martes, 26 de febrero de 2013

¿Hacia dónde va la Iglesia Católica?

Víctor Rey 


La sorpresa de la dimisión de Benedicto XVI a la silla papal fue una sorpresa a medias. Desde mayo del año pasado cuando se dieron a conocer los escándalos financieros en El Vaticano, comenzaron a circular diversos comentarios y escritos en internet que hablaban de una posible renuncia de Ratzinger. La sorpresa no fue su renuncia, sino el momento en el cual lo hizo. Así que podemos decir que fue una “Crónica de una renuncia anunciada”. Lo interesante de todos esto es el revuelo que ha causado y ha sido tema de conversación y escritos en diversos medios, no solo religiosos sino también seculares. Esto demuestra la importancia y la influencia que tiene la Iglesia Católica Romana en el mundo de hoy a pesar de las muchas deserciones de sus miembros y de su posición cada vez más abierta a la modernidad y la posmodernidad.
Personalmente he caminado con la Iglesia Católica, dónde tengo muchos amigos, sin ser un miembro o feligrés. Supe que me bautizaron a los pocos días de nacido en la Parroquia Santa Ana de Santiago, que a los siete años hice la Primera Comunión y posterior Confirmación junto a mi hermano mayor en la Basílica El Salvador y luego en la adolescencia participé en la Parroquia San Mateo de mi barrio, donde funcionaban varios grupos juveniles y ahí comencé a hacer mis primeras tareas de trabajo social y de liderazgo junto a sacerdotes que era simpatizantes de la Teología de la Liberación y de Los Cristianos por el Socialismo, expresión comprometida de esa teología en Chile. Luego que entré a la universidad a estudiar filosofía ese poco catolicismo que tenía se esfumó y me sentí más atraído por el marxismo y el ateísmo y la militancia política concreta. Más tarde tuve el privilegio de hacer un post grado en el Instituto Latinoamericano de Doctrina y Estudios Sociales (ILADES), institución creada por el CELAM para el fomento de la Doctrina Social de La Iglesia y coordinado por La Compañía de Jesús. Esa experiencia académica ha sido una de la más rica de mi vida, por la calidad de los profesores y alumnos y por la revisión que hicimos en dos años de las Ciencias Sociales en América Latina. También aprendí a conocer por dentro a la Iglesia Católica y leer mucho de sus documentos que me han servido posteriormente. Desde ese tiempo no me pierdo la lectura de Las Encíclicas y los documentos que salen del Vaticano. Más adelante hice otro posgrado en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica y mi primera lectura en francés, fue la Encíclica: “Redentor Missio”. Hice un breve comentario de esta Encíclica que posteriormente apareció en español en la revista Iglesia y Misión.
Me considero un cristiano ecuménico y esto me ha generado muchos problemas con mis hermanos evangélicos conservadores y fundamentalistas, que no consideran cristianos a los católicos. Creo que ellos pierden una gran posibilidad de aprender y de enriquecerse con la historia, la liturgia, la espiritualidad, el servicio y la participación social y política de los católicos. Siempre les digo que aquí se debe aplicar el principio del apóstol Pablo: “Exhaminádlo todo, retened lo bueno”.
Después de todo esto quiero hacer algunos comentarios a lo que percibo en relación la renuncia de Benedicto XVI, sin ser un especialista, ni un vaticanólogo, sino como un cristiano común y corriente que está interesado en la misión y la unidad de los cristianos.
Creo que escogió bien esta fecha para que la sucesión y todo el proceso finalice en Pascua, tenía que tomar todo ese tiempo que es necesario. Creo que todos los escándalos que se produjeron durante su papado como los casos de pedofilia y la filtración de los documentos del caso llamado “Vatileaks”, causaron estragos enormes. El sabe que se necesita un líder con una gran fuerza para resolver esos problemas y él no es la persona que tenga esa fuerza para hacerlo. Está claro que Ratzinger no es un político, su vocación es la teología. Por eso algunos dicen que el futuro Papa debe ser más pastor que profesor.
Ratzinger demostró un nivel cualitativo altísimo en el desempeño de su magisterio. Su capacidad más importante es la de comunicar conceptos densos con gran sencillez. No es un hombre que supo manejar la maquinaria del gobierno. Es un estudioso. También carecía de sensibilidad geopolítica. Basta recordar el discurso en la Universidad de Regensburg en septiembre del año 2006 y la frase desafortunada sobre Mahoma que desencadenó reacciones dramáticas.
Muchos ahora esperan un cambio o una reforma en la Iglesia Católica con el nuevo Papa que se elegirá. Si se piensa que estos cambios serán en los temas del aborto, de la ordenación de las mujeres, del celibato de los sacerdotes y del matrimonio homosexual, podemos decir que no. Hay que recordar que todos los cardenales que estarán eligiendo al nuevo Papa fueron ordenados por Juan Pablo II y por el propio Benedicto XVI, los cardenales en esos temas básicamente están de acuerdo. Si se esperan reformas en otros temas, como tener un Papa del tercer mundo, un Pontífice que pueda proyectar un mensaje más positivo, que reforme al Vaticano, que lo haga funcionar mejor, esas clases de reformas son posibles. Los desafíos que está enfrentando la el catolicismo depende desde donde se vive. Si se vive en Europa del Este se puede decir que es el secularismo. Si se vive en Nigeria podemos decir que es el Islam. Si se vive en América Latina es el crecimiento del pentecostalismo y las iglesias neopentecostales. Por otro lado la Iglesia católica ve a América latina como la salvadora de esta institución que está en declive. Creen que el futuro del catolicismo está en este continente pues es donde casi la mitad de los católicos bautizados del mundo. En esta región está el país con más católicos (Brasil), y aquí el número de seminaristas ha crecido.
La renuncia significa que los cardenales que van a elegir al nuevo Papa van a estar más abiertos a hacer cambios, debido a que, obviamente, la decisión de Benedicto XVI de irse es una señal muy clara de que el status quo no está funcionando.
¿Qué puede hacer la Iglesia Católica en América Latina donde la izquierda populista ha sustituido a la Iglesia como redentora en varios países; donde la prosperidad ha vuelto consumistas a millones de nuevos miembros de la clase media; donde las iglesias evangélicas de la “teología de la prosperidad” ( que son las más grandes y más influyentes) predican la idea de que ser rico en este mundo no es incompatible con irse al cielo, y donde las cusas sociales potencialmente útiles para los obispos no tienen suficiente público a escala continental y atraen, para colmo, a radicales con los que no les conviene juntarse?
He ahí el gran desafío actual del catolicismo latinoamericano: adaptarse a los tiempos transformadores que corren, bajo la presión de ser la rama llamada a salvar a esta institución que ha perdido espacios en sus bastidores antiguos.
Todavía no sabemos cuál será la respuesta a todo esto, en parte porque la propia Iglesia no lo sabe aún. Para ello, claro, serán necesarios dos cosas: una cierta unidad, la que nunca ha ocurrido del todo y un liderazgo más definido

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