NOAN
CHOMSKY, 90 AÑOS DE REBELDÍA
“La
gente ya no cree en los hechos” dice Noam Chomsky en una entrevista. El
lingüista vivo más importante del mundo, creador de la revolucionaria gramática
generativa, ha cumplido 90 años, ha
abandonado su mítica cátedra del MIT en Boston para instalarse en Arizona. Allí sigue impartiendo clases y denunciando
las injusticias de un sistema político y económico que argumenta, sigue
ahondando en la desigualdad.
Tuve el
privilegio de conocer a Noam Chomsky cuando estudiaba Comunicación Social en la
Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, allá a principios de los años
noventa. Dio una conferencia pública en
uno de los auditoriums más grandes de la universidad, en cual estaba repleto y
tuvimos que sentarnos en las gradas para escucharlo. Una de las preguntas que hizo en esa
oportunidad la recuerdo y fue esta: ¿Cómo es la clase trabajadora hoy? Tal vez
sea esa la pregunta crucial y no sabemos responderla. Noam Chomsky arrojaba algo de luz: “Mi familia
era de clase trabajadora, estaba en paro, no tenía educación; era un tiempo
mucho peor que ahora, pero había un sentimiento de que todos estábamos juntos
en ello. Ahora vivimos la sensación de que estamos solos, de que no tenemos
nada que hacer”. Resumiendo al lingüista: la exclusión es, sobre todo, un
presente sin esperanza. Y es desesperanza lo que se ha instalado en esa parte
de la población que no conocemos bien: nos pilla a trasmano, o bien porque está
lejos de lo urbano, o bien porque se invisibiliza en barrios periféricos. ¿Cómo
acercarse a lo que allí pasa sin escribir cargado de ideas preconcebidas o
despertar recelo? La principal contribución de Chomsky a la lingüística se
fundamenta en la idea de que el lenguaje es una facultad biológica del cerebro
humano, el único programado para procesos computacionales linguisticos. Chomsky nos invita a considerar, por tanto,
que además de sus dimensiones artísticas, social y regulativa, el lenguaje es
un objeto cognitivo-biológico que puede estudiarse científicamente: hay en ello
una “ventana hacia la mente” y no solo un “instrumento para comunicarse”.
En su obra, Chomsky anima a sorprenderse y hacerse preguntas
sobre lo más simple y obvio de la realidad, ya que es entonces cuando empieza
la ciencia. En el estudio del lenguaje,
no obstante rara vez sucede eso. La filosofía chomskiana parte del hecho de que
sabemos más de lo que nos enseñan. Hay
un componente innato en el ser humano que no se potencia lo suficiente. Eso se
ve claramente en el lenguaje, pero puede extrapolarse a la ética y la
estética. Así pues, si se considera que hace falta desarrollar las capacidades de
todo el mundo, se está cerca de un modelo anarquista, en el sentido de
contrario a un modelo creado por una élite, y en contra de las limitaciones
impuestas por el tal modelo.
No hay
manera de que un escritor testimonial deje a la familia satisfecha, ni a los de
su pueblo, ni a los de su clase, ni a los de su religión. Pero nosotros
necesitamos que esas voces se hagan oír. Es urgente. Nos guían por un terreno
desconocido que ayuda a entender ese desaliento abismal que solo se alivia
cargando contra quien se considera inferior o más vulnerable en la escala
social.
El
pensador y activista, más que indicarnos dónde reside el bien, ha de dar
pruebas de entereza, lo cual exige seguir respondiendo a las exigencias del
pensar en los momentos mismos en los que el combate contra los enemigos del
pensamiento constituye el primer imperativo, pues la filosofía puede ayudar a
la liberación siendo efectivamente filosofía. Al proseguir con el rigor que se
conoce su admirable trabajo al servicio de la causa del lenguaje, Noam Chomsky
hace hoy día honor a esa indomable tradición.
Por
último el pensador nos animó en esa conferencia a vivir buscando la esperanza
en este mundo donde hoy se niega a vivir sin esperanza
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