Víctor Rey
Tuve el privilegio de
estudiar en una de las universidades más prestigiosas del mundo y una de la más
antigua en el ámbito académico, entre los años 1991 a 1993. En esa oportunidad obtuve mi master en
Comunicación Social. Esta experiencia me permitió compartir con estudiantes
venidos de casi todo el mundo y disfrutar de la vivir junto a mi familia en
esta ciudad que es una de la más nueva fundada en el mundo.
La “Universitas
Lovainensis” fue creada por edicto del Papa Martín V en el año de 1425. En aquel entonces Europa superaba el Cisma de
Occidente, mientras Inglaterra y Francia se batían en la Guerra de los Cien
Años. Hacía algo menos de dos siglos que
se habían creado las primeras universidades, pero faltaban todavía veinte años
para que Guttemberg inventara la imprenta y más de seis décadas para que el
genovés Cristóbal Colón confundiera una isla caribeña con la costa india.
Casi seis siglos de vida
son tiempo suficiente para que ocurran muchas cosas. Por los claustros de la Universidad circularon
Erasmo de Rotterdam (ocupado por entonces en su Elogio a la Locura ) y el célebre
Jansenius. Un obispo acusado de herejía cuyos seguidores pasaron a la historia
como matemáticos y linguistas. También
Mercator, Vésale, Vives, Lemaitre, entre otros. En los convulsionados años que
siguieron a la Revolución
francesa, la por entonces tricentenaria Universidad de Lovaina fue clausurada y
no volvió a abrir sus puertas hasta que los belgas conquistaron su
independencia. En 1834 la institución es
reabierta y funciona durante algo más de un siglo como una universidad bilingüe
en donde confluyen la Bélgica
francófona y la Bélgica
flamenca.
El primero de julio de
1970 se pone en práctica una reestructuración que da lugar a la aparición de
dos nuevas universidades: la Université Catholique de Louvain (UCL), de expresión
francesa, con su asiento principal en la ciudad de Louvain-La Neuve (a escasos
kilómetros de Bruselas) y la Katholieke Universitet te Leuven (KUL), de
expresión flamenca ubicada en la antigua sede de Leuven.
Louvain-la-Neuve es una ciudad única en el
mundo. Situada en el corazón de la antigua región de Brabante, Louvain-la-Neuve
es la más joven ciudad europea y la primera ciudad construida en Bélgica desde
el siglo XVII. Se encuentra a 30 kilómetros de
Bruselas y su población es de 23.000 habitantes, distribuidos en 700 hectáreas
Su origen tiene que ver
con las peculiaridades linguisticas de un país como Bélgica, que encierra en
sus escasos 30.000
kilómetros cuadrados unos doce millones de habitantes y
dos grandes comunidades linguísticas: los valones que son francófonos y los
flamencos que son neerlandófonos.
Hasta el año 1968 la
antigua Universidad de Lovaina funcionó en el territorio flamenco, en la vieja
ciudad de Leuven. Sin embargo, un
agravamiento del tradicional conflicto lingüístico entre ambas comunidades
condujo a una separación de la sección flamenca y la sección francófona, con la
consecuente mudanza de esta última. La Université Catholique
de Louvain encontró su nuevo hogar unos 30 kilómetros al sur,
junto a la villa de Ottignies: un poblado pequeño pero un importante nudo
ferroviario. En ese lugar, el 2 de
febrero de 1971 el Rey Balduino pone la primera piedra fundamental de lo que
será Louvain-La-Neuve. En octubre de
1972 la ciudad recibe sus primeros habitantes, constituidos por un grupo de
estudiantes de ingeniería.
Louvain-La-Neuve ha sido
concebida no sólo como campus universitario sino también como centro urbano,
inspirándose en las antiguas ciudades medievales. Cuatro barrios- cada uno de ellos situado
sobre una de las colinas que dominan el pequeño valle de la Malaise- recuerdan los
nombres de las granjas sobre cuyos terrenos se construyó la ciudad. Sus hermosos cascos de estilo brabanzón se
conservan y han sido reciclados para ser centros de actividades locales y
universitarias. Los cuatro barrios
(Hocaille, Biéreau, Bruyéres y Lauzelle) confluyen hacia el centro de la
ciudad, concebido como lugar de encuentro y animación. El centro está a una altura de tres pisos,
levantándose sobre el valle como un puente que une los barrios. Debajo se sitúan los estacionamientos y una
estación de trenes subterránea ubicada bajo el edificio central de la Universidad- Les
Halles- que es la principal construcción del centro de la ciudad.
Toda la arquitectura
lovainense- siempre coloreada en las gamas naranjas del ladrillo y las negras
de los techos de pizarra- ha sido puesta al servicio de una concepción
urbanística inspirada en las ciudades medievales, guardando siempre una escala
humana. Calles estrechas (cuyos nombres
recuerdan a pensadores y poetas), pequeñas plazas, escalinatas, constituyen una
planta filigranada y compleja, a veces tortuosa para el recién llegado, pero
juguetona y hasta amistosa para el peatón- el verdadero privilegiado de su
urbanismo- que comienza a conocer sus quiebres, y se dispones a intimar con la
ciudad más joven de la vieja Europa.
Vivir en Lovaina-La-Nueva
se asemeja mucho a viajar a través del tiempo.
Los hábitos y rutinas de esa ciudad pequeña. Por cuyas calles
intrincadas apenas circulan autos y en donde casi todo habitante tiene algún
punto de contacto con la
Universidad que es su centro, recuerdan en -efecto- a la vida
cotidiana de las ciudades universitarias del medioevo.
