EL DIA DE GANDHI
Víctor Rey
El día 2 de octubre de 1869 es decir hace 149 años
nació Mohandas Karamchand Gandhi. Por
esta razón se ha instituido este día como el Día de Gandhi. El 30 de enero de 1948 a los 79 años fue
asesinado por un radical hindú. El magnicidio a manos de uno de los suyos fue
el paradójico epílogo a una vida dedicada a la no violencia, la noción
incorruptible que había guiado a 255 millones de súbditos a rebelarse contra
dos siglos de dominio británico. Ganada la independencia, el padre de India quiso
afrontar los mayores retos del país: erradicar la tradición de los intocables y
pacificar a musulmanes e hindúes. Ambos desafíos, imperdonables para sus
enemigos, son todavía hoy empresas pendientes.
Rebautizado Mahatma —alma grande—, Gandhi transformó
el anticolonialismo elitista indio en un movimiento de masas por la
independencia. Tras vivir en Sudáfrica, a su regreso a India en 1915 dejó su
traje de abogado londinense y se vistió con un humilde dhoti (el taparrabos
tradicional) para viajar por el inabarcable subcontinente. El mensaje
trascendió entonces las fronteras religiosas y cada tarde, durante tres
décadas, sus mítines políticos se aderezaron con pasajes de los libros sagrados
del hinduismo, islam, cristianismo y sijismo. Llamó así a los desapoderados de
la sociedad, de todos los credos, a participar en una lucha librada hasta
entonces entre escaramuzas intermitentes contra el poder británico y debates
políticos.
Inermes ante la superpotencia del siglo XIX, Gandhi
reforzó su mensaje con el arma moral de la satyagraha, la insistencia en la
verdad. La resistencia pacífica, una estrategia política sin precedentes,
imposibilitó la represión de los insurrectos. Se resalta el papel de las
mujeres en las revueltas como protagonistas de piquetes contra el consumo de
alcohol y el uso de textiles británicos en detrimento de la producción india,
lo que al final desmanteló la economía colonial.
Así, el mensaje de Gandhi consiguió que mujeres y
hombres de toda clase y condición contribuyeran al éxito de la independencia.
Pero fracasó en su intento por eliminar la discriminación entre castas. En una
sociedad dividida en cientos de lenguas, más de 4.000 etnias y un complejo
sistema de segregación, Gandhi dignificó a los más parias de entre los pobres.
Desde 1910, cuando forzó a que brahmines —castas altas— limpiasen letrinas, un
trabajo impuesto hasta entonces a los dalits —intocables—. Además, en 1933
vivió con dalits y retó a que los brahmines demostrasen que las escrituras
sagradas hindúes predicaban la marginación de las castas bajas.
Se enfrentó a Gandhi con vehemencia, defendiendo que
los dalits eligiesen a sus representantes políticos con independencia del resto
del electorado, un privilegio que el Raj Británico [la ley de la Corona en la
India] había dado antes a los musulmanes indios. Gandhi abogaba por un modelo
de escaños reservados para los representantes de los dalits, pero elegidos por
todos los votantes.
La visión de Gandhi sobre los intocables, mientras,
sigue siendo foco de dura crítica social. Unos le reprochan su conservadurismo,
acusándole de plegarse a las castas dominantes. Otros entienden la postura del
padre de la nación, quien vivía horrorizado con la idea de que la misma
división política que alentó la dolorosa partición de India para crear la
musulmana Pakistán acabase con la cultura hindú.
Así, inducidos por la estrategia británica de
fragmentar India en sus diferentes identidades religiosas, los líderes
musulmanes exigieron un Estado propio. La liberación colonial se transformó
finalmente en la desmembración del subcontinente. En tres años, 14,5 millones
de personas cruzaron las fronteras entre India y Pakistán en uno de los mayores
éxodos de la historia. Medio millón de musulmanes e hindúes murieron
asesinados.
Dirigentes de todo el país recurrieron al casi
octogenario Gandhi para frenar las matanzas. Hasta ese momento, la voluntad
inquebrantable del Mahatma y sus huelgas de hambre habían conseguido parar la
violencia hasta en cuatro ocasiones.
Durante su último ayuno en Nueva Delhi, sin embargo,
los radicales pedían dejarle morir de hambre. La capital de la India
independiente se había convertido en refugio de un millón de hindúes llegados
de Pakistán. Mientras, el primer conflicto en Cachemira se agravó por la
controversia del reparto de bienes entre las dos nuevas naciones. Gandhi había
prometido dividir la compensación económica británica con el vecino Pakistán,
ahora enemigo de guerra.
Gandhi cumplió lo pactado —siete millones de euros—.
Algo inaceptable tanto para brahmines, que se creían atacados por su ideario de
respeto a los intocables, como para los radicales religiosos que ansiaban un
Estado hindú alejado del secularismo. De las filas de estos grupos salió el
hombre entre la multitud que disparó a Gandhi a la hora del rezo hace hoy 70
años. El precursor del activismo sin violencia no pudo pacificar a los suyos.
Pero su asesinato originó una década sin hostilidades religiosas en India.
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