domingo, 23 de noviembre de 2014

Humberto Maturana: “En Chile hemos perdido la confianza”

El científico -reconocido a nivel mundial- está preocupado del clima que hay en el país, donde a su juicio todo se ve en términos de confrontación. “Vivimos en una cultura generadora de dolores y resentimiento”, alerta. Pero, a sus 86 años, se declara optimista: “Para tener una convivencia democrática no es la competencia lo importante, sino la colaboración”.
Por Carla Sánchez Mutis
Fotos: Verónica Ortiz
Humberto-Maturana
Un gato. Que se mueve flexible, sin urgencias y que caza cuando tiene hambre. Ese es el animal que mejor representaría a Humberto Maturana. El epistemólogo, doctor en biología de la Universidad de Harvard y Premio Nacional de Ciencias (1994) –sólo por nombrar algunas de sus credenciales– dice que su secreto para llegar a los 86 años activo y vigente está en no estresarse y en básicamente seguir el estilo de vida de los felinos. “La calma no quiere decir lentitud”, aclara de entrada, sino que la “no urgencia”.
El doctor Maturana habla pausado. Se toma su tiempo para pensar antes de responder. Y mira a los ojos, gesticulando con sus manos huesudas y esa chasca canosa que le da un aire a Charly García. Sin el bigote bicolor, claro. Es un observador y ha dedicado gran parte de su vida a estudiar el comportamiento del ser humano, el cómo nos relacionamos y comunicamos.
Hace 16 años, el creador del concepto de “autopoiesis” –que describe a un sistema capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo- fundó junto a la epistemóloga Ximena Dávila la Escuela Matríztica, un “centro de estudios, pensamientos, reflexión y acción”, como el mismo Maturana la define. Una empresa que ofrece charlas y cursos y que nació en torno a una pregunta que les quita el sueño: ¿Por qué a las personas les importan las consecuencias de sus actos pero otras veces no?
De la biología y las relaciones humanas a la innovación. Maturana es una persona muy conectada que navega en temas como el uso de las redes sociales. No tiene Facebook ni Twitter, no porque no le parezcan interesantes sino porque “personalmente, no los necesito”. Este año estuvo en el MIT dictando una conferencia titulada “Innovación, innovación o ¿adicción?” y viene llegando de otro seminario en Paraguay. Así se mueve el doctor.
Junto a su socia y discípula Ximena Dávila, con quien viaja por el mundo exponiendo sus ideas a distintas audiencias, están a punto de lanzar El árbol del vivir, un libro que refleja las líneas de pensamiento en las cuales han estado trabajando en estos años en la Escuela Matríztica. Y una de sus principales conclusiones es que “el cambio cultural no se va a producir con revoluciones o marchas, sino que a través del entendimiento”.
“El tema central de la educación es la formación de los profesores, de modo que los estudiantes puedan crecer como ciudadanos democráticos, colaboradores, responsables e imaginativos”.
-Por lo que se observa, pareciera que en Chile es cada vez más difícil llegar a acuerdos.
-Es un tema. Hablamos de una situación económica difícil y en vez de armonizarnos, hacemos las cosas más difíciles ¿Por qué? Porque defendemos intereses privados cuando todas las cosas que hacemos son  políticas y públicas, en el sentido que tienen consecuencias en la comunidad que nos hace posibles. Mi actividad económica nunca es privada, no puedo tener una fábrica de zapatos sin consumidores, por lo tanto uno siempre es de alguna manera servidor a la comunidad que lo sostiene. Servidor no significa servidumbre, sino que dar un servicio.
-¿Lo impactan los bombazos?
-(Silencio) La pregunta que yo me hago es qué lleva a esas personas a poner bombas. ¿Cómo estamos conviviendo? ¿Están pidiendo algo? Poner una bomba es un acto contrario a la convivencia, me pregunto por qué esa persona se ha salido de la comunidad social, cuál es su queja.
-¿Cuál cree que es?
-No sé. Pero cuando hay una manifestación en la calle yo escucho, por ejemplo, la queja de que  “no me pagan el sueldo”. En ese caso, me pregunto qué clase de comunidad estamos haciendo que prometemos pagar un sueldo y no lo hacemos. La bomba no es una protesta para ser escuchado, es una acción destinada a generar daño.
-¿Lo califica como terrorismo?
