ADIOS AL
NOMBRE DE LA ROSA
Víctor
Rey
Acabo de
enterarme del fallecimiento del escritor Umberto Eco. Vienen a mi mente varios recuerdos de mis
tiempos de estudiante. Primero las
conversaciones en torno a su novela “El nombre de la rosa”. Para ese tiempo estaba haciendo mi
licenciatura en Ciencias Sociales en la lo que es hoy la Universidad Alberto
Hurtado. Siempre en las clases su nombre era citado. Eso despertó mi curiosidad por leer su
primera novela, que no fue fácil en una primera lectura, pero que me apasiono
el tema ubicado en plena edad media. El misterio y lo policiaco atrapan desde
el primer momento y si se agrega todo lo que se aprende de esa época histórica,
resulta una novela sin desperdicio. El
segundo recuerdo viene a mi mente cuando me encontraba estudiando Comunicación
Social en la Universidad Católica de Lovaina.
En los cursos de semiología, comunicación intercultural y filmología,
otra vez su nombre aparecía una y otra vez.
Aquí también se discutía la película alemana basada en su novela. Recuerdo que nos reunimos un grupo de
estudiantes en torno a unas cervezas para ver el film de 1986 y luego conversar
sobre la película comparándola con la novela.
La novela
comienza una hermosa mañana de finales de noviembre del año 1327 cuando Fray
Guillermo de Baskerville, un monje franciscano y antiguo inquisidor, y su
inseparable discípulo el novicio Adso de Melk, que es quien relata la historia,
acuden a una abadía benedictina situada en el norte de la península italiana
para intentar esclarecer la muerte del joven miniaturista Adelmo da Otranto.
Durante su estancia en la abadía van desapareciendo misteriosamente más monjes,
a quienes encuentran muertos al poco tiempo. Lentamente y gracias a la
información aportada por algunos monjes, Guillermo va esclareciendo los hechos.
El móvil de los crímenes parecen ser unos antiguos tratados sobre la licitud de
la risa que se encuentran en la biblioteca del complejo, de la cual se dice que
es la mayor del mundo cristiano. ¿Quién es el asesino? ¿Qué hicieron sus
víctimas para morir asesinadas? Nadie lo sabe.
Tras
múltiples ensayos y teorías, Umberto Eco publicó en Italia en el año 1980 su
primera novela: “El nombre de la rosa”. Es una combinación de la
crónica medieval y la novela policiaca con una reconstrucción sorprendente de
la época, que no sólo se centra en la forma de vida de los monjes de una abadía
benedictina, sino que también lo hace en la ideología y forma de pensar y
sentir del siglo XIV. La teología y el misterio se funden en una sola novela,
complementándose mutuamente y dando una sensación de realidad que pocas novelas
consiguen producir. Aunque el manuscrito de Adso de Melk (sobre el cual el
autor habla en el prólogo diciendo que fue su fuente de inspiración) sólo
fuesen las invenciones de un monje, no me importaría porque para mí seguiría
siendo una crónica tan verídica como las de los historiadores de aquel tiempo,
que pone a mi alcance una visión clara de una época tan conflictiva como fue
aquélla.
Tiene
pasajes excepcionales, magníficos, y hay que reconocer que también tiene
algunos que son un poco pesados. Ése en el que Guillermo y Adso consiguen
entrar en la biblioteca es a mi juicio en mejor de toda la novela; describe con
una exactitud sorprendente la situación de los libros y salas en ese laberinto
según su tema y siguiendo el orden de colocación de las tierras conocidas hasta
ese momento por el hombre según su posición en el globo.
Creo que
es una de esas novelas de lectura obligada y que todo el mundo debería leer por
lo menos una vez en la vida. También hay gente que dice es muy pesada y difícil
de entender, pero a mí no me lo parece en absoluto y, es más, pienso que no
hace falta tener grandes conocimientos históricos para leerla y que cualquiera
puede hacerlo sin tener que pararse a pensar si es un libro adecuado o no a su
edad. Tan sólo tiene que disfrutar de una trama apasionante y llena de intrigas
y misterios que no hace más que sorprenderte en cada momento, incluso en el
final, ya que el asesino es el menos sospechoso.
Y, en fin, como dice la última frase: Stat rosa prístina nomine,
nomina nuda tenemos.
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