martes, 14 de noviembre de 2017

¿QUÉ ES LO YO CREO?   Por el P. Manuel Sonora

Bueno, comprendo que algunas personas estén confundidas por escuchar mis opiniones acerca de alguna de las “verdades de fe” con las cuales no estoy de acuerdo. Y quizá muchos digan: “Bueno, si el P. Sonora no cree en el infierno, no cree en el diablo, no cree en la condenación eterna, no cree en que hay que guardar la ley, no cree en la infalibilidad de la Biblia, etc. ¿Entonces en que cree el buen señor?  ¿Acaso es ateo o agnóstico?” y esto me ha obligado a contestar estas inquietudes haciendo una especie de afirmación de fe.
Ante todo, creo en Dios. Pero así en el Dios con mayúscula, no en el dios que predican la mayoría de las iglesias. No creo en un anciano de luengas barbas sentado en un trono con un triángulo en la cabeza y un orbe en la mano y la tierra como su escabel. Tampoco creo en un dios hecho a imagen y semejanza nuestra, con todas nuestras debilidades, pasiones, indecisiones, un dios que se venga de sus enemigos hasta los nietos y bisnietos y que en un berrinche condene a toda la humanidad a la destrucción.
Para mí, Dios es algo infinito, incognoscible, inalcanzable, fuera de toda concepción que podamos tener de él. Es algo inmenso, una fuente de energía inconmensurable que es capaz de crear universos enteros con la fuerza de su voluntad. Un Dios perfectísimo, incapaz de tener nuestros pensamientos, pasiones y debilidades. Un Dios que está sobre todas esas mezquindades que tenemos los seres humanos. Sin forma humana alguna es una entidad imposible de identificar con nada de lo que hasta ahora conocemos.
Creo que las civilizaciones antiguas trataron de elaborar una imagen de ese Dios y lo minimizaron completamente dándole una forma humana, con sentimientos y pasiones incluidas. Y que en los libros sagrados de todas las religiones aparece como un ser de carne y hueso limitado por el tiempo y el espacio y que actúa exactamente como uno de nosotros.
Pero ese Dios aunque inmenso y autosuficiente por un misterio que no podemos comprender no es una unidad indivisible, sino que es una pluralidad en sí. Dialoga consigo mismo y ejerce sus funciones por medio de esas “personas” que forman su esencia. Para él la soledad no existe sino que él mismo es un conjunto de personalidades con las que interactúa de una manera desconocida e incomprensible para nosotros.
Pero ese Dios tan grande que, como dice la Biblia: “Los cielos de los cielos no pueden contenerlo” de otra manera también imposible de comprender y analizar puede estar con cada uno de los individuos que forman su creación, aquí en la tierra y en el universo entero. Ese Dios tiene como esencia el amor, pero no como lo conocemos nosotros, sino un amor absoluto y perfecto, y ese amor es lo que lo hace relacionarse con su creación.
Y para demostrarnos su amor envió a Jesucristo quien es la “imagen” de Dios, por supuesto espiritual y que nos vino a revelar un poco de lo que es este misterio profundo. Ni creo ni niego el nacimiento “virginal”, aunque los escritos del N. T. salvo los Evangelios de Mateo y Lucas no hablan acerca de esto, y mucho se ha discutido si la palabra en hebreo que se ha traducido por “virgen” en algunas versiones aparece de esta manera: Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La joven concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel.”(Isa.7:14). Pero en fin. Para mí lo importante es que Jesús es la figura central de la Biblia y es su vida, sus enseñanzas, su muerte y resurrección lo importante para mí.
Creo que él vino a enseñarnos un camino muy definido para llegar a Dios. Sus enseñanzas son el alma de la nueva fe que nos vino a predicar y el seguirlas nos trae no solo bendiciones sino algo más pleno, lo que llamamos la felicidad. Creo que su muerte fue el resultado de la maldad del hombre y que murió a causa de nuestros pecados y maldades, pero no para ser un sacrificio a un dios que reclamaba sangre para poder perdonar nuestros errores. Creo que ese Jesús vive a través de nosotros y nos da la misión de actuar en su nombre ayudando a los desvalidos, los desesperanzados, los que lo han perdido todo.
Creo que ese evangelio de buena voluntad tiene que ser predicado a todas las gentes para lograr un mundo mejor y establecer el reinado de Dios sobre la tierra. Y para hacerlo creo que Dios mismo habitando en nosotros, el que llamamos el Espíritu Santo, nos capacita para poder vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y cumplir con lo que él nos ha encomendado.
Creo en la justicia divina, la cual es completamente diferente a la nuestra. Dios sabe cómo y cuándo cada uno de nosotros ha de recibir su recompensa o castigo. Por supuesto que no creo en el infierno ni en la condenación eterna y las considero fábulas blasfemas que denigran la esencia de Dios que es el amor. Creo que cada uno en esta vida o en la otra de una manera que solo Dios sabe vamos a recibir lo que nuestras obras aquí en la tierra nos han ganado. Y que tanto el castigo como la recompensa serán proporcionales a lo que hicimos en este mundo.
