión por un modelo de excelencia humana personal y
colectivamente la visión concertada de un mundo mejor.
La coexistencia en un mundo mejor será regulada por valores
universales como respeto, amor, tolerancia, unidad, responsabilidad,
justicia, solidaridad, cooperación etc., tales que posibiliten los
acuerdos de convivencia y hagan mínimamente necesaria la definición de
leyes, reglamentos y demás normas reguladoras de la misma. Será la
literalidad de con-vivir, entendido como vivir con el otro por haber
fortalecido la capacidad de con-versar con el otro y construir el
acuerdo de la coexistencia pacífica.
El reconocimiento universal a personas, instituciones y religiones implica el aprecio por esta nueva e innegable megatendencia.
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