UNA ESPIRITUALIDAD PARA HOY
Por Víctor Rey
“Ser
lo que se es. Hablar lo que se cree. Creer lo que se predica. Vivir
lo que se proclama. Hasta las últimas consecuencias y en las
circunstancias diarias”
Pedro Casaldáliga
Cuando hablamos de espiritualidad estamos hablando de la búsqueda de la relación del ser humano con el ser supremo.
Para
nosotros los cristianos este ser supremo es Cristo Jesús. Por lo tanto
nuestra relación se da con Cristo que lo entendemos a partir de la
perspectiva de nuestra fe que se fundamenta en la Palabra de Dios. Es un Dios viviente, activo en la historia y que está en medio nuestro.
Por
lo tanto debemos reconocer que nuestra espiritualidad, es decir nuestra
relación con Dios no siempre se hace dentro del marco correcto y que
está viciado por nuestra propia vida y en nuestra relación con la Iglesia
y el mundo. Esto muchas veces resulta en una falsa espiritualidad, ya
que a veces se confunde espiritualidad con emocionalismo.
Para
otros la espiritualidad es identificable con la proyección de sus
pensamientos y sentimientos, a los cuales se reviste de un carácter
sagrado.
Para
otros la espiritualidad es un escapismo, es una especie de refugio
donde guarecerse de las batallas de la vida, donde encontrarse
mentalmente seguro en un mundo marcado por la inseguridad, la
incertidumbre y el miedo.
Por
lo tanto, esa espiritualidad con sentido de refugio, con sentido de
ghetto, proyectada en el más allá, que no es coherente ni capaz de vivir
en el más acá, es de mi perspectiva, una falsa espiritualidad.
Limitándonos
a la acción y misión del Espíritu Santo hoy debemos decir que la
penetración del Espíritu Santo en la historia y más específicamente en la Iglesia
naciente, vino a ser como el gran comienzo del Reino de Dios entre
nosotros. El Espíritu Santo que siempre estuvo presente - lo
encontramos en toda la teología del Antiguo Testamento- se hace presente
en una forma especial, con un dinamismo especial, a partir del
acontecimiento histórico de Pentecostés.
Lo que Cristo había enseñado con su vida, hechos y palabras acerca del Reino, ahora la Iglesia debía practicarlo, vivirlo y esto solo le sería posible con el auxilio del Espíritu Santo.
El
elemento que nos hace dar el salto cualitativo hacia el Reino de Dios
es justamente el poder del Espíritu. Es el poder del Espíritu Santo el
que nos permite poner dentro del marco de lo posible todo aquello que
humanamente es imposible. Es atreverse a soñar, sabiendo que nuestros
sueños pueden ser realidad por el poder del Espíritu Santo. Y eso es
Buena Nuevas para hoy.
El
Espíritu Santo esta en el mismo origen de la misión cristiana. El
Espíritu Santo es el que nos da la fuerza para cumplir la misión y es el
que nos garantiza el resultado de nuestra misión.
De
nada vale que tomemos conciencia de cual es nuestra tarea misionera si
no tenemos el poder para hacerla. Lamentablemente muchas de nuestras
iglesias, muchas veces no llegan a ser más que "clubes de buena
voluntad", y esto es debido a que no tienen el poder para hacer que esa
buena voluntad sea efectiva. El libro de Hechos de los Apóstoles nos
dice en 1:8 "...recibiréis poder cuando haya venido el Espíritu Santo
entre vosotros". El Espíritu Santo ya vino. No es entonces con
astucia o con fuerza humana, sino que es reconociendo el poder de Dios
que se realiza la misión. Un poder que se manifiesta en todos los
órdenes de la vida.
Dios
permita que en nuestra vivencia de fe, en nuestra espiritualidad,
podamos poner nuestras fuerzas y nuestras capacidades de tal manera en
las manos de Dios, que en una entrega sacrificial por su Reino seamos
útiles a su causa, pero sabiendo en última instancia que nada podemos
hacer si no es con el poder de Dios, el poder del Espíritu Santo.
El
Espíritu Santo es el que nos ayuda para que nuestra espiritualidad sea
una espiritualidad comprometida. Es la única manera de que una
espiritualidad pueda ser llamada cristiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario