LA
LEY ANTIDISCRIMINACION Y LOS EVANGELICOS EN CHILE
Víctor
Rey
El
martes 8 de noviembre del 2011 quedará marcado en la historia de Chile como el
día donde se avanzó para hacer un país más libre, tolerante y respetuoso, ese
día se aprobó la Ley Antidiscriminación.
De esto ya han pasado cinco años. Esta ley adoptó con el tiempo el
nombre de Ley Zamudio, en honor al joven asesinado por otros jóvenes neonazis
y homofóbicos. La aprobación en el Senado de la ley contra
la discriminación es un importante hito para la sociedad chilena. La mayoría que aprobó el proyecto demuestra
que se puede avanzar hacia un país más inclusivo en que se respete a todos y a
todas. Ese día estuve presente en las
discusiones que se dieron en el Senado con mi hijo y creo que es una de mis
acciones con la cual más orgulloso me siento de participar, ya que está ley ha
ayudado a que en Chile no se discrimine a nadie por raza, color de su piel,
creencias, orientación sexual, nacionalidad, ideología, discapacidad, etc. Esta ley finalmente fue promulgada el 12 de
julio del 2012.
Nuestra
historia tiene muchas muestras en las que se ha avanzado para superar
discriminaciones odiosas. Esto lo podemos comprobar revisando el comienzo de
nuestra vida independiente, Chile dio el ejemplo terminando con la
esclavitud. Durante los siglos XIX y XX
en el Congreso Nacional se produjeron debates
que recogió la historia que
culminaron en la aprobación de leyes que terminaron con diversas formas de
discriminación.
En
este camino, las religiones han tenido un rol relevante, puesto que en un
principio nuestro Estado se declaraba católico y discriminaba a otros grupos
religiosos. En el siglo XIX se dio una
batalla de ideas para establecer los cementerios laicos y el matrimonio laico.
Las
iglesias evangélicas han tenido históricamente el respeto de los sectores más
avanzados en su lucha por la libertad de cultos. También es digno de recordar la separación
Iglesia y Estado que consagró la Constitución del año 1925. Recientemente durante los gobiernos de la
Concertación se aprobó una ley de cultos que les reconoció igualdad de derechos
y en otra se estableció el 31 de octubre
como el Día nacional de la Iglesias Evangélicas.
En
1935 se aprobó el derecho a voto para las mujeres en las elecciones municipales
y recién en 1949 se les permitió votar en las elecciones presidenciales y
parlamentarias. En esa ocasión también
hubo quiénes se opusieron teniendo posiciones que hoy nadie defendería. Ese logro de las mujeres y de la sociedad
chilena, sin embargo, no ha terminado con la discriminación por género.
También
se ha luchado contra la discriminación política, que tuvo su expresión más
brutal durante la dictadura militar del General Pinochet. Se logró eliminar el artículo octavo de la constitución
que discriminaba a formas de
pensamiento. Queda en la conciencia de que el respeto a las particularidades de
cada chilena y chileno redundaría en un mayor
bienestar para las personas y en una inestimable contribución al bien
común. Este ideal se halla expresado en
el artículo primero de nuestra constitución –todos nacemos libres e iguales en
dignidad y derechos-, en la defensa de las libertades fundamentales, en el gran
número de tratados, declaraciones e instrumentos internacionales que Chile ha
suscrito en este sentido.
Pero
este ideal está lejos de volverse realidad.
En Chile se discrimina en todas las áreas de la vida ciudadana por una
larga lista de razones: desde el sexo hasta el origen social, desde el credo
hasta la identidad de género, pasando por la orientación sexual, el lugar de
procedencia y tantos otros motivos.
Chile es hoy un país más discriminador que pluralista, un país donde
todavía imperan las supremacías culturales del pasado. Se ha avanzado en ciertas áreas, pero estos
esfuerzos son insuficientes a la luz de los informes de derechos humanos que
realizan anualmente diversas instituciones, informes que dejan a Chile en un
pobre lugar respecto de otros países.
En
este proceso, se ha vivido en estos días un nuevo capítulo: la aprobación en el
Senado de la ley antidiscriminación. El
establecimiento de un procedimiento judicial para denunciar la discriminación
es un logro para toda nuestra sociedad.
Desgraciadamente algunas personas que representan a iglesias
evangélicas, iglesias que han sido históricamente discriminadas por su opción
religiosa se han manifestado en contra de esta legislación reclamando por el
artículo que alude a la orientación sexual e identidad de género.
Con
dolor y tristeza hemos visto en estos días el triste espectáculo que han ofrecido algunos sectores evangélicos
fundamentalistas en relación a este proyecto de ley. En especial por los reiterados y concertados
ataques homofóbicos verbales y escritos.
Dolor por el enfoque basado en una interpretación literalista y
legalista de la Biblia, abiertamente discriminadora y falta de amor y
compasión.
Son
lamentables las muestras de intolerancia de un sector de la sociedad chilena
que justamente ha sido uno de los más discriminados por muchos y ahora los
discriminados de antes se han vuelto los nuevos discriminadores, pero
afortunadamente el Senado ha entendido mayoritariamente que debe legislar para
todos quienes habitan Chile sean respetados en su condición humana.
Esta
ley no constituye una amenaza ni para el matrimonio ni para la familia. La ley no establece la igualdad
absoluta. Simplemente define la
discriminación. Ya que todos los seres humanos tienen dignidad y no valen por
su aspecto físico, su origen familiar, creencia religiosa, su etnia, su
orientación sexual, su vocación y su conducta. Prohibir la discriminación no es
imponer la igualdad absoluta. Se trata
de establecer diferencias pero en base al desempeño, no en base a la
orientación sexual, la etnia o el origen.
El acuerdo de vida en pareja es una alternativa de vida a una realidad
social y se busca soluciones y regulaciones a una realidad de hecho, que no
podemos tapar e ignorar con amenazas y acusaciones.
Considero
que las muestras de fundamentalismo, integrismo, fanatismo e intolerancia que
hemos visto por parte de algunas iglesias, es producto de la gran crisis que
están viviendo estas instituciones que hace urgente hacer un alto en el camino
y pensar la misión y la identidad de esas iglesias. También de hacer una reflexión seria sobre el
contexto y la cultura a la luz de la Biblia y en diálogo con la realidad
redefinir la misión que deben tener estas expresiones religiosas en esta
cultura para ser sal y luz y fermento en la sociedad, donde tantas personas
buscan una respuesta para darle sentido a sus existencias en un mundo que es plural y diverso. Si los evangélicos no son capaces de
enfrentar este desafío seguirán siendo parte de esta sociedad, pero como grupos
de religiosos sectarios, viviendo en ghettos, sin ser un aporte y menos
entregando buenas noticias. Considero
que la ignorancia y la falta de información son dos elementos que no permiten
el crecimiento y la influencia que de los evangélicos en la sociedad chilena,
hacen que su rol se cada día menos significativo y menos pertinente.
La
aprobación de esta ley es una buena noticia para la sociedad chilena y también
para las iglesias y otras expresiones religiosas y espirituales, porque esta
ley no está pensada solo en minorías, sino en todos los habitantes de Chile que
merecen respeto, y entre ellos están las iglesias evangélicas.
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