La Caída del Muro de Berlín y
mi visita a esa ciudad
Víctor Rey
En julio de 1991 la Asociación
Mundial Para la Comunicación Cristiana por sus siglas en inglés WACC, me invitó
a participar en un seminario que se realizó en Berlín en la parte oriental de
esa ciudad. El tema era reflexionar sobre el papel que habían jugado los medios
de comunicación en la Caída del Muro de Berlín y en la posterior caída de bloque
socialista y de la Unión Soviética. Yo
en ese tiempo me encontraba haciendo estudios de post grado de Comunicación
Social en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica. Una de las ciudades que quería conocer era
justamente Berlín, por lo que significaba en relación a su historia y a la
Guerra Fría que se había vivido recientemente y todo lo que se había escrito,
filmado y comentado en relación a este hecho histórico.
Hacer el viaje en tren,
partiendo desde Bruselas, pasando por Liege, Aachen, Koln, Hannover y llegando
a Berlín de noche a la oscura estación, ha sido para mí una de las experiencias
más ricas de encontrarme con la historia contemporánea. Salí caminando de la estación para acercarme
al hotel donde se realizaría el seminario.
Cruzar el rio Spree a esa hora fue algo sobrecogedor.
Durante los días del seminario
de la WACC pude salir a caminar y conocer esta ciudad recorriendo sus calles,
iglesias, monumentos y museos. Recuerdo
su Catedral, el Reichstag, Alexanderplatz, el bulevar de Unter den Linder,
Chekpoint Charlie, la Puerta de Brandeburgo, la Universidad de Humbold, la
estatua de Carlos Marx y Federico Engels, el edificio del Partido Comunista y
por supuesto el muro de Berlín. Me
faltaron días para recorrer la parte oeste y este de esta hermosa ciudad.
El 9 de noviembre de 1989, la
gente de la Alemania Oriental ocupada tomó el control de su destino cuando
literalmente derribaron a martillazos el Muro de Berlín. Sucedió gracias a la presión de una
muchedumbre que se movilizo en la búsqueda de la libertad. La caída del muro de Berlín se transformó en
el símbolo del fracaso y posterior desmantelamiento del régimen socialista
instaurado por los soviéticos. Es
difícil revivir el drama apasionante de ese periodo en la Europa de hace 25
años. Durante 1989 hubo señales claras
de que el imperio soviético se desmoronaba. En Polonia, Hungría y otros lugares
los movimientos populares desafiaron con éxito a los regímenes respaldados por
los soviéticos que habían perdido su legitimidad desde hacía mucho. Pero el drama fue más intenso en Alemania
Oriental y Occidental, el epicentro de la Guerra Fría. Desde el 13 de agosto de 1961, cuando
Alemania Oriental erigió la terrible barrera que separó a Berlín Oriental de
Berlín Occidental y de Alemania Oriental, el muro se volvió el temido símbolo
del aislamiento y la desesperanza. Las
familias quedaron separadas, y durante el siguiente cuarto de siglo más de 100
alemanes murieron tratando de escapar al otro lado del muro. Entonces, el 9 de octubre de 1989, más de
7.000 alemanes orientales se reunieron afuera de la iglesia Nikolai en Leipzig;
llevaban velas que simbolizaban la paz y coreaban: wir sind das Volk! (¡somos
el pueblo!).
A las manifestaciones
siguieron protestas cada vez mayores, en Leipzig y en toda Alemania Oriental.
Precisamente un mes después, cayó el Muro de Berlín. El doble muro de concreto de más de tres
metros de altura y de más de 150 kilómetros de extensión es en sí mismo un
testimonio de las locuras que puede llevar el totalitarismo. Su construcción se inició en agosto de 1961,
después que 3,5 millones de alemanes emigraron del país. Se hizo bajo la excusa de que se construía
para evitar el ataque de la Alemania Occidental.
En Chile el año anterior
habíamos derrotado en un plebiscito la dictadura de Pinochet y veíamos como una
señal de los tiempos lo que veíamos a través de la televisión en Alemania y
luego en el resto de Europa de Este. Era
la lucha por la libertad que se daba en todo el mundo y atisbábamos que era el
inicio de una nueva época, de una nueva era de una nueva civilización para la
humanidad. Por eso creo que la historia
contemporánea se divide en un ante y un después de la Caída del Muro de
Berlín. Doy gracias por el privilegio
que he tenido de ser un testigo privilegiado de ese hecho histórico que pude
ver en directo y por la televisión.
Sin embargo, 31 años más
tarde, el 9 de noviembre de 2021, todos deberíamos festejar en conmemoración de
lo que ocurrió en ese día crucial. Se
puede hacer un balance de estos años desde muchos puntos de vista. Como en toda historia humana, en el período
recorrido hay luces y sombras, éxitos y fracasos. Pero quedan algunas verdades: Alemania del
este se integró en la República Federal y recuperó la democracia. Ese momento mágico es un recordatorio para
toda la gente de todo el mundo, para los que vivían entonces, para los que
viven ahora y para quienes vivirán en el futuro. La tiranía no puede suprimir
la voluntad de quienes ansían la libertad y desean una vida mejor para sí y
para sus hijos.
Las palabras del Papa
Francisco en el aniversario de este hecho histórico rezando el Angelus en la
Plaza de San Pedro son la mejor lección que podemos aprender de este hecho
histórico que ha marcado a la humanidad: “Que caigan todos los muros que
todavía dividen al mundo y que exista una cultura del encuentro. Que no vuelva a suceder que personas
inocentes sean perseguidas y asesinadas a causa de sus creencias o
religión. Donde hay un muro hay una
clausura del corazón. Sirven puentes y
no muros.”
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