Comunicación y Espiritualidad Cristiana
Víctor
Rey
“La visión de Jesús que tienes
Es el mayor enemigo de mi visión:
La tuya tiene una gran nariz
Aguileña como la tuya,
La mía tiene una nariz chata
Como la mía…
Ambos leemos la Biblia día y noche,
Pero tu lees negro donde yo leo blanco.”
(William Blake)
La comunicación como proceso social, vital para la convivencia, nace con
la humanidad misma y ha sido potenciada modernamente a través de grandes
organizaciones y poderosas tecnologías.
Las comunicaciones humanas, pueden ser consideradas como procesos
inscritos en la dinámica personal, grupal y masiva que posibilitan la
convivencia social y también como organizaciones sociales que potencian las
interrelaciones humanas a través de los modernos medios de difusión. Pero en ambas perspectivas el término y el
fin de la comunicación es el ser humano, a quién deben someterse todos los
medios y técnicas cuyos usos son a veces ambiguos y aún nefastos para la
humanidad.
La espiritualidad cristiana, entendida como un “estilo de vida”,
comprende el mundo de las relaciones humanas. Jesús, la referencia primera de
este “camino espiritual”, vivió con intensidad los contactos humanos. Prueba de
esto es el valor que dio a la “mesa” no sólo como lugar para la comida, sino también
como espacio de diálogo y de encuentro, de acogida y de la manifestación del
amor de Dios.
Es imposible vivir la espiritualidad cristiana sin
relaciones humanas. No es auténticamente cristiana la espiritualidad cerrada en
sí misma o enclaustrada en la relación yo-Dios. Jesús se acercaba a hombres,
mujeres, jóvenes y niños con respecto y amor. Además, el primer mandamiento,
condición para ser su discípulo, comprende el “amor” que se extiende en tres
direcciones: así mismo, a Dios y a los demás. San Juan llega a afirmar
que, “el que dice: ‘Yo amo a Dios’, y odia a su hermano, es un
mentiroso.” Y hace una pregunta: “¿Cómo alguien puede
amar a Dios, a quien no ve, si no ama a su hermano, a quien ve?” (1Jn
4,20).
Tratar la espiritualidad cristiana, desde la
perspectiva del otro, nos lleva necesariamente a abordar la comunicación, pues
“quien ama se comunica”. Vivimos en una época marcada por el desarrollo de los
medios de comunicación electrónicos e informáticos. Los instrumentos técnicos,
tales como la prensa, el teléfono, la Internet, la televisión, la radio, etc,
facilitaron los flujos de informaciones y cambiaron la noción de tiempo y
espacio.
Los aparatos tecnológicos de la comunicación,
desarrollados especialmente en la segunda mitad del siglo XX, no pueden, sin
embargo, ser vistos como fenómenos aislados en nuestra sociedad. En verdad, un
nuevo contexto social fue creado. Una nueva cultura fue engendrada, en la cual
la comunicación “instrumental” pasó a ser una de las necesidades fundamentales.
La comunicación “instrumental” es importante pero
no puede hacernos olvidar que la comunicación es antes de todo una experiencia
humana. Comunicar consiste en intercambiar con el otro. Es siempre la búsqueda
del otro y de un compartir. El uso de los diferentes medios facilitaron los
contactos y los intercambios de informaciones, pero no hay ninguna prueba que
han mejorado la calidad de la comunicación entre las personas. La comunicación
continúa siendo un gran desafío.
La comunicación de persona a persona exige un
esfuerzo continuo de superación de bloqueos internos y externos. Es un proceso
donde hay avances y fracasos. De hecho, no existe comunicación sin
malentendidos, sin ambigüedades, sin traducciones y adaptaciones, sin pérdidas
de sentido y surgimiento de significados inesperados.
La calidad de las relaciones interpersonales
depende de la calidad de la comunicación y para avanzar en este camino es
necesario un esfuerzo continuo. Podemos también decir que la calidad de la
espiritualidad depende de la calidad de la comunicación o “interacción” con los
demás. Esto no siempre es fácil, especialmente, en una sociedad donde prevalece
fuertemente el individualismo.
Ponerse en el camino de la espiritualidad cristiana
es entrar en una dimensión que va más allá de nosotros mismos. Es hacer un
camino donde, desde nuestras relaciones interpersonales, aprendemos a amar a
las personas, haciendo un movimiento contrario a lo que intenta imponer
la sociedad, que es “amar cosas y usar personas”. Jesús, el comunicador,
muestra que la espiritualidad pasa por un camino de “humanidad” que parte del
amor, de la acogida y de la creación de lazos fraternos que empiezan a partir
de las relaciones con las personas que viven cerca de nosotros.
El mensaje de Jesús tanto en palabras y obras deja
muy claro que el reino de Dios es radical e inclusivo. Como sabemos Jesús
disfrutó sentarse a la mesa con prostitutas y borrachos, y así trasladó la espiritualidad del templo a la mesa de
compañerismo y la reconciliación.
Confirma y responde a la fe de los gentiles representados por romanos,
sirofenicios y samaritanos. A sus
seguidores les tomó un buen rato entender a dónde iba a parar todo eso, pero al
fin se dan cuenta que el reino de Dios ya no pueden catalogar a las personas
con etiquetas vetustas como masculino/femenino, judío/gentil, esclavo/libre,
rico/pobre, bárbaro/escita, etc. Deben
ver a la gente en una luz nueva deben
aprender a ver de otra forma. Cuando ven
a todas las personas como criaturas de Dios, amadas por el Rey y bienvenidas en
el reino, deben abrirle su corazón a todos, así como sus hogares, sus mesas y
sus círculos de amigos, sin considerar las antiguas distinciones. Esto es algo radical para todos, pero
especialmente para los compatriotas judíos de Jesús, cuya identidad y devoción
únicas les hacían sospechar de cualquier iniciativa que incluyera la
posibilidad d mezclarse con no judíos.
Por esto para los cristianos el único modelo de
espiritualidad que tenemos es la vida de Jesús.
Ahí está el desafío que tenemos por delante, de vivir y encarnar ese estilo
de vida. Un autor contemporáneo lo dice
mejor: “Jesús no vino para darnos una moral más estricta. Los judíos entre los cuales él vivía eran las
personas más rigurosas moralmente de todo el imperio romano. Pero Jesús vino con un mensaje mucho más
radical. Con un mensaje que no consistía
en que Dios ama a las buenas personas sino a las malas, que Dios desea que su
familia vuelva con él, que regresemos. Y
es para nuestro bien por lo que nos fue dado el evangelio. No es algo que nos aleja del bienestar, es
realmente el camino que da sentido a la vida.
Jesús dijo: Yo he venido para que tengan vida en abundancia.” Philip Yancey,
El Jesús que nunca conocí. (1991) Editorial Vida, página 127.
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