-Un acto destinado a generar daño es un acto terrorista para desquiciar la condición de convivencia, romper la confianza.
-Sus teorías hablan de la importancia del lenguaje, ¿cree que en Chile se ha descuidado?
-En el mundo en general pensamos que el lenguaje es un sistema simbólico de comunicación para transmitir información, pero no es eso: es un modo de convivir en coordinaciones de sentires, emociones y haceres. Un acuerdo es generar un espacio de coincidencias de deseos y lo interesante es que cuando lo logramos, somos libres para cumplirlo.
-¿El acuerdo se basa en la confianza?
-Absolutamente. Toda la convivencia se funda en la confianza y en el mutuo respeto. Una de las cosas que nos pasa en Chile es que hemos perdido la confianza y eso ocurre cuando no se cumple ese acuerdo.
-¿El malestar es parte de los dolores de crecimiento de un país?
-No, no tiene que ver con el crecimiento, sino que con la cultura en la que vivimos, generadora de dolores y resentimiento. Hacemos promesas que no cumplimos, invitamos todo el tiempo a la lucha a través de la competencia. Pero la competencia es la negación del otro, para que alguien gane el otro tiene que perder. Para tener una convivencia democrática no es la competencia lo importante, sino la colaboración. Si digo que este es un problema de crecimiento, de alguna manera lo autorizo. Cuando un joven está creciendo y se pone torpe porque los brazos son más largos, respeto lo que le está pasando porque la torpeza no fue con mala intención. Pero en el caso de Chile, por ejemplo, hay dificultades económicas y en vez de unirnos para colaborar en resolverlas nos restringimos para generar más dificultad.
-En términos generales, la calidad de vida de los chilenos ha mejorado. ¿Por qué surge el descontento?
-Para algunas personas ha mejorado la calidad de vida, ¿podríamos decir que es para el promedio? No lo sé. Hay gente que vive en poblaciones callampa y es muy pobre, y estamos todo el tiempo invitándolo a que compre un auto ¿Qué genera uno con eso? Si se me promete que voy a tener acceso a algo y no se crean las condiciones para ello, entonces me voy a quejar. Hay mucha inequidad.
-¿De quién es la responsabilidad?
-De todos, del estado, del gobierno, de los empresarios. Si yo gano 10 veces más de lo que necesito para vivir holgadamente en esta comunidad que lo hace posible, ¿por qué no contribuyo con una parte importante de ese exceso que tengo al bienestar de la comunidad?
-Pero si se enriqueció lícitamente no tiene obligación de hacerlo…
-No, no la tengo, pero hay un compromiso ético fundamental ya que esa comunidad hace posible que yo me enriquezca.
-¿Un deber moral?
-No; ético, que es más importante.
-¿Los empresarios no sienten ese deber?
-No lo sé, pero lo que no veo es que los empresarios digan “en vez de ser la competencia, somos la colaboración” para resolver esta situación que parece crítica económicamente para el país. No se trata de limosnas, ni de donaciones, sino que de participar creativamente. Eso requiere imaginación y disposición.
-¿Qué piensa del libre mercado?
-Alguna vez, debe haber sido por 1978, le pregunté a un profesor de economía cuál era la diferencia entre el libre mercado entre amigos y el libre mercado entre desconocidos.
“Si fuese jefe de un partido político y el gobierno elegido es de otro, yo no me llamaría la oposición sino que la colaboración. Entonces el otro no trataría de deshacer lo que yo hice en el gobierno anterior porque queremos hacer un proyecto común”.
-Difícil pregunta…
-No me la pudo contestar. Entre conocidos, a usted le importa el otro; entre los desconocidos no. Si el libre mercado significa transacciones económicas entre desconocidos van a luchar unos por tener ventajas sobre otros. Si en cambio, se respetan, van a buscar una armonía en la equidad.
-¿Usted prioriza la libertad o la igualdad?
-La equidad.
-¿No es lo mismo que la igualdad?
-No. La diferencia es que en la igualdad yo pretendo que las cosas sean indistinguibles cuando digo que son iguales. Pero los seres humanos somos todos diferentes, entonces lo fundamental es convivir con esas diferencias, respetándonos. Si miro hacia el lado y digo “ellos han vivido así siempre”, estoy justificando una diferencia que es exagerada y no ética.

