UNA ESPIRITUALIDAD
PARA TIEMPOS DE CRISIS
Víctor Rey
Me
encontraba en estos días en uno de los lugares más hermosos de Quito, en
Ecuador que es el Campamento Nueva Vida, un espacio que queda en el pequeño
pueblito de La Merced, a una hora de la capital. Es un espacio verde, con laguna, bosques,
senderos, cabañas, piscina, canchas de fútbol, basquetbol y voleybol. Es mi
lugar preferido para meditar, leer, caminar, escuchar el canto de las aves y
escribir. Me encontraba en esta tarea
cuando se acercó una joven que estaba participando en un retiro espiritual de
un grupo religioso y me pregunto: ¿Qué entiende por espiritualidad? y ¿cómo
debería ser la espiritualidad para este tiempo? Tuvimos una amena charla que se
extendió por una hora y aquí comparto las conclusiones. Y doy gracias a esa
joven que me hizo pensar en teste tema tan necesario para este tiempo.
En su
sentido originario espíritu, de donde viene la palabra espiritualidad, es la cualidad
de todo ser que respira. Por lo tanto es todo ser que vive, como el ser humano,
el animal y la planta. Pero no sólo eso, la Tierra entera y todo el universo
son vivenciados como portadores de espíritu, porque de ellos viene la vida,
proporcionan todos los elementos para la vida y mantienen el movimiento creador
y organizador.
Espiritualidad
es la actitud que pone la vida en el centro, que defiende y promueve la vida
contra todos los mecanismos de disminución, estancamiento y muerte. En este
sentido lo opuesto al espíritu no es cuerpo, sino muerte, tomada en su sentido
amplio de muerte biológica, social y existencial. Alimentar la espiritualidad
significa estar abierto a todo lo que es portador de vida, cultivar el espacio
de experiencia interior a partir del cual todas las cosas se ligan y se religan,
superar los compartimentos estancos, captar la totalidad y vivenciar las
realidades como valores, evocaciones y símbolos de una dimensión más profunda.
El hombre/mujer espiritual es aquel que siempre p e r c i be el otro lado de la
realidad, capaz de captar la profundidad que se revela y vela en todas las
cosas, y que consigue entrever la relación de todo con la Última Realidad.
La
espiritualidad parte no del poder, ni de la acumulación, ni del interés, ni de
la razón instrumental; arranca de la razón emocional, sacramental y simbólica.
Nace de la gratuidad del mundo, de la relación inclusiva, de la conmoción
profunda, del movimiento de comunión que todas las cosas mantienen entre sí, de
la percepción del gran organismo cósmico empapado de huellas y señales de una realidad
más alta y más última.
Hoy en día
sólo llegamos a este estadio mediante una crítica severa del paradigma de la
modernidad, asentado en la razón analítica al servicio de la voluntad de poder
sobre los o t r o s y sobre la naturaleza.
Necesitamos
superarlo e incorporarlo en una totalidad mayor. La crisis ecológica revela la
crisis de sentido fundamental de nuestro sistema de vida, de nuestro modo de
sociedad y de desarrollo. No podemos seguir apoyándonos en el poder como
dominio y en la voracidad irresponsable de la naturaleza y de las personas. No
podemos seguir pretendiendo estar por encima de las cosas del universo, sino al
lado de ellas y a favor de ellas. El desarrollo debe ser con la naturaleza y no
contra la naturaleza. Lo que actualmente debe ser mundializado no es tanto el
capital, el mercado, la ciencia y la técnica; lo que fundamentalmente debe ser
más mundializado es la solidaridad con todos los seres empezando por los más
afectados, la valorización ardiente de la vida en todas sus formas, la
participación como respuesta a la llamada de cada ser humano y a la propia
dinámica del universo, la veneración de la naturaleza de la que somos parte, y
parte responsable. A partir de esta densidad de ser, podemos y debemos asimilar
la ciencia y la técnica como formas de garantizar el tener, de mantener o
rehacer los equilibrios ecológicos, y de satisfacer equitativamente nuestras
necesidades de forma suficiente.