Creo que eso que llamamos la Iglesia es tan solo un auxiliar para nuestra vida espiritual. Está aquí para darnos consuelo, consejo, instrucción y sobre todo el beneficio de los Sacramentos y que por desgracia, debido al orgullo y soberbia del ser humano se haya segmentada en múltiples denominaciones y que a pesar de ello Dios subsiste en la mayoría de ellas. Pero que es nuestro deber y obligación tratar de lograr la unidad ordenada por Cristo cuando dijo “Que todos sean uno para que el mundo crea”
Creo que Dios está en donde él quiere estar y que no está restringido a una institución religiosa cualquiera que esta sea. Creo que él se ha manifestado de diversas maneras a nosotros a través de las creencias de los pueblos y que por sobre sus limitaciones y posibles errores Dios se ha manifestado a través de sus maestros, sabios y tradiciones.
Creo que la Biblia es un conjunto de tradiciones y mitos sagrados del pueblo hebreo a través de los cuales Dios nos ha revelado su propósito de que le lleguemos a conocer a través de su Verbo, quien está profetizado en dichos escritos. Creo que al ser escrita por seres humanos falibles la Biblia no carece de errores ni mucho menos es infalible. Simplemente que, a través de los errores que pudieron cometer sus escritores Dios siempre está presente entre esas líneas a veces torcidas. Para el cristiano el Antiguo Testamento es tan solo una referencia histórica y tiene mucho material didáctico y devocional, pero el corazón de su fe es solamente el evangelio de Jesús.
Creo que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y que aún en los seres más perversos subsiste la chispa divina que puede encenderse a través del evangelio escuchado y creído. Creo que todo lo que tenemos en nuestra naturaleza es un don de Dios y que nada es malo, ni sucio, ni pecaminoso. Que todas nuestras necesidades físicas y orgánicas son parte del esquema que Dios hizo para cada uno de nosotros. Y creo que la sexualidad humana es el regalo más maravilloso que Dios nos ha hecho para que lo disfrutemos con responsabilidad y templanza. No hay nada en ella que deba ser vergonzoso o malo, solo cuando, como con nuestras demás necesidades la empleamos mal y abusamos de ella. No creo que se nos haya dado solamente para reproducirnos sino para darnos placer y contentamiento. Aunque no pueda afirmarlo con certeza, pero casi estoy convencido que en nuestra siguiente existencia seguiremos gozando de ella.
Y creo que cada uno de los seres humanos es una unidad en sí y que no tiene que ser exactamente igual a los demás y eso está demostrado por la variedad de características físicas que tenemos: color de la piel, del cabello, rasgos físicos, estatura, etc. no hay un ser humano exactamente igual a otro ni lo tiene que haber. Y que cada uno de nosotros tiene diferentes gustos y preferencias que deben ser respetadas por los demás.
Creo que el pecado no es la transgresión a ciertas leyes u observancias religiosas. No creo en el así llamado “Pecado Original”, sino que dado nuestro libre albedrío estamos capacitados para escoger hacer lo correcto o lo incorrecto. La palabra para pecado en el Nuevo Testamento es “Hamartía” que simplemente quiere decir “errar al blanco”, es decir equivocarnos a la hora de pensar, decir o hacer algo. Es decir, que pecamos no haciendo el mal precisamente, sino errar en hacer lo correcto. Cuando hemos aceptado a Jesucristo en nuestra vida y lo hemos tomado como nuestra inspiración constante no debemos preocuparnos ya por el pecado, pues al seguir los mandatos de Cristo y tratar de amar a nuestros semejantes como amamos a Dios es más difícil que “erremos el blanco”.
Creo que no debemos estar pensando en el pecado y la culpa porque son cosas del pasado. El Apóstol Pablo dice; “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Cor. 5:17) así que todas nuestras culpas se deben desvanecer para siempre. Dios se ha olvidado de ellas. Ahora solo nos resta esforzarnos por vivir esa vida de gracia que Dios nos ha dado en él.
Creo que al final de nuestras vidas no iremos ni al cielo ni al purgatorio, sino a un lugar o estado de preparación, en donde veremos toda nuestra vida con las consecuencias de nuestros actos buenos y malos y nos regocijaremos en nuestros triunfos y lamentaremos nuestros errores. Ahí encontraremos las respuestas a todas nuestras interrogantes y sabremos todo lo que ahora ignoramos totalmente. Ahí seremos juzgados y se nos dará nuestra recompensa.
Permaneceremos ahí hasta el fin de los tiempos en que Dios creará un nuevo cielo y una nueva tierra en la cual viviremos con nuestros cuerpos ahora glorificados y perfeccionados y en compañía de todo lo que amamos en la vida presente. Y ahí podremos ver la gloria de Dios en plenitud y todos los misterios nos serán revelados. Creo que ahí si podremos amar plena y perfectamente y como dice la Revelación ahí ya no habrá más llanto, ni más tristeza ni más dolor. Y nos dedicaremos a hacer lo que más amamos en esta vida.
Esta es en resumen la fe que profeso y de ella emanan muchísimas cosas más, pero quise dejar un resumen de mi posición teológica. Espero que esto ayude a muchos que andan esclavizados por el evangelio del terror y puedan creer en el evangelio de la esperanza y del amor.
A Dios sea dada toda la gloria. Amén.
Tomado del Libro: “Teología para la gente común”

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