Lecciones de “la mamá”

Humberto Maturana Romecín nació en 1928. De niño vivió en una mediagua junto a su madre, una visitadora social del hospital San Agustín de Valparaíso. “Pertenezco a una familia muy modesta”, admite el profesor. Podría haber sido un alumno del montón, un drogadicto o simplemente un vago. Pero Maturana eligió otro camino. No porque tuviera que hacer un esfuerzo, aclara, sino simplemente porque “he hecho bien las cosas en un mundo que me ofreció las oportunidades”.
Más que el montón de libros que ha devorado, son quizás las enseñanzas que recibió en casa las que le permitieron ser quién es.“La mamá una vez nos llamó y nos dijo: ‘Niños, el pecado no existe, las cosas no son ni buenas ni malas en sí, son oportunas o inoportunas, adecuadas o inadecuadas y es responsabilidad de cada uno saber cuál es cuál en cada momento’”, cuenta Maturana, quien en esa época debe haber tenido unos 11 años. Se echa para atrás en su silla y se emociona: “¡Qué libertad maravillosa! Ella nos invitó a hacernos responsables de lo que uno sabe”.
Los tiempos han cambiado y Maturana está consciente de ello. “Hoy estamos en una cultura que genera desconfianza, estamos atrapados en una imagen histórica. No estoy negando la historia, pero estamos metiendo a los otros en una cierta categoría que ya no les corresponde”.
-¿Cree que estamos llegando a un punto de inflexión donde el péndulo ya debiera volver al centro, a la moderación?
-No; estamos en un momento en que tenemos que hacernos cargo de qué mundo queremos. Si aplico la teoría del péndulo entonces no me hago cargo, total ya bajará el péndulo.
-¿Es optimista?
-Sí, espero.
-¿Cómo ve a las instituciones y a los políticos?
-Equivocados, ciegos, pero no mal intencionados en sí. Si fuese jefe de un partido político y el gobierno elegido es de otro, yo no me llamaría la oposición sino que la colaboración. Entonces el otro no trataría de deshacer lo que yo hice en el gobierno anterior porque queremos hacer un proyecto común.
-¿Qué le ha parecido el segundo gobierno de Bachelet?
-La veo más dispuesta a realizar las cosas que quiere hacer y eso es bueno.
-¿Ha sido un error la premura en sacar adelante todas las reformas?
-Cuando se vive demasiado en la competencia, la lucha, en quién tiene la razón, cuáles son sus ventajas, esto aparece como premura porque no hay tiempo. Pero si conversamos y nos damos cuenta que efectivamente tenemos que reformar la educación de una cierta manera se facilita. Pero para eso hay que estar dispuesto.
-¿Considera a la competencia mala en todo ámbito? ¿No es propio de la naturaleza humana querer destacar?
-Lo que es propio de los seres humanos es querer hacer las cosas bien.
-Ud. antes hacía mención a los animales que toman lo básico, pero en la selva igual hay una competencia feroz.
-El león no compite con la cebra por qué se come, pero tienen modelos de vivir que definen espacios. Los seres humanos, en cambio, tenemos una historia que se ha fundado en compartir. Y claro, cuando las poblaciones aumentan y los recursos son escasos, o se reparten o se inventa la competencia. Darwin toma la noción de competencia de los economistas de su época, y los economistas actuales usan a Darwin para justificar la competencia como un fenómeno biológico. Bueno, algunas personas ganan más; sí, porque tienen otras responsabilidades. Si una persona que hace un cierto trabajo admite que otra tenga un salario distinto porque tiene una responsabilidad más grande o diferente, el problema no es que haya diferencias, sino cuando las uso para declararme mejor que otros y por lo tanto merecedor de ventajas.

