A 28 años de la Caída del Muro de Berlín y mi visita a esa ciudad.
Víctor Rey
En julio de 1991 la
Asociación Mundial Para la Comunicación Cristiana por sus siglas en inglés
WACC, me invitó a participar en un seminario que se realizó en Berlín en la parte
oriental de esa ciudad. El tema era reflexionar sobre el papel que habían
jugado los medios de comunicación en la Caída del Muro de Berlín y en la
posterior caída de bloque socialista y de la Unión Soviética. Yo en ese tiempo me encontraba haciendo estudios
de post grado de Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina en
Bélgica. Una de las ciudades que quería
conocer era justamente Berlín, por lo que significaba en relación a su historia
y a la Guerra Fría que se había vivido recientemente y todo lo que se había
escrito, filmado y comentado en relación a este hecho histórico.
Hacer el viaje en
tren, partiendo desde Bruselas, pasando por Liege, Aachen, Koln, Hannover y
llegando a Berlín de noche a la oscura estación, ha sido para mí una de las
experiencias más ricas de encontrarme con la historia contemporánea. Salí caminando de la estación para acercarme
al hotel donde se realizaría el seminario.
Cruzar el rio Spree a esa hora fue algo sobrecogedor.
Durante los días del
seminario de la WACC pude salir a caminar y conocer esta ciudad recorriendo sus
calles, iglesias, monumentos y museos.
Recuerdo su Catedral, el Reichstag, Alexanderplatz, el bulevar de Unter
den Linder, Chekpoint Charlie, la Puerta de Brandeburgo, la Universidad de
Humbold, la estatua de Carlos Marx y Federico Engels, el edificio del Partido
Comunista y por supuesto el muro de Berlín.
Me faltaron días para recorrer la parte oeste y este de esta hermosa
ciudad.
El 9 de noviembre de
1989, la gente de la Alemania Oriental ocupada tomó el control de su destino
cuando literalmente derribaron a martillazos el Muro de Berlín. Sucedió gracias a la presión de una
muchedumbre que se movilizo en la búsqueda de la libertad. La caída del muro de Berlín se transformó en
el símbolo del fracaso y posterior desmantelamiento del régimen socialista
instaurado por los soviéticos.
Es difícil revivir el
drama apasionante de ese periodo en la Europa de hace 25 años.
Durante 1989 hubo
señales claras de que el imperio soviético se desmoronaba. En Polonia, Hungría
y otros lugares los movimientos populares desafiaron con éxito a los regímenes
respaldados por los soviéticos que habían perdido su legitimidad desde hacía
mucho.
Pero el drama fue más
intenso en Alemania Oriental y Occidental, el epicentro de la Guerra Fría.
Desde el 13 de agosto
de 1961, cuando Alemania Oriental erigió la terrible barrera que separó a
Berlín Oriental de Berlín Occidental y de Alemania Oriental, el muro se volvió
el temido símbolo del aislamiento y la desesperanza.
Las familias quedaron
separadas, y durante el siguiente cuarto de siglo más de 100 alemanes murieron
tratando de escapar al otro lado del muro.
Entonces, el 9 de
octubre de 1989, más de 7.000 alemanes orientales se reunieron afuera de la
iglesia Nikolai en Leipzig; llevaban velas que simbolizaban la paz y
coreaban: wir
sind das Volk! (¡somos el
pueblo!).
A las manifestaciones
siguieron protestas cada vez mayores, en Leipzig y en toda Alemania Oriental.
Precisamente un mes después, cayó el Muro de Berlín.
El doble muro de
concreto de más de tres metros de altura y de más de 150 kilómetros de
extensión es en sí mismo un testimonio de las locuras que puede llevar el
totalitarismo. Su construcción se inició
en agosto de 1961, después que 3,5 millones de alemanes emigraron del
país. Se hizo bajo la excusa de que se
construía para evitar el ataque de la Alemania Occidental.
En Chile el año
anterior habíamos derrotado en un plebiscito la dictadura de Pinochet y veíamos
como una señal de los tiempos lo que veíamos a través de la televisión en
Alemania y luego en el resto de Europa de Este.
Era la lucha por la libertad que se daba en todo el mundo y atisbábamos
que era el inicio de una nueva época, de una nueva era de una nueva
civilización para la humanidad. Por eso
creo que la historia contemporánea se divide en un ante y un después de la Caída
del Muro de Berlín. Doy gracias por el
privilegio que he tenido de ser un testigo privilegiado de ese hecho histórico
que pude ver en directo y por la televisión.
Sin embargo, 25 años
más tarde, el 9 de noviembre de 2014, todos deberíamos festejar en
conmemoración de lo que ocurrió en ese día crucial. Se puede hacer un balance de estos años desde
muchos puntos de vista. Como en toda
historia humana, en el período recorrido hay luces y sombras, éxitos y
fracasos. Pero quedan algunas verdades:
Alemania del este se integró en la República Federal y recuperó la democracia.
Ese momento mágico es
un recordatorio para toda la gente de todo el mundo, para los que vivían
entonces, para los que viven ahora y para quienes vivirán en el futuro. La
tiranía no puede suprimir la voluntad de quienes ansían la libertad y desean
una vida mejor para sí y para sus hijos.
Las palabras del Papa
Francisco en el aniversario de estos 25 años rezando el Angelus en la Plaza de
San Pedro son la mejor lección que podemos aprender de este hecho histórico que
ha marcado a la humanidad: “Que caigan todos los muros que todavía dividen al
mundo y que exista una cultura del encuentro.
Que no vuelva a suceder que personas inocentes sean perseguidas y
asesinadas a causa de sus creencias o religión.
Donde hay un muro hay una clausura del corazón. Sirven puentes y no muros.”
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