martes, 14 de noviembre de 2017

¿Y ESO EN DÓNDE SE ENCUENTRA EN LA BIBLIA?
Por el P. Manuel Sonora Macías
No se si ustedes recuerden en sus días de la infancia que el Pato Donald tenía tres sobrinos que pertenecían a un club de exploradores llamado el Club de los Castores. Pues bien, era muy interesante porque dicho club había elaborado un Manual para los miembros del club en donde venían las soluciones a todos los posibles problemas que surgieran en las actividades de los miembros.
A mí me hacía gracia que siempre que tenían una duda o se enfrentaban a un problema Hugo, Paco y Luis inmediatamente consultaban su Manual porque sabían que ahí se encontraba la solución exacta al problema o situación que encontraban. Yo pensaba que sería bueno que existiese en el mundo un Manual mágico como ese en donde todas las posibles interrogantes que vinieran a mi vida estuvieran registradas ahí con su solución exacta.
Pero, por supuesto el Manual únicamente refleja el deseo infantil de que en un libro estuvieran todas las respuestas y soluciones a los problemas de la vida o a situaciones difíciles que llegaran a desafiarnos. Algo así como la creencia en una hada madrina o en un genio sacado de una lámpara. Pero, por razón lógica tal libro no puede existir y de hacerlo sería una serie de volúmenes que ocuparían un salón de inmensas dimensiones pues imagínense la cantidad de problemas y situaciones que tenemos todos y cada uno de los habitantes de este mundo.
Bueno, pues esto viene a colación porque cuando he mencionado alguna respuesta a situaciones de la vida que son complicadas y hago uso de mi razonamiento para dar la respuesta a ellas no falta quien inmediatamente me diga: “¿Y dónde está eso en la Biblia?” Es decir que para muchos cristianos la Biblia es exactamente igual al Manual de los Castores fruto de la imaginación de Disney. Esta clase de cristianos desean que todos y cada uno de los problemas que pueden emerger en todos los ámbitos de la religión y de la vida tenga su respuesta exacta y completa en uno o varios versículos de la Biblia.
En varias ocasiones al salir del templo se acercó a mí un visitante “cristiano” que nunca falta y me decía. “No me gustó su predicación hermano, usted mencionó solo dos versículos de la Biblia en todo su sermón.” A lo que yo le respondía: “¿Pero usted puso atención a lo que yo dije? Todo mi sermón se basó en lo que la Biblia establece en general no en un solo versículo.” Pero siempre insistía diciendo: “Si, pero usted debería mencionar más todavía de la Palabra de Dios.”
Y es que no todas a nuestras interrogantes de la índole que sea tienen su exacta respuesta en un versículo explícito de la Biblia. Más bien la respuesta se encuentra en el espíritu de la Escritura centrada en las enseñanzas de Cristo. La Biblia solo tiene un esquema general de la revelación divina para que nosotros usando nuestro sentido común podamos dar respuestas basados no en un versículo dado sino en la enseñanza general del evangelio.
Y lo que estas personas no han entendido es que aún muchas de sus creencias no tienen respaldo en un versículo bíblico. Por ejemplo. No hay ni un solo versículo en la Biblia que mencione la palabra “Trinidad”, sin embargo este es uno de los dogmas centrales de la Iglesia Universal. Tampoco existe un versículo en donde claramente Jesús diga: “Yo soy Dios”. Pero sabemos que hay textos que lo dan por sentado y no necesitamos que un versículo lo diga así claramente para poder creer en la divinidad de Cristo y así hay muchos ejemplos en las Escrituras.
¿Por qué estos “cristianos” quieren que todo tenga una respuesta en un versículo bíblico a fuerzas?
Pues sencillamente porque no quieren pensar. No están dispuestos a indagar, a deducir, a estudiar, sino quieren que la Biblia sea un libro mágico en donde como el Manual de los Castores podamos encontrar todas las respuestas a nuestras interrogantes. Y así lo enseñan. Yo he oído y leído en publicaciones “cristianas” que “Todo está en la Biblia” y no hay por qué andar buscando respuestas en otros lugares. Pero por supuesto esto es una gran mentira. No todo está en la Biblia. Hay miles de cosas que se desprenden de la enseñanza evangélica, pero que no están registradas textualmente en la Biblia.
Hay muchas situaciones de la vida contemporánea que nunca fueron contempladas por los escritores de la Biblia. Ellos nada supieron el aborto legal, del divorcio necesario, de la eutanasia, de los trasplantes de órganos ni de la donación de los mismos, de la fecundación “in vitro”, de la igualdad de la mujer, de los viajes espaciales y sus consecuencias, del calentamiento global, del matrimonio igualitario y miles de situaciones más que se pueden responder a la luz de los principios del evangelio pero que no están contenidos explícitamente en uno o varios pasajes de la Biblia.
Aún en las doctrinas, organización y gobierno de la iglesia hay muchos huecos sin llenar. El Libro de los Hechos y las Cartas Apostólicas nos dan un ligero bosquejo de la organización, liturgia, doctrinas, etc. de la iglesia. Pero para poder entender esto necesitamos echar mano de los escritos de esa época y tiempos posteriores que nos dicen cómo se fue desarrollando lo que ahora conocemos como la Iglesia. El estudio de la Patrología es indispensable para saber cómo era la iglesia de los primeros siglos, en qué creían estos cristianos y cómo gobernaban la misma y que ritos y ceremonias practicaban.
Creo que es tiempo de comenzar a dejar de pensar en la Biblia como un libro mágico con todas las respuestas a nuestras interrogantes y ser conscientes de lo que alguien dijo por ahí. “Ni toda la Biblia es la Palabra de Dios, ni toda la Palabra de Dios está en la Biblia.”

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