MI FILÓSOFO
PREFERIDO
Víctor Rey
Estando de visita en la ciudad de
Mar del Plata en Argentina, caminaba por sus calles y encontré el local de La Alianza
Francesa. Me recibieron muy bien y me
invitaron a conocer la biblioteca de esta institución. Al contemplar la
maravilla de textos que reposaban en los estantes, lo primero que vino a mi
mente fue buscar los libros del filósofo Jean Paul Sartre en su lengua
original. Ojeando uno de ellos me
percaté que ese mismo día estaba de aniversario de nacimiento. Sartre había nacido un 21 de junio y si
estuviese todavía entre nosotros tendría 113 años. Pasé algunas horas revisando
su obra y recordando los primeros textos que leí en la escuela secundaria,
donde nuestro profesor de filosofía nos introdujo a su pensamiento. Luego en la universidad ya en plena dictadura
era difícil encontrar algún texto de él, pero nos ingeniábamos para compartir
sus libros en forma clandestina. Un
profesor se animó o tuvo la osadía de dictar un curso sobre su pensamiento y el
curso se llenó de postulante, fue alta la demanda, el salón de clase se
desbordó. Queríamos respirar un poco de
libertad y de existencialismo.
Luego pasé por una época
existencialista donde sus libros junto a otros autores me acompañaron en esos
tiempos de duda, conjeturas, y reflexiones acerca de la vida, el sentido y la
muerte. Recuerdo que devoraba sus libros
en la biblioteca de la Universidad y también pasaba largas jornadas leyéndolo
en los parques y plazas de Concepción.
Creo que si alguna persona
encarna lo que es un filósofo, este fue Jean Paul Sartre. Sus lentes, su pipa, su voz pausada lo hacían
recordar a Sócrates en esas interminables charlas con jóvenes estudiantes. No fue perfecto y por supuesto tiene
detractores y defensores fanáticos. Su
vida no dejó a nadie indiferente ya sea leyéndolo o a quien lo conoció.
Jean-Paul Sartre tuvo una
infancia solitaria. Nació en París en 1905 y quedó huérfano de padre a los seis
meses. Fue un niño sin apenas amigos, bajo de estatura, bizco y torpe para el
juego físico. Tal como relata en su autobiografía Las Palabras, publicada
en 1963, se refugió en la escritura para escapar de un mundo que lo rechazaba.
En 1929 se graduó en la
prestigiosa Escuela Normal Superior, donde había conocido a Simone de Beauvoir,
su única pareja estable hasta la muerte. Tres años después consiguió una beca
para ampliar sus estudios en Berlín, lo que le permitió familiarizarse con la
fenomenología de Husserl y el existencialismo de Heidegger. Tras volver a
Francia, publicó una serie de ensayos influidos por el pensamiento alemán que
apenas tuvieron repercusión, pero la aparición en 1938 de su primera
novela, La Náusea, convirtió a Sartre en un autor famoso y
respetado.
Reclutado por el ejército francés
en 1939, las tropas alemanas lo capturaron en 1940 y no consiguió volver a
París hasta el año siguiente, cuando organizó junto a otros intelectuales una
célula de la Resistencia. En 1943 publicó su obra filosófica medular, El
Ser y la Nada, cuyas ideas principales quedarían recogidas en el
panfleto El Existencialismo es un Humanismo, aparecido en
1946.
Después de la Segunda Guerra
Mundial, Sartre abandonó su trabajo como profesor de instituto para dedicarse
únicamente a escribir. De esta época es su ambicioso proyecto Los Caminos
de la Libertad, una novela en cuatro volúmenes que dejó inconclusa
cuando se convenció de que el teatro era un medio más adecuado para la difusión
de sus ideas. En 1943 había publicado Las Moscas, considerada
como su mejor obra dramática, y en los años siguientes aparecieron A
Puerta Cerrada, La Puta Respetuosa, Las Manos Sucias y El
Diablo y Dios.
Hasta 1956, cuando los tanques
soviéticos ahogan la rebelión de Hungría, fue un ardiente defensor del
comunismo sin llegar nunca a militar en ningún partido. Sus objeciones al
marxismo quedarían plasmadas en Crítica de la Razón Dialéctica, publicada
en 1960, en la que también reconoce el valor innegable de esta doctrina.
Tras rechazar el Premio Nobel en
1964, dedicó más y más tiempo a la militancia callejera, convirtiéndose en un
icono de la llamada generación del Mayo 68.
A partir de los años setenta se
agravaron su ceguera y sus problemas de salud, dejando al escritor
prácticamente imposibilitado. Un tumor pulmonar acabó con su vida un 15 de
abril de 1980. Más de 25.000 personas asistieron a su funeral.
Sartre fue el último
filósofo. O sea, un escritor que
escribía sobre realidades tenebrosas y misteriosas, burlescas para llenar el
vacío, un explorador de lo que a veces se llama “destino”, “dios”, “el diablo”
y luego terminar siendo en París el comunista de siempre.
Creo que es conveniente volver a
leer a Sartre hoy cuando se ve en el horizonte las amenazas de integrismos y
fundamentalismos que vienen del neonazismo, neo stalinismo, islamismo,
cristianismo, cientificismo, la tecnología y el neoliberalismo. Nos puede ayudar mucho volver a las páginas
de este filósofo para aprender a ser más tolerantes, respetuosos y humildes, en
estos tiempos del COVID 19, crisis social, política, ecológica. institucional, sanitaria
y recesión económica.
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