lunes, 5 de diciembre de 2016

En el tercer aniversario de la partida de Nelson Mandela

Nelson Mandela el Padre de la Sudáfrica libre
Víctor Rey

“Todo parece imposible, hasta que se hace”.
(Nelson Mandela)

En el mes de noviembre del 1993 me encontraba en la ciudad de Birmingham en Inglaterra estudiando un curso de Misionología.  Vivía en el Selly Oak College junto a otros estudiantes venido de varios países.  Estando ahí me enteré que Nelson Mandela visitaría la ciudad y para eso se preparaba un gran coro de todas las iglesias que participarán en el acto que tendría efecto en un estadio techado.  Para mi fortuna la directora de ese enorme coro vivía también en el mismo college, así que le pedí que me incorporará al coro.  No fue fácil convencerla, ya que no me destaco por cantar bien y además los himnos eran en inglés y ya tenían un tiempo de ensayar.  Al final aceptó y creo que mi voz entre las mil voces no se notaba.  Desde la plataforma del escenario pude ver a Mandela muy cerca, hablando a un estadio abarrotado y haciéndolo con mucha paz, esperanza y alegría.  Realmente su sola presencia impresionaba.  Al año siguiente ganó las elecciones y gobernó hasta el año 1999.  Años más tarde tuve la oportunidad de viajar al III Congreso Mundial de Evangelización Lausana, que se realizó en la Ciudad del cabo en Sudáfrica el año 2010 y allí pude conocer su celda de 2x2 donde pasó 18 de los 27 años de prisión.  A su muerte ocurrida un 5 de diciembre del 2013 a los 95 años, justamente asistieron 95 jefes de estado.  Ha sido el funeral de un presidente donde han asistido la mayor cantidad.  Creo que eso demuestra la transversalidad de su lucha por la justicia, la paz, la libertad y la igualdad que interpreta a la gran mayoría de la humanidad.

«Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir». Lo dijo en 1961 ante un tribunal que lo juzgaba por alta traición.

La coherencia de Mandela (1918-2013) le convirtió en una leyenda política ya en vida. Otros, como el Che Guevara, Gandhi o Martin Luther King, son también admirados por llevar sus ideales hasta las últimas consecuencias, pero sus asesinatos contribuyeron al mito, dejando la duda de si hubiesen sucumbido al poder. En el caso de Mandela no hubo espacio para la sospecha: luchó, gobernó y se mantuvo fiel a sus creencias.
'Madiba' —'abuelo venerable', como le conocían en Sudáfrica— soportó muchos maltratos a lo largo de su vida. Familia de los jefes supremos de la tribu de los 'Tembu', fue formado para convertirse en dirigente de su clan. Pero se rebeló contra su destino: estudió Derecho y se metió en política para combatir las prácticas xenófobas del Apartheid. Era negro en un país dominado por blancos que practicaban la exclusión racial. Y no estaba dispuesto a aceptarlo.

En 1948, el Partido Nacional de Sudáfrica (PN) había ganado unas elecciones en las que sólo podían votar los blancos y había instalado un sistema de segregación racial. Enfrente tenía al Congreso Nacional Africano (CNA), formado en 1912 para luchar por los derechos de la población negra y al que se unió Mandela en 1942. Fueron años de recorrer el país promoviendo la desobediencia civil, incluidas las acciones violentas. Hasta que fue arrestado y acusado de alta traición.

El régimen de Sudáfrica consideraba a 'Madiba' un terrorista y le tuvo cerca de tres décadas entre rejas. Cuenta la leyenda —llevaba al cine por Clint Easwood— que allí cogía fuerzas repitiéndose como un mantra el poema 'Invictus', de William Ernest Henley: «Más allá de la noche que me cubre / negra como el abismo insondable / doy gracias a los dioses que pudieran existir / por mi alma invicta». Le escuchaba la comunidad internacional, que orquestó una campaña en su apoyo que dio frutos el 11 de febrero de 1990. Ese día, Mandela salió en libertad tras 27 años de cárcel. En su primera intervención ante la prensa apostó por una solución que no menoscabase los derechos de los blancos. Sin rencor. Tomó entonces las riendas de la transición del país y cambió su condición de 'peligroso opositor' por la de presidente, previo paso por las primeras elecciones democráticas a las que acudían sus compatriotas. Fue en abril de 1994.


Una vez en el poder, mantuvo la coherencia. No se aferró al sillón. Se retiró cuando llegó el momento y siguió luchando por causas noble, como erradicar la pobreza en África o combatir el sida. Trabajó además como mediador en los conflictos de Angola, Burundi y República Democrática del Congo y recibió un sinfín de homenajes. Su figura ha sido venerada por miles de personas. En vida, y tras su muerte.

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