SALVADOR ALLENDE, UN ATEO QUE AYUDO
A PROMOVER LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
Víctor Rey
“Colocado en un trance
histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la
semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos,
no podrá ser segada definitivamente.
Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos
sociales ni con el crimen ni con la fuerza.
La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Del último discurso de Salvador Allende.
9:03 A.M. La
Moneda , 11 de Septiembre de 1973
Han pasado 45 años de la muerte trágica del presidente
constitucional de Chile, Dr. Salvador Allende Gossens, primer socialista
elegido por sufragio universal. Allende
fue conocido por su ateísmo, su militancia marxista y su adherencia a la
masonería. Por esto puede resultar
sorprendente el título de este artículo y su contenido.
Para tener una mejor comprensión de los hechos religiosos
sucedidos antes del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, cuando
fue derrocado el presidente Salvador
Allende, se hace imprescindible una descripción del período previo, que abarca
desde 1925 – año de la promulgación de la nueva Constitución Política- hasta
los días previos al cruento derrocamiento.
Para esto nos remitiremos a las palabras del sociólogo Humberto Lagos:
“Obviamente ese
espacio de tiempo estuvo marcado por la radicalización de las tensiones entre la Iglesia Católica
Romana y las pujantes manifestaciones de las diversas vertientes
protestantes. El liberalismo,
políticamente expresado en el Partido Radical y en la Masonería , atrae
fuertemente a líderes y fieles protestantes, quienes confunden o asimilan su
laico anticlericalismo al propio anticatolicismo, en una alianza que contesta
en todos los frentes posibles al conservadurismo religioso de la iglesia
mayoritaria, que a su vez, se expresa políticamente en el Partido Conservador y
luego en la Falange
Nacional que dará paso al Partido Democratacristiano.
En ese período
histórico se confirma el fenómeno de interpretación ideológica entre la
masonería- con sus aportes laicos y anticlericales- y el ideario protestante,
que es leído por los fieles evangélicos como un solo ethos cultural. El laicismo socialista resulta atractiva
oferta para los creyentes protestantes que ven en la alianza con el liberalismo
la posibilidad histórica de derrotar a la enemiga Iglesia Católica Romana. Hasta los años de la segunda guerra mundial,
y en medio de una sistemática culpabilización de la Iglesia Católica
como responsable de contribuir a la miseria continental, eran las ideologías
progresistas, izquierdizantes y liberales, las que despertaban simpatías en los
sectores evangélicos. El marxismo, en
tanto que ideología con auditorio en sectores populares, comienza a preocupar a
las clases conservadoras y a la Iglesia Católica.
Es innegable que durante el período de post-guerra surge un fuerte
movimiento izquierdista en América Latina que acusaba a las jerarquías de la
iglesia mayoritaria de no tener interés en romper su “maridaje” con las fuerzas
políticas reaccionarias provenientes de proyectos dictatoriales”.
(Humberto Lagos
Sch. CRISIS DE ESPERANZA. 1988, Editorial LAR, Santiago de Chile.
Páginas 62 y 63)
Sin embargo las simpatías protestantes por los proyectos
comunes con grupos de ideología marxista, comenzaron, desde la década de
1950. Los misioneros norteamericanos
influyen de manera sostenida para introducir como práctica el apoliticismo de
iglesias y fieles evangélicos, el que va, imperceptiblemente, reforzándose con
un sentimiento anticomunista producto de una modalidad ideológica conservadora
útil a la reproducción de la ideología religiosa del capitalismo. Las contradicciones de las prácticas sociales
evangélicas arriban a su momento culmen cuando algunos líderes e iglesias
suscriben, en el periodo del proyecto político autoritario, en diciembre de
1974, su adhesión incondicional y acrítica a la dictadura encabezada por el
general Augusto Pinochet.
Con la asunción presidencial del Dr. Salvador Allende,
gobernante electo popular y democráticamente el 4 de septiembre de 1970, se
concreta e inicia una experiencia nueva para el universo religioso chileno.
Los hechos hablan de un presidente respetuoso de las
libertades de conciencia y religiosa, que en la práctica se tradujo, en la
transformación del Te Deum católico tradicional a ecuménico celebratorio de la toma del poder político democrático por
un nuevo primer mandatario y de las
gestas independentistas históricas, y en la expresa petición del mencionado a
las iglesias cristianas para dar apoyo espiritual y ceremonial a quienes lo requieran de los delegados
internacionales asistentes en el período, a la UNCTAD III (Tercera
Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Comercio) que se
celebró en Santiago de Chile en 1971.
El ateísmo de Salvador Allende no era en absoluto
contradictorio con su confesado humanismo que, en las situaciones recién
mencionadas, tenía expresiones claras y contundentes.
En los instantes de su toma de posesión presidencial, el
Dr. Allende recibió de manos del Cardenal Raúl Silva Henríquez un ejemplar de la Biblia de Jerusalén; en el
momento, y complementado después, expresó:
“He releído este
libro más veces de las que usted cree.
No me gustan los creyentes que le dan a la Biblia una categoría mágica, como si allí estuviera
la solución hasta para los dolores de muela.
