NOAN CHOMSKY, 91 AÑOS DE
REBELDÍA
Víctor Rey
“La gente ya no cree en los
hechos” dice Noam Chomsky en una entrevista. El lingüista vivo más importante
del mundo, creador de la revolucionaria gramática generativa, ha cumplido 91 años, ha abandonado su mítica
cátedra del MIT en Boston para instalarse en Arizona. Allí sigue impartiendo clases y denunciando
las injusticias de un sistema político y económico que argumenta, sigue
ahondando en la desigualdad.
Tuve el privilegio de conocer a
Noam Chomsky cuando estudiaba Comunicación Social en la Universidad Católica de
Lovaina en Bélgica, allá a principios de los años noventa. Dio una conferencia pública en uno de los
auditoriums más grandes de la universidad, en cual estaba repleto y tuvimos que
sentarnos en las gradas para escucharlo.
Una de las preguntas que hizo en esa oportunidad la recuerdo y fue esta:
¿Cómo es la clase trabajadora hoy? Tal vez sea esa la pregunta crucial y no
sabemos responderla. Noam Chomsky arrojaba
algo de luz: “Mi familia era de clase trabajadora, estaba en paro, no tenía
educación; era un tiempo mucho peor que ahora, pero había un sentimiento de que
todos estábamos juntos en ello. Ahora vivimos la sensación de que estamos
solos, de que no tenemos nada que hacer”. Resumiendo al lingüista: la exclusión
es, sobre todo, un presente sin esperanza. Y es desesperanza lo que se ha
instalado en esa parte de la población que no conocemos bien: nos pilla a
trasmano, o bien porque está lejos de lo urbano, o bien porque se invisibiliza
en barrios periféricos. ¿Cómo acercarse a lo que allí pasa sin escribir cargado
de ideas preconcebidas o despertar recelo? La principal contribución de Chomsky
a la lingüística se fundamenta en la idea de que el lenguaje es una facultad
biológica del cerebro humano, el único programado para procesos computacionales
linguisticos. Chomsky nos invita a
considerar, por tanto, que además de sus dimensiones artísticas, social y
regulativa, el lenguaje es un objeto cognitivo-biológico que puede estudiarse
científicamente: hay en ello una “ventana hacia la mente” y no solo un
“instrumento para comunicarse”.
En su obra,
Chomsky anima a sorprenderse y hacerse preguntas sobre lo más simple y obvio de
la realidad, ya que es entonces cuando empieza la ciencia. En el estudio del lenguaje, no obstante rara
vez sucede eso. La filosofía chomskiana parte del hecho de que sabemos más de
lo que nos enseñan. Hay un componente
innato en el ser humano que no se potencia lo suficiente. Eso se ve claramente
en el lenguaje, pero puede extrapolarse a la ética y la estética. Así pues, si se considera que hace falta desarrollar las capacidades de
todo el mundo, se está cerca de un modelo anarquista, en el sentido de
contrario a un modelo creado por una élite, y en contra de las limitaciones
impuestas por el tal modelo.
No hay manera de que un escritor testimonial
deje a la familia satisfecha, ni a los de su pueblo, ni a los de su clase, ni a
los de su religión. Pero nosotros necesitamos que esas voces se hagan oír. Es
urgente. Nos guían por un terreno desconocido que ayuda a entender ese
desaliento abismal que solo se alivia cargando contra quien se considera
inferior o más vulnerable en la escala social.
El pensador y activista, más
que indicarnos dónde reside el bien, ha de dar pruebas de entereza, lo cual
exige seguir respondiendo a las exigencias del pensar en los momentos mismos en
los que el combate contra los enemigos del pensamiento constituye el primer
imperativo, pues la filosofía puede ayudar a la liberación siendo efectivamente
filosofía. Al proseguir con el rigor que se conoce su admirable trabajo al
servicio de la causa del lenguaje, Noam Chomsky hace hoy día honor a esa
indomable tradición.
Por último el pensador nos
animó en esa conferencia a vivir buscando la esperanza en este mundo donde hoy
se niega a vivir sin esperanza
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