Los parecidos empiezan a
descubrirse desde el momento mismo de la llegada: la pequeña escala en que se mantiene la
arquitectura, el dominio del ladrillo y de los techos empinados, el denso
tejido de calles, pasajes, plazas y espacios verdes que se mezclan con las
construcciones, reproducen el clima de una ciudad nordeuropea de los siglos XIV
o XV. Sin embargo, estas semejanzas se
hacen todavía más palpables cuando se descubre que, tal como ocurría hace
quinientos años, toda la ciudad respira al ritmo de la vida universitaria.
El centro de la ciudad
está definitivamente marcado por la presencia de los estudiantes. Negocios, escuelas para todas las edades,
bibliotecas, mediatecas, oficinas de la Universidad , multicines, teatros, museos,
piscinas, complejos deportivos, un lago artificial, decenas de bares donde se
toma cerveza en grandes cantidades, son los territorios habituales de los
grupos desordenados y bulliciosos que para nada recuerdan a la ordenada y
tranquila Bélgica que sigue su vida a
pocos kilómetros de distancia. La vida
cotidiana de los estudiantes, que abandonan sus familias para residir durante
todo el año lectivo en la ciudad universitaria, recrea (en parte
inconcientemente, en parte de modo deliberado) el folklore de Francois Villon y
los goliardos. En efecto, los cursos y
períodos de exámenes se alternan con las fiestas, las competencias, o la
actividad de los clubes que reúnen a gente extremadamente diversa en torno a alguna pasión común (que puede ir desde la
música hasta los “comics”, ese orgullo nacional de los belgas).
Los estudiantes pueden
alquilar apartamentos, pequeñas casas o “estudios”, pero sobre todo prefieren
los “apartamentos comunitarios”. En este
último caso, un número de estudiantes que puede oscilar entre ocho y los quince
comparte un gran apartamento que tiene en común una cocina, un comedor común y
una serie de baños. Los “apartamentos
comunitarios” reúnen con frecuencia a una población convocada en torno a un
interés concreto. Existen así
“comunitarios” (o “kots” en la jerga lovainense) de cinéfilos, de amantes de la
música coral o de entusiastas de la bicicleta, que agregan su nota particular a
la vida social de la ciudad.
Si se sale del centro, la
vida bulliciosa de los estudiantes tiende a amortiguarse para dar lugar a
barrios más tranquilos, familiares, de casas con jardín, en donde suelen vivir
los profesores, funcionarios, o simples habitantes que han elegido vivir en
Lovaina-La-Nueva. Los traslados desde
estos barrios hasta el centro se realizan a pie o en bicicleta. El auto es un artículo de poco uso al
interior de la ciudad.
Los tiempos de la ciudad
son, a lo largo de todo el año, los tiempos de la propia Universidad. Al principio del año académico se realiza la
fiesta de iniciación de los cursos, que incluye un “cortejo” en el que desfila
toda la comunidad académica. Cuando los
cursos terminan, en cambio, o también durante los fines de semana, la ciudad
prácticamente se vacía, quedando a
disposición de la población estable.
Como toda ciudad o villa
europea, Lovaina-La-Nueva, tiene también su gran fiesta anual. Una carrera de bicicletas: “Las veinticuatro
horas de velo”. En efecto, una vez al
año se realiza en Lovaina-La-Nueva una competencia que consiste en una carrera
de veinticuatro horas alrededor de la ciudad, en donde se enfrenta una multitud
de equipos de ciclistas. Durante esos
días confluyen en Lovaina-La-Nueva
jóvenes universitarios de toda Bélgica y de diferentes países de Europa. La ciudad ve crecer en cuestión de horas una
enorme cantidad de carpas y de puestos de ventas de comidas y bebidas, mientras
las calles son cortadas por grandes fardos de paja que marcan la ruta a seguir
por los competidores. La carrera se realiza
sin interrupciones durante veinticuatro horas, y durante todo ese tiempo el
público sigue los esfuerzos de su equipo favorito. Para combatir el cansancio y el frío se
organizan algunas competencias paralelas (por ejemplo, el premio a la bicicleta
más original y rara) al mismo tiempo que se da cuenta de enormes cantidades de
cerveza.
En este marco de intensa
vida social, de tradiciones muy vivas y de fuerte identidad local, se
desarrolla la estadía de los estudiantes.
En general, todos los estudiantes siguen cursos durante las mañanas y
las horas siguientes del mediodía. A las
cuatro de la tarde (prácticamente de noche, si es invierno) se terminan los
cursos, quedando el resto del tiempo a disposición del estudiante. En general se estudia en la propia casa o en
las bibliotecas, aunque los que realizan estudios de maestría y doctorados,
suelen dispones de oficinas particulares.
Por la noche se hace vida familiar o se asiste al teatro, al cine, a los
centros deportivos, a los clubes o a los bares.
Según el momento del año, la vida social se puede extender hasta tarde
en la noche o, si es tiempo de exámenes, se puede volver casi inexistente.
La relación con la Universidad variará
según las características de cada estudiante.
Si se trata de un alumno que recién inicia sus estudios universitarios,
lo más probable es que deba cursar un alto número de materias y que mantenga
vínculos relativamente distantes con el cuerpo de profesores. Si, en cambio, se trata de estudios de post
grado, el número de cursos se reduce radicalmente y se estrechan las relaciones
de tipo personal con los docentes. En
cualquiera de los casos, el estudiante se ve enfrentado a un etilo de vida
universitario distinto al que estamos acostumbrado en América Latina, en el que
se verá profundamente inmerso durante los años que dure su estadía.
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