MAFALDA
UNA NIÑA DE 54 AÑOS
Víctor Rey
En una oportunidad en Buenos Aires
Argentina, donde participé en un encuentro sobre los desafíos del siglo
XXI. En mi presentación de un taller que
coordiné, cité a Mafalda, diciendo que ella es la profeta y filósofa que nos
ayuda con sus preguntas y comentarios para entender este nuevo tiempo. Usé dos de sus frases de las cuales hice
paráfrasis. Una de ellas es la famosa:
“Cuando tenía las respuestas me cambiaron las preguntas”, y la otra: “Los
médicos se creen Dios pero Dios no se
cree médico”. También tuve el gusto de volver a visitar su estatua en la calle
Chile con Defensa, en el barrio de San Telmo, donde está acompañada de sus
amigos Susanita y Manolito. Volví a
sentarme junto a ella y abrazarla y conversar un momento con ellos,
agradeciendo su compañía en el tiempo y lo mucho que nos ayudó y nos sigue
ayudando a pensar y ser críticos del
sistema que nos envuelve.
Todavía recuerdo la cara de felicidad y
de emoción de mi hijo, Felipe cuando logró un autógrafo de Quino en uno de sus
libros de Mafalda. Fue como obtener un
trofeo de guerra o deportivo. Lo hizo
haciéndose espacio entre la gente y
escabulléndose entre las piernas de las personas que hacían una larga fila. Esto sucedió en una noche de del mes de junio del año 2001 en el Centro
Comercial El Jardín de Quito, Ecuador. Esa noche las gente lleno todo el hall
de ese recinto y lo escuchaban en un religioso silencio y saboreando cada
anécdota y detalle de la vida de esa niña que ya pasó el medio siglo de vida.
Una de las caricaturas más
famosas de la historia de la humanidad es
latinoamericana. No vuela como
Superman, ni tiene la fuerza de Tarzán, no se desplaza por techos como Batman,
no cabalga como el Llanero Solitario, ni la astucia de Dick Tracy. Pero habla castellano y como la definió el
colombiano Daniel Samper, es “alguien capaz de atar cabos invisibles; alguien
con malicia suficiente como para sembrar el pánico con una pregunta que a
simple vista parece inocente”. También
el escritor italiano, Humberto Eco la
definió como “una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es
reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo
de un universo adulterado por los padres”. (“Tiempos del Mundo”, página B42, jueves
25 de febrero de 1999). Señoras y señores, esa es Mafalda.
En 1962 la marca de electrodomésticos
Manfield buscaba promocionar sus productos.
La agencia de publicidad pidió a su joven dibujante Joaquín Lavado que
ideara una familia típica de clase media cuyo personaje destacado tuviera un
nombre que comenzara con la letra “M”.
Lavado se acordó que en la novela “Dar la Cara ”, de David Viñas, se
hablaba de una niña llamada Mafalda. “En
la vida real yo nací el 15 de marzo de 1962”, dijo ella misma en una carta de
presentación de 1968. Medio siglo ya
desde que Joaquín Salvador Lavado (Quino) configuró a esta niña de frases
contingentes, lúcidas y punzantes.
El nombre le gustó pero la campaña
publicitaria no se llevó a cabo, por lo que Mafalda y compañía fueron a dar a
los archivos de Quino por dos años.
Pero Julián delgado, jefe de redacción
del semanario Primera Plana, animó a Quino a publicar una tira con su
personaje. De esta manera, el martes 29
de septiembre de 1964 salió el primer episodio de Mafalda.
Luego de un tiempo, la tira cómica pasó
al matutino El Mundo, ya con una periocidad diaria, por lo que su creador se
vio obligado a aumentar la familia y
crear nuevos personajes. Aparecen el
sempiterno soñador Felipe- alter ego del propio Quino- el despistado Miguelito;
el materialista, calculador y comerciante inescrupuloso Manolito; la
conservadora y frívola Susanita; la pesimista y militante revolucionaria
Libertad y el entrometido Guille, el hermanito de Mafalda; los padres de la
niña conformaban una típica pareja de la clase media urbana, con su bagaje de
ilusiones y frustraciones a cuestas.