La ecología
ahora está en el centro de las discusiones y de las preocupaciones. De un
discurso regional, como subcapítulo de la biología, ha pasado a ser actualmente
un discurso universal, tal vez el de mayor fuerza movilizadora del tercer
milenio. El actual estado del mundo (polución del aire, contaminación de la
tierra, pobreza de dos terceras partes de la humanidad, etc.) revela el estado
de la psique humana. Estamos enfermos por dentro. Así como existe una ecología
exterior (los ecosistemas en equilibrio o en desequilibrio), también existe una
ecología interior. El universo no está únicamente fuera de nosotros, con su
autonomía, está también dentro de nosotros. Las violencias y las agresiones al
medio ambiente lanzan raíces profundas en estructuras mentales que poseen su
ancestralidad y genealogía en nuestro interior. Todas las cosas están dentro de
nosotros como imágenes, símbolos y valores: el sol, el agua, el camino, las
plantas, los minerales viven en nosotros como figuras cargadas de emoción y
como arquetipos. Las experiencias benéficas que la psique humana ha vivido en
su larga historia, en contacto con la naturaleza y también con el propio
cuerpo, con las más diversas pasiones, con los otros como masculino y femenino,
padre y madre, hermanos y hermanas, dejan marcas en el inconsciente colectivo y
en la percepción de cada persona. La cultura del capital imperante hoy en el
mundo, ha elaborado métodos propios de construcción colectiva de la
subjetividad humana. En realidad los sistemas, también los religiosos e
ideológicos, solamente se mantienen porque consiguen penetrar la mente de las
personas y construirlas por dentro. El sistema del capital y del mercado ha
conseguido penetrar todos los poros de la subjetividad personal y colectiva,
determinando el modo de vivir y de elaborar las emociones, la forma de
relacionarse con los otros, con el amor y la amistad, con la vida y con la
muerte. Así se divulga subjetivamente que la vida no tiene sentido si no está
dotada de símbolos de posesión y de status, como un cierto nivel de consumo, de
bienes, de aparatos electrónicos, de coches, de algunos objetos de arte, de
vivienda en sitios de prestigio. Así la sexualidad viene proyectada como simple
descarga de tensión emocional a través del intercambio genital. Se oculta el
verdadero carácter de la sexualidad, cuyo lugar no es sólo la cama, sino toda
la existencia humana como potencialidad de ternura, de encuentro y de
erotización de la relación hombre/mujer. Otras veces se da satisfacción a las
necesidades humanas ligadas al tener y al subsistir; enfatizando el instinto de
posesión, la acumulación de bienes materiales y el trabajo solamente como
producción de riqueza. Por otra parte la ecología integral procura desarrollar
la capacidad de convivencia y de escucha del mensaje que todos los seres lanzan
con su presencia y de reforzar la potencialidad de encantarse con el universo,
con su complejidad, majestad, grandeza. Busca animar las energías positivas del
ser humano para enfrentar con éxito el peso de la existencia y las
contradicciones de nuestra cultura dualista, materialista, machista y
consumista.
La ecología
integral procura habituar al ser humano a esta visión integral y holística. El
holismo no es la suma de las partes sino captar la totalidad orgánica, una y
diversa en sus partes, articuladas siempre entre sí dentro de la totalidad y
constituyendo esa totalidad. Esta cosmovisión despierta en el ser humano la
conciencia de su misión dentro de esa inmensa totalidad. Él es un ser que puede
captar todas esas dimensiones, alegrarse con ellas, alabar y agradecer a la
Inteligencia que ordena todo y al Amor que mueve todo, sentirse un ser ético,
responsable por la parte del universo que le cabe habitar, la Tierra. Somos
co-responsables del destino de nuestro planeta, de nuestra biosfera, de nuestro
equilibrio social y planetario. Esta visión exige una nueva civilización y un
nuevo tipo de religión, capaz de re-ligar Dios y mundo, mundo y ser humano, ser
humano y espiritualidad del cosmos.
El
cristianismo está llamado a profundizar la dimensión cósmica siempre presente
en su fe. Dios está en todo y todo está en Dios (panenteísmo, que no es lo
mismo que panteísmo, que afirma equivocadamente que todo es indiferentemente
Dios). La encarnación del Hijo implica asumir la materia e insertarse en el
proceso cósmico. La manifestación del Espíritu Santo se revela como energía
universal que hace de la creación su templo y su lugar privilegiado de acción.
Si el universo es una intrincadísima red de relaciones, donde, todo tiene que
ver con todo en todos los momentos y lugares, entonces la forma como los cristianos
llaman a Dios, Santísima Trinidad, constituye el prototipo de ese juego de
relaciones. La Trinidad no es un enigma matemático. Significa entender el
misterio último como una inter-relación absoluta de tres divinas Personas, que
emergen siempre simultáneamente en un juego de interrelaciones hacia dentro y hacia
fuera sin fin y eterno.
Según esta
visión verdaderamente holística y globalizante comprendemos mejor el ambiente y
la manera de tratarlo con respeto. Entendemos las dimensiones de la sociedad
que debe ser sostenible y ser expresión de convivialidad entre los humanos y de
todos los seres entre sí. Nos damos
cuenta de la necesidad de superar nuestro antropocentrismo a favor del cosmocentrismo
y de cultivar una intensa vida espiritual al descubrir la fuerza de la
naturaleza dentro de nosotros y la presencia de las energías espirituales que
están en nosotros y que actúan desde el principio en la formación del universo.
Y, finalmente, captamos la importancia
de integrar todo, de lanzar puentes hacia todas partes y de entender el
universo, la Tierra y a cada uno de nosotros como un nudo de relaciones
orientado hacia todas las direcciones.
Para llegar
a la raíz de nuestros males, y también a su remedio, necesitamos una nueva
cosmología espiritual, es decir, una reflexión que vea el planeta como un gran
sacramento de Dios, como el templo del Espíritu, el espacio de la creatividad
responsable del ser humano, la morada de todos los seres creados en el Amor,
etimológicamente, ecología tiene que ver con morada. Cuidar de ella, repararla
y adaptarla a eventuales nuevas amenazas, ampliarla para que albergue nuevos
seres culturales y naturales es su tarea y su misión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario