COMO VIVIR LA NAVIDAD EN UNA SOCIEDAD DE
CONSUMO
Víctor Rey
Hoy
la Navidad sufre una gran distorsión en su real sentido. Cuando pensamos en la navidad inmediatamente
vienen a nuestra mente Santa Claus, los
regalos y toda la fiebre consumista que se forma en torno a esta
festividad. Todo esto nos produce una
carga alta de estrés y también angustia.
Es necesario encontrar el verdadero sentido y compartirlos entre tantas
personas que en esta fecha se encontrarán solos y deprimidos. Por otro lado hay
que vivirlo con los más empobrecidos, los más vulnerables y los que se
encuentran sin esperanza.
Seguimos
viendo que la realidad en nuestras ciudades se van empeorando, las expectativas
y la realidad de nuestro pueblo, siguen estando marcadas por los signos de la
anti- vida. Las profundas desigualdades
sociales, las contradicciones socioeconómicas y la desesperanza están marcando el
paso en la vida cotidiana.
La
experiencia de los pastores en la fría noche de Navidad vuelve a convertirse en
una realidad. Nuestro mensaje y acción
debe estar cargada de mucha esperanza.
La gente desea escuchar buenas noticias, noticias que construyan,
estimulen e impulsen la vida plena. Queremos
escuchar las buenas noticias que sean de gozo para todo el pueblo.
Esta
buena noticia no es sólo un sistema de ideas que se contrapone a los sistemas
de ideas de hoy vigentes en el mundo. No
es una ideología más en el supermercado intelectual y religioso del
momento. Es un poder, es una forma de
vivir y plantarse frente al mundo, es una comunidad que trasciende
barreras. Para recuperar el sentido
vigoroso de un estilo de vida cristiano hay que sacar el Evangelio de manos de
los vendedores profesionales que lo han vuelto un inocuo producto comercial que se ofrece al
mejor postor y de los religiosos de turno que han sacado del centro de la
navidad a Jesús. Dondequiera un ser
humano que invoca el nombre de Cristo se atreve a vivir por él; se esfuerza por
practicar sus demandas de amor, justicia, servicio y arrepentimiento; alza sus
ojos con esperanza y vence el temor, allí es donde está avanzando el Evangelio.
Vivir
el Evangelio y el espíritu de la navidad es primero vivir la libertad de la
idolatría materialista de los apetitos económicos. Es hacer de Jesús el modelo de vida y entrar
a un género de vida que ve lo económico como un campo en el cual se pone en
práctica la obediencia a Dios, el dador de todo lo que el humano posee. Cuando nos damos cuenta que nuestros propios
apetitos invaden nuestros pensamientos y palabras, relativizando lo justo y
auténtico de nuestros proyectos más amados, descubrimos también que Jesús puede
renovar nuestras vidas y purificarlas para que den fruto. El hombre nuevo con su hambre de sed y
justicia ya empieza a manifestarse en la disposición a cambiar nosotros mismos
para que el mundo cambie.
Rescatar
el verdadero sentido de la Navidad, es vivir el Evangelio, no cayendo en la
trampa del mercado y de la sociedad de consumo.
El problema con la ideología del libre mercado es que nos hace aceptar
su utopía como un axioma que no necesita demostración. Es decir como el único camino que es
aceptable hoy es el de la
Economía de Libre Mercado.
Nuestra vida y nuestra acción no sirven para nada a menos que estén al
servicio de esa ideología. Con ese mismo
criterio se juzga la historia de la
Iglesia , la historia del mundo y aun Jesús mismo.
No
caer en esa trampa, no aceptar esa utopía, esa idolatría del mercado, como un
axioma ni tampoco aceptar como “científico” un análisis, que por un lado se
alimenta de la opresión de los más pobres y por otro reduce al hombre y la
mujer a seres que solo sirven para consumir.
Por lo tanto debemos proclamar en primer lugar que la norma que juzga la
vida y la acción de los hombres y las mujeres no es el éxito, ni la cantidad de
cosas que se posean, sino el designio de Dios revelado en Jesús. Descubrimos también que para tener valor y
eficacia las acciones humanas no necesitan ser exitosas. La vida es mucho más que la economía. La fidelidad a Dios se da dentro de una
variedad inmensa de marcos de servicio.
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