Mafalda es un fenómeno del comic vinculado directamente con la época en
que surgió. Deliberadamente la pequeña
con sus agudas reflexiones sobre la actualidad política y social, representaba
la resistencia ante la injusticia y el desatino de un mundo que marchaba hacia
la autodestrucción y encarnaba la rebelión juvenil de los sesenta. Los personajes que acompañaban las andanzas
de la niña complementaban un universo que reflejaba distintas formas de
entender y actuar ante esa
realidad.
Con este equipo, Quino trató los temas
más diversos con una gran dosis de ironía, denunciando la miseria política de
finales de los sesenta- que es la misma de ahora- riéndose de la Guerra Fría , poniendo
en jaque a sus padres, denunciando la mediocridad y ayudando a grandes y chicos
a entender el mundo, así como todo ese cúmulo de frustraciones pequeño
burguesas que se canalizan a través de la imposición paterna de conductas
supuestamente positivas. Como tomar la
sopa, por ejemplo.
Al igual que el bienamado caldo, el
globo terráqueo es otra obsesión de Mafalda.
Siempre herido, nuestro planeta es observado con lástima, sea porque le
duele el Asia o no sabe cuál es su sexo.
Típicas inquietudes mafaldianas.
Pero la niña y su creador no se reían de
todo. Cuando se establecieron las
dictaduras en América Latina y comenzaron los presos políticos y desaparecidos,
Mafalda no tocó el tema. Esta coyuntura
adelanto el fin del personaje. Como el
propio Quino manifestó: Dejé de dibujar a Mafalda cuando en Argentina corría
bastante sangre. Creo que vi venir la
cosa, además no me habrán dejado publicarla, hice bien en no seguir”. (“Tiempos
del Mundo”, jueves 25 de febrero de 1999. Pág. B42).
Mafalda ha hecho apariciones ocasionales
por motivos humanitarios. La última vez
con ocasión de la Gran
Exposición que se celebró en Madrid, España entre el 9 de
abril y el 14 de junio de 1992. Ahí
también recibió el premio “Quevedo” del humor gráfico, que es como el Nobel de
los caricaturistas.
El personaje trascendió la tinta y el
papel, ya que en los años setenta se llegó a rodar una serie de televisión, lo
cual le pareció horrible a Quino. A
pesar de todo, Mafalda ha seguido dando que hablar en los últimos años.
El periodista Rodolfo Braceli, en 1987,
en un larga entrevista que realizó a Quino y que esta aparece publicada en la
introducción al libro “10 Años con Mafalda”, de Ediciones de la Flor , le hizo la siguiente
pregunta: “¿Tienes algún estimulo para trabajar? Y Quino contesto: Sobre todo
uno, el trabajo mismo. Es cuestión de
ponerse...Además leo muchísimo la
Biblia , pero no como libro religioso sino como fuente de
ideas, en ella está todo: la poesía, el sexo, la política...la Biblia me estimula el
humor. Yo la leo al azar y he aprendido
a saltarme las partes morosas. Me parece
que siempre la leo por primera vez, como me ocurre con Borges y con ciertos pintores
como Picasso...”
Para algunos lectores trasnochados del
libro “Para leer a Mafalda”, ella es poco menos que agente de la CIA.
Para otros, es una anticastrista a ultranza por
aquella famosa tira en la que decía que “la sopa es a la niñez lo que el
comunismo a la democracia”.
Durante 1.982 tiras, Mafalda hizo reír y
reflexionar a toda esa gente que, quizás ilusamente, creyó que el mundo podía
cambiar. Por ello, la nuevas
generaciones descerebradas por la música techno y hartas de comida chatarra,
quizás no entienden el calibre de lo propuesto por Quino y su irreverente hija.
Mafalda ya pasó los cincuenta años. Es sin duda la historieta latinoamericana que
más ha recorrido el mundo y a pesar que desde el 25 de junio de 1973, cuando ya
el continente entraba una fase demasiado oscura para los ojos de Mafalda, su
creador Quino no dibuja más historietas sobre ella. Esta niña super despierta sigue dando que
hablar. Y como no podía ser de otra
manera, fue llevada al cine y la televisión.
Pero la impertinencia se mantiene y Quino sigue siendo un escritor que
dibuja. Y Mafalda una niña que es capaz
de descubrir que ¡paz! es la onomatopeya de una bofetada.
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