Siempre me he acercado al gran
libro con la libertad de pensamiento de un ateo, dispuesto a no ver más de lo
que pueda leer y entender en cualquier
libro. Y reconozco que he encontrado
profundas enseñanzas, alta poesía, apasionantes novelas, trozos de la más alta
literatura, filosofía eterna, sabiduría sin par. Tal vez ello se podría explicar porque la Biblia es la síntesis de la
sabiduría y la historia milenaria de los pueblos de la antigüedad. Allí están sus mitos, sus personajes amados, sus grandes anhelos, sus ideas
políticas, su realidad, su rebelión, sus sufrimientos y sus alegrías...
(Revista “Pensamiento Cristiano”.
N*70; pp. 118-119. Córdoba, Argentina, Junio de 1971.)
En el Te Deum Ecuménico
referido, el Cardenal Silva Henríquez, entre otras referencias, planteó en su
Homilía:
“Este momento de
oración se inscribe así en una antigua tradición religiosa; pero corrobora, al
mismo tiempo, inapreciables tradiciones patrias. Tiene un carácter de símbolo y garantía de
respeto: el respeto de los Gobernantes por todas las formas de fe religiosas;
el respeto de las Iglesias por la legítima autoridad de los Gobernantes; el
respeto recíproco entre múltiples confesiones religiosas.
Es justo entonces
que nos congreguemos para una Acción de Gracias, hombres que reciben una tarea
de liberación de sus hermanos; hombres que saben respetar, porque se sienten
respetados, no pueden menos que dar las gracias, porque todo eso es un
privilegio”.
(Revista
“Pensamiento Cristiano”, N*70;pp.118-119, Córdoba, Argentina, junio 1971.)
El 5 de septiembre de 1970, Salvador Allende ofreció una
conferencia de prensa a los corresponsales extranjeros que asistieron a la
transmisión del mando presidencial.
Entre los asistentes se
encontraba el Padre David Turaldo, Secretario General del Centro de
Documentación Juan XXIII, teólogo y
escritor italiano. Señalo que había
leído con mucho placer la declaración del presidente Allende sobre la libertad
religiosa que existe en Chile, como también el discurso del cardenal en ocasión
del Te Deum Ecuménico, el cual era un bellísimo gesto litúrgico abierto a la
justicia y a la paz. Luego hizo votos
porque el progreso de todo el pueblo chileno continué y se profundice. La respuesta de Allende fue la siguiente:
“Allende: Yo puedo señalar que uno de los hechos más
significativos, más trascendentes, que más impresionó a los visitantes y a las
misiones que vinieron a la transmisión del mando, fue precisamente el Te Deum
Ecuménico realizado en la catedral
chilena. Te Deum Ecuménico que yo
solicité, y lo hice, porque sé que la mayoría del pueblo chileno es católico y
yo tengo la obligación de respetar su fuero íntimo, así como sé que ellos
respetan el mío. Las palabras del
cardenal de la Iglesia
chilena demuestran cómo nuestra Iglesia se coloca en la lucha de los hombres
frente a los necesitados y los humildes, haciendo realidad en Evangelio de
Cristo. Puedo afirmarle, con la actitud
de toda una vida y no sólo la mía personal, sino la de los partidos que forman
la vanguardia del movimiento popular, que nunca hemos incursionado con un
dogmatismo intransigente en el derecho de cada cual de tener la creencia que
más avenga con su ser íntimo, y que ésta la mantendremos. Y además, creo que este entendimiento se hará
cada vez más profundo, porque las distintas religiones, fundamentalmente la Iglesia chilena en sus
documentos, emanados de altas jerarquías, cada vez con más decisión y con más
claridad se acerca al respetable pensamiento de Juan El Bueno”.
(Libertad Religiosa.
Conferencia de prensa, 5 de septiembre de 1970. Página 104. SALVADOR ALLENDE EN EL UMBRAL DEL SIGLO
XXI. Frida Modak. 1998, Plaza Janés Editores, México
Y, en este sentido, los ancestros de dicha concepción de
la política pueden seguirse en la tradición occidental hasta la misma
concepción judeocristiana de la vida humana correcta o buena. Porque en la visión bíblica se articula por
vez primera la tesis según la cual, en un sentido ético, los seres humanos son
todos iguales, en último término, porque son todo creación del único Dios. “Amarás a tú prójimo como a ti mismo” ordena
el Antiguo Testamento, añadiendo a continuación “porque extranjero fuiste en
Egipto”. Visto de esta manera, la idea
asociada con la ilustración y el liberalismo de un Pueblo Elector (esto es, un
pueblo de cuyo consentimiento depende la legitimidad de los gobiernos) es un
lejanísimo descendiente del concepto bíblico de un Pueblo Elegido (esto es, un
pueblo donde cuyos miembros han sido elegidos por igual para vivir según los
mandamientos divinos). El entendimiento
actual del concepto de revolución desciende de aquel de liberación de la
esclavitud, de la opresión, cuya primera representación épica en occidente es
la historia del éxodo de Egipto. Así,
Allende, en tanto heredero en clave secular de la concepción judeocristiana,
puede ser descrito también como el último ilustrado de la política
chilena.
Resulta paradójico
recordar que fue un ateo, quién ayudo a promover la unidad de los
cristianos, en un período tan crítico de la historia de Chile, como tantas
veces ha sucedido en la vida de la
Iglesia , Dios hace uso de su soberanía y usa para sus
propósitos incluso a no creyentes. Por
eso podemos decir que Allende fue un líder que contribuyo a disminuir la
distancia entre la utopía y la realidad.
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