La buena educación

El autor de la teoría biológica del conocimiento –que plantea que no se puede hacer referencia a una realidad independiente del hombre- es un sobreviviente. A los 20 años, mientras estudiaba medicina en la Universidad de Chile, contrajo tuberculosis, en una época en que la enfermedad era mortal. Pensó que iba a morir, pero lo salvó la estreptomicina, “un tratamiento muy oportuno que me permitió estar aquí”.
Maturana está agradecido de la salud gratuita –estuvo casi dos años hospitalizado– y también de la educación, por la cual no pagó ni un peso. A su juicio, el hincapié de la discusión no debiera estar puesto en la gratuidad –“porque nada es gratis en la vida”–, sino que en la calidad, la cual se perdió porque “al transformarse en un bien de comercio desaparecen las nociones de compromiso social como parte central de la educación”.
“La bomba no es una protesta para ser escuchado, es una acción destinada a generar daño... un acto terrorista para desquiciar la condición de convivencia”.
-¿Estamos criando niños basados en la competencia y no en la colaboración?
-Muchísimo.
-¿Es partidario de la educación gratuita en los términos que lo ha planteado el gobierno?
-El tema central de la educación es la formación de los profesores, de modo que los estudiantes puedan crecer como ciudadanos democráticos, colaboradores, responsables e imaginativos.
-¿Cómo se mejora la calidad de los profesores? Una de las críticas a la reforma es que este tema no está especificado.
-En algún minuto va a tener que aparecer. Por ejemplo, se ha hablado mucho del lucro. El lucro que se combate no es lo que uno gana, sino que la malversación: utilizar fondos que están destinados a una cierta tarea a otro propósito de interés personal. Como se trata de educación, el compromiso fundamental es reinvertir en el bienestar de la comunidad educativa.
-¿Qué hay de malo en obtener una ganancia una vez pagados todos los costos si se está entregando buena educación?
-No se trata de que no gane, sino de qué hago yo con el excedente una vez que he pagado todos los costos.
-¿Qué pasa si reinvierto un poco y me quedo con otro poco?
-Depende de la equidad, de si mejora el salario de todos los empleados o solamente el suyo.
-¿Es partidario del fin de la selección?
-La selección que resulte discriminadora en términos de clase, sí, absolutamente.
-Arturo Fontaine alertó en una entrevista del peligro de destruir los liceos emblemáticos…
-Creo que no debiera haber liceos emblemáticos; todos debieran serlo.
-Pero ateniéndonos a la realidad de Chile, los liceos emblemáticos son una tradición que ha funcionado bien. ¿Eliminarlos no sería un despropósito?
-Pero lo lógico sería que los otros colegios fueran igual de buenos que los emblemáticos en términos de calidad, pero resulta que los emblemáticos tienen una historia de discriminación de clases desde cuando se generaron en la época de Andrés Bello.
-¿Y qué pasa con el premio al esfuerzo? ¿Dónde queda la meritocracia?
- Si yo premio al esfuerzo y en ese proceso descalifico a otros, quiere decir que hay algo que no está bien. Por supuesto que si estos niños tienen ciertas condiciones, que vengan, pero la idea es que todos lleguen a tener las condiciones que ellos ostentan. Que las diferencias –que van a surgir- tengan que ver con sus compromisos pero no con su historia familiar, su historia de clases.
-¿No es acaso natural que los seres humanos segreguemos, que seleccionemos con quién queremos o no estar?
-Claro, pero si mi selección consiste en denigrar a otros, en decir “pertenezco a aquellos y no a estos”, ¿a esa selección se refiere? He vivido una época en la cual un niño iba con su mamá de la mano y había otro niñito, de esos que fue a recuperar el Padre Hurtado al Mapocho, y la mamá le dice “mijito, con ese niño no”. ¿Qué es eso? ¿Selección? ¿Discriminación?
-Seguramente, esa mamá quería proteger a sus hijos…
-Lógico, si no estoy diciendo que la mamá no haya querido ser cuidadosa con su hijo, eso no es lo que está en juego, sino que el niño aprende a que es legítimo negar a otro.
-¿Es algo que está internalizado en la población?
-Está en la cultura.
-Lo dice hasta la canción de los pollitos: “Tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada”…
-¿Le cuento el cuento del huevito? Este niñito compró un huevito, este lo echó a cocer, este le echó la sal, este lo revolvió y este lo repartió en partes iguales para todos. Cuando conté eso a mi nieta me dijo “Nooo, no es así” (Risas). Pero es distinto el cuento de esa manera. Tenemos que ir cambiando la cultura, tenemos que encontrar un espacio. Depende de las redes de conversación que uno genere, de cómo uno viva con sus hijos, de la confianza que uno tiene en su entorno. No podemos enseñarles a nuestros hijos a ser desconfiados, a que no pueden jugar con todos porque algunos son malos, hay que acabar con eso. •••
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El dinero y la felicidad

-¿Qué tan importante es la felicidad? ¿Hay que perseguirla?
-No. Haga usted las cosas en armonía consigo mismo y con las circunstancias sin quedar con resentimiento y va a estar feliz.
-Convengamos que la plata no hace la felicidad, pero igual ayuda…
-La plata es energía, si no hay energía no hay procesos. Si no tengo la energía para obtener los alimentos, reparar mi casa, hacer todas las cosas que constituyen el bienestar de la convivencia, entonces está mal. Depende también en cómo vivo esa energía. La comparto, me apropio, me apego, me pongo adicto a acumularla. La riqueza, así, es una adicción. Igual que cuando alguien es adicto a la cocaína, el placer está en la droga, en este caso, en enriquecerse.

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