jueves, 9 de julio de 2015

El Vaticano defiende el medio ambiente


Francisco I, en su encíclica “Laudato sii” (Alabado seas), alinea a la iglesia católica con quienes señalan que las actividades humanas, y en especial  la carbonización de la atmosfera, constituyen una de las mayores amenazas para la vida en la tierra. Así,  el Vaticano hace suyas las investigaciones  científicas que postulan, desde hace décadas, que las emisiones de CO2, provocadas por la quema de carbón y petróleo, son las causantes del calentamiento global. Un fenómeno que derrite los hielos de los cascos polares y los glaciares. Algunas zonas sufren  lluvias e inundaciones así como  destructivos huracanes debido a la subida de temperaturas de las aguas oceánicas. Otras regiones viven largas sequías con efectos desastrosos para la agricultura. Algo que afecta a todos, pero en especial a los más pobres. La encíclica postula que la explotación de la tierra “ha sobrepasado los límites naturales”, es decir la capacidad de reconstituirse.
Incluso antes de su publicación, merced a las filtraciones, Francisco ya sacaba ronchas en los sectores que niegan el cambio climático. Las empresas petroleras y carboníferas han montado una poderosa campaña que pone en duda que las emisiones de sus productos han alterado el clima. Hasta ahora la reacción más hostil proviene del partido republicano en Estados Unidos que disputa los resultados de cientos de investigaciones sobre el tema. James Inhofe,  que encabeza el comité de Medio Ambiente del Senado, descalificó a Francisco: “Que el Papa haga su trabajo y nosotros haremos el nuestro”.  En la misma vena el católico y republicano Rick Santorum le señaló al Papa que no se metiera en asuntos que no le competen: “La Iglesia se ha equivocado varias veces con la ciencia, así que lo mejor es que dejemos hacer su trabajo a los científicos y centrarse en la teología y en la moralidad”. Los obispos estadounidenses tampoco parecen muy convencidos. El cardenal Theodore McCarrick, el arzobispo retirado de Washington, señaló que los obispos de su país son ajenos al tema del cambio climático: “No lo entienden. Ellos no entienden sus complejidades”. La iglesia católica tiene buenas relaciones con los sectores conservadores con los que coinciden en la agenda valórica sobre temas reproductivos. La idea de cooperar con sectores progresistas y ecofeministas  que abogan por la paridad de género, reconocimiento de la diversidad sexual y el derecho de la mujer al aborto les resulta difícil.
Francisco ha irritado a los poderes establecidos con sus declaraciones: “Un sistema económico centrado en el dios del dinero necesita explotar la naturaleza para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente – y culminó con una pregunta- ¿No está la humanidad cometiendo un suicidio con este uso indiscriminado y  tiránico de la naturaleza? Cuidemos la creación porque, si la destruimos, nos destruirá a nosotros”.
De la biblia a Francisco

La idea que la naturaleza existe solo para satisfacer  a los seres humanos ya figura en la biblia. En el Génesis se lee que el sexto día: “Los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos y en todas las bestias que se mueven sobre la Tierra” (Génesis 1:27). Más tarde, Pablo VI, en la encíclica Populorum progressio, de 1967, vuelve sobre la idea de someter a la naturaleza desde una perspectiva antropocén­trica: “La creación entera es para el hombre, al que se le exige que aplique todo su esfuerzo inteligente para valorizarla y, mediante su trabajo, perfeccionarla —en cierto modo—, poniéndola a su ser­vicio”. Desde esta óptica la nueva encíclica marca un viraje histórico en 180 grados  en la postura vaticana.

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