HERBERT MARCUSE, UN FILÓSOFO PARA HOY
(En los 119 años de su nacimiento y los 38 años de su fallecimiento)
Víctor Rey
“Leer a Marcuse es acceder a la imaginación crítica”
R. Laureillard
En
el año 1973, cuando comencé mis estudios de filosofía en la Universidad de
Concepción en el sur de Chile, circulaba entre un grupo de amigos dos libros
que de algún modo eran considerados heterodoxos entre el pensamiento oficial
del marxismo de ese tiempo, estos eran:
“El Hombre Unidimensional” y “Eros y Civilización”. Conversábamos acerca de las revueltas
estudiantiles en las universidades europeas y sobre todo del “Mayo Francés de
1968”, y la influencia de su pensamientos en esos movimientos. También se hablaba del “poder estudiantil”y
de la fuerza que tenía en Europa y en Estados Unidos. Por supuesto que nos sentimos atraídos por estos
sucesos y por estos libros. ¿Qué era el
“poder estudiantil”? Era el nombre que
le daban los jóvenes norteamericanos al movimiento que empujaba a los
adolescentes de todas las universidades del mundo a impugnar en sus propios
fundamentos la sociedad que los rodeaba.
¿Qué tenían en común? Por lo
menos dos cosas: eran jóvenes y
rechazaban la sociedad de sus mayores.
¿Qué deseaban? Actuar de manera
que la universidad no fuera más el bastión del conservadurismo, sino el foco de
un nuevo radicalismo revolucionario.
Tenían pocos años para cambiar el mundo:
no se es estudiante por mucho tiempo.
Estaban apurados.
Para
comprender la virulencia de este rechazo, es necesario conocer a un autor que
gran parte de los estudiantes más politizados reivindicaban para sí: el filósofo germanonorteamericano Herbert
Marcuse.
¿Quién
fue Herbert Marcuse? Un hombre de un
metro ochenta centímetros, satírico. En
California donde vivió fue conocido en primer lugar por su amor a la naturaleza
y a los animales (fue miembro de zoológico de San Diego), por su horror al
ruido, por su felicidad matrimonial (estuvo casado con su esposa Inge por 41
años), por su conocimientos de los idiomas (hablaba correctamente el alemán, su
lengua natal, el inglés, su lengua de adopción, el francés y el ruso,
comprendía el italiano y el español).
Nacido
en Berlín en 1898, y muerto en Estados Unidos en 1979, Herbert Marcuse
perteneció al inteligencia centroeuropea que sufrió, en carne propia o muy de
cerca, los trastornos configuradores de la historia europea primero , y la
historia mundial después. De familia
judía, vivió a sus veinte años la gran esperanza y el ulterior desengaño del
fracaso de la revolución alemana.
Especialista en Hegel, reconoce posteriormente en su obra dos maestros
con los cuales mantuvo siempre una provechosa discusión intelectual: Marx y Freud.
Después de unos años de quietud y trabajo-Marcuse abandonó la política
activa tras el asesinato, en 1919, de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht-, en
1933 la subida al poder de Hitler lo fuerza a dejar su país y a establecerse,
por poco tiempo, en Suiza y en Francia.
Finalmente algunas estancias como “profesor visitante” en universidades
norteamericanas, fija su residencia en los Estados Unidos, donde ocupó varias
cátedras. Trabajo en el Instituto Ruso
de Columbia y en el Centro de Investigación de Estudios sobre Rusia de Harvard,
donde enseñó ciencias políticas y también enseñó filosofía política en la
Universidad de California. El
enfrentamiento con la sociedad industrial norteamericana acabó de configurar
sus intereses intelectuales, iniciados temáticamente –aparte los estudios sobre
Hegel- con una colaboración al libro que se publicó en 1936 bajo la dirección
de Max Horkheimer y con la intervención también de Theodor W. Adorno, titulado
“Estudios sobre la autoridad y la familia”.
En efecto, si el tema central de la no-libertad en los hombres y las
sociedades, especialmente en la sociedad, especialmente en la sociedad industrial
avanzada.
El
discurso de Marcuse es, pues coherente con su biografía y con la historia. Probablemente por esta misma razón, fue
apasionado y polémico, incisivo y provocativo.
El público lector tiene la posibilidad de descubrir que la obra de
Marcuse le aporta una gran cantidad de sugerencias y planteamientos que, más
que específicamente nuevos, resultan profundamente adecuados al momento
histórico que estamos viviendo.
El
núcleo central de la obra de Marcuse quedó constituido por la meditación sobre
el pensamiento de sus tres grandes maestros- Hegel, Marx y Freud-, representada
por los cuatro grandes libros de su época americana: “Razón y Revolución” (1941), que lleva el
subtítulo “Hegel y la aparición de la teoría social”, donde se configuran por vez
primera, en un cuadro orgánico, las bases del pensamiento del autor; “Eros y
Civilización” (1955), cuyo subtítulo es “Investigación filosófica sobre Freud”,
su libro más original y creador y, a la vez con toda probabilidad, el más
hondamente arraigado en Marx entre todos sus libros; “El Marxismo Soviético”
(1958), crítica de la civilización totalitaria soviética y denuncia de la
traición al pensamiento de Marx; y, finalmente, “El Hombre Unidimensional”
(1964), con su subtítulo suficientemente esclarecedor: “Estudios sobre la
ideología de la sociedad industrial avanzada”.
Marcuse
comenzó sus estudios universitarios de filosofía en Berlín y se licenció en la
Universidad de Friburgo, en 1921. En
Friburgo conoció a Heidegger, quien por un tiempo influyó sobre él, guiándolo,
a través de las corrientes de la época ( neokantismo de Marburgo, fenomenología
de Husserl, Dilthey, Simmel, etc.), hacia su orientación particular, o sea, las
primeras formulaciones del existencialismo.
Pronto, sin embargo, Marcuse se desprendió de la influencia de
Heidegger, y se sintió tentado por la problemática sociológica según el
planteamiento de Max Weber. Pero la obra
que más influyó en su pensamiento inicial –y no solamente sobre él, sino en
toda una generación- fue “Historia y conciencia de clase” (1923) de George Lukács,
que lo indujo a trabajar sobre la base de la tradición hegeliana-marxista y más
específicamente, sobre el pensamiento de Hegel, que se convirtió en “su”
filósofo.
La
obra de Marcuse es cuestionable, porqué en su esencia y por voluntad es una
obra abierta, una sugerencia y un estímulo – más que una doctrina- que reclaman
el diálogo y la discusión, la imaginación y la libertad, en la lucha contra el
establishment y el sistema, contra la burocracia y el dogma, y contra la
civilización represiva. El discurso de
Marcuse habla a favor de la libertad y de la felicidad, y hace falta no
confundir la crítica intelectual que se le dirige desde el mismo punto de vista
con la crítica cuyo objetivo es precisamente, perpetuar el sistema represivo
contra el cual se alzó Marcuse.
Pensador
reactivo, o sea, que obedece casi siempre a estímulos externos, Marcuse cuenta,
entre sus contribuciones originales, la de haber sabido complementar
–enlazándolos estrechamente –los pensamientos de Marx y de Freud como no lo habían logrado otros
pensadores amigos suyos de la “Escuela Filosófica de Frankfurt”, y el haber
sabido también presentarlos sugestivamente es sus aspectos a la vez más
auténticos y actuales, o sea, por la vertiente más revolucionaria y –si así se
prefiere- más creadoramente libre de su espíritu.
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